viernes, 30 de octubre de 2009

El Triple Filtro

Un día, un conocido se encontró con un gran sabio y le dijo: “¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?”. “Espera un minuto”, replicó el sabio, “antes que nada, quisiera que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo “el examen del triple filtro”.
“¿Examen del triple filtro?”, preguntó su conocido. “Correcto”, continuó el sabio. “Antes que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir. Es por eso que lo llamo de esa manera.

El primer filtro es la VERDAD. ¿Estás absolutamente seguro que lo que dirás será cierto?”. “No”, le dijo el hombre. “Realmente sólo escuché sobre eso y…”
“Bien”, dijo el sabio, “entonces realmente no sabe si aquello que dirás es cierto o no.

Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el filtro de la BONDAD.
¿Será algo bueno lo que me contarás?”. “No, por el contrario…” “Entonces, deseas decirme algo no tan agradable de su persona, pero no estás seguro que sea cierto… Pero aun podría querer escucharlo porque queda un filtro, el filtro de la UTILIDAD.

¿Me servirá de algo saber lo que quieres contarme?”. “No, la verdad que no lo creo…”
“Bien”, concluyó el sabio, “si lo que deseas contarme no es cierto, ni bueno e incluso no me es útil, ¿para qué querría yo saberlo?”.


Publicación semanal "Or Mizrah" Nº394

jueves, 22 de octubre de 2009

Camino A Un Mundo Mejor

Muchas veces uno se pregunta: "¿vendrán tiempos mejores?, ¿las generaciones futuras vivirán en un mundo mejor?, ¿la humanidad podrá alcanzar la meta de la felicidad?". En teoría, vamos en camino a un mundo mejor. Los adelantos científicos y tecnológicos nos brindan cada vez mayor confort y una mejorada calidad de vida. Tan sólo pensar que desde un teléfono móvil podemos realizar una infinidad de tareas, nos da la sensación que tenemos el mundo en nuestras manos. Sin embargo, esa impresión que tenemos que la sociedad se dirige hacia una vida más alegre y feliz, dista mucho de la realidad. Parece ser que en la era en donde todo se hace cada vez más sencillo y fácil, al humano, por el contrario, todo le resulta cada vez más difícil.

Uno de los factores de este fenómeno es el asedio mediático que ejerce sobre la persona la obligación constante de alcanzar el éxito. Indudablemente, vivimos en una sociedad exitista en donde no se valora el esfuerzo sino el resultado. Y sólo puede haber un ganador a costa de un perdedor. De acuerdo a estos parámetros que nos impone la sociedad, el éxito es un privilegio para unos pocos. Empero, el concepto de "éxito" según la filosofía de la Torá es totalmente opuesta al del mundo secular y mucho más factible de lograr. La Torá en el libro "Bamidbar" (capítulo sexto), relata acerca de los preceptos que se refieren a aquella persona que quería consagrar su vida a Di-s por intermedio de proclamarse nazareno (básicamente tenía prohibido tomar vino y cortarse el cabello). El versículo agrega: "no podrá acercarse a un cadáver, ni siquiera si fuesen sus parientes cercanos, ya que lleva sobre sí la corona de Di-s".

¿A qué se debe esta corona? ¿Acaso las coronas no son para los reyes? La explicación es que la corona se transforma a la vez en el premio y en la recompensa por haber logrado superarse y haber podido abstenerse del beber vino, siendo este último uno de los posibles causantes de caer en pecados. Aprendemos de aquí que puede existir un ganador sin necesidad que haya un perdedor.

El refinamiento de la conducta del ser humano y el perfeccionamiento de sus cualidades, son logros propios que no dependen de nadie. Es por eso que la concepción de "rico", "fuerte" y "sabio" de nuestros sabios, es totalmente diferente a lo que estamos acostumbrados a escuchar. Como dijo Ben Zomá en el Pirké Avot (4:1): “¿"Quién es el sabio? Aquel que aprende de todas las personas. ¿Quién es el rico? Aquel que está contento con su parte. ¿Quién es el fuerte? Aquel que domina su instinto". De acuerdo a nuestra Torá, la riqueza, la fortaleza y la sabiduría son valores absolutos e intrínsecos que dependen de nosotros mismos y no en comparación de algo o de alguien.

Por otra parte, del texto que recomendaron recitar los sabios luego de concluir una jornada de estudio o al culminar un tomo del Talmud, podemos comprender que cuando se trata de buenas acciones, el Todopoderoso no se fija en el resultado sino en el esfuerzo. Como decimos en el mismo: "nosotros nos esforzamos y recibimos pago; ellos se esfuerzan y no son recompensados". ¿Acaso existe alguien que trabaje y no reciba renumeración? La intención es la siguiente: toda persona que trabaja recibe un sueldo por los resultados obtenidos. Por ejemplo, un carpintero recibirá su pago contra entrega del producto encargado por el cliente. Pero nadie estaría dispuesto a pagarle por todo el esfuerzo y tiempo que invirtió si no recibiera nada a cambio. En lo que respecta a las buenas acciones, aun cuando no logremos nuestro cometido, Di-s recompensará nuestro esmero y empeño.

Por consiguiente, la clave del éxito es focalizar nuestros objetivos en mejorar como personas, pulir nuestros modales, perfeccionar nuestras cualidades y buscar el bien común.

Rab Isaac Chehebar

miércoles, 14 de octubre de 2009

El Ojo Que Todo Lo Observa...


"Rabí dice: ¿Cuál es el camino recto que debe elegir el hombre para sí mismo? Todo [camino] que es bello para quien lo hace y lo embellece ante su prójimo. Sé cuidadoso tanto con las mitzvot menos importantes como con las de mayor importancia, ya que tú no sabes la recompensa de las mitzvot. Calcula la pérdida que conlleva una mitzvá en contraposición con su recompensa, y la ganancia de una transgresión en contraposición con su pérdida. Observa tres cosas y no vendrás a pecar: Sabe qué es lo que hay por sobre ti: un ojo que ve, un oído que escucha, y todas tus acciones en el libro son registradas" (Pirké Avot 2:1).

Cuando se inventó la cámara fotográfica y el tocadiscos primitivo, le comentaron al Jafetz Jaim ZZ"L del nuevo descubrimiento, recalcándole que el mundo estaba avanzando a pasos agigantados con estas geniales innovaciones. A lo que el Rab contestó: "el mundo no está avanzando, está retrocediendo. Antes, la gente tenía una fe sincera y una plena seguridad en el "ojo que ve" y en el "oído que oye" celestiales. Sin embargo, en estos tiempos las personas se enfriaron y aquella fe se puso en tela de juicio: "¡¿un ojo que lo ve todo?!, ¡¿un oído que todo lo oye?!, ¡¿un libro en el que se escribe todo lo que sucede?!, ¡¿cómo es posible concebir algo así?!

Por ello fue necesario que Di-s haga bajar al mundo la cámara fotográfica para que las personas tengamos una idea de las imágenes que nos "toman" desde allí arriba. El tocadiscos para que estemos al tanto de las grabaciones que nos harán escuchar el día de mañana..."

En esta era moderna, esta reflexión de aquel maestro cobra otra dimensión. Los modelos con los cuales Di-s nos otorga una demostración de su Omnipresencia son más impactantes. Satélites espaciales navegando alrededor del planeta, filmando cada movimiento, diminutos aparatos inalámbricos grabando todo sonido aun a larga distancia, computadoras con capacidad para registrar y almacenar miles de millones de datos. Todo ello nos ayuda a captar lo ya expresado en el tratado de Avot: el hombre está bajo control y supervisión constante en cada uno de sus pasos.

Rab Yejezquel Levy

miércoles, 7 de octubre de 2009

La Respuesta De Un Sabio

Dos niños patinaban en un lago congelado de Alemania. Era una tarde nublada y fría. Los niños jugaban despreocupados.
De repente, el hielo se quebró y uno de los niños se cayó, quedando preso en la grieta del hielo. El otro, viendo a su amigo preso y congelándose, arrojó un patín y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas hasta, por fin, conseguir quebrarlo y liberar al compañero.

Cuando los bomberos llegaron y observaron lo ocurrido, preguntaron al héroe niño: “¿Cómo conseguiste hacer eso? ¡Es imposible que consiguieras partir el hielo, siendo tú tan pequeño y con tan pocas fuerzas!”. En ese momento, un sabio que merodeaba el lugar comentó: “Yo sí conozco la respuesta a su interrogante”. “¿Cuál es?”, le preguntaron. “Es sencillo", respondió, "no había nadie para decirle que no era capaz”.

Di-s nos hizo perfectos y no elige a los capacitados, sino que capacita a los elegidos. Hacer o no algo, sólo depende de nuestra voluntad y perseverancia.

Publicación semanal "Or Mizrah" Nº392

viernes, 2 de octubre de 2009

Sucot: Eterna Convivencia



Los días estremecedores culminaron. El shofar, el mes de Elul, Rosh Hashaná, Iom Kipur, todo llegó a su fin. Un trabajo arduo de cuarenta días de duración.

Ahora se nos pide poner énfasis en la alegría. Acentuar que en la vida no todo es temor. Se nos exige estar alegres pues seguramente Di-s escuchó nuestras súplicas, sellándonos en el Libro de la Vida y de las buenas bendiciones. Tan es así la exigencia del júbilo y regocijo en estas fechas, que uno de los nombres propios de la festividad de Sucot es: “Jag Simjatenu” (la festividad de la alegría).

Bien sabemos que existen dos caminos posibles para servir al Todopoderoso:

1) Por temor al castigo y/o a Di-s, se busca cumplir con todos los preceptos lo mejor que se pueda.

2) Por un amor incondicional a Un Ser Supremo que Nos Creó y Nos brinda incontables beneficios a cada segundo de nuestra existencia, la persona siente que es un deber escuchar los dictámenes Divinos que Él Encomienda. Confía que Deseará lo mejor para su persona.

Sin dudas que un padre preferirá que su hijo lo respete más por amor que por temor. No hay margen a pensar que el sendero del miedo sembrará mejor el vínculo afectivo, que lo hará más consistente, más fuerte. De todas maneras, en el camino de las mitzvot (preceptos), el temor es uno de los posibles medios para el servicio Divino. Pero el camino del amor, se lleva la mejor parte… y la mejor paga también.

Venimos transcurriendo días y semanas de temor al juicio, a la Justicia Divina, a nuestro futuro en general. No sabemos qué dictaminarán desde los cielos para el año entrante, si tenemos los méritos suficientes. Por eso rezamos con fervor y de todo corazón. Todo ese trabajo es inducido hasta la festividad de Sucot. Al llegar esta misma Di-s nos dice: “ahora podemos comenzar el año con mayor optimismo. Estén alegres pues su `teshuvá` (retorno a las fuentes) fue aceptada. Ya no Me Sirvan por temor, ahora quiero que el amor nos una y sea nuestro nexo de comunicación, nuestro lenguaje”.

Y si prestamos bien atención, observaremos que existe un ascenso gradual del nivel solicitado: primeramente comenzamos el retorno con el temor como pilar (en los días del mes de Elul y a posteriori), pero finalizamos los días festivos en el crepúsculo de la relación: con amor y fraternidad como norma.

Hashem nos invita a su casa y pide convivir con nosotros. “Ahora que nos una la alegría”. Y así realmente sucede… el que tiene el mérito de realizar una Sucá en su propiedad, construye una pequeña cabaña para que repose la Divinidad. Di-s se acerca a nosotros pues busca que nos alegremos en Su festividad.

Pero… la convivencia no es fácil...
Si existe algo que hoy en día todos tenemos amplio conocimiento sobre ello, son los tan afamados conflictos conyugales entre parejas y matrimonios. Un buen día se amaban profundamente, se fueron a convivir juntos; y a la semana, casi como por arte de magia, ya siquiera podían verse el rostro.

¿Qué sucedió?, ¿qué fue lo que hizo cambiar tanto de parecer a estos “enamorados”?, ¿no era que se amaban?, ¿no se juraban “amor eterno” hace unos días? La convivencia… hay muchas situaciones que se descubren únicamente conviviendo con la otra persona.

En realidad, Hashem siempre quiere convivir con nosotros, todo el año. Sólo que en estos días poseemos un medio material el cual podemos aprovechar como objeto motivador para cumplir este mandato. Si no podemos efectuarlo durante todo el año, al menos aprovechemos esta oportunidad única más objetivizada.

A tal punto nos desea como “compañeros de hogar” que Rabí Janiná nos enseñó que (Makot 23 b): “Quiso Di-s ameritar al Pueblo de Israel por ende les aumentó a ellos en Torá y preceptos…” ¿Y esto por qué?, ¿para qué son necesarios 613 mitzvot? Nos contesta el sabio: para que tengamos presente a Di-s a cada segundo de nuestra cotidianeidad, a cada paso a efectuar, siendo así más sencillo seguir Sus caminos. Para ameritarnos. Descomprimirnos la labor. Recordatorios a cada momento que se representan con conductas diarias. En la vida de los preceptos, ¡tenemos leyes hasta para ir al lavabo!

Pero… ¿podremos convivir con otro Ser sin antes conseguir convivir con nosotros mismos? Bien sabemos que el individuo nace, vive y muere (Di-s no permita) en sociedad. También en lo que refiere a los preceptos, existen cantidades de estos que pueden efectuarse exclusivamente con la presencia de un compañero, de un prójimo. Claro que es más que suficiente para darnos cuenta que no podemos apartarnos de todos y vivir en soledad. Cada uno es indispensable para el sistema social (¿se imaginan si cada uno de nosotros debería ser a la vez doctor, escribano, vendedor, zapatero, tapicero, cerrajero, verdulero y ascensorista?). Todos necesitamos de todos para cubrir la mayoría de nuestras necesidades. Pero… ¿puedo convivir con un otro si antes no logro convivir conmigo mismo?, ¿si previamente no alcanzo aceptar mis defectos, mis falencias, mis errores, como así también, a reconocer mis virtudes?
Convivamos con Hashem, claro. Pero también intentemos analizar nuestro estado interno e interpersonal cotidiano.

¿En dónde se nos ordena convivir con Di-s?, ¿en qué sitio? En una simple cabaña. Sin bien las leyes de la construcción de la misma no son tan simples como construir cualquiera de ellas en la práctica, bien sabemos que las paredes puede ser de cualquier tipo de material, mientras cumplan el requisitos de ser firmes y que ningún viento predecible las balancee.

La medida mínima del ancho de una Sucá debe ser de siete puños por siete puños (7x7). La altura, mínimamente de diez puños (10). Si multiplicamos la medida del largo por la del ancho, nos dará como resultado 70 (7x10). ¿Casualidad? Para nada…

La Sucá representa la vida de la persona. Tal como nos enseña el Rey David en Tehilim: “Nuestra vida dura apenas setenta años, y ochenta, si tenemos más vigor…” (90:10). Por más lujos, poder o bienes que poseyemos, nuestra vida es pasajera. El Zohar (volumen 3) nos dice que: “el ser humano transita por este mundo considerándolo como si fuese propio de él, que se quedará viviendo en él eternamente.” Es una realidad. Pensamos que todo lo tenemos. Justamente Sucot nos viene a enseñar que todo tiene carácter transitorio. Todo es un “medio para…” y no un fin en sí mismo.

El Rab Amnon Itzjack explicó en una oportunidad que la criatura, ni bien sale al mundo, lo hace con las manos cerradas, simbolizando el afán del humano por llevarse muchas cosas como pertenencia. Lamentablemente, todos conocemos muy bien cómo se retira la persona del universo: con las manos abiertas. Demostrando finalmente que todo lo que se quiso apropiar, nada (excepto su alma y sus buenas acciones) pudo llevarse consigo.

Siguiendo con las leyes concernientes al armado de la Sucá, nuestros sabios nos enseñan que el techo debe estar compuesto solamente por ramas, plantas o yuyos que crezcan de la tierra y que estén arrancadas de la misma (un árbol arraigado a la tierra no serviría).

Claro que lo material debemos utilizarlo. Debemos darle un provecho. Pero… siempre y cuando esté “cortado” de la “tierra”. Si las “ramas” se encuentran “podadas”, entonces adelante… tu misión va encaminada; tratas de combinar lo material con lo espiritual. Pero si lo “terrenal” pasa a ser el fin y no el medio de la vida, si no “cortas” aquellas “raíces”, entonces tu Sucá no es apta. Tu vida no está encarrilada de manera óptima.
A fin de cuenta deberíamos repreguntarnos: ¿somos esclavos de los bienes que tenemos?, ¿o estos nos ayudan a elevarnos?

En una oportunidad un gran hombre de negocios se acercó al Rab Aharon Kotler ZZ”L para realizarle una pregunta: “mire Rab, soy una persona sumamente ocupada con mi sustento. ¡Realmente no poseo tiempo para nada! Tal es mi pena que no sé cómo organizarme para estudiar Torá. Entiendo la vital importancia de la misma. Es más, en la actualidad mantengo casas de estudios de este tipo. Puedo aumentar aún más este estilo de actos, ¿pero yo estudiar? ¡Imposible! No me dan los tiempos…en realidad yo quería saber si tendré “Mundo Venidero” por así comportarme…” El Rab lo miró unos segundos y le dijo: “Mundo Venidero seguro que tendrás, tus acciones son filantrópicas, que de eso no te queden dudas. Pero, ¿qué pasará con tu “Este Mundo”?, ¿acaso no lo deseas tener también?”.

Por otra parte, tenemos el precepto de las cuatro especies. Bien todos sabemos que cada una representa a un grupo determinado de personas:

a) Etrog (cidro): posee gusto y aroma. Apunta a los individuos que estudian Torá y se comportan con buenas cualidades.

b) Lulav (palma de palmera): tiene gusto pero no aroma. Representa las personas que tienen sabiduría pero no actos de bien.

c) Adás (mirto): tiene una buena fragancia, pero no es comestible. Representa una persona que tiene buenos actos, pero no tiene sabiduría.

d) Aravá (sauce): no tiene ni sabor ni olor. Se trata de una persona que no tiene ni buenas obras ni tampoco la sabiduría de la Torá.

Con estas cuatro especies, cuando las juntamos pronunciamos una bendición. Cabe recalcar que, para poder pronunciarla, es necesaria la presencia de TODOS los ejemplares. Habiendo dos etrogim pero sin encontrarse un lulav o una aravá, está prohibido recitar la bendición.
Si queremos que la bendición Divina repose sobre nosotros, debemos unirnos. Sin unión, no hay bendición ni nuestra ni de Hashem. Todas las especies deben estar juntas para recitarla. Aprender uno del otro. Atraer a otras personas alejadas del camino. Pero, antes que nada, saber aceptar incondicionalmente el nivel de otros individuos. Reconocer la diversidad. Entender que no todos corrieron (y corren) la misma suerte.

Esta unión característica podemos observarla durante todos los rezos. Si puntualizamos bien nos daremos cuenta que las súplicas son siempre en plural: “cúranos”, “perdónanos”, “remídenos” (ver “Amidá”). No pedimos por nosotros mismos sin antes recordar que pertenecemos a un todo. Que somos un verdadero rizoma existencial.

El Jafetz Jaim ZZ"L fue consultado acerca de las distintas costumbres que llevan a cabo los judíos de diferentes comunidades de distinto origen. Respondió: "Las diferencias entre los distintos modos de servir al Creador (dentro de quienes observan la ley acorde al Shulján Arruj), no son perjudiciales, sino -al contrario- responden a diferentes lugares por los cuales pasó nuestro exilio y los cuales reforzaron los aspectos internos de diversos grupos de Iehudim de diferentes orígenes. La suma de todas estas costumbres hace a la armonía del Am Israel. Intentar anular una costumbre a favor de otra, sería equivalente a anular una de las diferentes fuerzas dentro de un ejército (los tanques no reemplazan a los aviones, ni estos hacen la tarea de la infantería.) Ashkenazim y Sefaradim, Jasidim y Mitnagdim deben sumar sus bríos y energías -sin suprimirse unos a los otros- para crear la sinfonía que hace a la victoria espiritual esperada, al igual en que la tarea de los Cohanim, Levihim e Israelim, en su conjunto cumplían con la obra exigida por Di-s" (“VeSamajta BeJagueja", páginas 268/269).

“Y te alegrarás en tus fiestas solemnes, tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, y el levita, y el extranjero, y el huérfano y la viuda que viven en tus portones” (Devarim 16:14).

“Siete días celebrarás fiesta solemne a Hashem, tu Di-s, en el lugar que el Eterno escogiere; porque Te habrá bendecido en todos tus frutos, y en toda la obra de tus manos, y estarás verdaderamente alegre” (Devarim 16:15).

Tal como antes mencionamos previamente, en la festividad de Sucot se puntualiza enfocarnos en la “simjá”, en la alegría. También repasamos algunas leyes concernientes a la construcción de la Sucá: todo debe ser muy rudimentario y pasajero.

Pero… ¿cómo podremos estar felices habitando en pequeñas chozas apenas amuebladas?, ¿no estaríamos más alegres en nuestros verdaderos hogares?, ¿acaso no se contradice aquello de “vivir pasajeramente en Sucot” con estar alegres siceramente?

Generalmente todo lo que entristece a la persona es la envidia, los celos el “no poder llegar a…”, el anhelar más, la ambición, el deseo. Practicando e internalizado que en este mundo todo tiene categoría de inmortal, de pasajero, llegaremos a no mirar tanto lo que no poseemos y enfocarnos en lo que sí tenemos. Y allí radica la verdadera felicidad: cuando podemos valorar lo que Di-s nos manda. Así nos enseña Ben Zomá en el Pirké Avot (4:1): “¿Quién es el rico? Aquel que está contento con su parte…”

Por ello no se contradicen los conceptos. Por más cómodos y felices que podamos estar en nuestros hogares estables, por más lujo y confort que allí exista, no es hacia aquello lo que nosotros anhelamos. Lo material no es lo que nos produce verdadera felicidad y paz interior.
De esta manera seremos más felices, no estaremos alertas al auto último modelo que se compró nuestro vecino y pondremos más énfasis y energía para convivir de la mejor manera posible con Di-s y con nuestros semejantes. Pero antes… ¿y por casa cómo andamos?