domingo, 11 de diciembre de 2011

Cicatrices de Amor


En un día caluroso de verano en el sur de la Florida, un niño decidió ir a nadar a la laguna que estaba detrás de su casa. Salió corriendo por la puerta trasera, se tiró un clavado inmediatamente y nadaba feliz... .No se daba cuenta de que un cocodrilo se le acercaba.

Su mamá desde la casa observaba por la ventana, y vio con horror lo que sucedía. Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía.

Oyéndola, el niño se alarmó y viró nadando hacia su mamá. Pero fue demasiado tarde. Desde el muelle la mamá agarró al niño por sus brazos justo cuando el caimán le agarraba sus piernitas. La mujer jalaba determinada, con toda la fuerza de su corazón. El cocodrilo era más fuerte, pero la mamá era mucho más apasionada y su amor no la abandonaba.

Un señor que escuchó los gritos se apresuró hacia el lugar con una pistola y mató al cocodrilo.

El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, aún pudo llegar a caminar. Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó al niño si le quería enseñar las cicatrices de sus pies. El niño levantó la colcha y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo se remango las mangas y señalando hacia las cicatrices en sus brazos le dijo: "Pero las que usted debe ver son estas".

Eran las marcas de las uñas de su mamá que habían presionado con fuerza.

"Las tengo porque mamá no me soltó y me salvó la vida".

Nosotros también a veces tenemos cicatrices de un pasado doloroso. Algunas son causadas por nuestro mal proceder, pero algunas son la huella de Di-s que nos manda mensajes y nos sostiene con fuerza para que no nos desviemos de nuestro camino.

Recuerda que si te ha dolido alguna vez el alma, es porque Di-s te ha sujetado demasiado fuerte para que no caigas.


Semanario "Or Mizrah" Nº402

domingo, 4 de diciembre de 2011

La Madre Ejemplar



La familia Kanheman vivía en Lituania. El frío era de tan magnitud que cuando nevaba era imposible salir sin estar muy bien abrigados y con un buen par de botas.
Ellos tenían seis hijos pero un solo tapado y un par de botas.
Una noche de invierno se discutía quién iría al día siguiente a la escuela, al no poder salir sin tener botas y tapado.

El mayor de los hijos, Iosef Shelomó ya estudia Guemará, su hermano comienza a estudiar Mishná, Meir está completando el conocimiento de las letras... ¿a quién se llevará mañana a la escuela?, era la pregunta de la mamá.

En la madrugada, la madre halla la respuesta...
Levanta a su hijo mayor, le pone el tapado, le calza las botas y sale con él a la escuela.
Ha nevado toda la noche y el frío es de aquellos que cortan la cara, pero la madre se superpone al frío y lentamente llega a la escuela vacía, deja a su hijo, pero antes le saca el tapado y las botas, regresando a su casa.

Ahora, despierta a su segundo hijo, lo hace vestir, le pone el tapado, las botas, saliendo con él hasta la escuela. La nieve golpea sobre su rostro, pero ella sigue y sigue hasta que llega al colegio y hace lo mismo que hizo con su primer hijo: le saca el tapado, las botas y vuelve a buscar a su próximo hijo. Bajo el frío intenso, aún con las manos congeladas, esa madre hizo el viaje hacia la escuela doce veces, todos los días, con la intención de que ninguno de sus hijos se quede sin estudiar.

Las consecuencias fueron muy fuertes: la madre se enfermó, el médico le diagnosticó pulmonía.

El Rab Kanheman solía contar este hecho muchas veces para contrastar las comodidades de hoy en día, con la situación que él vivió de pequeño en su casa. Tuvo muy presente el sacrificio de su madre y todo el esfuerzo que hizo para que él estudiara Torá.
Se decía de él: "¿de dónde sacó las fuerzas para reponerse de la barbarie nazi que arrasó con toda su familia, sin padres, hermanos, tíos, esposa e hijos?"
¿Cómo una persona llega en medio de la guerra a Israel y decide fundar una ieshivá? ¿Quién iría a estudiar allí? Sin embargo, lo hizo. Sentía que su madre le decía: "Iosef Shelomó, fundá la ieshivá, tú puedes". Y él, en esas colinas áridas de Bené Berak, fundó Ponevich, hoy con más de 2000 alumnos.

Quizá se pueda decir que la piedra fundamental fue puesta por esa abnegada madre que con su ejemplo enseñó más que tantos libros y enciclopedias.


Extraído del "Or Daniel"