jueves, 31 de diciembre de 2009

El Mimo


Érase una vez un mimo muy famoso que durante años deleitó a multitudes con la magia de su actuar. De diversas partes del mundo concurría gente a su ciudad para verlo y disfrutar de su gran capacidad histriónica. De pronto, nuestro protagonista cayó en una fuerte depresión. Aun así no dejaba de actuar y cumplir su labor.

Provocaba en el teatro la risa de los presentes, mas en la soledad de su hogar lloraba y gemía como consecuencia de su depresivo estado.

Finalmente, se decidió e inició una terapia, un largo tratamiento sin resultado alguno.
Su depresión era cada vez más intensa. Intentó entonces con remedios y ansiolíticos pero en ningún caso tuvo éxito.

Le comentó alguien que había escuchado de un médico que curaba la depresión (aun la más aguda). Tan solo debía, para ello, cruzar el océano ya que el famoso profesional atendía allende del mar.

Tiempo después, nuestro exitoso pero depresivo mimo, haciendo un paréntesis en la actuación, emprendió el largo viaje para encontrarse con el eminente doctor.

Ya en consulta, éste le recomendó distintas terapias a lo que le contestó el abatido paciente haber intentado esos tratamientos sin obtener resultados positivos.
Fue entonces cuando le sugirió determinadas drogas con los que superaría su malestar. Nuevamente el mimo le contestó que ya había intentado con tales fármacos sin resultados.

Ante tal circunstancia, el médico le indicó que cruzara el mar y concurriera a ver a cierto mimo famoso que, según él escuchó, quien presenciara su actuación superaría cualquier tipo de estado depresivo por el que pudiera atravesar.
"Un momento, doctor", le interrumpió el paciente. "Ese mimo del que usted habla ¡soy yo!. Solo ahora frente a usted lo descubro. En mí, mas que en terapias o remedios, ¡está la solución y la posibilidad de superación!".


Revista “Entre Todos Hacemos Judaica” Nº 9, páginas 41/42.

jueves, 24 de diciembre de 2009

De Teléfonos Rotos...


Cierto Shabat, un Rab muy importante se encontraba dando un curso en su día y horario habitual. Pero con diferencia a los demás días, este sabio notaba que no solo que sus alumnos no le prestaban atención, sino que, aemás, balbuceaban de una manera irrespetuosa para no escuchar sus palabras.

De pronto, frenó su discurso dando un fuerte golpe en la mesa. "¿Qué es lo que está sucediendo aquí?", preguntó con intensa angustia. El silenció se apoderó del recinto...

Al cabo de unos minutos, un joven se paró y le confesó: "perdón Rab, pero nosotros no podemos escuchar palabras de Torá de alguien que robó todos los Sifré Torá de una ciudad".

Casi pálido, este sabio muy suavemente le pregunta: "¿puedes decirme quién le comentó algo así?". Seguido a eso, el acusador le señala a otra persona que estaba sentado detrás de él. Este último se pone de pie y dice: "¡No, Rab! ¡yo no dije algo así! Simplemente le comenté al presidente de esta comunidad que usted había robado todos los Sifré Torá solamente de un templo de la ciudad, y estas palabras las escuché de ese caballero que se encuentra en aquel rincón".

Entre tantas confrontaciones, el nuevo acusado se levantó con enojo y afirmó que jamás había sacado de su boca tal cosa. Simplemente había dicho que el Rab presente había robado tan sólo un Sefer Torá.

El pobre sabio, que cada vez comprendía menos, volvió a interrogar: "¿quién le dijo a este hombre que robé un Sefer Torá?".

De pronto, al final del salón se puso de pie uno de los presentes y, con algo de vergüenza, exclamó algo increíble: "quiero aclarar que yo mismo escuché de alguien realmente importante, que este Rab robó un libro ("sefer" en hebreo) de comentarios de Torá".

Ya sin saber cómo actuar, el sabio rompió el silencio y dijo: "querido mío, ¿podrías decirme por favor quién es esa persona tan importante que exclamó semejante barbaridad sobre mí?".

Bajando la cabeza y lleno de vergüenza, este hombre señala al Rabino principal de la comunidad, quien se hallaba tranquilo estudiando Torá.

Lo interrumpen en su estudio por la gran importancia que tomó el asunto, le explican la situación y con una actitud que mostraba que todo había sido una tremenda confusión, exclama tranquila y pausadamente: "les quiero contar que el último curso de nuestro querido disertante al cual ustedes acusan, fue tan sorprendente e increíble que quedé fascinado. En eso me dije para mi mismo: `seguro que unas palabras tan lindas las había robado de algún libro de comentarios de Torá`".

No es posible que por escuchar una frase la distorsionemos de acuerdo a nuestro estado de ánimo en tal momento. El pobre rabino de esta historia ya estaba en boca de todos porque a uno se le ocurrió cambiar una "palabrita", tan solo una, que casi le iba a modificar todo su status y reputación.

Alguien escuchó "robar" y ya con estas cinco letras hizo toda una mezcla de conceptos que podían haberle arruinado la vida propia y la de su familia.

Aprendamos a valorar el habla y controlar lo que sacamos de nuestras bocas. Y por sobre todo, aprendamos a no provocar "teléfonos rotos..."

Publicación semanal “Para vos, Mamá!” Nº6

viernes, 18 de diciembre de 2009

Los Tefilín Y La Acupuntura China

La revista inglesa “Journal of Chinese Medicine”, la más conocida y prestigiosa publicación occidental especializada en medicina china en general y acupuntura en especial, publicó en su edición número 70 (octubre 2002) un artículo sobre los Tefilín.

En la Web de este medio, se afirma que los puntos donde los Tefilín tocan la cabeza, el brazo y la mano, son exactamente los mismos puntos utilizados en el procedimiento de acupuntura para aclarar la mente y darle paz espiritual al paciente.

Tefilín: una prescripción antigua de un punto de acupuntura

El Tefilín es un ritual de plegaria ancestral que consta en dos pequeñas cajas de cuero, cada una ligada a unas tiras de cuero. Una caja esta ubicada en los bíceps del brazo más débil y la segunda ubicada en la cabeza. La tira de los bíceps es enrollada a lo largo del brazo en una manera cuidadosamente prescripta. La parte trasera de la tira de la cabeza es atada en un nudo y cuidadosamente ubicada en la base del cráneo.

La no conocida propuesta del Tefilín es elevar la conciencia espiritual del hombre que lo viste. Si examinamos donde están ubicados los nudos y las vueltas desde el punto de vista de la Acupuntura Medica China, se ve que el Tefilín forma una formula puntual potente de acupuntura con el propósito de elevar el espíritu y clarificar la mente, ubicada en la estructura gobernante llamada: “Du Mai”. Esta es un extraordinario meridiano que llega a la columna vertebral y penetra en el cerebro.

Es bien conocido por su habilidad de tratar desordenes psiquiátricos e influenciar la mente. La acción espiritual de los puntos de acupuntura en “Du Mai” puede ser explicada porque esta tiene la relación más cercana con el cerebro, el cual es considerado como cobijo del espíritu. Una relación más estrecha del “Du Mai” con el espíritu es encontrada desde su vía anterior, que directamente lo conecta a la morada del espíritu, el corazón.

Se encontraron algunas sutiles diferencias entre sefaradim, ashkenazim y jasidim por las distintas formas de colocar el Tefilín, pero independientemente de cual de ellas sea, es claro que ponerse Tefilín es la única manera de estimular un muy preciso grupo de puntos de acupuntura que aparecen como aclaradores mentales y armonizantes del espíritu.

Cada uno de estos puntos tiene distintas propiedades: algunos benefician a la memoria y la concentración, tratan el dolor de cabeza, el mareo, el golpe. Otros tratan la psicosis, la miopía, la pérdida del olfato. Ciertos puntos calman la mente y ayudan a tratar enfermedades mentales. También hay algunos que combinados o solos tratan la demencia, el miedo, el terror. Otros disminuyen la ansiedad y la tensión.

Si alguno le entrega a un acupunturista esta fórmula de acupuntura y pregunta qué era lo que estaba siendo tratado, no cabe la menor duda que cuestiones mentales y espirituales son gran parte de este modelo. Lo que es sorprendente es que esta fórmula haya sido encontrada en un procedimiento no médico que fue constantemente practicado por miles de años. Incluso la forma en que se enrollan los Tefilín es ideal para estimular ciertos puntos en la mano del canal pericardiano.

La ciencia moderna descubre hoy los beneficios que posee lo que Di-s nos entregó hace más de 3000 años. Valoremos nuestra Torá y sepamos que todo lo que está contenido en ella es para nuestro bien.


Extraído del periódico "La Tribuna Judía"

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Januká: La Llama Silenciosa


Nos encontramos muy próximos a la celebración de “Januká”, también conocida como “La fiesta de las luminarias”. ¿Y “luminarias” por qué?

El Talmud en el tratado de Shabat (21 b) nos enseña: “En el 25 de Kislev, los ocho días de Januká no son días de duelo y de ayuno. Porque cuando entraron los griegos al Santuario, impurificaron todos los aceites que estaban allí. Y cuando se levantó el reino de los Hasmoneos y fueron victoriosos, buscaron y encontraron tan solo una vasija de aceite en la que estaba el sello del sumo sacerdote, y era suficiente solamente para un día (para encender las velas de la Menorá - candelabro de siete brazos), se hizo un milagro y estuvieron prendidas ocho días. Al año siguiente se decretó estos días de alabanza y agradecimiento”.

Aprendemos de aquí que en las luminarias fue en donde hicieron hincapié nuestros sabios, más que en otro suceso. Porque, a decir verdad, podrían haber puntualizado más en la victoria bélica en sí, que de hecho fue más milagrosa ya que hubo que vencer a un imperio griego preponderante, siendo los soldados judíos inexperimentados y quizá sin llegar a poseer el título de “soldados”. Pero no…

¿A qué se debe esta puntualización? ¿Por qué tanto énfasis en un suceso como este? Aparentemente, ¡estaban exentos de cumplir el precepto del encendido ya que no tenían los medios para conseguirlo de manera pura!, ¡fue un percance! (el proceso para conseguir aceite de oliva puro duraba ocho días).

El procedimiento del encendido es prender una vela por cada día a lo largo de los ocho días de la festividad (la ley queda establecida como Bet Hilel). De manera ascendente, el segundo día encendemos por el segundo y también por el primero, el día anterior. Y así sucesivamente. Iluminamos primeramente la del día en que estamos y luego recordamos los anteriores.

Cabe recalcar que nuestros sabios aconsejan utilizar aceite de oliva puro, tal como se utilizaba en el Santuario y tal como fue encontrada por los Hasmoneos en aquel entonces.

Es para asombrarse por qué habiendo poseído tan poco aceite no lo diluían con agua u otro líquido y así les duraría seguramente los ocho días que necesitaban para realizar un nuevo aceite. ¿Por qué decidieron lanzarse y arriesgarse a prender solamente un solo día? ¡Nuestros sabios nos enseñan que la persona no debe esperar que ocurran milagros divinos!

Los judíos de aquel entonces prefirieron conservar la pulcritud, la pureza del aceite, aunque sabían que no les alcanzaría para los demás días. Con su actitud demostraron que es preferible en menor medida pero bien, antes que en mayor magnitud pero “a medias”. Tal como reza el refrán popular: “más vale pájaro en mano que cien volando”. Y no por ser menos cuantitativamente es sinónimo de menores méritos. Antes que nada, la calidad, la buena actitud. Hashem valora el esfuerzo. No todo se mide en cuestión de cantidad.

También podemos aprender de ellos que hicieron lo que estaba en sus manos realizar. Luego Di-s diría que ocurrirá. Entregaron sus almas y no se preocuparon por el mañana. Confiaron en el Todopoderoso que haciendo las cosas como corresponde, obtendrían ayuda celestial. Pero no dejaron todo “a la buena de Di-s”, sino que hicieron su esfuerzo: encendieron el primer día, lo que se encontraba a su alcance.

No mezclaron el aceite con agua para demostrarnos que nuestras intenciones siempre deben ser puras, sin dobles interpretaciones. En muchas oportunidades queremos demostrar que hicimos tal obra de bien, que ayudamos a aquel pobre que nos llamó, que visitamos a un enfermo abandonado, que donamos un aula a una institución educativa. Si bien son actos loables y dignos de imitar, si pensamos realizarlos para que todos nos aplaudan y coloquen una placa con nuestro nombre, estamos diluyendo nuestro “aceite” con agua. La pulcritud de aquel acto ya no es totalmente pura. Tiene dobles intenciones. Busca el honor, la fama, el reconocimiento. ¿Por qué todos deben enterarse de nuestros actos buenos?, ¿por qué han de saber el monto de la donación que efectuamos?

Un carnicero le había regalado a un humilde hombre un buen corte de carne. “¿Y?, ¿cómo estuvo la carne?, ¿sabrosa?”, le preguntó el carnicero bondadoso. “Oh, sí, estuvo muy rica! ¡Le agradezco!”, contestó el hombre.
Esta escena se repetía casi diariamente. El pobre llegó a recapacitar que hubiese sido mejor no haber recibido el obsequio, antes que tener que recordar a diario que había tomado un favor.


Y también en acciones pequeñas, muchas veces nos quedamos frustrados porque no recibimos un “gracias” de la contraparte. Claro que como personas educadas debemos ser agradecidos y reconocer los favores que nos hacen, pero cuando nosotros somos los benefactores no esperemos el agradecimiento. Realicemos actos positivos no para recibir el “gracias” o los halagos posteriores, sino porque deseamos favorecer a otra persona, a otro ser humano. Simplemente por eso. Sin dobles intenciones.

Cuando Reubén trajo del campo jazmines para su madre Lea, Rajel le pidió:”'¡Dame por favor de los jazmines de tu hijo”'. La respuesta de Lea fue: “¿Es poco quitarme a mi marido que también quieres tener los jazmines de mi hijo?” (Génesis 30:14-15).

Pero si recordamos bien la historia, fue justamente gracias a Rajel que Leá pudo casarse con Iaakov.

Iaakov trabajó siete años para que su futuro suegro Labán le conceda a Rajel como esposa. Pero fue engañado. Como Iaakov sabía que su suegro no era una persona del todo correcta y le cambiaría a Rajel por Leá, acordó con la primera unas señales. En la boda él le preguntaría aquellas, si le respondía correctamente, quería decir que era ella y no Leá.

Pero… ¿cómo llegó Labán finalmente a engañarlo?, ¿acaso no utilizaron aquella técnica?, ¿no tuvo su efecto?

Como Rajel (hermana de Leá) observó que su hermana sería avergonzada en público al no saber contestar las preguntas de Iaakov, le enseñó aquellas señales a Leá. Rajel implícitamente fue cómplice del engaño hacia su futuro y amado marido.

Y ahora Leá le expresa: “¿Es poco quitarme a mi marido que también quieres tener los jazmines de mi hijo?”, ¡al contrario! ¡Leá fue la que le `robó` el marido a Rajel! Y no sólo eso, ¡sino que Rajel la ayudó para que no se avergonzara y se haga realidad las nupcias!

De todas maneras, Rajel no emitió palabra. Podría haberle dicho: “¿no te acuerdas por el mérito de quién te casaste?, ¿quién te ayudó a que puedas efectuar enlace?, ¡si no fuese por mí seguirías soltera!”, pero no… se quedó callada. ¿Por qué debería reprochar en cara sus buenos actos?

El exágeta “Daat Sekenim” explica que estas señales se trataban ni más ni menos que de leyes. Rajel le enseñó a su hermana las halajot concernientes a la separación de la Jalá, el encendido de velas y las leyes que respectan a la pureza familiar. Según esta idea, Rajel ni siquiera le contó a su hermana que le estaba haciendo un bien. Simplemente le trasmitió estas leyes como conocimientos generales. En realidad, la verdadera intención de Rajel era que Leá pudiera contestar a las preguntas que le hiciera Iaakov en la boda. Pero no le contó su intención. Hizo un acto de bien sin necesidad de forzar a terceros para que le agradezcan por sus actos.

Festejamos una victoria bélica simplemente a través de unas pequeñas velitas inofensivas. “¿Por qué no utilizan pirotecnia, antorchas, bombos y platillos? ¡De esta manera expandirán más el milagro!” (“pirsumé nisá”). Justamente, Januká nos enseña que debemos ser humildes. Festejar sin provocar ruido, sin llamar la atención. Mientras que otros pueblos se regocijan, comen, se emborrachan y hacen saber a cuatro vientos sus “objetivos alcanzados”, el pueblo de Israel mantiene la calma y el recato. No se descontrola. Tal como nos enseña el profeta: “Él te ha dicho, oh hombre, lo que es bueno, y qué es lo que el Eterno pide de ti; sólo hacer justicia, y amar la misericordia, y andar humildemente con tu Di-s" (Mijá 6:8).

Por eso también encendemos todos los días una luminaria más y aun siendo un incremento de luz, no por ello provocamos más murmullo. Debemos aumentar en méritos (tal como las luminarias), pero siempre sin provocar que los demás hablen y se enteren de nuestros actos.

El Talmud nos enseña que una alcancía casi vacía, si posee unas pocas monedas, al moverla, el ruido que se efectuará será intenso. En cambio, al mover un cofre totalmente lleno, no se oirá sonido alguno. Las personas que poseen contenido espiritual suficiente, colmados de significado, no producen murmullos, pasan desapercibidos. En cambio, los sujetos que no llenan mucho su espíritu completamente, al sacudirse provocan intensos ruidos y llaman la atención.

Escuché de un Rab decir que hoy día es tanta la búsqueda de honores, que existen personas que realizan actos “a escondidas” y ya planean cómo hacer para que los descubran…

Claro que es muy difícil poder diferenciar cuando realmente actuamos sinceramente o cuando existen dobles intenciones. El ser humano necesita motivación para accionarse y no será muy difícil brindarse incondicionalmente. Es más, creo que es casi imposible que aquello suceda. Pero, al menos, intentando llegar a aquel nivel, deseando y anhelando, ya estamos haciendo mucho… y vamos en camino.

La Mitzvá se cumple encendiendo las velas en el momento que salen las estrellas. ¿Pero por qué hace falta que sea de noche?, ¿acaso el milagro ocurrió en ese momento?
La luz en el día no es percibida. El Sol ocupa el lugar de la luz eléctrica (casi en su totalidad) cuando los rayos de este aun se encuentran. Pero cuando oscurece… ¡necesitamos de la electricidad!

En tiempos de oscuridad espiritual, alumbramos las noches con una simple y serena vela, demostrando que tan sólo un poco de luz, por mínima que sea su cantidad, cuando la noche es muy intensa y palpable, mucho puede iluminar. Pequeños actos en épocas tan duras de asimilación y desprecio hacia los preceptos, valen mucho más que en tiempos anteriores.

Es la luz de esta vela las que nos mantuvo y nos mantiene como pueblo a lo largo de miles de años. La luz se compara a la Torá, tal como dice el versículo: “Porque la vela es la Mitzvá y la Torá es la luz” (Mishlé 6:23). Y aunque nuestros opresores aumenten cada día, Di-s no nos deja solos. Él se encuentra acompañándonos aun en tiempos difíciles.

No pensemos que porque existe la ONU, los Estados Unidos o el Estado de Israel estamos a salvo de nuestros perseguidores. Claro que nos sirve como defensa a nivel mundial. Pero… no depositemos nuestras esperanzas en personas. Si Di-s no quiere proveer de la fuerza y poder suficiente para que aquellos organismos nos defiendan, todo será en vano.

Justamente es cuando confiamos en las personas de carne y hueso cuando Di-s nos demuestra que lo necesitamos pura y exclusivamente a Él. Invoquemos a Hashem, miremos al cielo, contemplemos nuestro alrededor. Confiemos solamente en Él, que es la única solución posible y final.

La palabra “Januká” proviene también del vocablo “jinuj”, es decir, educación. Debemos auto educarnos en aras de conseguir pulcritud en nuestros actos. Para alcanzar la pureza del aceite de oliva. Para incentivar a otros individuos encendiendo otras “llamas”, otras almas, al servicio divino ("Candela de Di-s es el alma del hombre", Proverbios 20:27), de manera ascendente, cada vez más, casi una por día. Aceite de oliva puro, sin mezclas ni conservantes. Al menos lo más íntegro posible... ¡Pero atención! El proceso también lleva su tiempo… no se torna tan sencillo “elaborar” un aceite tan pulcro, como ninguna cosa en la vida…

Cuando lo logremos o nos aproximemos hacia aquel objetivo, seremos casi como las estrellas: de lejos parecen pequeñas, como diminutos lunares… pero cuando nos acercamos realmente a ellas, su grandeza y brillantez es tal, que su tamaño logra ocupar planetas enteros.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Si Alguien Se Te Acerca...

Si alguien se te acerca con frío, es porque tu tienes para ofrecerle calor.

Si alguien se acerca con alegría... es porque tú tienes siempre una sonrisa para ofrecer.

Si vierte ante ti sus lágrimas... es porque de ti espera el consuelo.

Si te ofrece sus versos... es porque tú tienes la música.

Si te confía su sufrimiento... porque de ti espera un remedio.

Si llega con sus confidencias porque en ti busca la escucha.

Si con hambre... es porque puedes proporcionarle alimento.

Con besos... porque tú eres la dulzura.

Si te confía sus dudas... es porque tú le marcas el camino.

Con orquestas... porque tú eres la fiesta.

Con desánimo... es porque tú sabes ser un estímulo.

Con fantasía... es porque tú sabes la realidad.

Con desesperación... porque en tí encuentra una razón válida.

Con entusiasmo... porque no duda de que vas a vibrar con sus esperanzas.

Cuando te confía un secreto... Es porque tiene segura tu complicidad.

Cuando alguien se acerca a ti inquieto es porque tú, sabes infundirle serenidad.

Cuando deposita en ti su confianza... es porque encuentra en ti su fuerza.

Cuando te confiesa sus miedos... ¡¡¡es porque tú eres amor!!!

Nadie llega a ti por casualidad... Todo encuentro es un proyecto de Di-s

El mundo está en las manos de Di-s y de aquellos que tienen el valor de soñar y que se atreven a correr el riesgo de vivir sus sueños.


Publicación semanal "Or Mizrah" Nº361