domingo, 11 de diciembre de 2011

Cicatrices de Amor


En un día caluroso de verano en el sur de la Florida, un niño decidió ir a nadar a la laguna que estaba detrás de su casa. Salió corriendo por la puerta trasera, se tiró un clavado inmediatamente y nadaba feliz... .No se daba cuenta de que un cocodrilo se le acercaba.

Su mamá desde la casa observaba por la ventana, y vio con horror lo que sucedía. Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía.

Oyéndola, el niño se alarmó y viró nadando hacia su mamá. Pero fue demasiado tarde. Desde el muelle la mamá agarró al niño por sus brazos justo cuando el caimán le agarraba sus piernitas. La mujer jalaba determinada, con toda la fuerza de su corazón. El cocodrilo era más fuerte, pero la mamá era mucho más apasionada y su amor no la abandonaba.

Un señor que escuchó los gritos se apresuró hacia el lugar con una pistola y mató al cocodrilo.

El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, aún pudo llegar a caminar. Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó al niño si le quería enseñar las cicatrices de sus pies. El niño levantó la colcha y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo se remango las mangas y señalando hacia las cicatrices en sus brazos le dijo: "Pero las que usted debe ver son estas".

Eran las marcas de las uñas de su mamá que habían presionado con fuerza.

"Las tengo porque mamá no me soltó y me salvó la vida".

Nosotros también a veces tenemos cicatrices de un pasado doloroso. Algunas son causadas por nuestro mal proceder, pero algunas son la huella de Di-s que nos manda mensajes y nos sostiene con fuerza para que no nos desviemos de nuestro camino.

Recuerda que si te ha dolido alguna vez el alma, es porque Di-s te ha sujetado demasiado fuerte para que no caigas.


Semanario "Or Mizrah" Nº402

domingo, 4 de diciembre de 2011

La Madre Ejemplar



La familia Kanheman vivía en Lituania. El frío era de tan magnitud que cuando nevaba era imposible salir sin estar muy bien abrigados y con un buen par de botas.
Ellos tenían seis hijos pero un solo tapado y un par de botas.
Una noche de invierno se discutía quién iría al día siguiente a la escuela, al no poder salir sin tener botas y tapado.

El mayor de los hijos, Iosef Shelomó ya estudia Guemará, su hermano comienza a estudiar Mishná, Meir está completando el conocimiento de las letras... ¿a quién se llevará mañana a la escuela?, era la pregunta de la mamá.

En la madrugada, la madre halla la respuesta...
Levanta a su hijo mayor, le pone el tapado, le calza las botas y sale con él a la escuela.
Ha nevado toda la noche y el frío es de aquellos que cortan la cara, pero la madre se superpone al frío y lentamente llega a la escuela vacía, deja a su hijo, pero antes le saca el tapado y las botas, regresando a su casa.

Ahora, despierta a su segundo hijo, lo hace vestir, le pone el tapado, las botas, saliendo con él hasta la escuela. La nieve golpea sobre su rostro, pero ella sigue y sigue hasta que llega al colegio y hace lo mismo que hizo con su primer hijo: le saca el tapado, las botas y vuelve a buscar a su próximo hijo. Bajo el frío intenso, aún con las manos congeladas, esa madre hizo el viaje hacia la escuela doce veces, todos los días, con la intención de que ninguno de sus hijos se quede sin estudiar.

Las consecuencias fueron muy fuertes: la madre se enfermó, el médico le diagnosticó pulmonía.

El Rab Kanheman solía contar este hecho muchas veces para contrastar las comodidades de hoy en día, con la situación que él vivió de pequeño en su casa. Tuvo muy presente el sacrificio de su madre y todo el esfuerzo que hizo para que él estudiara Torá.
Se decía de él: "¿de dónde sacó las fuerzas para reponerse de la barbarie nazi que arrasó con toda su familia, sin padres, hermanos, tíos, esposa e hijos?"
¿Cómo una persona llega en medio de la guerra a Israel y decide fundar una ieshivá? ¿Quién iría a estudiar allí? Sin embargo, lo hizo. Sentía que su madre le decía: "Iosef Shelomó, fundá la ieshivá, tú puedes". Y él, en esas colinas áridas de Bené Berak, fundó Ponevich, hoy con más de 2000 alumnos.

Quizá se pueda decir que la piedra fundamental fue puesta por esa abnegada madre que con su ejemplo enseñó más que tantos libros y enciclopedias.


Extraído del "Or Daniel"

lunes, 17 de octubre de 2011

Auto...¿estima?



En estos últimos tiempos, el consumo se ha convertido en la poderosa arma y engranaje principal de las economías capitalistas. La influencia social en este aspecto se vuelve determinante para ensanchar aun más este factor de riesgo, arrastrando a la humanidad más cerca del abismo y más lejos del conformismo.

Ambición, lujuria, envidia, engaño, toda acción es válida a fin de alcanzar –en cuanto podamos- aquello que nuestros ojos codician. Hasta somos capaces de endeudarnos y sacar créditos millonarios -aun sin saber a ciencia exacta cómo haremos para pagarlos; o bien, aceptando que recién nuestros tataranietos podrán hacerse cargo del compromiso asumido- con tal de no ser menos que el vecino. “¿Por qué él puede tenerlo y yo no?”. Quizá innecesario, tal vez no, el punto es dar luz verde a todo impulso repentino que se despierte en nosotros, sin necesidad de revisión y/o análisis. “Siento, hago.”

El propio humano se transformó a sí mismo en un bien de consumo. Siente su vida como un capital que debe ser invertido provechosamente. Si lo logra, habrá triunfado y su vida tendrá “sentido”; caso contrario, será un “fracasado”, sin razón de ser ni de existir.

Si en el siglo XIX la problemática se planteaba como la “muerte de Di-s” (jzb”sh), en nuestro siglo la dificultad podría estar representada como la “muerte del hombre”. Lo mismo que él ha creado se ha tornado en su propia contra.

Ello explica -quizá- por qué cada vez encontramos más personas depresivas, individuos que se sienten carentes de sentido, de contenido, con crisis existenciales, que no encuentran un proyecto vital. Sufren un verdadero síndrome de des futuro. Marginados y excluidos del sistema. “No hay lugar para todos; para triunfar yo, debo hundir a mi compañero, alguien debe perder”.

Quizá ahora se entienda un poco más el juego al que tanto estábamos acostumbrados a jugar en el jardín de infantes: “el juego de la silla”. ¿En qué consistía?

Se colocaban sillas en ronda. Siempre una menos de la cantidad total de alumnos. Si eran 20 infantes, se ordenaban 19. Al escuchar la música los chicos debían dar vueltas alrededor de las sillas. Cuando la melodía se detenía, cada niño debía buscar un lugar para sentarse. Aquel que no lo encontraba, “perdía”, se quedaba fuera. Así el juego continuaba, quitándose una silla en cada oportunidad. El que se quedaba último se transformaba en el gran “ganador”.

El mensaje que nos transmitían nuestras tiernas e inofensivas “señoritas”, maestras jardineras -aun sin quererlo pero muy claramente- era: “para triunfar en la vida hay alguien que obligatoriamente debe perder; algún rival se debe hundir. No hay lugar para los dos.” En vez de observar a mi compañero como un aliado, lo transformo en un claro rival; o es él o soy yo. La ley de la selva.

El mejor exponente de una sociedad como la nuestra -occidental y democrática- es el adicto (si bien es cierto que la adicción no se limita tan sólo a la ingesta de sustancias, tomaremos este ejemplo a modo explicativo y referente de “adicción”).

Si antiguamente se observaba al consumidor de sustancias como “híper adaptado” a una sociedad de consumo, hoy día se ha transformado en “normal”. “Normal” y a la vez juzgado por el mismo sistema que constantemente incentiva a sus habitantes con mensajes de consumo impulsivo e inmediato. “¡Llame ya!”, de inmediato -no sea cosa que pasen unos minutos y se dé cuenta que el producto no lo necesita en absoluto-“. Paradójicamente, el adicto se vuelve un referente de la sociedad de consumo, pero al mismo tiempo es censurado duramente por las leyes regionales.

Esa falsa ilusión que “somos libres y elegimos”, se desdibuja a los pocos instantes de reflexión, cuando apreciamos (si es que nos dan tiempo suficiente para pensar…) que no somos más que esclavos de la sociedad que nos empuja a la esclavitud, transformando a los humanos en consumidores pasivos, externos, eternamente expectantes y hambrientos. En un “eterno lactante”, según Erich Fromm, que bebe de una gran mamadera, que es el mundo. “Por estar enajenado en mí mismo necesito, de alguna manera, llenar ese vacío”, y allí surge ese “llenar” con sustancias dañinas aquello que no puedo llenar con sentido vital, de existencia.

Así, el hombre queda fuera de sí mismo. Identificado con los valores de mercado. “Vales por lo que produces”. Más que poner atención en el adentro, en su propia esencia, su mirada se fija en el exterior, en el mundo circundante. Condicionando su manera de ser, de obrar, en base a los estímulos ajenos a sí.

Dependiendo de factores externos a nosotros mismos para lograr la ansiada felicidad, nos alejamos cada vez más de la verdadera dicha. No quiere decir que si nos gusta comprarnos ropa y demás productos, seremos “pobres infelices” y desajustados psicológicamente. En absoluto. Ahora bien, si nuestra felicidad completa, total y absoluta depende únicamente de estos factores; si nos valemos meramente por aquel auto que acabamos de adquirir, deberíamos chequear bien qué anda pasando con nosotros mismos que exclusivamente llenan nuestra existencia toda objetos puramente materiales.

La valoración propia, hacer foco en lo interno, nos permite conectarnos más con nuestro eje existencial; tomar distancia de las miradas e ideologías externas, para así actuar desde nosotros mismos: con nuestra idiosincrasia, metas y objetivos a alcanzar.

No es un tema menor. Si nuestro ideal es vivir como judíos observantes y pensantes, no podemos dejar de reflexionar en este asunto. También por nuestros hijos, que no por ser pequeños quedan excluidos de este factor sintomático de la sociedad padeciente. ¡Hasta en la misma escuela el dueño de la pelota decide quién, a qué y cuánto tiempo se juega! ¡Un niño de 6 años ejerce poder sobre sus pares, sometiéndolos, mientras estos mismos aceptan someterse a sus caprichosas órdenes, quedando invalidados como sujetos, sin derechos a quejas! (no sea cosa que por protestar, el “dueño” no los deje jugar…)

En el Seder de Rosh Hashaná, una de las típicas comidas que se acostumbran a ingerir, es la famosa cabeza de pescado. “Que en el año entrante seamos cabeza y no cola”, dice la tía con ahínco. Ahora bien, ¿qué tiene de negativo ser “cola”?, ¿acaso la “cola” no llega también a la meta? Claramente lo hará un tanto después, pero ¿qué apuro hay?

El mensaje que nuestros sabios nos quieren dejar es el siguiente: “que seas cabeza” en tus metas a alcanzar; que los objetivos que te plantees sean por un deseo interno y propio, desde tu propia esencia; no arrastrado por un “cabeza” que no sea la tuya; no debes ser “cola” de ninguna ideología de la sociedad, siempre “cabeza”, propulsor de tu propio destino (Gaón de Vilna).

Cuando llegamos al punto de llenarnos con “algos” externos a nuestra propia esencia, deberíamos replantearnos qué tipo de valor nos damos como personas, como seres humanos. ¿Estamos contentos con la vida que llevamos?, ¿nos gustaría modificar algo?, ¿qué cosa?, ¿aceptamos nuestros defectos?, ¿reconocemos que no somos perfectos?, ¿lo aceptamos?, ¿lo negamos?, ¿pensamos que podremos alcanzarlo de todas formas?, ¿realmente llegamos a gustar de nosotros mismos en todo sentido de la palabra, con nuestros defectos y nuestras virtudes?

“Y creó Di-s al ser humano a imagen Suya; a imagen de Di-s lo Creó a él; varón y mujer los Creó a ellos” (Génesis 1:27).

La Torá nos deja claro el valor que poseemos tan sólo por ser humanos. Una chispa divina, un pedazo de Di-s es la esencia de nuestra persona. Por eso no es nada sencillo ofender a nuestro compañero… ¡un fragmento de Di-s está siendo agraviado!

Cada individuo que respira, que se encuentra con vida, más allá de la situación bio-psico-social en la que se encuentre, se halla en el mundo con una función, con un propósito, con una misión a desarrollar. “¿Cuál será mi misión en este mundo?”. Podemos pasarnos la vida buscando la respuesta a aquel interrogante; seguramente existan muchas personas que se van de este mundo sin hallar una contestación concreta (¿la habrán buscado realmente?), pero debemos saber que –cueste o no entenderlo- todo tiene una finalidad.

¿Acaso somos reproducciones inútiles de la especie humana?, ¿clones, producto de la ciencia moderna? ¿Un Ser Completo y Magnífico Otorga vida a individuos para perder el tiempo, sin ninguna meta u objetivo?

Así como poseemos rasgos únicos en nuestros rostros pero no por ello dejamos de pertenecer a la especie humana, así también tenemos características y talentos parecidos a los de nuestro semejante, más no iguales. Nadie y absolutamente nadie en el planeta puede reproducir las capacidades y aptitudes de cada individuo en particular.

Seguramente cada uno sabrá qué lo hará sentirse autorrealizado como sujeto. Es algo muy personal. Aun así, me parece interesante compartir algunos tips que pueden ser de utilidad o disparador de ideas, para aquellas personas que aun estén en la búsqueda o deseen mejorar su autoestima:

1) Anotar en una lista las obligaciones cotidianas.

“Hacer la cama”, “preparar el desayuno”, “barrer el comedor”, “planchar las camisas”, “hacer las compras”, “sacar la basura”. Ocupaciones a corto plazo, las de todos los días. No hace falta anotar metas inalcanzables ni que lleven meses de preparación. Llevar la lista en algún bolsillo o cartera y a medida que se van haciendo, ir tachándolas. Al final del día, observar todas las cosas que hemos hecho. ¡Sorprendente!

Llevamos una vida tan acelerada, que ¡hasta nos olvidamos todo lo que hacemos en el día! De esta manera, llevaremos un registro de nuestras ocupaciones. Aun siendo obligaciones que nos corresponden como padres, esposos o hijos, quedará una marca de nuestra labor, por más insignificante que pueda parecer. Le diremos a cada una de ellas: “a pesar de mis corridas, te tengo en cuenta; y gracias a ti puedo percibir que dispongo de capacidad suficiente para realizar infinidad de acciones provechosas y necesarias; para mí, para los otros, para los míos, para los tuyos; para todos”.

El hecho de “tachar” también produce una satisfacción de realización. Un constante “llegué a la meta propuesta”.

También observar que alguna ocupación de la lista no se tildó, nos comprometerá aun más para realizar dicha tarea. Quedará un registro de un quehacer voluntario que quisimos hacer pero no hemos llegado.

Al observar la lista al final del día, asimismo resulta interesante ir recordando mentalmente cómo fue realizada cada actividad. “¿Cómo me sentí?, ¿lo hice realmente como lo tenía planeado?, ¿efectué ocupaciones por obligación, por placer?, ¿invertí mis mayores esfuerzos?, ¿podría hacerlo mejor en una próxima oportunidad?, ¿por qué dejé de hacer tal o cual cosa?”

2) Hacer bien a otros.

En un sistema individualista, en donde se hace difícil pensar en otro; en donde “otro” es sinónimo de competencia y no de complemento; en donde prevalece la ley del más fuerte, la ley de la selva, quizá esté resentido el hecho de preocuparse por los demás.

Llamar a una tía que vive sola, a una abuela que enviudó, visitar a una pareja de ancianos, pueden ser -tan solo- algunos ejemplos de todo lo que podemos hacer por nuestro semejante (nota mental: a veces no tendremos que caminar ni siquiera 5 pasos para encontrar algún necesitado; en nuestro mismísimo hogar existe una esposa que necesita que alguien bañe a los chicos o les sirva de comer… el verdadero favor al prójimo comienza por casa…)

Y aunque parezca que damos y no tomamos nada a cambio, creo que ¡recibimos más de lo que otorgamos! (claramente que este no debe ser el motivo que nos promueva a dicho accionar; caso contrario, entraríamos nuevamente al modelo egocéntrico y apático reinante). Nos da el valor que podemos ser “algo” para otros. Que existen personas que nos esperan, que están pendientes de nuestra visita. Que sienten que estamos con ellos. Que les “alquilamos” nuestros oídos sin cobrarles siquiera una moneda de alquiler. Que los valoramos por su calidad de humanos, sin esperar nada a cambio.

Sin dudas que si nuestra ESTIMA depende pura y exclusivamente del AUTO por el cual tanto pagamos, podremos decir con seguridad que andamos carentes de sentido. Algo anda fallando en nuestros “motores”.

“Auto… ¿estima?” Depende de qué sentido le des a tu existencia. ¡A poner en marcha los motores!

martes, 4 de octubre de 2011

¿Tienen las Mujeres Algo que Ocultar?



Pregunta:


¿Por qué el judaísmo ordena a las mujeres mantener sus
cuerpos cubiertos? ¿Hay algo vergonzoso o malo en el cuerpo de la
mujer? ¿Por qué una mujer tiene que esconderse sólo para que otros no
se sientan tentados?

Respuesta:


Asumes que la única razón para la vestimenta modesta es
evitar la tentación. Mientras este puede ser el caso en otras
religiones, para el judaísmo no es cierto. La manera judía de la
vestimenta modesta no es sobre cómo otra gente ve a las mujeres, sino
cómo las mujeres se ven a ellas mismas. Cubrir algo no siempre
significa avergonzarse de ello. ¿Alguna vez te has dado cuenta de cómo
tratamos a un Rollo de Torá? Nunca lo dejamos abierto. Está oculto en
muchas capas. La Torá se mantiene adentro de una sinagoga, en el Arca,
detrás de una cortina, envuelta en una tela, y cerrada con un
cinturón. Solamente se saca para propósitos santos, para ser leída
durante los servicios. Para esos momentos especiales, cuidadosamente
corremos la cortina, abrimos las puertas del Arca, sacamos la Torá, la
descubrimos y la desenvolvemos. Tan pronto como hemos terminado,
inmediatamente la volvemos a cubrir y la guardamos. ¿Por qué hacemos
todo esto? ¿Por qué tanto lío para ocultar la Torá? ¿Estamos
avergonzados de ella? ¿Hay algo que ocultar? ¿Hay algo horrible sobre
la Torá? Por supuesto que no. Más bien, lo contrario.

Siendo que la Torá es nuestro objeto más sagrado, especial y precioso,
nunca lo exponemos innecesariamente. Lo mantenemos cubierto porque no
lo queremos tratar “a la ligera”, no queremos ser demasiado “casuales”
con él. Si la Torá siempre estuviera visible y abierta, entonces nos
sería demasiado familiar, y no la respetaríamos tanto. Al mantenerla
fuera de la vista, y trayéndola solo en tiempos apropiados, mantenemos
nuestra reverencia y respeto por la Torá.


Lo mismo es con nuestros cuerpos. El cuerpo es una creación sagrada de Di-s.

Es la morada sagrada del alma. La manera en la que mentemos respeto por el cuerpo,
es a través de cubrirlo. No porque nos avergüenza, sino porque es muy
bello y precioso. Esto es cierto para los cuerpos de los hombres
también, y la vestimenta modesta también se aplica a ellos. Pero es
más en el caso de las mujeres. El cuerpo femenino tiene una belleza y
un poder que sobrepasa por lejos al masculino. Los Cabalistas enseñan
que el cuerpo de la mujer es de una belleza más profunda porque su
alma viene de un lugar más elevado. Por este motivo, su cuerpo debe
permanecer discretamente cubierto. En un mundo en donde el cuerpo de
la mujer se ha reducido a propaganda barata, no precisamos prueba
alguna sobre la veracidad de esta sabiduría. Cuando todo está
expuesto, nada es sagrado.

Pero aquello que es verdaderamente precioso para nosotros, lo
mantenemos envuelto.



La Enseñanza Semanal, Jabad Lubavitch Argentina, Nº883

viernes, 23 de septiembre de 2011

La Medicina del Amor



Inevitable en reuniones entre amigos, cenas familiares y más aun presente, en salidas femeninas, la temática “amor” resulta ser la primera por excelencia en la lista de conversaciones. Qué con cuántos saliste, que si fue a primera vista, que el flechazo los unió mágicamente…

El amor nos atraviesa en nuestra existencia toda. Ni bien nacemos ya tenemos a un otro que -biológicamente- nos amará. Esa madre será la encargada que nada nos falte. De satisfacer todas nuestras necesidades, en pos de facilitar un crecimiento de lo más óptimo y sano posible. Ella sabrá exactamente cómo se siente el niño. Nadie más. Los médicos y enfermeras tal vez tengan muchos conocimientos en psicología, pero desconocen cómo se siente un bebé a cada minuto porque están fuera de esta área de experiencia.

Aquí se da la capacidad empática de la madre. Este vínculo primario será por demás importante ya que marcará el nivel de empatía de aquel que la ha recibido. La progenitora se convierte así, en un elemento crucial para el desarrollo emocional del niño. Cumplirá, entre otras funciones, el papel de “espejo”. Cuando el niño mire el rostro de su madre se verá reflejado a sí mismo. Ella lo mira y lo que ella parece se relaciona con lo que ve en él. Le devuelve una imagen de sí mismo. Una madre que refleja un estado de ánimo decadente, podría ser letal para la criatura. No recibe de vuelta lo que da. Mira y no se ve a sí mismo, no se encuentra, se pierde.

Lo que podría ser un intercambio significativo, un verdadero e interesante feedback, se transforma en una pobre y prematura relación. “Cuando miro se me ve, por lo tanto existo; de la contrario, no tengo existencia”.

La psiquis de la criatura va desarrollándose con tendencia a empatizar más –en mayor o menor medida- con el dolor y las necesidades ajenas en función de aquella empatía primaria recibida (si queremos analizar a un psicópata –aquel que no logra empatizar ni tener siquiera una pizca de remordimiento en consecuencia a sus salvajes acciones- deberíamos averiguar, entre otras tantas cosas, qué tipo de lazo y vínculo estableció con sus progenitores).

Ese amor, ese vínculo, sostén, resulta tan fundamental para la criatura que, sin aquel “holding” (en términos de Winnicott), su vida tan prematura podría encontrar su punto final. Literalmente podría llegar a “morir de amor”.

Pero, ¿qué sucede cuando este ingrediente tan fundamental para la existencia humana, no encuentra lugar en el plano real?, ¿cuando esta necesidad no está satisfecha ni en una mínima medida?, ¿qué consecuencias podría acarrear a nuestra sociedad?

En un mundo en donde prevalecen los vínculos por conveniencias, en donde amor es sinónimo de beneplácito personal, hedonismo absoluto, en donde el amor condicionado y no incondicional es el que prevalece, no debería extrañarnos encontrar cada vez más, personas desajustadas psicológicamente.

Esa búsqueda desenfrenada por clones de aquella madre biológica, esa que nos cuidaba y amaba profunda e incondicionalmente, pareciera desvanecerse a cada instante de la existencia.
El amor condicional es introyectado en nosotros desde pequeños. Amenazas de abandono, de “no te compro tal o cual cosa si…”, entre otras. Es que no hace falta expresarlo para transmitirlo. Las actitudes y el lenguaje no verbal resultan ser demasiados explícitos para caer en burdas repeticiones.

Para comprender mejor y de manera más gráfica la idea, resulta ser para mí muy interesante la siguiente obra del dibujante Quino:






En la imagen vemos un padre recriminando a un hijo. Su manera de vivir era con “cuadrados”, no se admitían otros tipos de figuras. El niño, desde su pobre inocencia, dibujó un espiral. De inmediato fue a corroborar si recibía la aprobación de su padre… pero éste no la aceptó. Y no solamente no la aceptó, sino que lo censuró… y todo, por pensar de manera distinta. Como diciendo: “sólo te quiero si dibujas cuadrados; con espirales no te quiero”.

Constantemente buscamos gustar a los otros, el consentimiento exterior, tal como lo hacíamos desde pequeños con nuestros padres. Buscar la aprobación de otro que reconfirme mi existencia como sujeto.

Al no encontrar apoyo suficiente, algún tipo de aceptación incondicional de sus ideales, el individuo va enajenándose (en términos de Erich Fromm), permaneciendo fuera de la sociedad, marginado. Haciendo hincapié más en el afuera que en el adentro. Consumidor pasivo y eterno del exterior circundante (“eterno lactante”). Perdiendo el eje de su persona. Fuera de sí.

No en vano Abraham Maslow escribe en el capítulo 5 de su libro “Motivación y personalidad”: “En nuestra sociedad, la frustración de estas necesidades (de amor, afecto o posesión), es la causa más corriente de los casos de mal ajuste y psicopatologías más graves.”

Sin dudas estamos sedientos de afecto, de cariño, de vínculos humanos, de calor humano, sedientos de significado de existencia. La falta de aquello no es meramente un capricho personal, sino que el mismísimo Di-s nos creó de manera que necesitemos de aquel, en función de nuestro óptimo desarrollo. No podemos pelear ni reprimir aquella necesidad, es biológica.

El médico psiquiatra, psicodramatista y psicoterapeuta Claudio Adrián Rud nos amplía un poco más la idea de Maslow: "Todo aquel que consulta ha sido o es víctima de alguna forma de desamor. Ya sea de la forma más brutal, como el desinterés, la violencia; o bien bajo una apariencia más leve como la manipulación, el amor condicionado, el abuso del poder de quienes están ejerciéndolo por la investidura que los sustenta" (Psicoterapias en Argentina, página 231).

Tampoco los avances tecnológicos son absolutamente desarrollados por “amor a la propia humanidad”. Intereses económicos y políticos se esconden detrás de ellos. Las medicinas, los laboratorios, más allá de optimizar la vida humana, anhelan en gran medida su propio beneficio y rédito financiero (resulta curioso descubrir que los más importantes avances científicos y tecnológicos, la mayoría de las veces se manifestaron en momentos y con propósitos bélicos).

Todo ser vivo es consciente cuando se lo registra, cuando se lo valora, cuando se lo tiene en cuenta, cuando se le otorga un lugar entre todos, cuando se lo distingue.

No hace falta ser un gran pensador o filósofo para darse cuenta que estamos en momentos de “oídos sordos”… “Sordos” porque no escuchan… o porque no quieren escuchar… “Sordos” porque con tantas tareas y ocupaciones diarias, con la agenda sobrecargada de actividades, ya no disponemos de tiempo para prestar oído a un compañero caído.

Con los valores tan desgastados no se necesitan ni “magos” ni “varitas mágicas” para ser partícipes de actitudes terapéuticas. Tampoco ser psiquiatra, psicólogo, trabajador social o counselor (sin desmerecer sus excelsas profesiones). No pasa –tan sólo- por la posesión de un título. Tiene que ver con una cuestión de ser, por una cuestión de actitud. Por un sentimiento de aprecio hacia la humanidad toda. Muchas veces, palabras sinceras provenientes de un amigo pueden hacer más que cientos de sesiones psicoanalíticas.

Diariamente, a cada paso de nuestras vidas y hasta en nuestra propia profesión –sea cual sea-, podremos efectivizar este bien que tanto hace falta.
Veamos de dónde y cómo podemos ayudar:




  • En el Pirké Avot (1:15) Shamai nos enseña: “Recibe a toda persona con buena semblante (en el rostro)”.



En el idioma hebreo, el término “rostro” se pronuncia: “panim”.
Si analizamos el sentido etimológico de la palabra, nos encontraremos con que esta misma proviene del vocablo “bifnim” que significa: “por dentro”.


El individuo refleja mediante sus rasgos (“panim”, rostro) lo que realmente siente por sus adentros (“bifnim”, por dentro). Al acompañar el saludo con una “buena semblante” no solamente estamos pronunciando unas “simples palabras”… ¡Estamos comunicando un estado de ánimo, un deseo de transmitir felicidad y calor hacia nuestro semejante por el sólo hecho de tener la calidad de sujeto, al igual que nosotros!


Por otra parte, encontramos un pasaje del Talmud que nos enseña: “Es mejor la persona que le muestra la blancura de sus dientes a su compañero, más que el que le ofrece para tomar leche” (Ketuvot 111 b).


El saludo se vuelve mucho más que un bien material. Se torna una necesidad espiritual, una estima determinante. No alcanza con un seco y parco “buenos días”, necesitamos transmitir más que aquello; llegar a lo profundo de sus sentimientos, a lo profundo de su corazón.



  • “Diezmar diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año” (Deuteronomio 14:22).

La Torá nos obliga a diezmar toda ganancia que accede a nuestros depósitos.


Tal vez nos quiera enseñar que no podemos darnos el lujo de tener provecho de este mundo sabiendo que otro sufre o no dispone de los medios suficientes. Que si tenemos la posibilidad de gozar, que lo hagamos, sin dudas, pero no sin antes acordarnos que hay otros individuos que por su situación no pueden hacerlo como nosotros, solidarizándonos con aquellos en una mínima medida (¡y también para agradecer que nosotros sí podemos!)


Pero el precepto no solamente se refiere a diezmar la cosecha. Tampoco a todo lo material y económico.
Cualquier bien, sea monetario y/o espiritual se debe diezmar. Eso significa que si Di-s nos otorgó alegría, debemos compartirla con los demás. Si poseemos seguridad emocional, debemos ayudar a otros a que la adquieran. Si nuestra vida psíquica está ajustada, trataremos de socorrer a personas que no lo estén. No se trata de un simple “buen obrar”, ni una actitud filantrópica… ¡tenemos un precepto que nos obliga a realizarlo! ¡Al igual que respetar el Shabat o colocarnos los Tefilín!


Cuando la Torá enumera las aves que no están permitidas ingerir, nos dice en uno de sus pasajes: “(Y estas son de las que no podréis comer:) la cigüeña, la garza según su especie, la abubilla y el murciélago (Deuteronomio 14:18).


Al referirse a la cigüeña, la Torá la denomina “Jasidá”. El Talmud explica que la raíz de su nombre proviene del vocablo “Jesed”, es decir, “bondad”. Si esto es así, ¿por qué ella está entre los pájaros impuros, que normalmente son aves de rapiña? El libro “Meotrezenu Ha Iashan” nos explica: porque la cigüeña es amable sólo con sus pares. Sólo se preocupa por aquellos de su propia bandada o grupo.


Hay mucho para hacer y con pequeños actos mucho podemos lograr. Un saludo, un “¿cómo estás?”, una mínima preocupación por el otro, cambian vidas enteras. Otorgan valor a las personas, las hacen sentir que son importantes, que valen, que merecen respeto. Que son realmente personas…


Observemos como de las pequeñas cosas podremos obtener beneficios asombrosos. Tal es el caso de los medicamentos: pueden tener un tamaño muy diminuto, pero consiguen sanar hasta enfermedades terminales (“Alé Shur”, tomo 2).


Todos somos esencia de una misma parte que es Di-s. La chispa divina interior nos complementa como seres humanos. Por ello la palabra “ahavá” (amor) y “ejad” (unidad) poseen igual valor numérico (13): para enseñarnos que la única manera de llegar a la unidad, a la integridad, es através del amor.


Intentemos humanizarnos y estar más atentos a las necesidades de los demás; más cordiales, más considerados con nuestro semejante. No seremos ni psiquiatras ni psicólogos, pero fabricaremos una gran medicina para el alma: el amor.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Las Cataratas y el Saludo del Rab Mijael


Hace unos meses, Rab Mijael Yehudá Lefkovich ZZ"L abandonó este mundo. Nos dejó grandes enseñanzas, entre ellas, su inmenso amor al prójimo, demostrado claramente en el siguiente episodio:

Siendo ya mayor, el Rab debía ser operado de cataratas, pero dijo: "¿para qué de de operarme, si yo no necesito ver de lejos? Me alcanza con ver de cerca". Después de reflexionar unos minutos, dijo: "en realidad, sí debo operarme, ya que si no veo de lejos, cuando camine por la calle, no podré saludar a los transeúntes; debo ver para poder saludar y alegrar a las personas".

Siguiendo su pensamiento, concluyó: "¿cuál es el problema? Saludo a todos por igual y listo, tema solucionado. Entonces no me operaré".

Sin embargo, finalmente decidió operarse, luego de llegar a la conclusión que sí necesitaba observar a quién saludaba: "algunas personas necesitan un saludo especial, una palabra de aliento, un refuerzo, lo que significa que sí debo ver, para saber a quién estoy saludando... hay quienes necesitan más que un simple saludo..."

¡Estas son las reflexiones que fundamentan las decisiones de un Tzadik!



Publicación semanal "Maor HaShabat" Nº121

miércoles, 14 de septiembre de 2011

El Papel de la Mujer




El Génesis abarca los primeros 1,600 años de historia humana. Todo empieza con el ino-cente versículo, que describe la razón de por qué debe haber dos géneros distintos en el mundo. “Y Di-s dijo, ‘ no es bueno para el hombre estar solo; Yo le haré una ayuda contra él”. Hasta entonces, Adám y Eva estaban fundidos en un solo cuerpo. Aquí fueron divididos en dos criaturas distintas, cada uno teniendo su estructura y personalidad únicas. La Torá emplea para describir el papel de la esposa -“un auxiliador contra él”- que parecen contradictorias. Si se supone que una esposa sirve como una ayuda a su marido, no es “contra él”. El magnífico pensador judío, Rabi Schneur Zalman de Liadi, interpreta la frase literalmente: La mujer se vuelve un “auxiliador” para su marido cuando a veces está contra él. Esto significa que para que un marido pueda convertirse en la máxima expresión de lo que puede ser, debe desplegar el valor suficiente como para dar la bienvenida a las ideas y sentimientos de su esposa que están en “contra” de las suyas propias.

EL MARIDO GRITÓN

Algunos hombres no pueden tolerar que sus esposas discrepen con ellos. Se enfadan y frustran. A veces sucede, que para que reine la paz, la mujer calla. ¿Quién pierde más? El marido pierde más, según la Torá. A veces un hombre debe salvarse de sí mismo, de su ego, inseguridades, ceguera, irreflexión y tentaciones. Cuando un hombre aprende a valorar auténticamente la contrastante personalidad de su esposa, viajará a lugares a los que él nunca podría llegar solo. Esto no significa que es una orden bíblica para la mujer discrepar con su marido el 100% del tiempo.

MANTENIENDO EL EQUILIBRIO

¿Pero cómo hacen las parejas para garantizar que las proporciones conservadas son las apropiadas? ¿Cómo nos aseguramos que el componente “contra él” no agobie? El Talmud dice que al principio Di-s planeó crear al hombre y la mujer como dos personas distintas. Finalmente, Él los creó como uno (sólo después Él procedió dividirlos en dos). ¿Por qué Di-s “cambió de idea”? Quizás Él deseó enseñarnos cómo debe relacionarse una pareja. En el matrimonio, debe haber un “al principio” y un “al final”. Al principio, el marido y esposa deben ser dos; cada parte debe expresar su opinión libremente. Cada uno debe desafiar a su cónyuge para crecer más profundamente. En el final, deben reconciliar las diferentes visiones en un unificado modelo de conducta, haciendo de los muchos- uno.

DI-S ESTÁ ANHELANDO NO ESTAR SOLO

Di-s y el pueblo de Israel son comparados en la Biblia a un marido y su esposa. Así, que este versículo -también puede entenderse simbólicamente como una declaración acerca de la relación entre Di-s y la humanidad. Antes de la creación del mundo, Di-s, el supremo “Hombre” estaba “solo”. Incluso des-pués de crear el mundo, Di-s podría revelar Su presencia en nuestras vidas para que reconozcamos que Di-s está en verdad solo, porque el universo entero es esencialmente una extensión de Su luz y energía. Sin embargo, Di-s escogió crear un mundo que eclipsaría Su realidad completamente e incluso se le opondría. Di-s escogió crear un ser humano con la habilidad de negarlo, ignorarlo, expelerlo de su vida. ¿Por qué? La respuesta es, porque “no es bueno para el Hombre estar solo; Yo le haré un auxiliador contra Él”.



Esto representa simbólicamente que el placer profundo de Di-s proviene de esta oposición a Él. Cuando un ser humano que por sus percepciones naturales descubre a Di-s, rompe la cáscara de lo físico para descubrir la luz de Di-s; cuando una persona desafía la tosquedad de su naturaleza para encontrar la llama de idealismo grabada en los huecos de su corazón -esto concede un placer y alegría a Di-s que a través de Su ser solo nunca podría lograr. El propósito de nuestra creación, no es generar luz, sino transformar la oscuridad en luz Así que la próxima vez que su esposa discrepe con usted, ó que usted “discrepe” con Di-s emocional o psicológicamente- no se frustre. Al contrario, ésta es una oportunidad de experimentar la verdadera razón de su matrimonio.




-Este ensayo está basado en un discurso de Rabi Schneur Zalman de Liadi-

La Enseñanza Semanal, Jabad Lubavitch Argentina, Nº883

lunes, 5 de septiembre de 2011

¿Se Mueve el Piso?



El gran erudito talmúdico Rabi Akiva Eiger invitó una vez a un hombre pobre a su casa el viernes por la noche.

Un blanco y hermoso mantel cubría la mesa de Shabat. Todo relucía por la pulcritud.

Durante la comida, cuando el hombre pobre levantó su copa de vino, esta cayó de su mano, y el rojo líquido se esparció por el inmaculado mantel, dejando una horrible mancha.

Viendo que el hombre estaba inundado por la vergüenza, Rabi Akiva Eiger inmediatamente tiró su propia copa de vino, la cual también, “accidentalmente” cayó, derramando el vino sobre el mantel.

Mientras el hombre pobre lo miraba con gran alivio, Rabi Eiger remarcó “¿Parecería que la mesa o el piso se mueven, no?”


La Enseñanza Semanal, Jabad Lubavitch Argentina, Nº879

martes, 30 de agosto de 2011

Empatizando el Duelo


Miri estaba muy ansiosa. En apenas unos minutos Gabi -ese chico que conoció hace apenas unas pocas semanas pero que con solo verlo le provocaba mariposas en el estómago difíciles de describir- la pasaría a buscar por su casa para salir.
Hacía ya varios minutos que ella se miraba al espejo. De un perfil, del otro. Nada podía fallar. Ni el rouge correrse, ni las uñas despintarse ni el pelo desplancharse. Todo debía estar a la perfección. Después de todo, había conocido a su príncipe azul. No lo podía dejar pasar (o al menos eso creía…)


Una manera de comprobar qué tan relevante y valioso denota un evento para cada sujeto, es analizando el “cómo” se preparó para aquello. Detrás de las conductas se encuentran escondidas las motivaciones para alcanzar aquel fin. Nadie comienza los preparativos de su boda una semana antes de la ceremonia. Jamás. Es un momento trascendental en la vida. Una decisión por demás significativa.

Prepararnos para acontecimientos dolorosos no parece ser demasiado alentador y motivante. No nos gusta atravesar momentos de melancolía. Más en estos últimos tiempos que tanto la frustración como la tristeza deben evitarse a todo precio, sean cuales sean las consecuencias, se pierde el transcurrir de las tragedias; el pasar de las adversidades.

Quizá a veces tendemos a olvidar que la real sabiduría es la que aprende de todos los sucesos, no solamente de los victoriosos. Todas las crisis y cambios que atravesamos no son más que oportunidades que nos da la misma vida. Las malas resoluciones de los conflictos pueden provocarnos dolores intensos de cabeza, sin dudas, simplemente propongo que estemos abiertos a aprovechar el otro polo también. A ver las dos caras de la moneda.

Sin dudas, el suceso más trágico en la historia del pueblo judío fue la destrucción del Templo Sagrado de Jerusalem, del Bet Hamikdash. Quizá por el paso del tiempo nos sea difícil reconocerlo como tal. Pareciera ser que nos cuesta menos empatizar con la Shoá (holocausto), ocurrida hace apenas 65 años (¡otra catástrofe!)

Todos los 9 de Av recordamos la destrucción de los dos Templos sagrados, desbastados en la misma fecha con un par de años de diferencia.

¿Cuándo vimos que una nación, país o pueblo "conmemore" sus fechas tristes? Más bien todos optan y se inclinan a borrar de su historia los hechos trágicos para la nación, para olvidar el dolor... Pero nosotros como judíos, somos concientes que todo lo que sucede es manejado por un Ser Supremo, hacemos memoria para poder reparar los errores de nuestros antepasados que desencadenaron tales tristezas y desazón.

El ser humano a lo largo de la vida (quizá sin darse cuenta) se va topando con el duelo continuamente. No es lo mismo un bebé que un niño de cinco años. Ni que hablar la pérdida del cuerpo del niño en la edad adolescente. Los cambios físicos y psíquicos que la existencia misma nos depara a cada instante, no son menos que los sucesos trágicos o inesperados que ocurren a nuestro alrededor.

Duelar el pasado para adquirir algo nuevo en el presente. Una transformación en nuestras vidas. Perder aquello que tenía implica mirar hacia adelante para adquirir algo nuevo. El cuerpo de bebé por el cuerpo del niño. El de niño por el de adolescente. El de adolescente por el de adulto. El de adulto por el de anciano.

Y no solamente con las etapas evolutivas vamos duelando en nuestra existencia toda, sino con los objetos, los compañeros, amigos, maestros, familiares. Cerrar una etapa también es un duelo aunque esto mismo no implique el deceso de algún ser humano. Una relación amorosa y/o afectiva, despedir a un amigo que se muda al exterior… por citar sólo algunos ejemplos.

La primera fase de un duelo es aceptar que aquella persona, relación u objeto ya no se encuentra más con nosotros. Consentir la pérdida. Asentir eso que perdí.

Hay un dicho que reza: “Lo importante no es lo que le pasa a un hombre, sino lo que el hombre hace con lo que le pasa”.

Generalmente se dice que: “el paso del tiempo sana las heridas”. Esta afirmación es sumamente errónea pues en un duelo, sin un proceso personal, sin una elaboración efectiva, a medida que pasan los días el dolor se va agudizando.

Pero, ¿cómo aceptar una pérdida cuando realmente se desconoce aquello que se perdió?, ¿qué conlleva la ausencia del Gran Templo? Aparentemente estamos muy cómodos en nuestras casas, disponemos de todos los comodities habidos y por haber. La tecnología a los pies del hombre.

Cuando se aproxima esta fecha en el calendario hebreo, el Rab Iehudá Ades acostumbra a decir: "Lloremos porque no sabemos por qué llorar”, porque no sabemos realmente lo que perdimos.
Estando el Gran Templo en pie, Di-s se encontraba a la vista. Palpable. Los milagros que allí ocurrían eran innegables aun para el más corto de vista. Aun para los gentiles… ¡hasta ellos mismos traían sacrificios para Di-s!

El Jafetz Jaim ZZ”L solía decir que en la “Amidá” (texto de las oraciones) las personas suelen pedir muy enérgicamente por su sustento, su curación y resolución de todo conflicto. Pero olvidan que solamente con la bendición de “Boné Ierushalaim” (que se reconstruya Jerusalem), se solucionan todos los problemas anteriores: de salud, de sustento… ¡de toda índole! ¡¿Por qué será que en esta última no se trata de concentrarse tanto, si es la respuesta a toda súplica?!

Quizá pensemos que “estamos bien así” porque no habituamos hospitales ni clínicas psiquiátricas. ¿Qué significa “estamos” bien?, ¿solamente mis vecinos, los amigos del club, mis seres queridos? El dolor que viven algunas personas, la carga que significa vivir para ciertos individuos, no la sentimos. Tal vez nos falte empatizar un poco más con nuestros compañeros de vida. Pues, con la llegada del tercer Bet Hamikdash… ¡esto no tendría lugar! ¡Las enfermedades no existirían!

“Una alegría compartida, es una alegría doble. Una pena compartida es media pena” (Proverbio Sueco).

Existía un rabino que al escuchar el deceso de algún judío, por más desconocido que sea, se sacaba los zapatos en señal de duelo. “Pero usted ni los conocía, ¿por qué es tan estricto con este punto?”, le preguntaron sus alumnos. “No importa, al menos para sentir la pérdida de otra persona, de otro hermano judío; son sólo unos minutos, no más”.

“Casualmente” este rabino falleció un 9 de Av, cuando todos los judíos no calzamos calzado de cuero en señal de duelo por la destrucción de los Templos (Sefer Hajasidim).

Va más allá de una pérdida física, edilicia. El Templo Sagrado era una combinación espiritual-terrenal. Una conexión directa cielo-tierra. Unía al hombre con Di-s directamente.

Di-s está sin su Casa y nosotros lo sentimos, lo sufrimos. No solamente por Él, sino por nosotros mismos también. Intentemos empatizar más con el “dolor” y pérdida Divina y humana, conectemos nuestros sentimientos con el pesar ajeno, preocupémonos, quizá quién dice y alcemos nuestros ojos hacia el cielo con rezos fervorosos que por fin den paz a las aflicciones y dolores cotidianos. De nosotros depende.

sábado, 27 de agosto de 2011

¿Dónde Está la Disuasión?




El Rabino Iosef Dov Soloveichik fue citado, en cierta oportunidad, a comparecer ante la justicia rusa, para atestiguar en favor de un iehudí que había sido falsamente acusado ante las autoridades. Después de presentar el testimonio, el juez lo invitó a su oficina para charlar.


El magistrado le señaló al Rabino: “Fíjese que las leyes de nuestra nación son superiores a las de la Torá. De acuerdo a vuestra ley, el castigo por soborno es aplicado sólo a quien lo recibe- el juez- y no a quien lo ejecuta. En cambio nosotros, castigamos a quien lo recibe y a quien lo ofrece”.


El Rab Sloveichik sonrió y dijo: “Su ejemplo demuestra que la ley de la Torá es más disuasiva. De acuerdo a vuestra legislación, el juez sabe que quien lo soborna guardará el secreto para no perjudicarse. En cambio, en el caso de la Torá, el juez se cuidará de aceptar el soborno, pues quien se lo entregue no corre peligro de castigo y podría llegar a delatarlo".

La Enseñanza Semanal, Jabad Lubavitch Argentina, Nº880


lunes, 22 de agosto de 2011

Un Vuelo De Fe



Duvy sonreía con orgullo mientras daba enormes saltos con su merecido premio. Saltaba cada vez más alto sobre su cama elástica en el jardín, deseando alcanzar las nubes con su nuevo y reluciente avión plateado.

En un rebote gigante, el avión voló de sus pequeñas manos planeando, mientras lo miraba desesperadamente. Los ojos de Duvy se cerraron con fuerza, y cuando escuchó el estruendo proveniente del suelo, consternado los abrió y se encontró con un desorden de fragmentos rotos.
Con lágrimas que se deslizaban por su pálidas mejillas, Duvy miró fijamente hacia el suelo y le imploró apasionadamente a Di-s que por favor reparara el juguete nuevamente.

Sari, su hermana dos años mayor, se rió de él y burlonamente le preguntó: "Querido hermano, ¿realmente esperas que Di-s responda tus plegarias?"
"¡Verás que Di-s me responderá!", gritó Duvy, con un brillo de fe y seguridad en sus pequeños ojos marrones... su hermana se rió y entró a la casa.

Un rato más tarde, cuando Sari regresó, no se sorprendió al ver los fragmentos del antes reluciente avión esparcidos por el verde césped al lado de las piedras donde había golpeado:

"Bien, Duvy, ¿te ha respondido Di-s", preguntó con un aire de ironía.


"Sí", fue la segura respuesta de Duvy... "dijo que no".



"La felicidad no es la ausencia de problemas, sino la capacidad de abordarlos".



Revista Keter Nº25, página 68

domingo, 31 de julio de 2011

De Corazones Rotos...



Aunque Hollywood diga lo contrario –y quizá hasta afortunadamente- no todas las relaciones amorosas terminan “siendo felices y comiendo perdices”.
Muchas veces la persona con la cual buscamos complementarnos no aparece, pudiendo florecer en nosotros signos de ansiedad, frustración, temor a la soledad, entre muchos otros.

El “amor a primera vista”, ese que provoca el deshoje de tantas margaritas infelices, puede jugar en contra cuando primordialmente no se tienen claros los objetivos del “por qué” y “para qué” complementarse con otro ser.

Echar de menos lo estético tampoco es lo correcto. Sin dudas, estar con ese otro debería ser agradable y placentero. Pero de allí a que se transforme un asunto primordial y excluyente en todo su detalle, en la búsqueda desenfrenada de cualidades estéticas exuberantes… siendo así, se deberían analizar las motivaciones reales que existen detrás de ese deseo.

¿Qué buscamos con esa relación?, ¿quedar bien socialmente?, ¿formar una familia?, ¿placer hedonista?, ¿tener un proyecto en común?, ¿tapar las bocas de las tías que, viéndonos solos en todas las bodas, nos dicen: “eres el próximo”?, ¿qué se esconde detrás de aquel deseo?

Sin dudas que las motivaciones pueden ser variadas y mixtas en cada ser humano. La pregunta sería: “¿qué deseo yo y qué desea la Torá de mí?, ¿mis ideales están basados en lo que la ley divina ordena, o simplemente son ambiciones banales, sin sentido de ser ni de existencia?”.

Es muy doloroso decir que “no”; mucho más aun recibirlo.
Quiérase o no, se torna imposible gustar a todo el mundo.
Mi abuelo z”l solía decir que quien “agrada” a todas las personas: o es un necio; o, por defecto, un falso.
Gracias a Di-s cada ser humano posee ideales y perspectivas muy personales, en donde para su configuración, mucho habrán tenido que ver las experiencias vividas hasta el momento.
Por ende, se vuelve imposible que todo el universo “guste” de nuestra manera de actuar; mucho más cuando a lo estético nos referimos…

Quizá el egocentrismo, el sentimiento de grandiosidad y falta de consideración hacia el otro (¡y por nosotros mismos también!), provoque que no podamos tolerar escuchar un “no”.
“¿A mí me va a dejar? ¡Si soy lo mejor que le pudo haber pasado! ¿Quién la querrá más que yo?”.
Mucho tendrá que ver cómo fuimos criados respecto a las negaciones.
¿Siempre nos dieron todos los gustos?, ¿Cuándo nos encaprichábamos con algo siempre salíamos victoriosos?, ¿fuimos hijos únicos?, ¿alagados en demasía por nuestros padres?, ¿nos enseñaron a manejar las frustraciones?, ¿nos dejaban equivocarnos, o, por el contrario, antes que lleguemos a tropezarnos corrían para que mantengamos el equilibrio y no nos golpeáramos?

Una relación que no es placentera para uno, tampoco es beneficiosa para el otro. No existe la relación “a medias”. Somos todos o no somos nadie.
Es difícil para mí entender cómo existen personas que desean manipular y hasta convencer a su pareja para que no los deje. Después de todo, ¡también se perjudican a ellos mismos! “El amor verdadero se construye de a dos”.

El papel del “villano” que decide poner un punto final a la relación, tampoco es fácil. Para algunos se torna mucho más duro decir que “no” que recibirlo.
Se deberá tener en cuenta el qué, cómo, cuándo y dónde explicar al compañero que esta relación ya no puede continuar. Buscar un lugar tranquilo, en un momento calmo y transmitir el mensaje lo más dulcemente posible.

Habrá que tener mucho tacto, delicadeza, ternura y respeto para que aquel otro nos comprenda de la mejor manera posible.
Jamás mentir ni poner excusas. “Estoy confundido”, “necesito un tiempo” (siempre y cuando se esté convencido fielmente que no se necesita en absoluto de aquel “tiempo”…), “soy yo, ¡no sos vos!”. La verdad siempre como norma. Nada nos da derecho a mentir. Nada lo justifica. A fin de cuentas, daña mucho más un engaño que una verdad difícil de recibir.
Cierto es que la situación puede tornarse demasiado embarazosa, pero sin dudas será un magno aprendizaje: afrontar las dificultades; no escapar de ellas.

Muchas personas, por más explicaciones que uno pueda darles, reaccionan –casi por acto reflejo- con tonos agresivos, angustiantes y hasta desafiantes ante el mensaje de la ruptura, pero… no olvidemos que nos es imposible gustar a todos. Y, a fin de cuentas, nos lo va a agradecer (por haber respetado su dignidad y no ilusionar en vano).
La persona que expresa el “no” –esperemos- pasa por un proceso, una elaboración personal a la que aquel receptor –quizá- no estaba preparado; no se la esperaba. Quizá sea por eso que con el tiempo (de elaborar dicha pérdida) lo va a agradecer.
Casarse es –esperemos- un compromiso de por vida. Debemos priorizar el bien propio y ajeno tanto a corto, mediano y largo plazo.

A veces las relaciones están en estado “ni”.
No hay que apurar las decisiones, se deben tomar muchos recaudos, pero una determinación de este tipo que dure meses y hasta años, no es de las mejores opciones.

Los “ni” eternos dilatan el poder de decisión en las personas. Inhabilitan al sujeto para decidir por sí mismo, dejando de lado la responsabilidad que requiere determinación tan importante como es una relación seria para luego llegar al matrimonio.
A fin de cuentas, a medida que la relación va avanzando, es más difícil y doloroso cortar el vínculo, deshacernos de esa conexión entre las partes. Debemos cuidar al máximo el respeto y la dignidad del otro.

Nunca se termina de conocer a la persona. Eso es imposible. Extender los noviazgos y transformarlos en eternos para “conocernos más”, difícilmente cumpla su propósito.
Aun luego de casados los seres humanos van conociendo mejor a sus parejas, a medida que se van presentando las situaciones.
El individuo es dinámico, va cambiando constantemente. Se va auto-actualizando de manera permanente.

Así también, no se deben continuar noviazgos porque “ya estamos hace mucho tiempo y, ¿qué dirán nuestros amigos, conocidos y familiares?”. La vida es propia de cada uno, los demás no tienen por qué incumbirse en asuntos que no les corresponden. Y si así sucediera, ¿amargaríamos toda nuestra existencia simplemente por algunos comentarios que se puedan llegar a efectuar por un breve período de tiempo?

A modo de cierre, me gustaría exponer una poesía, la cual –pienso- refleja de manera resumida las ideas que intentamos transmitir en este artículo.
Una “apología del no”. Un intento de hacer entender al otro –con respeto y honestidad- que la ruptura de la relación nada tiene que ver con un desprecio por su persona, sino, todo lo contrario, “respeto, admiración, cuidado”.

Me despido hoy, aunque sea muy duro intentarlo
Me despido hoy, no quiero lastimarte
Me despido hoy, para que no sufras un mañana
Me despido hoy, observo mi ventana...

Por más que me cueste y duela decirlo,
Responsable soy y debo admitirlo,
Si no hubo atracción, si no existió unión,
Sin sentido, en vano, seguir la relación.

Clavarte un puñal sería seguir,
Sin contemplar tu gran existir
Mi "no" no es un desprecio por tu persona
Sino, al contrario, respeto, admiración, cuidado

Querer tu ser, tu persona, tu esencia,
Tu condición humana,
Refleja esta decisión un tanto lejana,
Una decisión en un momento exacto,
Y tal vez, por qué no, un tanto nefasto

Sería muy cruel siguiendo contigo,
Si por dentro sé que no es lo que pido.
Porque realmente te quiero, y muy decidido,
En el día de hoy por favor te pido,
Discúlpame si creé en ti ilusiones,
Millón de perdones, no fue mi intención.

Forzar una relación no me sirve ni a mí ni a vos,
Una construcción atroz,
A veces feroz
El amor verdadero se construye de a dos.
“Se hablan”, dice la abuela cuando dos personas “salen”,
Cuando dos personas comienzan a “conocerse”,
Como si “amor” estaría tan sólo compuesto por "palabras",
Por tan sólo cuatro letras…

Agradezco por todo el tiempo invertido,
Me llevo conmigo aprendizajes, recuerdos,
Emociones, canciones, colores de muchos matices

No quiero ni quise jugar jamás contigo,
Sino que encuentres tu verdadero amigo,
Compañero, par, que te haga feliz,
Siguiendo juntos, toda una vida en este gran existir.



lunes, 4 de julio de 2011

Esa Difícil Tarea de Enseñar



“Educarse a uno mismo para luego poder educar a otros”. Una frase tan amplia como profunda, que los educadores debemos tener muy en cuenta a la hora de cumplir nuestro rol. Y como gracias a Di-s, el conocimiento y la autodisciplina no tienen un fin concreto, las ganas por este aprender magno debería estar siempre latente en nosotros.

No se trata tan solamente de impartir conocimientos, teorías, para que otras personitas internalicen aquellos contenidos. Educar tiene que ver con un TODO; tan solo una parte de ese complejo TODO, son los contenidos académicos.

Aunque el lema parezca ser muy conocido por los educadores actuales, me veo obligado a enfatizar que “el alumno no es una nota”. La calificación muy poco tiene que ver con su proceso de aprendizaje. No tiene en cuenta aspectos que se relacionen con la comprensión y razonamiento del alumno.

Desde el ámbito educativo, no debemos aspirar a la formación de “loros automatizados”, de esos ya los hay; y muchos (basta con ver unos minutos de T.V. diaria para comprobarlo…) El aprendizaje va mucho más allá de lo memorioso que pueda ser un educando. No buscamos personas “cuadradas”, sin capacidad de reflexión y acríticos. Anhelamos crear en los alumnos un perfil crítico y reflexivo de su propio aprendizaje. Una manera de hacerlos pensar por sí mismos, que sean partícipes de lo que están aprendiendo y no “oyentes pasivos” a los cuales se les imparte un conocimiento, debiendo aceptarlo sin lugar a preguntas. Las escuelas no son dictaduras ni buscan los totalitarismos. Los colegios deben dar el lugar para que aquellos alumnos puedan aprender. El psicoterapeuta americano Carl Rogers es muy preciso al afirmar que: “enseñar es dejar aprender”.

En un mundo sumamente competitivo, en el cual es triunfador aquel que logra hundir a su compañero, obsesionados con nuestra mirada hacia el compañero para saber qué y cuánto tenemos, en donde la ambición y lujuria son amigos fraternales de los que se quieren sentir parte del “sistema”, los chicos no quedan afuera de esta competencia.

Los niños son el reflejo de los adultos. Sienten, piensan, reflexionan… quizá a otro nivel, pero también lo hacen.

Suelen comparar y verificar quién es el “mejor”, o quién fue el más exitoso en el examen de la semana anterior. A partir de este “censo”, se establecerá quién tendrá el “poder” de mandar a otros, quién será el que decida a qué jugarán en el recreo, quién será el “ladrón” y quién el “policía”.

Es muy probable que la percepción que el alumno tenga de sí mismo, esté relacionada con las calificaciones. “Seguramente Ariel que es el mejor de la clase, es más apreciado que yo por el maestro; ¿no viste cómo participa en sus clases y siempre lo felicita?”.

Justamente nuestra preocupación como docentes, será darles el verdadero valor a los alumnos, independientemente de sus notas. Se debería poner mayor atención en respetar y considerar más a aquellos que no les va tan bien en sus exámenes, rompiendo con la cosificación del alumno por sobre su persona. Una relación persona-persona, sujeto-sujeto. Quebrando con una posible suposición del alumno: “mi maestro no me quiere, me desprecia porque soy mal alumno”. Separar el número de su valoración propia como ser humano.

En un lugar de Estados Unidos se encontraba un aula con más o menos 16 alumnos, pertenecientes a una importantísima escuela.

Sucedía que por estos alumnos habían pasado distintos Rabanim, maestros, maestras, especialistas y no había forma de contenerlos. Eran rebeldes, mal hablados, nadie podía con ellos. ¿Cómo podía ser?

Cierto día apareció en esta institución un importante funcionario público, que observó la gran indisciplina poco contenida durante todo un año. Aunque cada uno y uno de los 16 alumnos no habían repetido el año, no había cambios en su decisión. Por ende, la situación lo obligaba a pensar en cerrar la escuela.

El director estaba desesperado. Comenzó a consultar a sus colegas y, gracias a Di-s, le recomendaron cierta maestra que tenía mucho corazón para tratar alumnos de este tipo.

Al tener una junta con esta mujer, ella les aclaró que para asumir como maestra de ese aula en particular, necesitaba observar el curriculum de los jovencitos. Por supuesto se lo proporcionaron. Donde ella leyó decía algo así como:



Reubén 94




Levy 93



Alan 95



Shimón 92



Iosef 93



Al leer la información, de pronto la maestra dijo: “No puedo, ¡no puedo asumir ahora! Por favor denme un tiempo para prepararme bien porque me enfrento a chicos muy inteligentes y no puedo fallar. Ya que esperaron 1 año, esperen 1 mes más, nada pasará. Esa es mi condición.” Como no les quedaba otra opción, desde ya aceptaron.

Llegaba el momento de asumir su puesto y había muchas expectativas sobre esta docente.

Comienza esta nueva etapa… pasa 1 mes, 2, 3 meses… y magníficamente estos jovencitos parecían haber nacido por segunda vez. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Qué milagro se había producido? ¿Qué misterio se encontraba oculto en esta espectacular ayuda Divina? Por supuesto, todos los directivos propusieron una reunión a fin de descubrir el motivo del rotundo y ansiado éxito.

Al reunirse, el Rab principal le preguntó a la maestra cuál era la clave de tanto cambio positivo y qué táctica psicopedagógica había aplicado. Ella, muy sorprendida ante tanto honor, le contestó que no había hecho nada del otro mundo. Simplemente, luego de leer el puntaje tan alto al que se enfrentaba, debía prepararse para afrontar verdaderas maravillas de alumnos…

Ante esta respuesta, todos se miraron asombrados. Uno de los participantes le dijo: “Señora, está usted en un error… lo que usted leyó no era ningún puntaje… eran…” Y hubo un silencio. “Eran los años de nacimiento de cada uno de los alumnos…”

Con esta verdad concluyó esta historia muy real, de la cual aprendemos que cuando miramos a nuestro compañero con un poco de amor, con un poco de respeto, sin envidia, sin pensamientos extraños o retorcidos, sin mirarle sus defectos sino sus virtudes, todo cambia. La naturaleza se modifica y suceden hechos casi inexistentes de acuerdo a la realidad (Publicación semanal “Para vos, Mamá!” Nº2).

Una de las maneras para acercarse a los alumnos podría ser ofreciéndole algún pañuelo cuando la situación así lo requiera, levantándole algún útil caído, arreglándole la ropa… pequeñas actitudes que se tornan enormes modificantes de conductas.

A la hora de reprender, es de importancia desaprobar el acto y no la persona. Desaprobar la conducta en sí. Expresiones tales como: “eres muy malo porque golpeaste a tu compañero”, no es reprobar una conducta, sino, todo lo contrario, significa desaprobar toda su persona tan solo por un acto descolocado (demasiado injusto, ¿no?).

“¿Por qué no quiere estudiar?, ¿qué pasa con este chico que nunca presta atención en clase?, ¿no le importa nada?”, nos preguntamos a veces. Claramente cada caso tendrá su motivo particular y específico. Puede que tenga implicancias psicológicas, sociales y/o familiares.

Pero otras tantas veces, los maestros somos parte de aquello. Textos complejos, en blanco y negro, sin dibujos figurativos y con letra pequeñísima, pretendemos que sean de gran utilidad en clase. Es cierto, puede que el contenido sea excelente, de autores magníficos y brillantes, pero si no están facilitados de manera clara, legible y atractiva, puede que el alumno ni llegue a toparse con ellos. Ya el solo hecho de verlo, le provocará repulsión. Recordemos que estudiar debe ser una práctica placentera.

El Gaón Rabí Akivá Iguer ordenó a su hijo que utilizara papel muy fino, tinta de buena calidad y una escritura clara para la impresión de su libro, ya que sostenía que la belleza física del libro traería regocijo al lector, aumentando su capacidad de estudio y concentración (“Bat Mélej”, página 19).

“Educa al joven en su camino que cuando envejezca no se apartará de él"(Proverbios 22:6)

Si leyéramos el libro Proverbios en su totalidad, notaremos que el Rey Salomón en ningún sitio explica a qué se refiere con educar en “su camino”. Esto es porque no existe un único método universal, cada niño tiene “su” manera de aprender. Sería simplista y nada detallista expresar un procedimiento específico.

Muchos docentes buscan refugiarse en alguna “técnica” que les permita proceder de manera “a” en caso de producirse factor “h”. Pero la realidad es que no hay algo determinado que se deba hacer. En una cultura del “se” (“se hace”, “se usa”, “se viste”), los docentes no quedamos marginados en el ámbito educativo. ¿Estaremos buscando seguridad en lo conocido?, ¿en no quedarnos expectantes ante una situación que no sabremos cómo manejar? ¿Será desconcertante no tener la menor idea de cómo se deba proceder? Dependerá de la circunstancia y el conocimiento interno que se provea del alumno el cómo tendremos que actuar. En muchas oportunidades es sentido común más que otra cosa.

No deberíamos temer a no saber qué hacer en situaciones futuras que se presenten, después de todo, enseñar también es reconocer que uno es falible, que no se las sabe “todas”, facilitar y compartir la humanidad hacia otro sujeto igual que nosotros. Desmitificar el rol de “maestro superpoderoso”, dará chances que la relación prospere aun más. A fin de cuentas ese poder adquirido, deshumaniza al docente. Lo hace menos humano y real. ¿Siempre los maestros fueron “buenos” y aplicados? Al menos me quedo tranquilo que los míos sí (o eso era lo que decían ellos…)

También es importante utilizar la creatividad. Saber aprovechar la ocasión para orientarla en pos del aprendizaje.

Javier (nombre ficticio para no revelar su identidad) no estaba dispuesto a estudiar. De ninguna manera. Estaba muy flojo en lectura y era indispensable para él contar con esas clases de apoyo. Vino con sus guantes y se puso a jugar con ellos. Los revoleaba por los aires. Nada quería saber con estudiar.

Le ofrecí si quería jugar conmigo, haciendo de ellos una especie de pelotita. Accedió. Así estuvimos como 10/15 minutos. Por momento yo atajaba y él lanzaba, por momentos a la inversa.

En ese momento le propuse un desafío: “el que mete un gol, tiene “derecho” a leer un reglón del libro. ¡Ojo! No cualquiera puede leer, ¡solamente el que hace el gol!”. Y así nos divertimos un rato largo, revolcándonos por el piso, logrando por fin estudiar.

Javier (el mismo de arriba) afirmaba: “¡odio jumash!”, arrojando el libro a la mesa con desprecio. Estaba muy angustiado porque en la escuela los chicos iban más rápido que él, perdiéndose en la clase y no teniendo idea de los contenidos estudiados. Intentamos aclarar que lo que “odiaba” no era el “jumash” sino el hecho de tener que leer. Lamentablemente el hecho de ver el mismo libro, al parecer, le hacía recordar aquellos momentos de bronca y aburrimiento en la escuela, aun estudiando fuera de la institución. El miedo al mismo texto lo bloqueaba, trayéndole recuerdos no tan placenteros.

En ese caso lo que hicimos fue pasar los mismos versículos del libro a una hoja de computadora, con letra más legible y amigable. Desmitificando el libro y posibilitando que se olvidara de él por unos momentos.

Le expliqué a su padre que este tiempo de juego no había sido para nada en vano. Ganamos confianza y la relación se estrechó aun más. A partir de allí el vínculo fue totalmente distinto. Una inversión no solo para el presente sin también hacia el futuro. Después de todo, no solamente aprendimos contenidos sino también que el moré (maestro) también se divierte y le gusta hacerlo. Que puede compartir algo en común con sus alumnos. Es decir, es una persona como cualquier otra.

Claro que el alumno no debe “mandar” ni “tomar el control” sobre el docente, muchas veces se debe negociar. En el ejemplo anterior me pasó que a veces Javier metía gol y no quería leer, entonces le dejaba en claro que la única opción para jugar era que leyera. Si no, no había juego. Sería un acercamiento hacia su petición pero no exactamente como él lo demanda. Algo así como “el alumno no elige pero finalmente elige”. Paralelamente, fomentamos la autonomía, autodesarrollo, la responsabilidad y la libertad para elegir de acuerdo a sus intereses propios.

Nos toparemos con poca resistencia del otro lado, ya que tenderemos a buscar alguna opción que sea motivante para él.

Remarcar –de buena manera- que las reglas las imponemos nosotros, sólo que a veces podremos dar variantes para elegir, pero siempre dentro del marco y propuesta del docente; no más allá.

Es importante aclarar que al poner un límite debemos estar convencidos con eso que decidimos. ¿Cómo puedo transmitir una decisión a otro, cuando aun no he sido yo quién se ha convencido primero de la misma? Por eso es importante meditar mucho antes y no actuar desde la impulsividad y nerviosismo. En casos de no percibir seguridad interna para impartir una orden, es preferible “hacer la vista gorda” antes que hablar.

Los líderes o personas a quienes se perciba como figuras de autoridad en dicha situación, deben sentirse lo suficientemente seguras de sí mismas y de su relación con los demás, para confiar realmente en su capacidad de pensar y de aprender por sí mismos (“El camino del ser”, Carl Rogers, página 140).

Y ya que hablamos de los límites, es trascendental remarcar que el “reproche” no debe ser una “batalla” ni un “enfrentamiento bélico”. Cuando los docente llegamos al punto de levantar la voz, no tenemos que enorgullecernos ni sentirnos respetados por aquella autoridad. No nos descarguemos con los chicos. No sumemos nuestros problemas y dolores corporales a la realidad. No hay que ser desmedidos, simplemente lo que corresponda. Tal como dice el Rambam: “con enojo externo pero no interno; simulando enojarse” (Halajot Deot capítulo 2, ley 3).

Una forma de verificar qué tal estuvimos en la situación es analizar cómo nos sentimos luego de aquel suceso. ¿Contentos?, ¿tristes?, ¿repletos de poder?, ¿nos dolió haber tenido que llegar a esas instancias?

Se cuenta sobre el Rab Eliyahu Lopian ZZ”L, de los mayores moralistas de nuestra generación, que antes de retar a uno de sus alumnos o de sus hijos esperaba el lapso de tiempo necesario, hasta que no sintiera ningún dejo de ira. En una ocasión, cuando uno de sus hijos cometió una falta grave, esperó dos semanas completas para reprenderlo.

Muchos padres esquivan reprochar a sus hijos por temor a que no los quieran. Para no ser “los malos de la película”. Una mirada totalmente egocéntrica y negativa que no hace más que traer peores consecuencias hacia los hijos y la familia. “Yo no quiero quedarme mal como padre y que no me quiera”, anteponiendo el “yo” antes que el “él”. ¿Y el hijo?, ¿su educación?, ¿qué vale más?, ¿qué peso tiene cada componente en la balanza?

A veces se deberá buscar la motivación de cada alumno. A toda persona –psicológicamente ajustada- lo motiva algo o alguien en su vida. Algunos prefieren los gráficos, otros los textos, aquellos las interpretaciones.

Es más simple transmitir de una única manera, sin contemplar que las necesidades, deseos e intereses entre los alumnos son tan distintos como las estrellas que existen en el universo. “Motivar la motivación” para lograr seres motivados. Centrarse en los alumnos y no en uno mismo. Ir consensuando con ellos, demostrando nuestro sincero y puro interés por el aprendizaje, su aprendizaje.

Indiscutible es que este tipo de metodología requiere más dedicación, tiempo e inversión por parte del docente, pero… ¿quién dijo que ser maestro resulta ser una tarea sencilla?

Dar espacio al diálogo y salir de la estructura académica, en oportunidades es beneficioso para estimular el vínculo alumno-docente. Dar lugar a lo humano por sobre lo académico. Escucharlos, contenerlos en momentos difíciles. Es cierto que muchas veces se debe correr con el programa, con el temario de contenidos, en todo caso ofrecer espacios a posterior de la clase. Brindarse, transmitir respeto e importancia hacia ellos.

“Dejar pasar”, ser dinámico y abierto a la desestructuración. Tal como expresa el Talmud en el tratado de Rosh Hashaná (17 a): “quien deja pasar su cualidad (no es vengativo ni rencoroso), le dejan pasar sus pecados" (el juicio no será estricto con él).

Si bien un buen maestro planifica de antemano, no siempre las cosas salen en el tiempo que se planea. Pudo haber una falla en el cálculo o simplemente factores externos que imposibilitaron la adecuada concentración y compenetración de los alumnos.

No olvidemos que ellos también son humanos y –a su nivel- también tienen problemas y conflictos. Su familia, sus dificultades.

El Rabino Arye Levin sz”l (conocido como “el tzadik de Ierushalaim”) estaba parado afuera de la escuela en la que enseñaba, observando a los niños durante el recreo. Junto a él, estaba su hijo R. Jaim, quien también se desempeñaba como maestro en la escuela.

“¿Qué ves?” - preguntó R. Arye a su hijo.

“Nada fuera de lo común: solamente hay niños jugando” - respondió el hijo.

“Dime algo de lo que observas en ellos” - insistió R. Arye.

“Bien, David está allí cerca de la puerta con las manos en los bolsillos - seguramente no tiene vocación de atleta… Moshé, está jugando de manera agresiva - debe ser indisciplinado… Ia’acov, está soñando o analizando el movimiento de las nubes, supongo que no lo invitaron a jugar…, pero en general: solamente hay niños jugando”.

R. Arye lo miró y exclamó: “No - mi hijo - no sabes observar a los niños.”

“David está cerca de la puerta con las manos en los bolsillos, porque no tiene sweater. Sus padres no tienen los medios para adquirirle ropa de invierno. Moshé es agresivo, porque su maestro lo reprobó y se siente frustrado. Ia’acov está abatido, porque su madre está enferma y carga con la responsabilidad de su casa”.

“Para ser maestro, debes conocer las necesidades y limitaciones de cada niño a fin de brindarle la atención debida e intentar cubrir esas necesidades.

Pensemos por un momento en una silla de cuatro patas. Si una de ellas está floja, no se sostiene. Los niños están rodeados por los padres, los docentes, los compañeros y los medios externos. Ni los padres (aun si nos ponemos de acuerdo), ni los docentes (aun si trabajamos en consonancia con los padres) somos omnipotentes como para proteger a los niños de estar expuestos y ser partícipes de una carrera competitiva, al margen de las demás contrariedades que cada uno sobrelleva, pues la influencia les llega también a través de sus compañeros. Aun si todos los padres de una institución sumáramos esfuerzos para crear un microclima comunitario, tendríamos que lidiar con la rutina nociva e poderosa de los medios de comunicación, letreros publicitarios, etc.


Cada época tiene sus desafíos y los cambios suceden más con mayor rapidez y de manera más solapada de lo que los percibimos. Hoy en día, nos toca encarar este flagelo como objetivo central de nuestro esfuerzo por educar una nueva generación que crea en la bondad y en la generosidad, en lugar de ser miembros de un “ring” de peleas. Y si perseveramos en este punto - todos juntos con la ayuda de D”s - espero que triunfemos… (Rabino Daniel Oppenheimer).

Queda claro que individuos con personalidades rígidas no aportarán mucho a sus alumnos. No podrán comprenderlos. Así nos enseñan nuestros sabios: “El vergonzoso no puede aprender, ni el colérico puede enseñar” (Pirké Avot 2:5).

Probablemente el maestro puntilloso piense: “a mí no me van a engañar, ¿se creen que soy sonso?”. Pero si en vez de enfocarse en la reputación propia, en su orgullo, se enfocaría en lo mejor para sus alumnos, aquella afirmación no existiría.

A veces “cerrar un ojo” es doblemente bueno: para el alumno con las exigencias; para el docente, no transformarse en punzante y “dictador”.
También debemos dar espacio a la equivocación. No criticarla bajo ningún aspecto. Estimular los intentos a pesar de los resultados.

Dentro del aula olvidarse del mundo finalista en el que estamos insertos, en donde “éxito” es sinónimo tan solo de resultados a corto o inmediato plazo.

Thomas Edison hizo 2000 experiencias hasta inventar la lámpara. Un joven reportero le preguntó el por qué de tantos “fracasos”. Edison respondió: “no fracasé ni una sola vez. Inventé la lámpara. Ocurre que fue un proceso de 2000 pasos”.

Existen alumnos que “odian” estudiar porque saben que les cuesta aprender, internalizar contenidos. Frente a la falta de tolerancia del docente, intentar preguntar les provocaría humillación (ni hablar de la imagen que deja frente a sus compañeros algún tipo de descalificación del maestro en clase).

Por eso hay que procurar no estipular metas difíciles de alcanzar por los alumnos. Evaluar la capacidad que tienen y estableces fines en base a aquello. No pretender objetivos inalcanzables que lo único que provocarán será frustración y desgracia en los alumnos.

Tengamos cuidado con las decisiones que tomamos y con las palabras que decimos. Enseñar no es tarea simple, no es para nada sencilla…

martes, 14 de junio de 2011

La Torta Light Que Desapareció

En Pesaj, tuvimos de invitada a una señora muy especial, que además de ser súper graciosa es re buena cocinera. En especial, le encantan las cosas dulces, hasta ella misma se denomina “una nasher” (golosa). Le fascina cocinar postres de todo tipo.
Como es obvio, en una mesa de Pesaj, se habla de Jametz, así como en Iom Kipur uno habla de comida, y en Sukot de lo lindo que es comer adentro. Así que nos relató sobre el último postre que había hecho aquella semana previa a Pesaj: Una Lemon Pie.
Obviamente no recuerdo sus palabras literales, pero intentaré redactarlas lo mejor posible:

“Quise hacerle una Lemon Pie a mi hija, que le encanta. Y yo, soy re nasher, entonces me encanta ponerle azúcar, crema, y un montón de cosas. Pero, como me tengo que empezar a cuidar, quise hacerla original y le puse Splenda. La verdad que no tenía mucha fe en que iba a salir bien. Pero ¡No saben qué merengue que se formó! Era gigante, fabuloso. La hice el miércoles, para poderla comer el viernes de noche en la cena de Shabat, así que la guardé en la heladera.

A la mañana siguiente me levanto, y abro la heladera. El merengue había bajado. ¿Quién pudo haberse comido el merengue? Yo generalmente soy la que como lo dulces, y yo NO lo había comido. Bueno, a la noche me fijo de vuelta…y el merengue sigue consumiéndose. Yo la torta no la estaba comiendo, y sin embargo, estaba desapareciendo.

Al día siguiente, abro de vuelta la heladera, y ¡casi que no hay merengue! Lo que quedaba era apenas una muestrita de lo que una vez había sido un gran merengue. Además se había quebrado la crema de limón que estaba debajo del merengue. No podía creer. ¡Y yo que creía que iba a poder deleitarme con una rica torta Diet hecha con Splenda! Ni que hablar, que ninguno la comió. Pero ¡lo que nos reímos con esta torta!”
Y nosotros también con la historia…

Pero miren, qué interesante: la Splenda es como el azúcar, endulza igual, y además es dietética. Pero no es duradera, no es en verdad azúcar, sino una copia dietética de la misma. En cambio el azúcar, es duradera, porque es el verdadero dulce.

Nuestra alma está sedienta y quiere aprender Torá, y ahí empiezan las ofertas que no son las verdaderas. Y uno comienza a averiguar, a indagar. Buscar respuestas, siente deseo de encontrar la verdad.
Y en el mundo nos venden diferentes “propuestas”. Sí, son dulces, sí, en el momento nos dan sensación de saciedad. Pareciera como si por fin hubiésemos hallado la respuesta. Pero no es duradera. Se consume.

La Torá, es el azúcar, y al ser la verdad, siempre perdura. A veces, por querer buscar cosas más “Light”, más dulces, uno se olvida de qué es lo que realmente pervive para siempre. La Torá es la fuente de la vida, es Eterna.
“Una copia nunca es tan buena como el original”.


Jana Segal

viernes, 14 de enero de 2011

Aunque...


Aunque me tapo los oídos con la almohada y gruño de rabia cuando suena el despertador... gracias a Di-s que puedo oír... Hay muchos que son sordos.

Aunque cierro los ojos cuando, al despertar, el sol se mete en mi habitación... gracias a Di-s que puedo ver... Hay muchos que son ciegos.

Aunque me pesa levantarme y pararme de la cama... gracias a Di-s que tengo fuerzas para hacerlo... Hay muchos postrados que no pueden.

Aunque regaño porque no encuentro mis cosas porque los niños hicieron un desorden... gracias a Di-s que tengo familia... Hay muchos solitarios.

Aunque la comida no estuvo buena y el desayuno fue peor... gracias a Di-s que tengo alimentos... Hay muchos con hambre.

Aunque mi trabajo es monótono y rutinario... gracias a Di-s que tengo ocupación... Hay muchos desempleados.

Aunque no estoy conforme con la vida, peleo conmigo mismo y tengo muchos motivos para quejarme... gracias a Di-s por la vida.

Lidiamos y refuñamos por nuestros problemas y frustraciones. Perdemos la fe y vivimos amargados, en lugar de agradecer cada segundo y minuto de nuestras vidas, percibiendo lo bueno de cada cosa.

Así que sólo mira hacia arriba y agradece diariamente al Todopoderoso, el milagro de tu existencia.

Semanario "Or Mizrah" Nº440

lunes, 3 de enero de 2011

"¿Por Qué Gritamos?"



Un sabio preguntó a sus alumnos lo siguiente:

"¿Por qué la gente se grita cuando está enojada?"

Los jóvenes pensaron unos momentos: "Porque perdemos la calma - dijo uno - por eso gritamos".

"Pero ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado?" - preguntó el sabio - "¿No es posible hablarle en voz baja?, ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?".

Los alumnos dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfacía al sabio.

Finalmente él explicó:

"Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse. Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a través de esa gran distancia".

Luego el sabio preguntó:

"¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente, ¿por qué? Sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña.

Cuando se enamoran más aún, ¿qué sucede? No hablan, sólo susurran y se vuelven aun más cerca en su amor. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es cuan cerca están dos personas cuando se aman.

El sabio terminó diciendo: "Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que los distancien más, llegará un día en que la distancia sea tanta que no encontrarán más el camino de regreso".


Semanario "Or Mizrah" Nº439

sábado, 1 de enero de 2011

Un Observar Más Inteligente Y Positivo



Una mujer muy sabia despertó una mañana, se miró al espejo y notó que tenía solamente tres cabellos en su cabeza. “Hummm” pensó, “creo que hoy me voy a hacer una trenza”. Así lo hizo y pasó un día maravilloso.

Al día siguiente despertó, se miró al espejo y vio que solamente tenía dos cabellos en su cabeza. “Huummm… hoy creo que me peinaré de raya al medio”, y pasó un día grandioso.

Al despertarse el día siguiente y mirarse al espejo, notó que sólo le quedaba un cabello. “Hoy me peinaré con cola de caballo” sostuvo de manera asertiva, y tuvo un día muy divertido.

A la mañana siguiente cuando despertó, corrió al espejo y enseguida notó que no le quedaba ni un solo cabello sobre su cabeza. "¡Qué bien, hoy no voy a tener que peinarme!".


La clave para ser feliz no es vivir sin problemas sino la actitud que tomamos al enfrentarnos a ellos.


Patricia Cohen