miércoles, 27 de mayo de 2009

Shavuot: “Preparados, Listos…”¿Preparados?

Todo acontecimiento importante requiere de una preparación precedente.

Una manera de demostrar la trascendencia sublime de una fiesta es justamente con la previa de la misma: las mejores vestimentas, el maquillaje perfecto, el perfume de “marca”. Ningún detalle “puede” perderse de vista. Cuantas menos imperfecciones se plasmaron en la realidad, significa (no siempre…) que más recaudo y delicadeza se tomaron con anterioridad. Más dedicación.

Así como no todas las preparaciones son iguales y con la misma dedicación, tampoco todos nos preparamos de la misma manera y obtenemos los mismos frutos de aquel esmero.
En la fiesta de Shavuot conmemoramos el día (6 de Sivan en el calendario hebreo) en el que el pueblo de Israel recibió la Torá. Ese tan preciado legado que aun mantenemos vivo -casi por milagro- luego de sufrir tantas persecuciones a lo largo de la historia.

La palabra “Shavuot” deriva del vocablo “Shevuá”, que en hebreo significa: “juramento”.

Bien sabemos que cuando el pueblo de Israel se encontraba a los pies del Monte Sinai, aceptaron conjuntamente las leyes de la Torá exclamando al unísono: Todo lo que diga Hashem “Nahasé BeNishmá” (haremos y escucharemos), confiando íntegramente en la palabra de Di-s y en todo lo que ello implicara (Éxodo 19:8).

El Talmud en el tratado de Shabat (146 a) nos enseña que todas las almas del pueblo de Israel, tanto las que ya estaban formadas como las que iban a formarse en el transcurso de los años (es decir, todos nosotros), estuvieron en el Monte Sinai.

Nos agrega el Talmud en el tratado de Shevuot (39 a): “y todas las almas (aún los futuros conversos al judaísmo) dijeron haremos y escucharemos, jurando cumplir de manera íntegra la Torá, tanto la escrita como la oral”.

En otras palabras podemos decir que todo judío, ya sea antiguo, prehistórico, primitivo o actual estuvo en aquel sublime momento y se subyugó en su totalidad a Di-s por decisión propia.
Claro que en aquel entonces también existió una preparación para aquel suceso, tal como dice el versículo: “Y le dijo Hashem a Moshé: Ve al pueblo y santifícalos hoy y mañana, y que laven sus vestidos” (Éxodo 19:10).

Es que se torna imposible afrontar un compromiso nuevo sin antes haberse preparado de la manera adecuada. No esmerarse por hacer algún tipo de preparación, demuestra implícitamente (o no tanto…) la falta de motivación que existió en aquel contrato. El desgano por aquel objetivo.
Porque de todas formas somos responsables por lo que aceptamos. Y ello implica hacernos cargo de aquellas decisiones.

En la fiesta de Shavot, el Rab Wolve (autor del libro “Alé Shur”) acostumbraba a decir: “Gmar Jatimá Tová” (que tengas una finalización de sello bueno –en el juicio-). Todos se quedaban atónitos al escuchar sus palabras, ya que estas mismas son tradicionales de pronunciar únicamente en Rosh Hashaná (Año Nuevo) y/o Iom Kipur (Día del Perdón), que es cuando se sella todo lo que sucederá con las personas en el año entrante.

El Rab contestaba: “así como en Rosh Hashaná se juzga a las personas por todo lo que hicieron en el año anterior, y a su vez, se dictamina todo lo que vendrá en el año siguiente, así también en Shavuot, Hashem determina cuánta Torá en el año la persona adquirirá. Por eso yo acostumbro a decir “Gmar Jatimá Tová”.

¿Cómo podemos prepararnos para recibir nuevamente la Torá?, ¿por dónde comenzar?, ¿cuál es el secreto?

No daré recetas mágicas porque la realidad es que no las existen. Pienso que más bien todo depende de cada uno y en qué situación personal se encuentre. Generalizar no estaría bien, ya que “desindividualizaría” la “individualidad” que merece todo “individuo”.
Aun así, podemos tener en cuenta el cómo se preparó aquella “generación física” (porque espiritualmente todos estuvimos) previa a recibir la Torá. Ya que todos nosotros recibimos nuevamente esta misma todos los años en la festividad de Shavuot, tal vez debamos hacer hincapié en lo que hicieron énfasis en aquel entonces.

“Y partieron de Refidim y vinieron al desierto de Sinai, y acamparon en el desierto. Y acampó allí (el pueblo de) Israel, frente al Monte” (Éxodo 19:2).
Aparentemente este versículo da mucho que hablar…
Comenzó hablando en plural (“acamparon”) y culminó en singular (“acampó”). ¿Podría la Torá hablar en singular cuando en realidad nos referimos a miles de personas congregadas?

Nos responde el exegeta Rashí que este detalle en particular no fue escrito en vano (mucho menos no es un error gramatical).
La Torá quiso insinuarnos a nosotros la hermandad que se palpitaba dentro de todos los corazones de aquel grupo. El pueblo se encontraba unido, alianzado, en singular. “Como un hombre único con un solo corazón” (frase literal de Rashí). Justamente por este mérito fue posible la entrega de la Torá al pueblo judío.

El Midrash nos cuenta: “Quiso Hashem entregar la Torá al pueblo de Israel en el momento que salieron de Egipto, pero estaban divididos unos con los otros. Existían diferencias.
Al llegar a Sinai, se igualaron todos y se transformaron en un grupo homogéneo. Dijo Hashem: “la Torá es pura paz, ¿a quién se la daré? Al pueblo que ama a la paz” (Ialkut Shimoní, Shemot 18:273).


El poder que posee la unión es realmente asombroso y palpable. Determinante. A través de ella se pueden alcanzar objetivos de toda índole, sean positivos o no.
Observando la misma Torá podemos percibir el énfasis y “éxito” que tuvo la generación posterior al diluvio en su afán por construir la “Torre de Babel” y, Di-s no permita, “luchar contra Di-s” (J”Sh).
El versículo reza: “Era entonces toda la tierra de una lengua y unas mismas palabras” (Génesis 11:1).
Se encontraba una generación unida por su único idioma y poseedora de una contribución extraordinaria entre sus miembros a fin de satisfacer su objetivo en común (claro está que al ser que sus fines no eran adaptados a las enseñanzas bíblicas, Hashem confundió los idiomas de todos los integrantes, no pudiéndose comunicar entre ellos, y por ende, no logrando su final objetivo).
Sería interesante y realmente productivo intentar de imitar las conductas de nuestros ancestros.

Tal como ya mencionamos, su preparación previa al recibimiento de la Torá fue unirse los unos con los otros logrando una solución pulcra y profunda entre sí. Las diferencias socio-políticas o económicas no eran factores para dividirse y marcar “sectas”, territorios “preferenciales”. Todos estaban en el mismo “barco”, transitando el arduo desierto y casi rumbo a lo desconocido.

En épocas en las que los “desiertos” nos invaden y la soledad se hace más cruda, real, y cruel no nos queda otro remedio que subirnos al mismo “barco” y afrontar unidos los desafíos y adversidades que se presentan a diario con dañinos objetivos de borrar a nuestro pueblo de la faz de la Tierra.

El señor Levy había rentado el más lujoso y cómodo camarote del transatlántico “King Eduard”. Nos referimos a una de las pocas personas más privilegiadas en poseer semejante fortuna que pueda costear estos exquisitos y sofisticados gastos.
Cantidades de manjares y vestimentas de primera eran solicitadas por el pasajero, que lo único que no perdía era la ambición desenfrenada de poseer más y más.

En un momento dado, se le antojó a este sujeto cavar un pozo de algunos metros de profundidad dentro de su habitación. “De todas maneras”, pensaba, “este es mi dormitorio, por el cual demasiado dinero aboné, por lo tanto puedo hacer lo que yo quiera aquí dentro”, concluía.
“Pero si hace esa cavidad, nos hundiremos todos; ¡no solamente usted”, le reclamaban los tripulantes y hasta el capitán del navío.
“Debido a que nos encontramos todos sobre una misma base, comprendiendo aún su gran inversión millonaria, nos perjudicaría directamente a todos los que nos encontramos en el barco”.

Tal como todos los años, en pocas horas recibiremos nuevamente la Torá, ¿estaremos preparados para ser “como un hombre único con un solo corazón”?

domingo, 24 de mayo de 2009

"¡Tenme Paciencia! Soy El Bambú Japonés"

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.

Hay algo curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de solo seis semanas la planta bambú crece ¡más de 30 metros! ¿Tardó solo seis semanas en crecer? No. La verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitieran sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados sin entender que el éxito es simple resultado del crecimiento interno, y que este requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuado ya estaban a punto de conquistar la meta.

Es tarea difícil convencer al impaciente que solo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado. De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en la que creemos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante. Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando este al fin se materialice. "El triunfo es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación".

Que podamos tener la paciencia y perseverancia del cultivador del bambú, ya que los mayores retos y los que más tardan, son cuando tenemos que cambiar interiormente.

Extraído de la enseñanza semanal "Or Mizrah"

martes, 19 de mayo de 2009

La Mamá Más "Mala"

Yo tuve la mamá más mala de todo el mundo.
Mientras que los otros niños no tenían que desayunar antes de salir a la escuela, yo tenía que comer todo el cereal, el huevo y el pan tostado.

Cuando los demás niños tomaban refresco, comían papitas y dulces en el recreo, yo tenía que conformarme con comer siempre lo mismo: sándwich, fruta y jugo.
Mi madre siempre insistía en saber todo lo que hacíamos, en saber dónde estábamos, ¡parecíamos encarceladas! Tenía que saber quiénes eran nuestros amigos y lo que hacíamos.
Insistía en que, si decíamos que íbamos a tardar una hora en volver, solamente tardábamos una hora.

Me da vergüenza admitirlo, pero hizo que laváramos la vajilla, tendiéramos camas, aprendiéramos a cocinar y muchas cosas más, igualmente crueles. Hasta creo que se quedaba despierta toda la noche pensando en las cosas que podría obligarnos a hacer tan sólo por molestarnos: “lávate los dientes, cepíllate el cabello, ponte a estudiar, métete a bañar, ordena tu cuarto”, y muchas cosas más.
Siempre insistía en que dijéramos la verdad.

Así, entre tanta tristeza, ocurrió mi infancia.

Para cuando llegamos a la adolescencia y fue más sabia, nuestras vidas se hicieron aún más difíciles: estaba pendiente de con quién salíamos, nadie podía tocar bocina para que saliéramos corriendo, nos avergonzaba hasta la puerta de casa para preguntar por nosotros.

Mi madre fue un completo fracaso; ninguno de nosotros ha sido un delincuente, ni ha estado envuelto en problemas de alcoholismo o drogadicción, cada uno de mis hermanos ha servido a una misión en la vida; son personas responsables y honestas.

¿A quién debemos culpar por eso? Tienen razón, a nuestra “mala madre”. Ella nos hizo convertir en adultos educados y honestos.

Ahora usando esto como ejemplo, estoy tratando de educar a mis hijos de la misma manera. Llena de orgullo cuando mis hijos me dicen que soy “una mamá mala”.
Y doy gracias a Di-s por haberme dado a “la mamá más mala del mundo”.

Extraído de la publicación semanal "Or Mizrah"

viernes, 15 de mayo de 2009

¿Puede Una Persona Convertirse Al Judaísmo Sin Practicarlo?

Pregunta: ¿Por qué es que si un judío no observa los preceptos del Judaísmo es considerado judío, mientras que un converso al Judaísmo debe observar la ley judía para ser aceptado en el Judaísmo? No parece justo. Hay tantos judíos de nacimiento (como yo) que no son practicantes. ¿Por qué no puede alguien convertirse en judío no-practicante?

Respuesta: Convertirse al Judaísmo y no practicarlo es como tirar de la alfombra que está debajo de sus propios pies. Usted está quitando el fundamento mismo en el que está apoyado.

Hay judíos de nacimiento, y judíos por opción. El primero nació de una madre judía; el último se convirtió según la ley judía. Los dos tienen un alma judía, pero uno la recibió a través de los medios biológicos; el otro, por los medios legales.

Las leyes de conversión tienen requisitos claros. Uno es que, después de un periodo de estudio, el supuesto converso debe comprometerse sinceramente a observar la ley judía con la mejor de sus habilidades. Si se niega a hacer esto, o queda en claro después que no era sincero en su compromiso, entonces un requisito esencial no se ha cumplido, y la conversión carece de sentido.

La razón es simple. ¿Cómo alguien puede convertirse en judío a través de un proceso legal si no subscribe a esa ley? Es como un oficial democráticamente elegido que usa su poder para declarar que esa democracia es redundante. ¡Si está en lo correcto, entonces él no tiene ninguna posición! Es la democracia la que le dio el poder; si quitamos la democracia, se le ha quitado su poder. O como un juez que declara que la ley no es pertinente. En ese caso, entonces él tampoco es pertinente, porque sólo tiene derecho para juzgar en virtud de la ley - la misma ley que él está rechazando.

Si usted es judío de nacimiento, nada puede quitarle eso. Es un hecho biológico. Pero un converso sólo es judío en virtud de la ley judía. La conversión es una legislación espiritual que dota a una persona de un alma judía. ¿Si se ridiculiza ese mismo sistema, entonces en base a qué son judíos?

Por otro lado, un converso genuino no es menos judío que un judío por nacimiento. De hecho, todos nosotros descendemos de conversos. Nosotros somos judíos hoy, porque nuestros antepasados estuvieron de pie hace más de tres mil años en el Monte Sinai e hicieron la misma aceptación de la Torá que hace un converso. Nuestros antepasados pasaron por una forma de conversión, por lo que nosotros, sus descendientes, somos irreversiblemente judíos.

Este evento se repite en cada conversión. El converso está de pie ante Di-s- a su propio Sinai y se le ofrece la Torá. Si la acepta atentamente, y mantiene su compromiso, entonces él y sus futuros hijos serán por siempre judíos.

La devoción de los verdaderos conversos puede inspirarnos a los judíos biológicos, que debemos ser más que sólo judíos de nacimiento: también podemos volvernos judíos por opción.

Aaron Moss

lunes, 11 de mayo de 2009

Lag BaOmer, La Gripe Porcina Y Nuestra Existencia

A sabiendas que en varias ocasiones surgen algunas confusiones respecto a esta solemne fecha, es menester aclarar ciertos puntos.

Debemos tener bien claro que “Lag BaOmer” no es una festividad en sí misma. Literalmente significa “33 de Omer”, que son los días que venimos contando desde la segunda noche de Pesaj (fuera de Israel), culminando esta misma hasta Shavuot.

Esta cuenta es un precepto ordenado por Hashem y transcripto por Moshé en la Torá escrita.
Mientras el Gran Templo estaba en sus bases, luego de culminar de contar el Omer (49 días), los judíos debían traer una ofrenda especial de grano (ver Levítico 23:15).

Ahora bien, en el día 33 de esta cuenta (“Lag BaOmer”) se dieron dos episodios trascendentales en la historia del pueblo judío:

En primer término, el Talmud (Yebamot 62b) nos relata que luego de la festividad de Pesaj, una gran plaga azotó a 12 mil parejas de alumnos (es decir, 24 mil) del gran erudito y Taná Rabí Akivá dejándolos a estos sin vida, y al gran Sabio sin alumnos. (Aunque no es en lo que haremos hincapié, es interesante observar que el Talmud no escribió 24 mil alumnos sino 12 mi parejas de alumnos, para enseñarnos que el estudio se adquiere siempre de a dos. No es un “juego solitario”. Necesitamos del otro para también aprender nosotros mismos. Una recíproca comunicación. Un ida y vuelta. Nutrir y nutrirse con el otro.)
Al llegar el día 33 de la cuenta, cesaron de fallecer muchos de ellos. Por esto mismo en ese día estamos alegres (ver Talmud Yebamot 62b, Shulján Arúj 493:2, Mishná Berurá, Peri Megadim).

En segundo lugar, en esta misma fecha falleció Rabí Shimón bar Iojai, quien fue el autor de la magnífica obra del “Zohar”, pilar fundamental de la Kabalá y de la mística judía. Por pedido de él mismo, el día de su fallecimiento es colmado por alegría, se pueden realizar casamientos, cortarse el pelo, vestirse ropas nuevas, entre otras cosas, y se encienden muchas velas en los Templos, acciones que estaban prohibidas durante la cuenta de Omer por ser estos días de semi-duelo (por el episodio antes mencionado con los alumnos de Rabí Akivá).

Hashem le había otorgado una señal a Noaj que no sucedería nuevamente un diluvio: el arco iris. Mediante este, Di-s hizo un pacto con Noaj (ver Génesis 9:11-17).
Cuando en nuestros días observamos el arco iris, por más bello que parezca, es una señal que las cosas no andan del todo bien con nosotros. Un llamado de atención para la reflexión por parte de Di-s.


En “Lag BaOmer” se acostumbra a que los niños jueguen con arcos y flechas debido a que en todos los años en los que vivió Rabí Shimón Bar Iojai, su santidad era tal y su rectitud tan, que nunca apareció el arco iris en el firmamento (en hebreo “arcos”-instrumento- se dice “keshet”, de la misma manera que la palabra “arco iris”).

También se acostumbra a realizar fogatas simbolizando la Torá que se encontraba oculta y reveló Rabí Shimón bar Iojai en sus días. Tal como dice el versículo: “Una luminaria es una Mitzvá (precepto) y la Torá es luz" (Proverbios 6:23).

Pero insisto: no es que “Lag BaOmer” sea una fiesta en sí misma, sino que justo en esa fecha sucedieron acontecimientos por los cuales estamos alegres. Pero siempre existió el 33 de Omer. Debemos diferenciar bien cada episodio.

El Talmud (Yebamot 62b) nos enseña que el motivo por el cual perecieron los alumnos de Rabí Akivá fue “porque no se respetaba un alumno con su compañero”.
Desde este trágico suceso fue cuando el mismísimo Rabí Akivá enfatizó el amor al prójimo con la frase: “Veahavta lereaja kamoja, ze klak gadol baTorá” (“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, este es un gran concepto en la Torá”). Y si nos fijamos bien, él dijo: “este es un gran concepto en la Torá”, ya que por no cumplir con aquello, mucha Torá se fue del mundo. Figuras excepcionales perecieron.

Estamos hablando de alumnos ejemplares de un Taná. Que estudiaban día y noche. Discípulos directos de una personalidad tan grande como Rabí Akivá, que llegó a entender profundamente la Torá más que Moshé Rabenu… ¿cómo puede explicarse que hayan “fallado” en algo tan grave y, a simple viste, tan lógico, como el trato a otra persona?

Se dieron varias explicaciones al respecto. Veamos algunas:

Antes que nada debemos saber que Di-s no juzga a todas las personas por igual. Cada uno tiene su forma particular de ser-en-el-mundo y por lo tanto, muchas situaciones nos cuestan más a unos que a otros y viceversa. No hay generalidades. Cada uno es único e irremplazable. Hashem es un Juez Justo con cada uno de nosotros. Este es uno de los motivos por los cuales la Justicia Divina se diferencia por sobre los demás jueces de carne y hueso.

Por este motivo, el Todopoderoso es detallista con los Sabios “kejut haseará” (como un hilo de cabellera), es decir, muy meticulosamente. Acciones que en nosotros podrían considerarse “neutrales” o aun preceptos, respecto a ellos podrían llegar a ser graves faltas.

Una explicación al motivo del Talmud de aquel término “no se respetaban unos a los otros” comprende en que ellos decían “no tener tiempo disponible para los demás”.
Cuando una pareja de estudiantes recurrían hacia otra para realizarles alguna pregunta de Torá y así aclarar el tema que los incumbía, cada uno cuidaba su “rancho”, su individualidad.
“En estos momentos no dispongo de tiempo para ti; necesito YO seguir con mi estudio, no puedo interrumpir”. Aun que sus intenciones eran seguir estudiando y profundizando en las palabras de Hashem, olvidaban que no vale de nada la Torá que no es acompañada por buenas cualidades (tal como nos enseñan nuestros sabios: "La (buena) conducta (o el respeto) antecede a la Torá"). No tiene valor pensar en lo propio antes que en los demás. Brindarse hacia el otro es elemental en nuestro servicio con Di-s. Antes que estudiar, Hashem quiere de nosotros que seamos serviciales con nuestro prójimo, que estemos abiertos hacia él. No ensimismarnos en nuestro propio círculo egocéntrico y búsqueda de bien (material o espiritual).

No es casualidad que esta desgracia haya sucedido antes de Shavuot, cuando recibimos la Torá. Se torna imposible recibir algo tan elevado si antes no mejoramos nuestra relación y respeto por el compañero. No sirve de nada obtener algo tan sagrado, profundo y divino si no pulimos nuestras conductas cotidianas.

La segunda explicación que daremos a continuación es un poco más profunda y “detallista”:

Cada uno de los alumnos pensaba que su compañero era tan humilde que no le molestaría si se le faltara el respeto a su honor. “No pasa nada si sin querer lo pisé, seguramente él es tan completo, íntegro y justo que me perdonará de todo corazón, no siendo necesario pedirle perdón”. Actuaban de tal manera porque pensaban bien de su compañero.

Quizá en este caso no eran concientes (según este comentario) que uno puede perdonar su “kabod” (honor), pero solamente el propio, no el del compañero.
Cuando en el contexto presente entra en juego otra persona, no hay cálculos posibles y debemos conducirnos con las mejores cualidades para con él, ¡aunque el otro no lo exija, no lo solicite ni lo quiera!

Sea como una explicación u otra, observemos que el Talmud no se dejó llevar por la “naturaleza”, “sentido común” o cientificismo. Seguramente en aquella época muchos “científicos” y “analistas” dieron “motivos posibles” a la “epidemia” que estaba afectando a tamaña cantidad de personas. Aún así, la Fe Judía nos enseña que nada es “porque sí”, que todo tiene su motivo, su significado, ya que todas las situaciones Son Manejadas por Un Poder Supremo y no son frutos de la mera “casualidad”.

En nuestros días que males como la gripe porcina o el dengue castigan a la sociedad mundial toda, no debemos buscar culpables ni gobiernos sobre protectores. Que sea pandemia o no, no es un asunto que ayude a solucionar las cosas. Leer todas las noticias de los diarios, revistas y T.V. de punta a punta y estar pendiente de cualquier “novedad” impulsivamente, no nos asegura el éxito en la lucha contra estos tipos de plagas (claro está que de todas maneras siempre debemos hacer lo que esté a nuestro alcance para prevenir).

No busquemos motivos o factores externos a nuestras responsabilidades. Levantemos la roca que nos toca sobre nuestras espaldas. Asumamos nuestra responsabilidad.
Es más fácil catalogar a los males y limitarlos a responsabilidades de habitantes extranjeros. No olvidemos que todo es minuciosamente calculado por Hashem, individual y particularmente. No existen generalizaciones para Él. Si a todos nos toca vivir estos males, tal vez todos tendremos que inspeccionarnos y hacer algo para que culminen lo antes posible. ¡Manos a la obra!

jueves, 7 de mayo de 2009

Pesaj Shení: Otra Oportunidad

Estamos transcurriendo una fecha en la cual se conmemora una “festividad” no tan conocida por muchos de nosotros, y a la vez interesante de analizar: “Pesaj Shení”: La Pascua Segunda.

¿De qué estamos hablando?, ¿qué significa aquello de “la segunda Pascua”?, ¿cuándo la Torá menciona un asunto como este?

“… si un hombre se impurificase a través de un cadáver humano o estuviere en un camino lejano, de ustedes… hará la ofrenda de Pesaj para el Eterno, en el mes segundo, el día catorce la harán, con Matzot y hierbas amargas la comerán” (Números 9:10 y 9:11).

Primordialmente, y tal como ordenó Di-s, la ofrenda de Pesaj debía realizarse el 14 de Nisan, al segundo año de la salida del exilio egipcio. Y así sucedió.

Existe una regla general para los sacrificios que la misma establece preservar un estado de pureza total e íntegra de parte del ofrecedor. Caso contrario, ningún tipo de “Korbán” (sacrificio) era posible ofrecer.

En ese entonces, muchas personas que estaban impuras por haber tenido que ocuparse de los fallecidos se encontraban en un estado no-puro, característica que los imposibilitaba para ofrendar. Ellos reclamaron delante de Moshé diciendo: “¿Por qué nosotros por cumplir con un mandato Divino (al cuidar a los fallecidos) perderemos la oportunidad de ofrendar igual que los demás?”. Hashem contestó a Moshé: “Diles que les daré otra oportunidad: el día catorce del próximo mes (Iyar), realizarán la ofrenda de Pesaj ingiriéndola también con Matzá y hierbas amargas”.

Detenernos al menos unos instantes para reflexionar sobre esta porción de la Torá, tal vez nos enseñe el potencial poseído en el individuo para modificar aun determinaciones Divinas.

Ampliemos más la idea…

¿Qué hubiese sucedido si aquellas personas “impuras” no le “reclamaran” a Moshé su interés por realizar el sacrificio de Pesaj?, ¿también Hashem hubiese ofrecido una “segunda oportunidad”?
Haciendo una lectura simple y superficial de la Torá, el motivo del “nuevo precepto” fue pura y exclusivamente producto del “reclamo” de aquellos iehudim (judíos) interesados en cumplir fervorosamente esta Mitzvá (precepto). Cabe recalcar que, si sus bocas no hubiesen emitido palabra, en nuestros días no existiría entre nosotros el concepto de “Pesaj Shení”.

Con toda la importancia y trascendencia que la Torá posee, que aún ninguna palabra, letra ni acento está puesto sin sentido (y de hecho los Sabios aprenden muchas cosas de aquellos detalles), esas personas “celosas” por preceptos, dejaron su huella en una obra tan magnífica como la Torá, solamente por el hecho de realizar un justificado reclamo al verdadero “servicio de atención al cliente”.

El poder que tienen nuestras súplicas y Tefilot (oraciones) no conoce los límites. No tiene barreras. Es sobre natural.

Debemos ser concientes que nunca todo está perdido; siempre hay una segunda oportunidad.

“¡Mis súplicas no son contestadas! ¡Di-s no me escucha!”, podríamos decir muchos de nosotros al vernos “frustrados” por la repetida angustiante situación. Quizá debamos entender que no todo lo que pedimos y pensamos que es bueno para nosotros, es como la realidad lo indica. Solamente Alguien que Está por Sobre nosotros Puede entenderlo.

“¿Entonces para qué pedir? Si me dices que Hashem es Quien Entiende qué es lo mejor para mí, ¡qué Él decida!, ¿por qué existe un concepto de Tefilá (oración)?, ¿de qué sirve si de todas maneras Él es quien tiene la última palabra?”

Una de las finalidades de los rezos es demostrarle a Di-s que somos concientes que nada depende de nosotros si no es aprobado primero por Él. Ya sea para bien como para mal. Beneficiando o perjudicando. Transmitimos un mensaje como diciendo: “nos remitimos a Ti porque no existe nada ni nadie que pueda ayudarnos sin antes haber pasado por Tu aprobación”. Necesitamos hacer Tefilá (rezar) para que este concepto quede explicitado. Estar convencido que cada paso por y a realizar estamos junto a Hashem; Él está con nosotros. Todo está calculado. Nada es al azar, “a la buena de Di-s”…

El Talmud nos enseña en el tratado de Nidá (16 b): "Hay un ángel a cargo de la concepción y su nombre es Noche. (Este mismo) agarra la gota (de la concepción) y la coloca delante de Di-s y le dice: "¡Amo del Universo! ¿Esta gota que será (en un futuro)?, ¿(una persona) fuerte o débil?, ¿inteligente o necio?, ¿rico o pobre?", pero justo o malvado no le pregunta. Tal como dijo Rabí Janiná: "todo es del Cielo (determinado por Di-s), menos el temor al Cielo".

Aún así, nada está fuera de las manos de la persona. A través de los rezos tenemos la posibilidad de modificar asuntos tan importantes, ¡como hasta el incremento de un nuevo precepto por parte de la Torá! (como en el caso de “Pesaj Shení”). Incluso transformar determinaciones Divinas asentadas previamente a nuestro contacto con el mundo, ya sea nuestra apariencia física, aspecto, posición económica, etc.

Una propuesta o súplica humana puede ser sinónimo de un nuevo decreto o determinación Celestial. De alguna modificación o incremento. Valoremos el poder que tenemos entre nuestras manos. No lo dejemos escapar.

martes, 5 de mayo de 2009

El Significado De Cubrirse El Cabello

Pregunta: Oí a un antropólogo que hablaba sobre las pelucas. Dijo que le parecía irónico que las mujeres judías observantes las usen.

En el Judaísmo bíblico, la regla es que las mujeres casadas deben cubrir su pelo para ser modestas y poco atractivas. En los tiempos más recientes, las mujeres llevan pelucas que a veces son más seductoras que el pelo natural. ¡Llevando una peluca así, desaparece el propósito de cubrir el pelo!

Estaba dando esto como ejemplo de cómo las culturas olvidan las razones existentes detrás de sus antiguas tradiciones, y las costumbres pueden evolucionar en cierto modo contradiciendo su intención original. ¿Tiene algún comentario al respecto?

Respuesta: Ese antropólogo no sólo ha confundido una peluca con el cabello real, sino también ha confundido la verdadera modestia en su versión original. Él iguala la modestia con la falta de atractivo, pero ésa es su definición, no la del Judaísmo. Desde la perspectiva judía, la modestia no tiene nada que ver con ser poco atractiva. Más bien, la modestia es un medio para crear privacidad. Y eso es lo que una logra la peluca.

El cabello cubierto nunca fue pensado para que la mujer casada parezca fea. La belleza es un regalo Divino, y la tradición judía anima a hombres y mujeres a cuidar su apariencia y parecer siempre presentables. La tradición judía también anima la modestia; no para disminuir nuestra belleza, sino para encauzar nuestra belleza y atractivo y reservarla a dónde pertenece: dentro del matrimonio.

Cubriendo su pelo, la mujer casada hace una declaración: “No estoy disponible. Pueden verme pero no estoy abierta al público. Ni siquiera mi pelo, la parte más obvia y visible de mí, no es para vuestros ojos.” El pelo cubierto produce un efecto profundo en el usuario. Crea una barrera psicológica, una distancia cognitiva entre ella y los extraños. Su belleza es visible pero discreta; ella es atractiva pero indisponible. La peluca logra exactamente el efecto deseado, porque una peluca permite a una mujer cubrir todo su pelo, mientras mantiene su apariencia atractiva.

Puede estar orgullosa de la manera en se ve sin comprometer su privacidad. Y aun cuando su peluca parece tan real como para que se la confunda con el pelo natural, ella sabe que nadie está viendo su cabello. Ha creado un espacio privado, y sólo ella decide a quién permitir entrar en él. Quizás en otras religiones belleza y modestia no se mezclen. Ésta no es la visión judía. La verdadera belleza, la belleza interna, necesita de la modestia para protegerla y permitirle crecer.

viernes, 1 de mayo de 2009

Un Aplauso Para Di-s


En una convención americana, en la cual participaron neurólogos de todo el mundo, uno de los principales tópicos fue el fenómeno de personas que se desmayaban en el instante en que se levantaban de la cama.

Una de las oradoras, la Profesora Linda Mc Maron, de Inglaterra, hizo una prolongada presentación al respecto de su estudio en este campo. Explicó que después de muchos años de estudio e investigación sobre el tema, llegó a la conclusión de que este tipo de desmayos, es causado por la rápida transferencia entre la posición de acostado, a la de quedar de pié. La Profesora Mc Maron, dijo que demora 12 segundos, para que la sangre fluya desde los pies a la cabeza. Por lo tanto, cuando una persona se levanta rápidamente, la sangre es transportada muy velozmente al cerebro, lo que produce un desmayo. Sugirió que cada persona, aun a los que no tengan tendencia a desmayarse, se sienten en la cama, al despertarse y contasen lentamente hasta 12, para evitar estos malestares, languidez o desmayo. Su discurso fue muy aplaudido.

Otro profesor, un judío observante, pidió permiso para hablar y dijo: Nosotros los judíos, tenemos la antigua tradición de pronunciar una oración de agradecimiento al Creador del Mundo, por concedernos la oportunidad de un nuevo día de realizaciones. La oración es dicha inmediatamente después de despertarse, mientras se está en la cama, acostado o sentado. Hay doce palabras en esta plegaria y si la persona la dice lentamente y con concentración, lleva exactamente doce segundos pronunciarla. Y a continuación recitó lentamente en hebreo:

"Modé aní lefaneja, Mélej jai vekaiam, shehejezárta bi nishmati bejemlá. Rabá emunateja".

(Doy gracias a Ti Rey viviente y eterno, pues tú has restituido mi alma dentro de mí con misericordia. Grande es Tu fidelidad.).

El auditorio se levantó e irrumpió en aplausos que retumbaron por todo el salón. Esta vez eran para el Creador del Mundo.

“... y tan pronto como se despierta debe recordar las bondades que Di-s tuvo para con él, devolviéndole el alma que él había entregado cansada, y Él se la restituyó renovada y refrescada a fin de que sirviera a Di-s con todas sus capacidades, y Lo sirviera el día entero. Esto enseña que cada mañana la persona constituye una nueva creación por lo que agradecerá a di-s de todo corazón. Dirá: Modé ani lefaneja...” (Doy gracias a Ti....) Kitzur Shulján Aruj (Cap. I Inciso II) Kehot Sudamericana

Tal vez, cada uno de nosotros, también deba aplaudir todas las mañanas, luego de recitar "Modé Aní".

(Fuente: http://www.jabad.org.ar/reflexion_semanal.asp?parsha=412)