domingo, 29 de marzo de 2009

Hacia Un Verdadero Concepto De Humildad

Cuando nos "toca" recitar cualidades sobresalientes sobre algún individuo en particular, solemos mencionar una lista "tipo" la cual en términos generales se encuentra constituida por las siguientes características: amable, humilde, sincero, cariñoso, honesto... tal vez varía el orden, más no el contenido.

Podríamos afirmar que medianamente la sociedad en general está convencida que lo único que hace al ser humano un Ser digno y un Ser en sí mismo, son las cualidades que él pudo lograr y conseguir en el trayecto de su vida, más allá de la prosperidad económica (¿acaso la mortaja tiene bolsillos?).

Al mencionar la palabra "humildad" frecuentemente caemos en una desacertada definición.
No solamente es un error de concepto sino que hasta puede llegar a trabar nuestros roles como Seres en el mundo. A ello, la intención e importancia personal por aclarar este punto.

Veamos los que nos dice la "Real Academia Española" respecto a la palabra "humildad":

1. f. Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.

Hasta aquí nada parece estar fuera de lugar. Nuestra percepción no es mucho menor a lo que acabamos de leer.

Aun así, si bien es cierto que una persona humilde debe "reconocer sus propias limitaciones y obrar de acuerdo a ese conocimiento", no obstante, olvidan que también existen otras características individuales de cada sujeto las cuales lo hacen único e irremplazable en este mundo, ¿y en base a ellas no se debe obrar para ser humilde?, ¿acaso no está dentro de aquel "reconocer" de la definición?
Existen muchas capacidades latentes, propias de cada uno, las cuales también debemos ser conscientes y tenerlas presente. No solamente hace falta "reconocer las propias limitaciones", sino, también, "reconocer las propias virtudes" y "obrar de acuerdo a ese conocimiento".

Está más que claro que humildad no es sinónimo de frustración, baja autoestima o depresión. Debemos borrar este perjuicio sociocultural que anda circulando en estas generaciones. Di-s no quiere Seres deprimidos e inmotivados.

En cambio, humildad es reconocer tanto las debilidades como así también las capacidades y obrar de acuerdo a ambas. Ser consciente que las capacidades que poseemos fueron adquiridas por la aprobación de un Creador que las envió. Que no somos más que nuestro prójimo por poseerlas, ya que así como Di-s nos las envió, así también pudo habérnosla quitado. Y si Lo desea, así podría suceder.

Esa es la verdadera humildad. Entender y aceptar que sí tenemos nuestras capacidades (y por ello debemos agradecerle a Di-s), pero que no sacamos más rédito que nuestro compañero por aquello. Tenemos los mismos derechos por tener tan solamente la igual calidad de sujetos. Entonces, así como a algunos Les otorgó más inteligencia o capacidades, a otros, menos (o viceversa).

El Talmud nos enseña en el tratado de Nidá (16 b): "Hay un ángel a cargo de la concepción y su nombre es Noche. (Este mismo) agarra la gota (de la concepción) y la coloca delante de Di-s y le dice: "¡Amo del Universo! ¿Esta gota que será (en un futuro)?, ¿(una persona) fuerte o débil?, ¿inteligente o necio?, ¿rico o pobre?", pero justo o malvado no le pregunta. Tal como dijo Rabí Janiná: "todo es del Cielo (determinado por Di-s), menos el temor al Cielo".

Otorgarle el valor verdadero a las aptitudes que poseemos no sólo por el mero conocimiento y el posterior agradecimiento al Todopoderoso, sino también para poder utilizarlas en nuestra cotidianidad. Porque justamente para ello nos fueron concedidas. Nada fue ni es en vano.

Una persona que no tiene el conocimiento que una fortuna se encuentra en su cuenta corriente del banco, equivale a no tenerla. Obligatoriamente necesita aquella información para poder sacarle provecho. Sino, ¿cuándo podrá utilizar aquel botín?

De no ser así, es decir, al no concientizarnos que poseemos una parte virtuosa que nadie en el mundo puede reproducir más que nosotros, la no actividad ganará la batalla y no aceptaremos nunca nuestra unicidad como sujetos. ¿Acaso somos reproducciones inútiles de la especie humana? ¿Un Ser Completo y Magnífico Otorga vida a individuos para perder el tiempo, sin ninguna meta u objetivo?
Así como poseemos rasgos únicos en nuestros rostros pero no por ello dejamos de pertenecer a la especie humana, así también tenemos características y talentos parecidos a los de nuestro semejante, más no iguales.

Por otra parte, todos conocemos (¿también practicamos?) el famoso precepto: "Amarás a tu prójimo como a tí mismo" (Vaikrá 19:18).
¿Cómo podemos amar al prójimo si primeramente no nos amamos a nosotros mismos? Debemos comenzar por “casa”, por nosotros mismos. Por conectarnos con nuestro interior para lograr apreciar nuestras características virtuosas.

Cualquier persona podría alegar: "he decidido no quererme a mí mismo, así que no tengo por qué amar a otro; en mi caso, la Torá no me obliga".
Justamente de este precepto podemos deducir, ¡que no existe aquello! No es válido que alguien alegase aquel argumento.

Tal vez sea por ello que se nos haya condicionado el amar a un tercero comparándolo primero con nosotros mismos, para que realmente sepamos y tengamos la obligación de cumplir con aquel precepto previamente con nosotros mismos, y a través de ello, auto valorarnos para superar la metas y desafíos que la vida nos propone a diario. ¿Estamos preparados para enfrentarlos? ¡A la carga!

jueves, 26 de marzo de 2009

Y La Culpa Es De...

Siguiendo con el tema del post anterior, me parecería interesante compartir una reflexión general de aquel asunto.

Retomaremos el tema con un nuevo pasaje del Talmud (Avodá Zará 8 b) el cual nos comenta que en los últimos 40 años antes de la destrucción del Bet Hamikdash (Gran Templo), no se sentenciaron penas de muerte. ¿El motivo? Dado que "eran muchos los casos, no los podían juzgar".

En su hermoso libro "Banim Atem" (páginas 178, 179 y 180) el Rab Daniel Oppenheimer nos advierte que no debemos olvidar la responsabilidad que le cabe al resto de la sociedad en cada delito que ocurre. Si el índice de criminalidad crece, entonces algo falla en el conjunto de la sociedad (posiblemente esa sea la razón por la cual dejaron de aplicar la sentencia en penas capitales cuando se multiplicaron).

Es muy fácil acusar a otros y señalar con el dedo al asesino, a sus padres, a la pobreza, a la falta de empleo, a los políticos. Sin embargo, si ocurren desgracias, violaciones y asesinatos, el resto de los ciudadanos que compartimos la vida del país, podemos preguntarnos si no somos demasiados permisivos y tolerantes en todo lo que vemos día a día en los medios, en los carteles publicitarios, de manifestaciones implícitas, y casi explícitas de sensualidad, de exhibición y de erotismo.

¿Nunca se preguntaron si no existe una relación directa entre entre el estímulo que estas expresiones provocan y la falta de contención y canalización de los instintos humanos para ser empleados como Di-s dictó en la Torá, en la naturaleza y en las siete leyes universales? ¿Nunca se pusieron a pensar si la enorme cantidad de personas frustradas en nuestra sociedad no será el producto de una cantidad ilimitada de publicidad en la que muestran imágenes del goce perfecto y provocan nuevos "hambres" imposibles de satisfacer en las personas, muchas de las cuales no están preparadas para vivir frustradas o desilusionadas y, por lo tanto, intentarán llenar sus deseos a toda costa?

A mí no me cabe la menor duda (sigue diciendo el Rab Oppenheimer), que la proliferación de material violento y sensual tiene una incidencia directa sobre el aumento de criminialidad en nuestra sociedad. Mientras los ciudadanos no seamos responsables, expresando nuestra oposición clara y contundente acerca de nuestra posición respecto al tema, con el riesgo de ser acusados de retrógrados, anticuados, khumeinistas, etc., cuando escuchemos, día a día, de hechos terribles no podremos manifestar que “iadenu loshafjú et hadam hazé ve'eineinu lo ra'ú” (nuestras manos no vertieron esta sangre y nuestros ojos no vieron - Devarim 21:7), como dicen los Ancianos de la ciudad más próxima a la víctima de un homicidio no aclarado.

El análisis sobre la pena de muerte no puede separarse de un estudio global acerca de los valores “desvalorizados” en nuestro medio. Si logramos mejorar la conducta de todos los individuos que integran el conjunto, también podremos rezar con devoción y una conciencia limpia “hashiva shofteinu kevarishoná”, merecer una justicia como la que una vez fue.

domingo, 22 de marzo de 2009

La Torá: ¿Homicida, Criminal O Qué?

Aquella persona que lee con detenimiento la Torá, aun sin entrar mucho en detalle, es consciente que en muchas oportunidades en ella aparecen muchas "penas" y "castigos" para los transgresores de la misma.

"El que hiriere a alguno, haciéndole así morir, él morirá" (Shemot 21:12).

"El que hiriere a su padre o a su madre, morirá" (Shemot 21:15).

"El que robare una persona y la vendiere, o si fuere hallada en sus manos, morirá" (Shemot 21:16).

“... guardaréis el día de reposo (Shabat), porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá" (Shemot 31:14)."

Y sólo por citar algunos pocos ejemplos. Como los antes mencionados, hay cientos.

La pregunta que surge es casi inevitable. Toca un de los debates mundiales respecto a las consecuencias para los agresores, homicidas y asesinos: ¿Se debe aplicar la pena de muerte?, ¿acaso algún sujeto puede decidir sobre la vida de terceros?, ¿es moral?, ¿no se le puede otorgar otra oportunidad a las personas?, ¿penarla con un castigo tan severo y devastador como la muerte? Preguntas sumamente delicadas que llegan a discutirse ampliamente. Aquí trataremos de facilitar la mirada de la Torá, no la personal.

Antes que nada, debemos tener claros algunos conceptos.

Cuando Moshé recibió la Torá en el "Har Sinai" (Monte Sinaí) le fueron otorgadas no solamente las Tablas de la Ley, ni el Pentateuco en su integridad, sino también las explicaciones detalladas orales de lo que se le estaba dictando.

Así, surge la Torá escrita y la Torá oral, estando la primera compuesta por los cinco libros del Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio), los veintiún ejemplares de los Nevihim (profetas) y los trece Ketuvim (escrituras). La segunda -la Torá oral- se compone por los diferentes Midrashim (Rabá, Tanjumá, Ialkut Shiumoní, etc.), la Mejiltá, el Sifró, el Sifrí, el Zohar, la Mishná y el Talmud (Guemará).

Mientras que la Torá escrita Moshé la transcribió a los setenta idiomas existentes (que de ellos surgen las lenguas vigentes de hoy en día), Di-s no le permitió hacerlo con la Torá oral. Esta debía transmitirse de boca en boca, intacta, sin ningún tipo de desviación en el contenido inicial dado de Hashem a Moshé.

El motivo del por qué hoy en día poseemos la Torá oral en libros y compendios, violando aparentemente la orden de Di-s, es por el hecho del aterrador exilio que tocó y toca de cerca a todo el Pueblo. Mientras el Gran Templo estaba en pie, en cada ciudad existía una Casa de Estudios en las que los niños y adultos bebían con ansías las palabras de los Sabios. Con la destrucción de los dos templos, se temió por la pérdida de las sagradas escrituras y su posterior olvido. De allí los grandes eruditos de la época obtuvieron un permiso Celestial el cual les permitió transcribir la Torá oral, evitando su perdición. Esto sucedió alrededor del año 3.700 (400 de la era común). En ese momento fue cuando los Emoraim (de "Amorá" en arameo = comentarista) decidieron compilar por escrito las enseñanzas, discusiones y comentarios rabínicos referidos a las Mishnaiot que se debatían oralmente en las Academias, dando origen al Talmud. Este estaba ramificado en dos: Talmud Bablí (de Babilonia) y Ierushalmi (de Jerusalem).

Sin entrar mucho más en detalles históricos, concluimos con que la Torá no está compuesta solamente por el Tana"j sino que las explicaciones del mismo y los secretos que lo escrito encierra, se aprende profundamente de la Torá oral (en esta época escrita por lo antes dicho).

El Talmud Bablí (parte de la Torá oral) en el tratado de Makot (7 a) dice: "...un Tribunal que llegaba a ejecutar una vez en siete, y, según algunos, en 70 años, se consideraba un `Tribunal Asesino` (de "gatillo fácil"). Rabí Tarfón y Rabí Akivá agregan que, de haber integrado ellos el Tribunal, no se hubiese llegado nunca a una pena capital (por la manera de cuestionar a los testigos). Asesinar a alguien por más justificado que esté, no era tarea fácil. Se requerían personalidades extraordinarias par poder llevar a cabo tamaña tarea.

Para llevar a cabo cualquier ejecución eran necesarios muchos requisitos. Demasiados. Veamos algunos:

Antes que nada, mínimamente se requerían de dos testigos que hayan observado cuando el acusado cometió el delito. Para evitar posibles engaños por parte de los atestiguantes, se los asustaba sobremanera, recordándoles que sus testimonios podían ser irremediables para otras personas y por ende deberían decir solamente la verdad.

Luego, se les hacían siete "Jakirot" (investigaciones) con respecto al caso a fin. De no saber alguna respuesta a aquellas preguntas, aun no contradiciéndose entre los testigos, el acusado quedaba absuelto (a menos que vengan dos testigos nuevos y sepan contestar).

El Talmud Bablí en el tratado de Sanedrín (40 b) nos enseña que para poder llevar a la justicia al transgresor, era necesario (dentro de muchas otras cosas) advertirle antes que no debería realizar aquel acto, que tendría su pena correspondiente (dependiendo esta qué transgresión cometería) y no sólo eso sino que había que explicitarle el castigo a recibir: apedreamiento, incineramiento, espada o la horca.

Las exigencias no terminan aquí. Luego de el reproche (y antes de cometer la falta), el acusado debía contestar: "sí, yo sé que está prohibido realizar este acto, que Di-s no lo permite, de todas maneras lo quiero hacer... ¡lo hago justamente para recibir este castigo!".

¿Piensan que esto era suficiente para ejecutar a algún individuo? De ninguna manera... para que la advertencia por parte de los testigos tenga valor, debía ser no después de haber pasado tres segundos entre esta y el acto transgresor en sí ("Toj Kedé Dibur", es decir, lo que una persona tarde en decir: "Shalom Aleja Ribí"). Habiendo pasado cuatro segundos y no tres, “tememos” que el transgresor haya olvidado el reproche y por ello queda absuelto de pena, ya que no recibió el reproche como exige la Torá (ver Talmud en Sanedrín 41 a).

Podemos seguir con las exigencias necesarias que solicita la Torá para la ejecución de un sujeto, pero no alcanzaría el espacio. El que desea profundizar en el asunto, recomiendo lea Mishnaiot Sanedrín desde el capítulo tres al seis inclusive. Se llevarán muchas sorpresas más.

Cabe recalcar, que aun en el caso remoto que se efectúe la ejecución de algún individuo, el motivo de aquello es para que pueda expiar su alma en este mundo y pueda obtener el venidero. Se trata de un “castigo” para un beneficio a futuro. No es un mero “capricho Celestial”, sino que a través de esta “pena”, su espíritu se blanquea para la próxima vida. Es necesario un poco de sufrimiento físico en aquel momento, un tanto de sacrificio, pero no es más que para el beneficio propio de la persona.

Tal vez ahora podamos darnos cuenta que no es asunto sencillo cuando la Torá menciona "morir morirá". Va más allá del entendimiento literal. Muchas personas desconocen o ignoran la Torá oral. Se confunden. Tanto ella como la escrita, tienen el mismo valor: las dos fueron entregadas en el monte Sinaí.

viernes, 20 de marzo de 2009

Los Clavos

Esta es la historia de un muchachito que tenia muy mal carácter.
Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.

El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta.
Las semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta. Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta.

Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante toda la jornada. Después de informar a su padre, este le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter.

Los días pasaron y el joven pudo anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta... Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: "Has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tu pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves."

Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas lo devastará, y la cicatriz perdurará para siempre.

Una ofensa verbal es tan o más dañina que una ofensa física.

Los amigos son en verdad una joya rara. Ellos te hacen reír y te animan a que tengas éxito. Ellos te prestan todo, comparten palabras de elogio y siempre quieren abrirnos sus corazones.

Debemos aprender a decir: "Por favor, perdóname si alguna vez dejé una cicatriz en tu puerta".

martes, 17 de marzo de 2009

¡Todo Es Para Bien!

Un rey en África salió a cazar. Su compañero y cargador de armas era un persona con el siguiente lema de vida: "No podría estar todo mejor. Siempre todo es para bien".

El cargador de armas erró al cargar el rifle causando así, una explosión que arrancó el dedo pulgar del monarca. Cuando el hombre exclamó: "¡Esto también es para bien!", el rey respondió: "¿¡Para bien?! Nada para bien... ¿Acaso para vos el hecho de que yo me haya arrancado un dedo es para bien?". Paso siguiente a estas palabras, envió a su cargador a la cárcel.

Cerca de un año después, el rey salió nuevamente a cazar. Esta vez, sin embargo, lo hizo solo. En la travesía por los campos, fue capturado por caníbales los cuales anhelaban devorarlo. Ellos ya estaban preparando al monarca para deglutírselo pero, antes de esto, notaron que al rey le faltaba un miembro; el mismísimo que se había quitado con la "fallida" carga que realizó su ex compañero ahora en la cárcel. Al ver este defecto, los caníbales (por su gran grado de supertición), dejaron partir al rey.

Al regresar al palacio, inmediatamente el rey fue para la prisión a liberar a su cargador de armas. "Usted tenía razón", dijo el monarca. Eso había sido para mi bien, sólo que ahora lo comprendo... Estoy muy arrepentido de haberlo mandado al calabozo". "Se equivoca, su majestad", replicó el cargador, y continuó: "Haberme mandado a la cárcel también fue para bien... Recuerde que si no hubiese estado aquí, en el calabozo, ¡yo habría estado con usted!".

Extraído de "Meor HaShabat" (página 40).

domingo, 15 de marzo de 2009

El Valor Del Tiempo

Para comprender el valor de UN AÑO, pregúntale a un alumno que fue reprobado en su examen final.

Para comprende el valor de UN MES, pregúntale a una madre que haya dado a luz a un bebé prematuro.

Para comprender el valor de UNA SEMANA, pregúntale a un editor de una revista semanal.

Para comprender el valor de UN DÍA, pregúntale a un vendedor de diarios que tiene diez hijos para mantener.

Para comprender el valor de UNA HORA, pregúntale a una pareja esperando por su ceremonia de casamiento.

Para comprender el valor de UN MINUTO, pregúntale a alguien que haya perdido un avión.

Para comprender el valor de UN SEGUNDO, pregúntale a una persona que haya sobrevivido a un accidente.

Para comprender el valor de UN MILÉSIMO DE SEGUNDO, pregúntale a una persona que haya ganado una medalla plateada en las Olimpíadas.

¡Valora mucho cada momento de tu vida!
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Extraído de "Meor HaShabat" (páginas 26 y 27).

sábado, 14 de marzo de 2009

La Bendición De Nosotros Depende

Frecuentemente observamos a grandes empresarios y hombres de negocios dirigirse hacia grandes Sabios contemporáneos en búsqueda de bendiciones y consejos. No solamente aquellas personas se dirigen hacia ellos. También se pueden ver a padres preocupados por sus hijos, a jóvenes que aun no han encontrado a su otra mitad, a personas que necesitan paz en sus hogares... los casos y circunstancias son interminables."¿Me conviene invertir aquí?", "¿es riesgoso este negocio?", "¡necesito una bendición para casarme!", "¡no sé ya que hacer con mi hijo!".

A veces pensamos que la berajá (bendición) se activará de manera rápida y automática. El "antídoto" al inconveniente está en las "manos" de aquel Sabio. Su gran conexión con Hashem (Di-s) hará que toda dificultad llegue a su fin.

Cuentan que en una oportunidad un joven muchacho iba a contraer matrimonio.
Tal como era la costumbre, en vísperas de su boda se acercó a lo de su rabino al cual le pidió una bendición. "¡Quiero que me bendiga con que no se me presenten dificultades en toda mi vida!", solicitó el joven al gran erudito. "Te equivocas", le contestó este último, y siguió: "si piensas que en la vida no deben existir inconvenientes, no estás acertado... ¡con ellos logramos superarnos! Por eso, no te bendeciré con que no se te presenten dificultades, porque todos las necesitamos. En cambio, te daré una berajá (bendición) para que en todo problema que se te presente, puedas encontrarle la vuelta y salir adelante."

Nuestras escrituras nos exigen que nos apeguemos a nuestros Sabios (Pirké Avot 2:15), que nos consultemos con ellos y saquemos todas nuestras dudas.
Si bien es cierto que ellos pueden estar más cerca de Hashem (Di-s) por su constante apego, las bendiciones no tienen carácter mágico. No se trata de brujería, de un encantamiento o de una hechicería... A través de la bendición, el Rabino le reza a Hashem (Di-s) para que las personas tengan éxito. Sepamos que no se esconde algún tipo de secreto oculto en aquello. No hay más que eso.

¿Necesitamos intermediarios para hablar con Di-s?. ¿Para qué solicitarle a un tercero que haga lo que nosotros mismos podemos hacer? ¡Tenemos la oportunidad de pedirle a Hashem (Di-s) lo que queramos... y las 24 horas del día! Es más, al estar involucrados en el inconveniente, tal vez rezaremos con más fuerzas y fervor que aquel Rabino.

Cuando Adam y Javá pecaron comiendo del árbol prohibido, tanto ellos como la serpiente (que incitó a Javá a comer del fruto) recibieron su particular castigo.
Di-s le dijo a la serpiente: "... polvo deberás comer todos los días de tu vida" (Génesis 3:14).
A la mujer le dijo: "Aumentaré tu sufrimiento y tu embarazo; ... con dolor darás a luz" (Génesis 3:16). Y a Adam: "... con el sudor de tu rostro comerás pan". (Génesis 3:19).
Al comparar los castigos, parece que el hombre recibió uno más duro que la serpiente. Esta última podrá encontrar su sustento dondequiera que vaya y sin esfuerzo, ya que el polvo se encuentra en todas partes. En cambio, el hombre debe trabajar y sólo recibe su sustento "con el sudor de su frente". Los comentaristas, en cambio, explican que la serpiente recibió el peor castigo. "Te proporciono comida por todas partes para que nunca tengas que llamarme, porque no quiero tener nada que ver contigo". Haciéndole la vida más fácil, Di-s se estaba distanciando de la serpiente y no hay peor maldición que ésta. El ser humano, por otro lado, fue castigado con maldiciones que requerirían su contacto constante con su Creador.

Una "conexión" constante que sólo la tendremos si realmente la valoramos. Seamos concientes que aquello existe y no depositemos en terceros nuestra responsabilidad.

Dicen que los caballos que trabajan con carruajes tienen la fuerza suficiente como para librarse de aquellos. Di-s les dio la energía necesaria para soltarse de las cuerdas que los amarran. "¿Por qué no se rebelan?", nos preguntamos todos. Y la respuesta es: porque no creen que ellos tienen la fuerza. Aquel Ser que no cree en sus potenciales, aunque los posea, nunca podrá ponerlos en práctica.

En el lugar que estemos, ya sea en el supermercado, en la fila del banco, caminando por la calle o esperando al ómnibus. Siempre es momento propicio para rezarle a Él. Eso es lo que Espera de nosotros: ¡que lo tengamos siempre presente! "Hashem, por favor, que llegue el ómnibus rápido". "Di-s, que la fila del banco se mueva más rápido". En todo momento y lugar tenemos aquella oportunidad. Demostrarle que aun en las pequeñas cosas le pedimos a Él ya que todo de Él depende (como dice el Rey David: "Puse a Di-s delante de mí siempre", Salmos 16:8). Sepamos aprovechar la conexión especial que tenemos. La conexión "WI-FI".

En una oportunidad un compañero de curso me había dicho que siempre le pedía a Hashem tener éxitos en los exámenes escolares. "Yo le pido otras cosas más importantes", le dije. "Cosas tan insignificantes no me parecen apropiadas para pedir", insistí.
"Te equivocas abismalmente", dijo, y continuó: "al solicitarle cosas pequeñas estás demostrando que absolutamente todo depende de Él; no solamente los asuntos importantes. ¿Acaso el resultado de una buena nota -por más insignificante que parezca- no es una mezcla de mi esfuerzo junto con lo que Él quiera? Si no le pides aquello, estarías demostrando (implícitamente) que existe algo que escapa a Él" (Di-s no permita).
Debo reconocer que recibí una buena lección.

Quizá vemos más conveniente que otro nos diga lo que tenemos que hacer. Optamos por una directivdad total. ¿No será que tememos al fracaso y nos cuesta asumir los pasos en falso? "Yo no me equivoqué, a mí me dijeron que haga así" ¿No habrá un dilema con aquello de asumir un desafío, una responsabilidad y no estar abierto a fallar? ¿No olvidamos, tal vez, que ser responsable y aceptar los fracasos son las llaves para el éxito y la continuidad? ¿No será que no estamos abiertos a aprender de las malas experiencias y así enriquecernos internamente?

Uno mismo es la bendición. De nosotros depende. Claro que debemos consultarnos con los grandes Sabios del pueblo. Escuchemos sus consejos, opinemos, intercambiemos ideas. Pero, tal vez, deberíamos replantearnos antes si no estamos tocados en lo expuesto, porque, de ser así, estaremos involucrados en un asunto no menor. En aceptar los desafíos de la vida.

viernes, 13 de marzo de 2009

Claves Para Mejorar Relaciones

Las 6 palabras más importantes: Debo admitir que yo estaba equivocado.

Las 5 palabras más importantes: ¡Has hecho un óptimo trabajo!.

Las 4 palabras más importantes: ¿Qué te parece esto?.

Las 3 palabras más importantes: ¿Harías un favor?.

Las 2 palabras más importante: Todos Nosotros.

La palabra menos importante: Yo.


Bill Marriot
Presidente de la Corporación de los hoteles Marriot

La Pregunta Más Importante

Durante mi segundo semestre en la escuela de enfermería, nuestro profesor nos dio un examen sorpresa. Yo era un estudiante consciente y leí rápidamente todas las preguntas, hasta que observé la última: "¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela?".

Seguramente esto era algún tipo de broma por parte del profesor. La había visto muchas veces a esta mujer que limpiaba la escuela. Ella era alta, de cabello oscuro, como de cincuenta años o más, pero, ¿cómo iba yo a saber su nombre?

Entregué examen, dejando la última pregunta en blanco.
Antes que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si la última pregunta contaría para la nota de la evaluación. "Absolutamente", dijo el profesor, y siguió: "en sus carreras conocerán muchas personas. Todas son importantes. Ellas merecen su atención y cuidado, aunque sólo les sonrían y digan: "¡Hola!".

Nunca olvidé esa lección.
También aprendí que su nombre era Dorothy.
Todos somos importantes.

Extraído del folleto semanal "Or Mizrah", año 8, número 366.

miércoles, 11 de marzo de 2009

El Inmueble Invendible (¡historia real!)

Vivía en Bené Berak (ciudad ortodoxa de Israel) una mujer propietaria de un departamento, que un día decidió ponerle un cartel de venta.

Llegó a la ciudad un estudioso de la Torá proveniente de Kiriat Erzog (otra ciudad), muy interesado en mudarse a Bené Berak, cosa no muy fácil por la poca oferta de departamentos para la venta.
En cuanto vio el cartel llamó telefónicamente y concertó una entrevista con la señora.

A la hora acordada se presentó en la casa.
La mujer lo atendió muy cortésmente, mostrándole en detalle cada rincón de la vivienda.
De acuerdo al tipo y estado de la propiedad, y teniendo en cuenta la cotización de los departamentos en esa zona, el interesado calculó que el precio variaría entre los 150 y 200 mil dólares. Pero cuando le preguntó a la señora cuánto pretendía cobrar por su departamento, ésta le contestó: "no menos de 380 mil dólares; no menos de eso".
"Pero ese precio no es real, no es eso lo que vale", le dijo el estudioso desilusionado, abandonando el lugar.

Un año más tarde, este hombre vuelve a pasar por allí, y el cartel de venta seguía en su sitio. Pensando que habiendo transcurrido un año sin venderlo, probablemente habrían bajado el precio, llamó telefónicamente y pidió una nueva cita. La mujer le dijo que lo esperaba a las cuatro de la tarde.

Puntualmente llegó a la casa, y para no perder tiempo, le recordó a la señora que él ya había estado hacía un año atrás. "En pocas palabras, yo sólo quiero saber: ¿cuánto vale?". "380 mil dólares", contestó ella, y agregó: "no menos". "Señora, ¿usted quiere vender o no?, ¿se da cuenta que este no es un precio real?, ¿no se da cuenta que no hay quién lo compre?".
La mujer empalideció. El muchacho se sintió mal pensando que la había ofendido.
Ella tomó un poco de agua y dijo: "yo nunca pensé en vender. Este es un buen lugar para mí". "Entonces, ¿por qué engaña a la gente?".
"Yo soy viuda, estas cuatro paredes me comen la vida. No tengo para qué levantarme a la mañana. Tengo hijos en Estados Unidos, pero nada más..."

Esta mujer tiene dinero, tiene salud pero no tiene respeto.

"Este falso cartel, colgado en mi balcón, cambió mi vida y la transformó en un paraíso. La gente llama, viene, conversamos, me cuentan de su familia, los convido con un café. Porsupuesto tuve que poner un precio alto para que nadie compre..."

El joven la escuchaba conmovido. Ella sacó una agenda de citas y le mostró las que tenía registradas para las dos semanas siguientes: dos al mediodía, dos por la tarde... al mediodía: descanso.

Cuánto es capaz de hacer la persona en un momento de desperación, cuando siente que nadie se fija en ella.

Este estudioso de la Torá, inspirado por el caso de esta mujer, tomó conciencia de la gran cantidad de personas que atraviesan por esta situación, organizando un "Guemaj" (asociación, sin fines de lucro, que se encarga de prestar una cosa o un servicio a personas necesitadas), llamado: "Oído atento", en el que se ocupan, durante las 24 horas, en escuchar a quien lo necesite.

El Gaón de Vilna nos enseña que el favor más grande es darle el respeto necesario al compañero. Hacerle saber que: tienes un alma elevada. Cuando hacemos sentir a una persona que él vale, no estamos dándole algo externo a él, le estamos dando "a él mismo", le estamos dando su Ser. No es algo que sea "acompañante". Le estamos dando "a él mismo".

Si conocemos a alguien que tiene un problema, no siempre es necesario darle dinero. A veces con escucharlo alcanza. No sólo eso, sino que si sabemos de una personas que está atravesando por una situación difícil, no esperemos que venga a pedirnos ayuda... nosotros debemos ir a su encuentro. Esto podemos aprenderlo de nuestro patriarca Avraham, que incluso en el tercer día, después de la circunsición, a pesar de que Di-s puso en el cielo un Sol abrazante para que ningún caminante lo perturbara y pudiera recuperarse, salió de su carpa en busca de invitados a quienes hacer favores. Aprendamos de él y no esperemos a que vengan a pedir. Salgamos a buscar hacer el bien, teniendo en cuenta siempre, que primero debemos comenzar por casa. En nuestro propio hogar, con nuestras esposas, maridos, hijos...

Es muy sencillo dar a terceros. Quedamos muy bien frente a personas "ajenas". Parecemos muy "justos" y "benevolentes". En cambio, cuando ningún halago se espera como retribución (que esto ocurre en nuestras propias casas), allí realmente es cuando queda demostrado que nos brindamos incondicionalmente por el hecho de hacer un favor al prójimo, no más que aquello. Nuestros familiares también son “prójimos”. No olvidemos aquello.

Extraído de la publicación semanal "Maor Hashabat", año 1, número 22.

martes, 10 de marzo de 2009

Las Perlitas de la Meguilá


Es muy sugestivo observar que en toda la Meguilá no aparece el nombre de Di-s ni una sola vez. Ni siquiera una frase que hable religiosamente o relativo a un acto religioso.
El milagro de Purim, narrado en la Meguilá, ciertamente no está manifestado como tal. Todo lo ocurrido puede ser explicado como "acontecimientos naturales". Nueve años de "puras casualidades". Di-s se encuentra en los senderos de la historia pero sin imponerse. El hombre, entonces, queda libre de atribuir los hechos al Creador o al azar.

Por ello también se acostumbra a disfrazarse en Purim. Ya que todo puede verse como realmente no lo es; como un disfraz. Porque en Purim nada es lo que parece. ¿Acaso la ejecución de la reina Vashtí fue simplemente algo que pasa, cuando un depravado emperador de Persia se emborracha? ¿Fue una coincidencia que Mordejai pudo oír el complot para asesinar al rey? ¿Ajashverosh eligió a Ester para convertirla en reina porque era realmente la mujer más atractiva del imperio? ¿Fue simple y llanamente mala suerte la que tuvo el malvado Hamán cuando visitó al rey justo en el momento en que el monarca estaba escuchando sobre la salvación heroica efectuada por Mordejai? ¿Se trató del irresistible encanto de Ester y la repentina cólera del rey lo que hizo que el monarca ordenara que Hamán, su ministro preferido, fuera colgado? Purim fue instituido pues los judíos en ese momento entendieron que fue Di-s en persona, Quien realizó todo desde arriba, para salvar a Su pueblo. Sólo que Él se disfrazó, haciéndolo parecer todo, cual una “novela colmada de intrigas palaciegas de Persia”.
Por ello se denomina "Meguilat Esther": guilui ha seter (revelar lo escondido). De nosotros depende...

Nuestra reacción no debe limitarse a la imperturbalidad y al rigor. La tradición oral nos enseña que todo ataque del exterior ha de ser considerado como un recuerdo y llamada hacia una vida interior más intensa. Nuestros enemigos no hubieran encontrado el ánimo de querer destruirnos sino hubieran detectado en nosotros un relajamiento.

El Midrash precisa que Amalek (pueblo del que provenía Hamán) nos atacó la primera vez en un lugar llamado "Refidim", palabra que proviene de "rafu iedehem": relajaron sus manos (del estudio de la Torá). Esto significa que Amalek no viene sin que Israel se debilite en su relación con su Torá.

Para hacer frente al desafío de Amalek, no es suficiente "mostrándose orgulloso de ser judío", hay que serlo auténticamente. Aquí tenemos la verdadera arma que garantiza nuestro coraje físico y nuestra dignidad moral.

Sería interesante darse cuenta que todas las capas de nuestra persona están implicadas en la festividad de Purim.
Podemos dividir nuestro ser en cuatro partes: el espíritu, la psique, el cuerpo y los bienes. Y aquí vemos que cada uno de estos elementos disfruta de su expresión:

  • Espíritu: a través de la lectura de la Meguilá.
  • Psique: por medio de la alegría.
  • Cuerpo: con la comida festiva.
  • Bienes: mediante los regalos a los compañeros y a los pobres.


Paralelamente resulta interesante contemplar algunos acontecimientos que suelen darse en esta festividad:

a) Si bien nuestros sabios nos enseñan que en Purim debemos estar más alegres que lo normal y esto lo debemos provocar mediante las bebidas alcohólicas (como dice el versículo en Tehilim (104:15): "...y el vino que alegra el corazón del hombre" ), cabe aclarar lo que escribe el Rab Iosef Caro en el libro "Bet Iosef", capítulo 695: "En el libro `Orjot Jaim`, Leyes de Purim, capítulo 35, está escrito que no hay pecado más peligroso que emborracharse, ya que conlleva a la promiscuidad, a la agresión, al asesinato y a muchas otras faltas". En otras palabras, debemos tener bien claro en no utilizar la santidad de esta fiesta como una excusa para emborracharnos y dar pase a la ley del "todo vale". No busquemos estar avalados por la ley para finalmente satisfacer nuestros instintos impulsivos. No perdamos el control (ver también el Ramá en el capítulo 695, ley 2).


b) Tampoco es aconsejable arrojar fuegos artificiales, bombas de estruendo o pirotecnia similar. Recordemos que la alcancía que está "vacía" es la que más "suena" al moverla. En cambio, si está "llena", no hace ruido alguno. No copiemos costumbres ajenas. Mantengamos la discreción y el recato como siempre se nos exige.

c) Resulta asombroso observar cómo los niños acostumbran a tocar cornetas y hacer todo tipo de ruidos al mencionar el nombre de Hamán en la lectura de la Meguilá (tal como se lo enseñamos nosotros), cuando verdaderamente deberíamos "matarlo" a Hamán con la indiferencia, no hay "mejor" costumbre que... ¡otorgarle una importancia tal que se torna la "alegría" de los más pequeños! Así como se leen los nombres de los hijos de Hamán lo más rápido posible, de manera que así le restemos importancia a estos malvados, deberíamos no hacer barullo al escuchar el nombre de este malvo procer. La mejor manera de "acabar con él" es ignorándolo.



Algunos fragmentos fueron adaptados por el Rab Yehuda Toledano y extraídos del sitio http://www.jabad.org.ar

Purim: ¿por qué enviamos regalos?

Las principales mitzvot (preceptos) que tenemos en Purim son:

a) Escuchar la Meguilá (pergamino el cual relata los hechos históricos del milagro) de noche y de día.

b) Participar de un banquete festivo.

c) Repartir dinero a los carenciados (por lo menos a dos).

d) Enviar comidas (al menos dos) a un compañero (mínimamente).

Mientras los primeros tres preceptos resultan medianamente lógicos, resulta poco entendible el por qué del último.

Podemos comprender la obligación de leer el pergamino el cual se narra la historia misma de Purim, como así también participar en un banquete festivo (en las demás festividades también comemos ya que la comida alegra el corazón de la persona). También no somos ajenos a la mitzvá de tzedaká (caridad), en las festividades siempre se realizan esfuerzos para que los menos pudientes también puedan festejar. Pero... ¿a qué se debe el envío de comidas al compañero?, no existe alguna analogía con otras festividades del calendario. Es un asunto exclusivo de Purim.

En la Meguilá leemos: "Hay un pueblo desmembrado y desunido..." (Esther 3:8). Según el Talmud, Hamán el perverso quiso calmar el temor del rey Ajashverosh del posible castigo de Di-s por querer destruir al pueblo de Israel. Al encontrarse el pueblo "desmembrado y desunido", no habría de qué temer... Di-s no los ampararía en ese estado. El envío de comidas, demuestra entonces la unión entre los judíos, revirtiendo lo que alegó Hamán.


¿A quién enviar?, ¿al mejor amigo?, ¿a la persona con quien se quiere "quedar bien"?, ¿al que me manda a mí?, ¿a quién enviar?.

Efectivamente, enviando a cualquiera de ellos, se cumplió con la mitzvá (precepto). Sin embargo, quizá tendría más sentido tratar de pensar en aquellas personas con quien hubo algún roce o algún malentendido. Habitualmente sucede que experiencias negativas con otros seres humanos quedan "colgadas" por mucho tiempo. Pareciera ser que prescribieron con el correr de las circunstancias. Cada uno hizo su vida y la cosa quedó en el olvido... aparentemente. Hasta que vuelve a la superficie, o quizás no se muestren los síntomas del rencor jamás, pero quedó el dolor. A través del paquete uno estaría demostrando la estima personal que tiene por el otro.

Las palabras del Kitzur Shulján Aruj (Resumen del Código de Leyes Judías) son ampliamente claras para interpretar el espíritu de estas leyes: uno debe dedicar más fondos a la mitzvá de dádivas a los carenciados, alegrando a los necesitados, viudas y huérfanos, que lo que gasta para la comida festiva y los obsequios que remite a sus compañeros.



Adaptado de un escrito del Rabino Daniel Oppenheimer

Mensaje de Purim


Esta festividad tiene un alto contenido espiritual para nuestro pueblo judío puesto que deja por sentado que Di-s existe y demuestra su presencia y poderío de una manera evidente, desencadenando milagros y maravillas que salvaron al pueblo judío de un exterminio total (Di-s no permita).

Veamos un poco la historia: el rey de Persia, Ajashverosh, hace una fiesta muy importante. En el transcurso de la misma, manda a llamar a su esposa, la reina Vashtí, rehusándose ella a venir. Esto lo hace encolizar y aconsejándose con sus súbditos la manda a matar.

Después se arrepiente de aquello y comienza con la búsqueda de una nueva sucesora.

Esther no quería ser elegida, pero fue apresada junto a otras jovencitas y finalmente es elegida por la fuerza como la nueva reina, sin dar a conocer la identidad de su pueblo.

Posteriormente, falla una conspiración contra el rey tramada por dos ministros y esta es desbaratada por Mordejai, siendo asentado ese hecho en los libros reales, pero luego cayendo en el olvido.


Seguidamente, el primer ministro Hamán observa que Mordejai no le rinde honores. Comienza a odiarlo profundamente y decreta el exterminio total del pueblo judío, accediendo a esto el rey, provocando una profunda preocupación a los judíos que en ese momento comenzaron a rogarle a Di-s en sus plegarias.

Una noche de insomnio, el rey revisa sus libros y recuerda aquel gesto, cuando Mordejai lo salvó de la muerte directa. Es así como busca premiarlo sin saber de qué manera.
Justo en aquel instante entraba al palacio el ministro Hamán para matar a Mordejai, y es consultado por el rey respecto acerca a cómo premiar a alguien que el rey apreciaba. Pensando que el monarca se refería a su persona, Hamán aconseja que se lo debería pasear por la ciudad en el caballo del rey y con las ropas reales pregonando: "así se recompensará a quien el rey aprecia".
Rápidamente le pide el rey a Hamán que haga esto mismo pero con Mordejai, y muy contra su voluntad lo realiza.

A continuación, la reina Esther invita al rey junto con Hamán en sucesivas oportunidades a cenar y en el final le ruega al rey por su pueblo que está en un verdadero peligro por el edicto real, revelándole así el misterio de su identidad.

Dándose cuenta el rey que el principal ideólogo de aquel plan era no más ni menos que Hamán, lo manda a la horca en el mismo árbol que Hamán había preparado para Mordejai, liberando al pueblo del decreto de exterminio y concediéndoles que se venguen de sus enemigos.

Todo esta historia a simple vista son puras "casualidades", que sucedieron a lo largo de nueve años sin tener relación alguna un hecho con el otro.
Pero si analizamos exhaustivamente nos daremos cuenta que todo es manejado por Di-s milimétricamente, no habiendo "casualidad" alguna.

En la vida cotidiana y rutinaria nos suceden cosas que parecen casuales, sin entender por qué sucedieron. Mientras que Purim nos enseña que no hay casualidad y todo es medido y calibrado por Di-s, demostrando su presencia evidente y notoria, tal como ocurrió en aquella época en donde parecía todo ser fruto de la casualidad, aclarándose luego, que todo era un sinfín de engranajes que completaban de manera perfecta el desenlace final, que es la alegría de saber que Di-s está al lado nuestro permanentemente y no debemos desesperar, sino confiar en Él y a Él pedirle con ruegos y súplicas.

Este gran mensaje de Purim es crucial y significativo para nosotros aprenderlo y aplicarlo en nuestra vida. Que Di-s es el que supervisa y maneja todo, estando al lado nuestro para asistirnos permanentemente, aunque parezca estar Oculto. Este es uno de los pilares del judaísmo ("ashgajá peratit").

Otro punto significativo de esta festividad es ver el potencial que tenemos en nuestras manos puesto que todo depende de nuestros ruegos y súplicas a Di-s par revertir toda situación nefasta tal cual en esa época de Purim estaba decretado el fin absoluto, y todo se revirtió positivamente gracias a las tefilot (rezos) del pueblo de Israel.


Adaptado de "Jizuk Vekiruv Latorá"

domingo, 8 de marzo de 2009

"Sonría, lo estamos filmando"

“Saluda al nene, Ioni”, le insiste Javier a su hijo. Ioni tiene bastante vergüenza, muestra muchos rasgos de ser un chico sumamente tímido (al menos fuera de casa).
Con mucha fuerza de voluntad, Ioni apenas se anima a saludar a su compañerito nuevo de jardín con un suave y finito “hola”. Al fin y al cabo, cumplió con lo que su papá le había solicitado…

Se vuelve muy interesante analizar el por qué existen personas que le otorgan tanta importancia al saludo. “Buenos días”, “good morning”, “bonne journée”, “bon jorno”, “guten morgen”, “boker tov”, “lái rì yú kuài” o en el idioma que sea, encontramos en el mismo planeta una gran diversidad de individuos con distintas culturas y religiones, que se muestran con amplia voluntad e interés en saludar a sus semejantes. ¿Qué hay detrás de todo esto?, ¿por qué coinciden tanto en este punto?, ¿qué se esconde en dos simples palabras?

En el Pirké Avot (1:15) Shamai nos enseña: “Recibe a toda persona con buena semblante (en el rostro)”.
En el idioma hebreo, el término “rostro” se pronuncia: “panim”.
Si analizamos el sentido etimológico de la palabra, nos encontraremos con que esta misma proviene del vocablo “bifnim” que significa: “por dentro”.
No es más que un indicio que el individuo refleja mediante sus rasgos (“panim”, rostro) lo que realmente siente por dentro (“bifnim”, por dentro). Al acompañar el saludo con una “buena semblante” no solamente estamos pronunciando unas “simples palabras”. Estamos comunicando un estado de ánimo, un deseo de transmitir felicidad y calor hacia nuestro semejante por el sólo hecho de tener la calidad de sujeto, al igual que nosotros.

Es realmente asombroso observar cómo en las bodas nos preocupamos tanto en alegrar a los novios con bailes, música, gracia y jolgorio. La comida, la bebida, la música y las emociones, realizan un cóctel ideal para que dichos sucesos ocurran y se den a la perfección. Allí es muy simple el desafío (sin contar que hay sospechas que un interés creado de retribuir la invitación se haya engendrado). Pienso que en esta situación, es más difícil no alegrarse que sí hacerlo.

Debemos ser conscientes que existe un “casamiento” los 365 días del año, sin importar si es de día o de noche, si llueve o no llueve, si nieva o no nieva… ¡las 24 horas! Todo momento y hora es oportuna para saludar y alegrar a nuestro prójimo; no hace falta esperar a las bodas o acontecimientos trascendentes para llevarlo a la práctica.

Basta ya con discriminar a las personas por su nivel socio-económico, socio-político o socio-laboral. No saludemos a bolsillos, saludemos a personas.
Es hora que comencemos a respetar a los individuos únicamente por la calidad de sujeto que poseen, sin intereses creados, sin esperar retribuciones a cambio. Todos tenemos derecho a ser considerados -y de la misma manera- independientemente del escalón social que ocupemos en la sociedad.

El Talmud dice en el tratado de Berajot (17 a): “Dijeron sobre Rabí Iojanán Ben Zakai que no le adelantaron el saludo nunca, y aún al gentil del mercado”.
A pesar de su gran sabiduría y ocupaciones en el estudio, a este tan afamado Tanaita lo único que le interesaba al ver aproximarse a un individuo (cualquiera sea su raza, sexo o religión), el primer pensamiento que se le venía a la mente, era el de estar atento a él saludar primero y que no le adelanten el saludo.
Podríamos pensar que algún día le sucedió que no tuvo una buena noche y estaba cansado, o que ocurrieron disputas con alguno de sus hijos o falleció algún familiar, y este asunto se le fue de vista… ¡pero no!, el Talmud nos aclara: “nunca”, es decir, en cualquier situación que estuvo, siempre se mostró atento por cumplir este mandato. Y no diferenciaba de judío a no judío, de sabio a no sabio, de bonito a no bonito… ¡“aún al gentil del mercado”!
Introduciéndome lo más empáticamente posible en su pellejo, tal vez por su mente pasaba la siguiente reflexión: “¿Qué derecho tengo yo de estropearle el día al otro? Si personalmente tengo inconvenientes, ese será un problema interno, ¿qué culpa tiene mi compañero de aquello?”.

Por otra parte, encontramos otro pasaje del Talmud que nos enseña: “Es mejor la persona que le muestra la blancura de sus dientes a su compañero, más que el que le ofrece para tomar leche” (Ketuvot 111 b).
El saludo se vuelve mucho más que un bien material. Se torna una necesidad espiritual, una estima determinante. No alcanza con el “buenos días”, necesitamos transmitir más que aquello; llegar a lo profundo de sus sentimientos, a lo profundo de su corazón.

Basta con que hagamos memoria de las veces que saludamos a un individuo y no recibimos respuesta de su parte (si es que alguna vez ocurrió).
Frustración, desgano, indignación… ¡qué fea sensación!

¿Y si aquel día nosotros estábamos de no tan buen ánimo y necesitábamos de aquel saludo?, ¿Qué hubiese pasado? Tal vez el día hubiese cambiado completamente… tan sólo dos palabras pueden modificar el día. Más que aquello también…

Y justamente de las experiencias no tan buenas que nos suceden, es digno aprender de aquellas para que no seamos nosotros en un futuro los que fallemos, y terceros se vean perjudicados por nuestra persona y manera de obrar. Podemos utilizar tanto las experiencias buenas como las no “tan buenas” para un bien personal y comunitario (siempre y cuando las apliquemos…)

Recordemos que el precepto de tzedaká (caridad) no solamente se debe efectuar con dinero (y en el caso de entregarse, no solamente se torna importante este mismo, sino la manera de realizar la dádiva, aquello es lo fundamental. Con qué cara uno lo dona: si se dibuja una sonrisa en el rostro o se dibuja fastidio, si predomina la convicción o la incertidumbre. Ver Talmud en tratado de Kidushín 31 a/b). Por el vocablo “caridad” debemos ser conscientes que todo lo que Hashem (Di-s) nos brinda, una parte debemos “donarla” a nuestro semejante. Una especie de “diezmo” que no sólo abarca bienes materiales. Ayuda en una tarea, aliento, estima, apoyo. Sucede que la solución más fácil y rápida que le encontramos a este precepto, es el dinero…
Pero hay accionares que no se compran con dinero, que no tienen un valor ni cualitativo ni cuantitativo.

Y no sólo eso sino que pueden ser muy baratos, de oferta y de “liquidación” para nosotros y con todo eso enriquecedoras para nuestros semejantes… ¡”Recibe a toda persona con buena semblante”, nos aconseja Shamai!

En Vísperas de la Tristeza (9 de Av)

Pensar que pasaron más de 1900 años de la segunda destrucción y aun recordamos esas fechas...
¿En dónde se vio que una nación, país o pueblo "conmemore" sus fechas de caídas contra otros imperios?, más bien todos tienden a querer borrar del mapa los hechos trágicos para la nación, para olvidar el dolor... pero nosotros no somos así, pues, de todos los sucesos debemos aprender; no sólo de los victoriosos.
Y como somos concientes que todo lo que pasa es mandado por Hashem, recordamos para poder reparar los errores que desencadenaron tales tristezas y desazón.

El Talmud cuenta que el motivo de la destrucción del primer Bet Hamikdash fue que el pueblo de Israel había caído en los tres pecados capitales: idolatría, adulterio y asesinato; las faltas más graves para Hashem.
Pasaron 70 años y el Bet Hamikdash se reconstruyó. Ya no ocurrían los mismos milagros que había en el 1er Templo Sagrado, pero aun así, ¡era asombroso ver como hasta los mismos gentiles traían sacrificios para Hashem!

Luego tuvimos que soportar nuevamente la tristeza, ya que en la misma fecha luego de varios años (9 de Av), se destruyó el 2do Templo de Jerusalem. Y hasta ahora estamos sufriendo las consecuencias pues aun no está con nosotros el tercer Templo.

Cabe preguntar, ¿por qué el primer Templo pudo reconstruirse mientras que el segundo nunca más se reconstruyó?
Vayamos al punto clave... ¿cuál fue el motivo de la destrucción de segundo Templo? El Talmud comenta que esto sucedió por el pecado de "sinat jinam", es decir, odio gratuito. Un momento… ¿Qué entendemos por "gratuito"?, ¿acaso existe un odio "pago”?
Lo primero que se nos viene a la mente es que con "gratuito" se refiere a odiar sin motivo alguno, odia por "amar" el "arte" del odio, del orgullo interno... pero no es tan así...

El iehudí que tiene una pulcra emuná (Fe), sabe y es conciente que cada acto que las personas hacen contra uno, no es más que una orden de Hashem.
Si realmente sentimos que nadie puede mover un dedo en la Tierra sin ser antes decretado por Di-s antes, recibe lo que le toca con amor y no se queja, las cosas cambiarían; nuestras vidas cambiarían...
Lo que sucede es que estamos tan lejos a veces, que nuestra ira no nos
deja pensar.

Debemos saber que "Fe" no es sinónimo de "optimismo", sino que "Fe" es saber que aun las cosas "malas", son buenas para nosotros. "Fe" es sinónimo de sentir y creer que todo lo que pasa es mandado por Hashem y no hay mejor que eso para nosotros.

En una oportunidad una mujer no judía se me sentó al lado en el colectivo.
Comenzó a preguntarme varias cosas, dentro de ellas: "¿tu crees que Di-s hizo al mundo?". Le contesté: "dígame una cosa, ¿usted puede ver un libro y afirmar que había una par de hojas sueltas y tinta, y esta se cayó sobre ellas y así se editó el mismo?, ¡claro que no!, así como el libro es editado por una persona, el mundo fue creado por un Creador" (así lo explica el Najmánides.)
"¿Y realmente Di-s escucha nuestros rezos?", preguntó con inocencia.
"Claro que sí, simplemente que no todo lo que pedimos nos hace bien o lo merecemos. Por ejemplo, una persona puede pedir dinero, ¿pero quién dice que ese dinero le va a hacer bien?, tal vez le va a provocar orgullo, ¡y no va a saber agradecerle a Di-s su regalo!, solamente Alguien que está por sobre nosotros sabe qué es bueno para nosotros y que no, que merecemos y que no..."

En una oportunidad le preguntaron a un hombre de edad avanzada cuál era su secreto para vivir tantos años. El hombre contestó de la siguiente manera: "las personas a lo largo de la vida siempre viven quejándose y preguntándole a Hashem: ` ¿por qué me haz hecho esto?`, a esas personas Di-s las `llama` para darles la respuesta... como yo nunca me quejé, y siempre recibí con alegría todo lo que me mandó el Todopoderoso, no tiene porqué `llamarme` para darme una respuesta..."

Tal vez este sea el secreto para la felicidad, saber y sentir que nadie mueve un dedo en la Tierra si Hashem no le dio el permiso para hacerlo, que Di-s tiene muchos enviados. Porque en caso contrario, estaríamos actuando como aquel perro que es golpeado por su dueño con un palo, y en vez de "atentar" contra el "dueño", se dirige hacia el "palo". Si este animal pensaría un momento, se daría cuenta que el "palo" no es mas que un "enviado" del "dueño", pero el que realmente lo golpeó fue el hombre.

Salvando las distancias, con nosotros es lo mismo: si pensamos que tal persona nos "atacó" o "dañó" y por eso nos vamos a "vengar" o sentir odio hacia ella, estamos actuando como el perro que "atenta" contra el "enviado del dueño"... las personas son enviadas del "Dueño de Todos los dueños".

Es muy difícil, claro que sí, pero debemos trabajar para poder lograr esta meta que hace que encaremos la vida de una manera más positiva.

Como conclusión y volviendo al tema inicial, podemos entender que "todo odio que es sentido hacia otra persona, aun que tenga un motivo superficial como ser un daño moral, monetario o verbal, se llama gratuito", pues, si sabemos que ese acto fue con el "permiso" de Di-s, no llegaríamos a odiar a nadie; pues si pasó, quiere decir que lo merecíamos.

Y justamente ese es el motivo por el que el primer Templo se reconstruyó, y el segundo aun no.
Volvamos a recordar cuáles fueron los pecados que provocaron la destrucción del 1er Templo: idolatría, adulterio y asesinato. ¿Cuánto tiempo pueden durar los placeres mundanos?, ¿cuánto uno puede idolatrar, adulterar o asesinar?, (quiero pensar que) llega un momento en el que la persona se "cansa" y deja de hacerlo, justamente por eso tardaron
"sólo" unos 70 años para que se puede construir nuevamente, pues, los placeres tienen límites y pudieron superarse.
¿Y el segundo Templo?, ¿por qué se destruyó?, por odio gratuito… eso sí que no tiene límite... el orgullo y la búsqueda de honores, son cualidades que ambicionan más y más a la persona dejándola siempre inconforme. Y podemos corroborarlo en nuestros días con situaciones reales.
¿Por qué una persona tiende a odiar a otra?, pues, seguramente porque no le gustó alguna de sus actitudes hacia su persona... ¿y qué es lo que desencadena esto?, la busca del honor, el orgullo propio, que nadie tiene "derecho" a tocarnos...
Claro, cuando nos enojamos, estamos afirmando sin hablar: "¡cuidado con quién te metes!, ¿acaso piensas que vas a poder con mi honor?, ¿¡eres más que yo?!".

Otro punto que debemos tener bien claro es si realmente queremos que venga el Mashiaj con la construcción del tercer Templo. Aparentemente tenemos casas muy cómodas, lujosas, vivimos bien... ¿estamos verdaderamente dispuestos a dejar nuestro hogares, nuestras riquezas, e irnos a Israel, la Tierra Prometida?, cuando afirmamos que deseamos que venga la redención, ¿es un sentimiento verdadero y puro, o simplemente lo decimos automáticamente?
Tal vez justamente por ese motivo, a veces Hashem nos manda a otros pueblos que nos insultan, que nos humillan, para que entendamos que si aun el Bet Hamikdash no está construido, por más comodidades que podamos tener, Di-s no está feliz, pues, le falta su "casa". Más bien somos "nómades en una tierra extraña".
Vivimos de lugar en lugar, nos odian, nos echan, no nos valoran.
Conceptos que, en la época del Bet Hamikdash, no existían.

Hoy en la tarde será un día muy triste... no podemos bañarnos, no nos podemos cortar el pelo, usar zapatos de cuero, untarnos con perfumes, no podemos comer ni beber, y los matrimonios no pueden tener relaciones. Estas son algunas de las prohibiciones que tenemos para sentir realmente un duelo más "real" sobre Ierushalaim. Para saber que aun no estamos completos, y que si el Bet Hamikdash estaría, no habría problemas de ninguna índole; estaríamos felices y las naciones nos respetarían.
La finalidad del ayuno no es la prohibición de no comer en sí, sino que, como siempre decimos, ayunar sin cambiar no es "negocio"... el ayuno es un medio que eligieron los Jajamim para que lleguemos a la reflexión e introspección de nuestros actos. Eso quiere decir que la persona que hace el ayuno sin recapacitar absolutamente nada, no tiene mucho valor su esfuerzo ya que no está cumpliendo la principal finalidad del mismo: reflexionar.

Lo mismo sucede en Iom Kipur: "¿cuánto falta para que termine?", "¡uy!, ¡ya está, faltan tres minutos!", se escucha decir al público con “alegría”. Y suena como que empezamos el ayuno pensando en terminarlo y no en que sirva como un método de reflexión.
Y luego cuando termina, nos desvivimos por una galletita, nos desesperamos por un pedazo de pan, y es allí cuando nos damos cuenta que cuando nos enorgullecíamos por nosotros mismos, no éramos más que una simple persona que necesita de lo material para poder subsistir.
¿Qué somos?, ¿realmente tenemos dominio sobre algo si nos alocamos por un poco de comida?
Como a veces sale la parte "animal" que tenemos insuflada… pero gracias a Di-s podemos transformar la parte material también en espiritual.
Cuando nosotros ingerimos algún alimento con una bendición anterior, estamos dividiendo el bien material en dos partes: 1) el bien material para la manutención del cuerpo (que es el "recipiente" del alma), 2) el bien espiritual.

El Talmud dice que "toda época que no se construye el Bet Hamikdash, es como que se hubiese destruido en esos días".
Cuando nos toca revivir este tipo de acontecimientos para nuestro Pueblo, debemos poner el pie en el freno y recapacitar sobre nuestros actos. A veces la rutina misma no nos deja pensar.

Por eso, no nos queda más que hacer tefilá y pedir a Hashem que todo vuelva como hace 1939 años.
"¿Mi tefilá va a hacer algo?, ¿cuántos Jajamim pidieron por la construcción a lo largo del tiempo y no consiguieron que llegue?, ¿la mía lo va a lograr?". Esta es una humildad "mala”. ¿Quién sabe? Tal vez Hashem quiere (por ejemplo) 10 mil tefilot bien hechas, y van 9999 y con una más se completa la cuenta.
O tal vez Hashem quiera una Tefilá de una persona que no está tan cerca de Él. Cada uno tiene su importancia hacia Di-s. Cada uno es único e irreemplazable.
Estas cosas no las podemos saber, por eso debemos valorar nuestras tefilot.

Recapacitemos mucho, miremos nuestros actos, y seguro que Hashem traerá cuanto antes el Mashiaj con la construcción del tercer Bet Hamikdash, pronto en nuestros días, amén.

Un Compromiso que Vale la Pena

Romina y Pablo están completamente enamorados.
Cada uno sabe y siente que la otra parte es el “amor de su vida”; es su otra mitad, la media naranja. Cuando les preguntan acerca del casamiento, dicen que están bien así, que no necesitan casarse para demostrarse que se quieren. La convivencia es una realidad en sus vidas, pero nada los propulsa a contraer finalmente enlace.


Generalmente nos cuesta asumir compromisos, tratamos de evitarlos. “Llámame para hacerme acordar”, “avísame unos momentos antes por las dudas”, “tengo miedo de olvidarme”. Frases como estas y similares frecuentan a diario en nuestra cotidianidad. Tanto, que a veces ni nos damos cuenta cuando las mencionamos; una especie de acto reflejo que transita en nuestras vidas como si nada.

La calidad de un Ser libre y responsable es lo que determina al sujeto, a la persona, al ser humano. Es lo que le brinda ese condimento especial para que realmente pueda decidir desde su perspectiva, desde su manera de ver las cosas, desde su interior. Y allí radica el asunto: si optamos por nuestros deseos y ambiciones personales topándonos casi con el egoísmo, o si entregamos nuestras vidas únicamente a nuestro Creador y nuestro semejante.

Cabe aclarar que la “libertad” y la “responsabilidad” están conectadas una con la otra. No podemos hablar de “libertad” cuando el sujeto se abstiene de hacerse cargo de sus hechos, es decir, no es “responsable”; como así tampoco podemos hablar de “responsabilidad” cuando la “libertad” es nula.

Comprometerse a un vida llena de preceptos y limitaciones a veces desdibuja la proyección que nos proponemos en nuestras vidas como judíos. Asusta, atemoriza; una cierta incertidumbre recorre por nuestras venas.

Se puede observar claramente entre los iehudim (judíos) como se cuidan de colocar una mezuzá, en hacerles el brit milá (circuncisión) a sus hijos, en ir al Templo para las “fiestas”, ¡y hasta ayunar el Día de Iom Kipur!
Realmente es digna de imitar la fuerza, empeño y amor con los que realizan estos preceptos fundamentales para asentar las bases del judaísmo.

Sólo si profundizamos un poco en el por qué este fenómeno se da puntualmente en estos preceptos y no en otros (como por ejemplo en el estudio de la Torá), tal vez tendremos mucho que replantearnos.

Al usar una kipá, por ejemplo, nos condicionamos constantemente a ser judíos en todo momento y lugar (o al menos intentar serlo). Una marca que demuestra frente a todos los que nos observan y frente a nosotros mismos, la calidad de judíos que tenemos. Que somos diferentes en ciertos aspectos (y no por ello más importantes), aunque nos una la calidad de humanos que toda Creación Divina posee. Un compromiso constante que no se toma receso.

El levantarnos temprano en la mañana para poder rezar en el Templo, nos limita al poder dormir hasta la hora que queramos, a tener un horario específico, a desplazar al placer personal y brindárselo a nuestro Creador. Nos podemos concurrir a nuestras labores cotidianas sin antes ”hablar” con Él.

Al vernos abstenidos de consumir cualquier producto que nos ofrezca el mercado, nos vemos imposibilitados de ingerir lo que realmente nuestro paladar nos aclame, lo que nuestro interior nos dicte.

Estos ejemplos, tal vez nos dan una impresión medianamente amplia del por qué, por ejemplo, a colocar una mezuzá sí estamos dispuestos a cumplir, pero a ingerir solamente alimentos Kasher, no lo estamos o nos cuesta en demasía.

Hay mitzvot (preceptos) que se hacen una o pocas veces en la vida del judío. Aunque la mezuzá requiera revisación cada dos años, el acto en sí es muy simple: colocarla. En apenas unos segundos podemos recitar la bendición y… ¡listo!, precepto cumplido. De allí en más, solamente la observamos –con suerte- cuando entramos a nuestros hogares (si es que no andamos muy apurados…) Del mismo modo ocurre con el precepto del brit milá (circuncisión): es una sola vez en la vida (y además se aplica en otra persona, no en nosotros mismos.)
Todos estos casos no requieren algún tipo de responsabilidad y compromiso constante.

En cambio, el ser un judío “full-time” es muy difícil. Asumir compromisos que rijan las veinticuatro horas del día, es abrumador. ¿Entonces cómo pretendemos que nos sea tan simple cumplir 613 preceptos? Después de todo, en la sociedad actual el compromiso parece ser que “pasó de moda”, que está “out”…

Más que un asunto religioso, se torna más que nada un problema social al que nos enfrentamos día a día, evitando los compromisos y las situaciones que requieran un grado de responsabilidad, independientemente si estos están relacionados con la religión o no.

A veces resulta realmente paradójico observar como el pueblo judío festeja tanto los nacimientos, la mayoría de edad (bar/bat mitzvá) y las bodas. Nos alegramos como si éstos serían un “premio” o una “recompensa”. Bien sabemos que aquellos mismos nos cargan de horarios y responsabilidades, ¿y con todo eso festejamos?, ¿qué hay tanto que celebrar, que tenemos un yugo de preceptos adicionales sobre nuestras espaldas?

Diferentemente a lo que la lógica pueda indicarnos, el judío festeja que se le incrementan responsabilidades. Está alegre que así ocurra. Es todo un desafío. Después de todo, el que no se enfrenta a ellos, pierde la batalla.

Sin dudas, se necesitan desafíos y pruebas para poder auto superarnos y escalar más alto. Si el terreno es llano, siempre quedaremos en el mismo escalón aunque pasen los años. Como reza el refrán popular: “el que no arriesga no gana”… ¡cuánta verdad existe en aquello!

sábado, 7 de marzo de 2009

En Piloto Automático (Iamim Noraim)

“¿Me perdonas por todo lo que te hice?”.

Todos entendemos (o creemos entender) que existe una obligación, o al menos una exigencia moral, de pedir perdón a nuestros semejantes por los sucesos desagradables que los hicimos pasar.
Ya desde pequeños nuestros padres nos enseñaron que golpear a un compañero no era algo bueno y bien visto. Si no hubiésemos actuado como corresponde, debíamos arrepentirnos y pedirle perdón por nuestra acción negativa.
La familia habitualmente es la encargada de imponer reglas, costumbres y normas que traten de inculcar los valores éticos para su posterior aplicación con los pares.

Tomás tiene apenas 5 (cinco) años y ya entiende por sí solo que si le pega a Juancito, la mirada del papá no va a ser del todo agradable y seguramente recibirá unos cuantos gritos (con suerte…)
Ahora bien, si analizamos la conducta de Tomás sin entrar en mayores detalles, descubriremos que el niño no golpea a su compañero, porque le teme a su padre. En presencia de este último, difícilmente dañe a Juancito… pero… ¿qué sucederá cuando su papá no esté?

Llevamos una vida estructurada, con leyes impuestas y con estatutos preestablecidos.
Al llamar la atención a una criatura, olvidamos inculcar los motivos y los fundamentos del por qué realmente no es favorecedor que golpee. La vida se nos escapa de las manos. No podemos perder tiempo. Hay que reaccionar rápido, como siempre estamos acostumbrados. Los discursos y sermones de antaño son los que “educarán” a nuestros hijos a lo largo de sus vidas. Así pensamos; así actuamos…

Qué distinto hubiese sido si el papá de Tomacito le haya aclarado en un tono suave: “Tomi, no le pegues a Juancito porque le vas a hacer doler. ¿Te imaginarías lo que él sufriría si tú lo agredes?”. Sucede que es más sencillo decir: “¡esto no se hace!”, poner cara de enojo y exclamar a viva voz unos cuantos gritos, que comenzar a explicar toda la “historia” (de todas maneras, “me hace caso cuando le grito”.)
A veces deberíamos ponerle el freno a la rutina, hacer un “stop” en los hábitos, para preguntarnos si realmente estamos educando de una manera en la que nuestros hijos pueden escucharnos, ser escuchados y ser partícipes de su propia educación. ¿O acaso estamos imponiendo implícitamente una dictadura familiar en la que todos deben acatar sin derecho a preguntas?. Debatir temas sin temores, prejuicios ni condicionamientos. Entrelazando con ellos el verdadero rol de padres. Que se preocupan por sus inquietudes. Que se preocupan por su bienestar. Que se preocupan por lo que quieren transmitir. Que se preocupan…

Porque luego somos nosotros aquel niño inocente, en el que los conceptos básicos se inculcaron sin entrar en mayores detalles.
Es realmente insólito observar como a veces llevamos dentro conocimientos estructurados e infantiles a lo cuales acatamos (aun sin darnos cuenta) en la propia adultez.


“Las faltas entre una persona y su semejante, el Día de Iom Kipur no expía sobre ellas hasta que se dirija hacia su compañero, le pida perdón y esté último lo disculpe” (Shulján Aruj –Código de Leyes Judías- Capítulo 606.)
Nuestros sabios también están de acuerdo con la obligación inherente que siente cada uno de nosotros en pedir disculpas a nuestro compañero. No solamente lo tilda de “buena actitud” o “buena cualidad” sino que lo hace ley; en otras palabras, obligación. No tiene sentido estar rezando todo el día a Di-s para reparar este daño; se nos exige acercarnos personalmente frente al afligido. Él tiene el poder de decisión. Caso contrario, por más rezos y súplicas que se hagan realidad, el Todopoderoso no perdonará al agresor de dicha falta.

Es habitual que en Aseret Iemé Teshuvá (días de arrepentimiento) nos aproximemos hacia nuestros conocidos, familiares y amigos para pedirles disculpas.
Un forzado: “¿me perdonás por todo?”, frío, generalizado y sin entrar en mayores detalles. Como para salir de obligación (“¿todos lo hacen, no?”)
¿Comprendemos lo que estamos solicitando?, ¿somos concientes que el “perdón por todo” implica intentar evitar dichas conductas?, ¿o actuamos como cuando éramos pequeños y papá nos miraba de reojo con rostro poco alegre, insinuando: “dale, pedile perdón a tu amiguito”?

Estamos equivocados si pensamos que solamente antes de Iom Kipur es el momento adecuado para pedir disculpas. Todo el año es propicio para hacerlo. Es más, me atrevería a decir que es más verdadero y significante para el receptor, recibir un perdón en el transcurso del año que en estas solemnes fechas.
Es cierto que en este lapso de tiempo como todos nos acercamos a pedir perdón (o por lo menos así deberíamos hacerlo), es más sencillo para la persona acercarse y “agachar la cabeza” (¡que no está mal!). Pero debemos auto-explorarnos, ser verdaderos con nosotros mismos, y verificar si lo hacemos porque realmente lo sentimos o porque nos lo hacen sentir así. Porque tenemos iniciativa propia, o hacen que tengamos iniciativa propia.

¿Cómo sería nuestra sociedad si en vez de encajonar las situaciones no gratas con nuestro compañero ocultándolas en el “archivo para el olvido”, nos acercaríamos a conversar con él para solucionar las diferencias existentes?, ¿cómo reaccionaríamos al observar más a menudo personas que se piden disculpas entre sí?, ¿se modificarían nuestras conductas?, ¿seríamos más pacientes y propulsores de la paz? No lo podría asegurar, pero obviamente tendríamos otro panorama y abanico de opciones para resolver situaciones no gratas.
Y no solamente en el ámbito de las disputas sociales, sino que al percibir actitudes positivas desde otros sectores de la sociedad, surgiría algún tipo de tendencia interna para comportarnos de manera similar.
Con buenas actitudes –implícitamente- invitaríamos a nuestros semejantes a que comprueben en carne propia lo agradable que se siente obrar bien y seguir el camino correcto.

Imitamos y a la vez somos espejos constantes. Aun sin quererlo, a cada momento estamos siendo observados para ser imitados por otros. Ya sean hijos, hermanos, primos o hasta los propios vecinos. Muchos buscan en el exterior un imagen a seguir porque no pueden llenarse con su propio Ser, o porque no poseen la suficiente autoconfianza para auto dirigirse (que es un problema distinto…)
Por dondequiera que sea, las personas tienden a buscar ejemplos y modelos a seguir.
Está en nuestras manos dar un prototipo ejemplar para que otros nos imiten, ameritando a nuestro semejante, e instantáneamente, preocupándonos por su bienestar. Y si no es en estos días, ¿entonces cuándo?

Otro factor a tener en cuenta antes de pedir disculpas, es que lo primordial no es tanto la acción, sino el sentimiento.
Las acciones positivas (llámense preceptos, buenas cualidades o leyes) que no llevan consigo una pizca de sentimiento, con el transcurso del tiempo enfrían a la persona y el individuo siente un gran vacío al realizarlas. De repente se encuentra con que hace años está cumpliendo preceptos y obligaciones que en ningún momento sintió que debía hacerlo.

La rutina a veces nos provoca automatizar lo espiritual, actuando de forma instantánea y sin sentimiento previo.
No somos máquinas. Dejemos las corridas cotidianas de lado y comencemos a reflexionar en cómo es realmente nuestro vivir. Si cumplimos los preceptos porque sentimos que debemos hacerlo, o porque ya se tornó una costumbre.
Si cumplimos las Leyes de Hashem (Di-s) porque estamos automatizados, o porque sentimos necesidad en así conducirnos.
A pocos días de Iom Kipur, no podemos darnos el lujo de conducirnos en el camino de la Torá tal como satisfacemos nuestras necesidades fisiológicas. Tenemos sed, tomamos; tenemos sueño, dormimos. Es hora de replantearnos e investigar para poder observar con más convicción y sentimiento. Este último hará que el hábito no cumpla con su función, y nuestro existir se llene mejor espiritualmente.
Por ello, debemos informarnos y estudiar los motivos de los preceptos (aun los superficiales). Conectarnos con la esencia de los mismos, que no en vano nos fueron entregados. Aceptar todo como estructura también es positivo, pero a fin de cuentas terminaremos fríos o con poca convicción en su cumplimiento.
Pero cuando el mensaje entra por el corazón, la conducta es otra. Nosotros somos otros…
Investigar de la manera adecuada, consultar con rabinos y dirigentes competentes, sin prejuicios, es la llave para que el sentimiento verdadero pueda florecer. Ser concientes que en ocasiones estaremos limitados a comprender ciertas cuestiones Divinas, pero investigar lo más a fondo posible. Acerquémonos a las fuentes, y ellas nos hablarán por sí solas. Tienen mucho que decirnos.

Quebremos con aquel sistema que alguna vez compramos cuando éramos pobres inocentes. Salgamos al exterior. Vivamos con sentimiento. Con sentido…


Luego de explayar el tema es propicio preguntar: “¿por qué es tan grave la agresión física/verbal hacia nuestro semejante?”.

En la Amidá (fragmento de las oraciones) de Rosh Hashaná decimos: “Hoy es el cumpleaños del mundo, hoy serán juzgadas todas las creaciones…”. En otras palabras, en esta fecha -al culminar un año adicional desde la creación del mundo- Di-s evalúa la razón de existir de cada una de las creaciones y determina si son necesarias para el futuro funcionamiento de Su plan Divino establecido.
¡Un momento! El cumpleaños del mundo es el 25 de Elul; en Rosh Hashaná (1º de Tishré), como bien sabemos, fue creada la persona. ¿Entonces qué fue creado en Rosh Hashaná?, ¿el mundo o la persona?

Es cierto, en Rosh Hashaná fue creado el ser humano… pero también fue creado el mundo, ya que la finalidad del mundo es la propia persona. La “persona” y el “mundo” son sinónimos (tal vez ahora podamos entender a nuestros sabios cuando nos dicen que: “el que salva a una persona es como si hubiese salvado a un mundo entero”.)

En hebreo, la traducción literal de “persona” es “adam”. La raíz de esta palabra se puede explicar de 2 (dos) maneras diferentes:

a) Proviene de la palabra “adamá” (tierra.)
b) De la palabra “domé”, que significa “parecido” (a su Creador, Di-s.)

De la primera explicación podemos trazar un paralelo entre la tierra y el hombre, ya que la primera puede ser un terreno fértil para que se reproduzca cualquier especie cítrica o vegetal. Todo depende de cómo fue preparada la tierra.
La persona es igual. El terreno está, es decir, la persona existe, vive, respira, pero para que las virtudes y cualidades “crezcan” de manera “fértil”, hay que saber la manera adecuada para “arar”, “sembrar” y luego “cosechar” los potenciales latentes. Dependiendo de este proceso, dará frutos (o no) nuestra cosecha.
Un sinfín de posibilidades pueden florecer, pero todo depende de la semilla que sembramos.

La segunda explicación nos deriva hacia un versículo inevitable de esquivar cuando abordamos este tema: “Y creó Di-s al hombre a su imagen, a imagen de Di-s lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:27).
En otras palabras, cada ser humano posee una Chispa Divina que lo caracteriza. Somos parte de un todo que es Di-s. Cada uno es único e irremplazable y por ende, cada misión difiere totalmente a la de nuestro compañero (tal vez ahora podamos estar más tranquilos con nosotros mismos y no mirar tanto a los demás…)
Una persona que ofende a otra, está ofendiendo directamente a Di-s. Todos tenemos parte en el Todopoderoso y es por ello que el pedir disculpas se vuelve necesario y obligatorio.
Primeramente disculparse con el agredido, y luego con el Propio Di-s, por haber agredido a una mínima parte de Su Existencia.

Puede que estemos lejos de disculparnos con nuestro semejante como corresponde. Demasiado. Pero al menos saber cuál es la meta a la que debemos llegar. Una persona que toma conciencia y acepta que aun le falta para su propia realización, tiene más posibilidades para el cambio (el que acepta todo como está, ¿para qué va a tener que cambiar?, ¡si todo está bárbaro!.)
El tema no se vuelve ajeno a ninguno de nosotros, pero tal vez este sea un ejercicio para comenzar a ser más auténticos y congruentes con nosotros mismos. Aprender a no auto-engañarnos. A mirar las cosas desde otra perspectiva. A romper con la rutina. A desactivar el piloto automático.

El Invitado Principal (Rosh Hashaná)

Ya es la hora. La mesa preparada con los mejores manjares, las comidas en el punto exacto de cocción, los invitados ya designados, la casa brilla de resplandor. Todo está en su lugar, no falta nada. ¿Y nosotros?, ¿en dónde estamos?, ¿también preparados?

Empezamos con un “trabajo arduo” de introspección personal desde el 17 de Tamuz.
Luego pasamos por las 3 semanas de duelo con algunas limitaciones en alegrías. No podemos escuchar música ni tampoco estrenar ciertas ropas.
Seguimos con el ayuno de Tishá be Av (9 de Av), para luego comenzar el último mes del año: Elul.
En este último mes tratamos de aumentar o perfeccionar preceptos de la Torá que normalmente no nos cuidamos. Los sefaradím comienzan con “selijot”; los ashkenazim palpitan el gran sonido del shofar luego de tefilat shajrit (plegaria matutina.)
No todo comienza hoy. Un trabajo tal vez algo “automático” pero con mucha práctica previa, anticipándonos al juicio. Claro que no todos los “acusados” se preparan de la misma manera y con el mismo tiempo para “enfrentar” al “juez”, pero… ¿realmente estamos preparados?, ¿nos ocupamos de nuestras almas con la misma convicción, trabajo y esfuerzo que nos preocupamos de los invitados y del “tapuaj udbash” (manzana con miel)?

Si tenemos que tener algo claro en la vida, es saber cuándo hacer lo primordial principal, y lo secundario complementario. No podemos hacer pasar una festividad de tal magnitud como Rosh Hashaná simbolizándola en una “manzana con miel”. No nos quedemos sólo con la manzana. Claro que tiene que ser un año dulce y alegre, pero no es más que un “simán tov” (señal buena), y no una obligación que se nos exige. Pero es más fácil comprar un poco de manzanas y un pote de miel y decir: “¡buen año!”…
¡Atención!, el instinto del mal tiende a confundirnos día a día… la naturaleza de la persona es elegir lo más regocijante y fácil. Por supuesto que todos debemos desear cosas buenas para nuestros semejantes (como dice el Priké Avot: “por siempre que no sea un bendición de cualquier persona simple en tus ojos”); son muy importantes. Hasta tal punto que los “poskim” (dictadores de leyes) aconsejan no alargar mucho la “Amidá” (fragmento de los rezos) en la primera noche de Rosh Hashaná para poder recibir las salutaciones de los presentes.

Pero… abramos los ojos y sepamos diferenciar y darle la importancia verdadera a las cosas. No hacer lo simbólico esencia, ni la esencia simbólico. La esencia es el alma, y el alma necesita más que un “dulce año”. Mejor dicho, para llegar al “dulce año” algo más que ir a la verdulería debemos hacer.

El Rab Shlomo Wolbe Z”L en su libro “Alé Shur” (tomo 2) escribe que de las pequeñas cosas podemos tener beneficios múltiples y asombrosos.
Un medicamento puede tener un tamaño muy pequeño, pero puede curar enfermedades terminales. Así también, una simple pastilla de no más de 5 gramos puede terminar con la vida de la persona.
¿Y nosotros pensamos que tenemos que cambiar “todo” para Rosh Hashaná?

En una oportunidad, un amigo fue a consultarle al “mashguiaj” (guía espiritual) de nuestra ieshivá -Rab Dov Iafe shelita-, que había decidido cambiar algunas cosas para Rosh Hashaná, pero no sabía si elegir dos o tres, si eran suficiente o tenía que incrementar aun más.
El Rab le preguntó: “¿y quién dijo que hay que cambiar dos cosas?”. Es decir, que no se nos exige mucho… “nada”, diría yo…
Comparado a todo lo que recibimos del Todopoderoso, ya no se entiende si Di-s nos creó para servirlo a Él o Él para servirnos a nosotros.
No despreciemos las cosas pequeñas, no nos dejemos convencer por el instinto del mal que intenta que nos desanimemos con frases tales como: “¿pero por una sola cosa vale la pena?, si igual no me cuido con tal otra”, “no me gusta ser falso… o hago todo o no hago nada”, “si la hago, la hago bien”. Recordemos la pequeñez de los medicamentos y el poderoso efecto que ellos provocan.

El Rey David en el Tehilim dice: “El temor a Di-s puro perdura para siempre, las leyes de Di-s son verdad, se justificaron (todas) juntas. Las que son deseadas más que el oro, y que el oro puro (y) abundante, y (son) más dulces que la miel y el chorrear de los panales” (capítulo 19, versículo 11).
La Torá es comparada con la miel, y aun más dulce que ella. Pero cabe preguntar, ¿qué tipo de comparación hace el Rey David?, ¿es realmente correcto el paralelo trazado entre esta y la Torá?
La miel es tan dulce que a lo sumo uno podría comerse dos cucharadas; tres como máximo… ¿y la Torá?, ¿acaso también nos “empalagamos” de tanto estudiarla?

El Jafetz Jaim Z”L responde que la miel tiene la particularidad de ser tan dulce que si se sumergiera un trozo de pan o carne dentro de ella y se lo dejara un tiempo importante, este se transformaría totalmente en miel. Y aun más, según algunos “poskim” (dictadores de leyes), si colocamos un alimento no Kasher dentro de la miel, cuando este se transforma en la propia miel, es totalmente Kasher.

Quizá ahora entendamos un poco más la comparación de la Torá con la miel.
Nos enseña que aun una persona que por su naturaleza no posee buenas acciones o cualidades, al estudiar Torá y aferrarse a ella, se convierte en un ser de buenas cualidades. La dulzura de la Torá convierte a lo “no Kasher” en el propio “Kasher”.
Y tal vez allí irradia el secreto. Comprometerse más con el estudio de la Torá es la garantía que nos permite luchar contra el mal instinto.
Aquella persona que piensa que aun sin estudiar Torá va a poder luchar contra él, que no tenga la menor duda que no sólo perderá, sino que perderá por “K.O”… ¡y en el primer “round”!.
Y no es una opinión personal, sino que el Talmud en el tratado de Kidushín (31 b) dice: “(Di-s le dijo al Pueblo de Israel) creé el instinto del mal y (contrariamente) erigí la Torá para contra restarlo, si ustedes estudian la Torá, él está entregado en sus manos, y si ustedes no la estudian, ustedes estarán entregados en las manos de él”.

El shofar… “¿acaso el león ruge y el pueblo no va a temer?”.
Claro que todos sentimos algo especial cuando lo escuchamos… un sentimiento confuso, que es tan ambiguo que no sabemos si reír o llorar.
El tocarlo nos recuerda al sacrificio del carnero que Avraham hizo en lugar de su hijo Itzack (por eso la ley determina que preferentemente el mismo debe ser un cuerno de carnero.)
“Akedat Itzak” la denominamos, es decir, “el sacrificio de Itzak”… pero… ¡un momento!, ¿el “sacrificio de Itzjak”?, ¿no sabemos todos que un ángel Divino frenó a Avraham cuando iba a sacrificar a su hijo, y en su lugar sacrificó a un carnero?, entonces, ¿por qué seguimos llamándole “el sacrificio de Itzjak” si realmente no lo sacrificó?

Sabido es que Avraham tenía una lucha constante con los idólatras de su generación. Peor aun, su padre (Teraj) era vendedor de idolatrías.
Había personas que caían tan bajo en la idolatría, ¡que sacrificaban hasta sus propios hijos!, claro que nuestro patriarca Avraham también se oponía extremadamente a aquellos sujetos, y trataba de convencerlos para que no hicieran aquellas atrocidades.
Un “buen” día, se le acerca Di-s y le dice que tiene que sacrificar a su propio hijo. El versículo atestigua: “y madrugó Avraham en la mañana, y tomó su burro…”
¡Un momento!, ¿no era nuestro patriarca el principal opositor al sacrificio de los hijos?, ¿cómo puede ser que esté “de acuerdo” con el mandamiento que el Todopoderoso le ordenaba?

Justamente esa es la respuesta… Avraham no sólo sabía, sino que sentía que todo lo que le mandaba Di-s era para bien y así debía acatar a sus órdenes.
¿Lógica?, no, la Torá no se rige por la lógica. Aunque la ciencia “descubra” que en algunos aspectos como el Kasher sí lo es, no es la esencia… y es más, si la Torá solamente nos permitiría comer cerdo, aunque dañara nuestra salud, deberíamos hacerlo, pues, no cumplimos para estar “sanos”a nuestros ojos y así entender los preceptos, sino que confiamos que todo lo que nos ordena el Todopoderoso, es para nuestro bien físico y espiritual, por más que los científicos o quien sea lo contradigan (¿quién saber más: el creador de un “objeto” o el “objeto” mismo?)
Y por esto mismo se llamó “el sacrificio de Itzjack”, porque su padre, Avraham, tuvo que “sacrificar” todos sus ideales que poseía para hacer la Voluntad de Di-s. Ese fue el sacrificio. Y ese es legado que debemos aprender de él, no decir frases como: “ya estoy acostumbrado así”, “soy así y no voy a cambiar”, “pienso distinto”, sino que también debemos “sacrificar” nuestros ideales y enfocarlos en la perspectiva de la Torá.
Solamente podremos lograr este objetivo si nos concientizamos y creemos que las sagradas escrituras prevalecen por sobre el intelecto humano. Que se nos es imposible entender mediante la razón mandamientos Divinos. Estos últimos están alejados de nuestro conocimiento.

Cada detalle y detalle es muy importante, no restarle el valor que realmente tienen los preceptos. Claro que dijimos antes que todo repentinamente no se puede, pero no pensar que no lo hacemos porque “no estamos de acuerdo”, sino reconocer que la verdad es una sola, solamente que por cuestiones de acostumbramiento no podemos con todo de una sola vez. Concordar que estamos atravesando un proceso que contiene distintas etapas.
No pensar de esta manera, sería como aquella persona que entra a una cabina de un avión y al ver cientos de botones exclama: “hay tantos botones… ¿qué pasa si solamente toco uno solo?, ¡pero solo uno!”, y no sabe que el hecho de pulsar tan sólo uno puede terminar en una tragedia. Que haya muchos preceptos no significa que tengamos el poder y la elección de elegir cuál es el “mejor” y cuál “no sirve”, todos son importantes. De a poco, con tiempo, pero reconocer que ni 612 ni 614 son lo correcto, sino 613 preceptos de la “a” a la “z”… ni más, ni menos…

Introducción al Blog

Como iniciador de un blog, me veo obligado a explicar algunas cosas acerca de este mismo.

¿Qué contenidos aprecerán?,¿desde qué perspectiva?, ¿la ciencia, la medicina, la psicología?, ¿cuál es su finalidad?, y diversas preguntas relacionadas.

Comencemos...

Las corridas con las que nos topamos en este ya avanzado siglo XXI, a veces no nos dan lugar a la reflexión e introspección personal para la auto-superación y desarrollo personal.
Momentos libres a los que le dediquemos un espacio para aquello, se tornan imposibles de encontrar. Ya no se piensa en contemplar el cielo unos minutos, o -para los que pueden- observar las olas del mar golpeándose contra la escollera, pensando en el existir cotidiano, en las cosas de todos los días.
Tenemos toda la agenda ocupada y muy llena; parece ser que ya no hay tiempo ni para los propios hijos...

Desde aquí, este pequeño espacio que me da la Web, trataré de transmitir las reflexiones y mensajes que la vida me enseña a cada minuto de este existir.
Todas las ópticas, expresiones y deducciones no se basan ni en las ciencias ni en la filosofía socrática o platónica... una mirada desde mi propia experiencia, desde mi propio vivir, anexada a esta misma la opinión de nuestros Sabios y las escrituras Sagradas, ya sea la Torá escrita como la Torá oral.

De esta manera claro está que no es la finalidad del autor "imponer" sobre otros lectores las ideologías personales, ni mucho menos que aceptaran estos contenidos como "verdades absolutas". Simplemente transmitir una óptica y manera de ver las cosas desde otro ángulo, desde otra perspectiva, desde lo personal y no desde lo científico.

"Mi experiencia es mi máxima autoridad. Mi propia experiencia es la piedra de toque de la validez. Nadie tiene tanta autoridad como ella, ni siquiera las ideas ajenas ni mis propias ideas. Ella es la fuente a la que retorno una y otra vez, para descubrir la verdad tal como surge en mí." (Extracto del libro: "El proceso de convertirse en persona", Carl Rogers)

Intento aceptar otros puntos de vista, aunque se torna muy difícil realizarlo. En una discusión o en un "cambio de ideas" (como mejor me gusta llamarlo), trato de exponer mi opinión dando la libertad a que el otro las acepte o no, nunca imponiendo mi ideal. Que cada uno sea libre y responsable en la postura que adopte.

"He descubierto que aceptar realmente a otra persona, con sus propios sentimientos, no es en modo alguno tarea fácil, tal como tampoco lo es comprenderla. ¿Puedo permitir a otra persona sentir hostilidad hacia mí? ¿Puedo aceptar su enojo como una parte real y legítima de sí mismo? ¿Puedo aceptarlo cuando encara la vida y sus problemas de manera muy distinta a la mía? ¿Puedo aceptarlo cuando experimenta sentimientos muy positivos hacia mí, me admira y procura imitarme? Todo esto está implícito en la aceptación y no llega fácilmente. Pienso que es una actitud muy común en nuestra cultura pensar: “Todas las demás personas deben sentir, juzgar y creer tal como yo lo hago”. Nos resulta muy difícil permitir a nuestros padres, hijos o cónyuges sentir de modo diferente al nuestro con respecto a determinados temas o problemas… Cada persona es una isla en sí misma, en un sentido muy real, y sólo puede construir puentes hacia otras islas si efectivamente desea ser él mismo y está dispuesto a permitírselo." (Extracto del libro: "El proceso de convertirse en persona", Carl Rogers).

Me veo obligado a aclarar que: al escribir tomo como punto de partida mis propias vivencias, mi propia experiencia, mi propio Ser. Redacto basándome en mí mismo y hasta hablándome internamente. Por ende, muchas de las reflexiones brotan en mi persona como una auto-crítica, un auto-reproche, un auto-análisis para un cambiar radical. El escritor no está excento de todo aquello, y nada dice que él mismo no esté involucrado en aquellos asuntos.

Habiendo concluido la introducción, cierro el comentario y pongo manos a la obra.