jueves, 31 de diciembre de 2009

El Mimo


Érase una vez un mimo muy famoso que durante años deleitó a multitudes con la magia de su actuar. De diversas partes del mundo concurría gente a su ciudad para verlo y disfrutar de su gran capacidad histriónica. De pronto, nuestro protagonista cayó en una fuerte depresión. Aun así no dejaba de actuar y cumplir su labor.

Provocaba en el teatro la risa de los presentes, mas en la soledad de su hogar lloraba y gemía como consecuencia de su depresivo estado.

Finalmente, se decidió e inició una terapia, un largo tratamiento sin resultado alguno.
Su depresión era cada vez más intensa. Intentó entonces con remedios y ansiolíticos pero en ningún caso tuvo éxito.

Le comentó alguien que había escuchado de un médico que curaba la depresión (aun la más aguda). Tan solo debía, para ello, cruzar el océano ya que el famoso profesional atendía allende del mar.

Tiempo después, nuestro exitoso pero depresivo mimo, haciendo un paréntesis en la actuación, emprendió el largo viaje para encontrarse con el eminente doctor.

Ya en consulta, éste le recomendó distintas terapias a lo que le contestó el abatido paciente haber intentado esos tratamientos sin obtener resultados positivos.
Fue entonces cuando le sugirió determinadas drogas con los que superaría su malestar. Nuevamente el mimo le contestó que ya había intentado con tales fármacos sin resultados.

Ante tal circunstancia, el médico le indicó que cruzara el mar y concurriera a ver a cierto mimo famoso que, según él escuchó, quien presenciara su actuación superaría cualquier tipo de estado depresivo por el que pudiera atravesar.
"Un momento, doctor", le interrumpió el paciente. "Ese mimo del que usted habla ¡soy yo!. Solo ahora frente a usted lo descubro. En mí, mas que en terapias o remedios, ¡está la solución y la posibilidad de superación!".


Revista “Entre Todos Hacemos Judaica” Nº 9, páginas 41/42.

jueves, 24 de diciembre de 2009

De Teléfonos Rotos...


Cierto Shabat, un Rab muy importante se encontraba dando un curso en su día y horario habitual. Pero con diferencia a los demás días, este sabio notaba que no solo que sus alumnos no le prestaban atención, sino que, aemás, balbuceaban de una manera irrespetuosa para no escuchar sus palabras.

De pronto, frenó su discurso dando un fuerte golpe en la mesa. "¿Qué es lo que está sucediendo aquí?", preguntó con intensa angustia. El silenció se apoderó del recinto...

Al cabo de unos minutos, un joven se paró y le confesó: "perdón Rab, pero nosotros no podemos escuchar palabras de Torá de alguien que robó todos los Sifré Torá de una ciudad".

Casi pálido, este sabio muy suavemente le pregunta: "¿puedes decirme quién le comentó algo así?". Seguido a eso, el acusador le señala a otra persona que estaba sentado detrás de él. Este último se pone de pie y dice: "¡No, Rab! ¡yo no dije algo así! Simplemente le comenté al presidente de esta comunidad que usted había robado todos los Sifré Torá solamente de un templo de la ciudad, y estas palabras las escuché de ese caballero que se encuentra en aquel rincón".

Entre tantas confrontaciones, el nuevo acusado se levantó con enojo y afirmó que jamás había sacado de su boca tal cosa. Simplemente había dicho que el Rab presente había robado tan sólo un Sefer Torá.

El pobre sabio, que cada vez comprendía menos, volvió a interrogar: "¿quién le dijo a este hombre que robé un Sefer Torá?".

De pronto, al final del salón se puso de pie uno de los presentes y, con algo de vergüenza, exclamó algo increíble: "quiero aclarar que yo mismo escuché de alguien realmente importante, que este Rab robó un libro ("sefer" en hebreo) de comentarios de Torá".

Ya sin saber cómo actuar, el sabio rompió el silencio y dijo: "querido mío, ¿podrías decirme por favor quién es esa persona tan importante que exclamó semejante barbaridad sobre mí?".

Bajando la cabeza y lleno de vergüenza, este hombre señala al Rabino principal de la comunidad, quien se hallaba tranquilo estudiando Torá.

Lo interrumpen en su estudio por la gran importancia que tomó el asunto, le explican la situación y con una actitud que mostraba que todo había sido una tremenda confusión, exclama tranquila y pausadamente: "les quiero contar que el último curso de nuestro querido disertante al cual ustedes acusan, fue tan sorprendente e increíble que quedé fascinado. En eso me dije para mi mismo: `seguro que unas palabras tan lindas las había robado de algún libro de comentarios de Torá`".

No es posible que por escuchar una frase la distorsionemos de acuerdo a nuestro estado de ánimo en tal momento. El pobre rabino de esta historia ya estaba en boca de todos porque a uno se le ocurrió cambiar una "palabrita", tan solo una, que casi le iba a modificar todo su status y reputación.

Alguien escuchó "robar" y ya con estas cinco letras hizo toda una mezcla de conceptos que podían haberle arruinado la vida propia y la de su familia.

Aprendamos a valorar el habla y controlar lo que sacamos de nuestras bocas. Y por sobre todo, aprendamos a no provocar "teléfonos rotos..."

Publicación semanal “Para vos, Mamá!” Nº6

viernes, 18 de diciembre de 2009

Los Tefilín Y La Acupuntura China

La revista inglesa “Journal of Chinese Medicine”, la más conocida y prestigiosa publicación occidental especializada en medicina china en general y acupuntura en especial, publicó en su edición número 70 (octubre 2002) un artículo sobre los Tefilín.

En la Web de este medio, se afirma que los puntos donde los Tefilín tocan la cabeza, el brazo y la mano, son exactamente los mismos puntos utilizados en el procedimiento de acupuntura para aclarar la mente y darle paz espiritual al paciente.

Tefilín: una prescripción antigua de un punto de acupuntura

El Tefilín es un ritual de plegaria ancestral que consta en dos pequeñas cajas de cuero, cada una ligada a unas tiras de cuero. Una caja esta ubicada en los bíceps del brazo más débil y la segunda ubicada en la cabeza. La tira de los bíceps es enrollada a lo largo del brazo en una manera cuidadosamente prescripta. La parte trasera de la tira de la cabeza es atada en un nudo y cuidadosamente ubicada en la base del cráneo.

La no conocida propuesta del Tefilín es elevar la conciencia espiritual del hombre que lo viste. Si examinamos donde están ubicados los nudos y las vueltas desde el punto de vista de la Acupuntura Medica China, se ve que el Tefilín forma una formula puntual potente de acupuntura con el propósito de elevar el espíritu y clarificar la mente, ubicada en la estructura gobernante llamada: “Du Mai”. Esta es un extraordinario meridiano que llega a la columna vertebral y penetra en el cerebro.

Es bien conocido por su habilidad de tratar desordenes psiquiátricos e influenciar la mente. La acción espiritual de los puntos de acupuntura en “Du Mai” puede ser explicada porque esta tiene la relación más cercana con el cerebro, el cual es considerado como cobijo del espíritu. Una relación más estrecha del “Du Mai” con el espíritu es encontrada desde su vía anterior, que directamente lo conecta a la morada del espíritu, el corazón.

Se encontraron algunas sutiles diferencias entre sefaradim, ashkenazim y jasidim por las distintas formas de colocar el Tefilín, pero independientemente de cual de ellas sea, es claro que ponerse Tefilín es la única manera de estimular un muy preciso grupo de puntos de acupuntura que aparecen como aclaradores mentales y armonizantes del espíritu.

Cada uno de estos puntos tiene distintas propiedades: algunos benefician a la memoria y la concentración, tratan el dolor de cabeza, el mareo, el golpe. Otros tratan la psicosis, la miopía, la pérdida del olfato. Ciertos puntos calman la mente y ayudan a tratar enfermedades mentales. También hay algunos que combinados o solos tratan la demencia, el miedo, el terror. Otros disminuyen la ansiedad y la tensión.

Si alguno le entrega a un acupunturista esta fórmula de acupuntura y pregunta qué era lo que estaba siendo tratado, no cabe la menor duda que cuestiones mentales y espirituales son gran parte de este modelo. Lo que es sorprendente es que esta fórmula haya sido encontrada en un procedimiento no médico que fue constantemente practicado por miles de años. Incluso la forma en que se enrollan los Tefilín es ideal para estimular ciertos puntos en la mano del canal pericardiano.

La ciencia moderna descubre hoy los beneficios que posee lo que Di-s nos entregó hace más de 3000 años. Valoremos nuestra Torá y sepamos que todo lo que está contenido en ella es para nuestro bien.


Extraído del periódico "La Tribuna Judía"

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Januká: La Llama Silenciosa


Nos encontramos muy próximos a la celebración de “Januká”, también conocida como “La fiesta de las luminarias”. ¿Y “luminarias” por qué?

El Talmud en el tratado de Shabat (21 b) nos enseña: “En el 25 de Kislev, los ocho días de Januká no son días de duelo y de ayuno. Porque cuando entraron los griegos al Santuario, impurificaron todos los aceites que estaban allí. Y cuando se levantó el reino de los Hasmoneos y fueron victoriosos, buscaron y encontraron tan solo una vasija de aceite en la que estaba el sello del sumo sacerdote, y era suficiente solamente para un día (para encender las velas de la Menorá - candelabro de siete brazos), se hizo un milagro y estuvieron prendidas ocho días. Al año siguiente se decretó estos días de alabanza y agradecimiento”.

Aprendemos de aquí que en las luminarias fue en donde hicieron hincapié nuestros sabios, más que en otro suceso. Porque, a decir verdad, podrían haber puntualizado más en la victoria bélica en sí, que de hecho fue más milagrosa ya que hubo que vencer a un imperio griego preponderante, siendo los soldados judíos inexperimentados y quizá sin llegar a poseer el título de “soldados”. Pero no…

¿A qué se debe esta puntualización? ¿Por qué tanto énfasis en un suceso como este? Aparentemente, ¡estaban exentos de cumplir el precepto del encendido ya que no tenían los medios para conseguirlo de manera pura!, ¡fue un percance! (el proceso para conseguir aceite de oliva puro duraba ocho días).

El procedimiento del encendido es prender una vela por cada día a lo largo de los ocho días de la festividad (la ley queda establecida como Bet Hilel). De manera ascendente, el segundo día encendemos por el segundo y también por el primero, el día anterior. Y así sucesivamente. Iluminamos primeramente la del día en que estamos y luego recordamos los anteriores.

Cabe recalcar que nuestros sabios aconsejan utilizar aceite de oliva puro, tal como se utilizaba en el Santuario y tal como fue encontrada por los Hasmoneos en aquel entonces.

Es para asombrarse por qué habiendo poseído tan poco aceite no lo diluían con agua u otro líquido y así les duraría seguramente los ocho días que necesitaban para realizar un nuevo aceite. ¿Por qué decidieron lanzarse y arriesgarse a prender solamente un solo día? ¡Nuestros sabios nos enseñan que la persona no debe esperar que ocurran milagros divinos!

Los judíos de aquel entonces prefirieron conservar la pulcritud, la pureza del aceite, aunque sabían que no les alcanzaría para los demás días. Con su actitud demostraron que es preferible en menor medida pero bien, antes que en mayor magnitud pero “a medias”. Tal como reza el refrán popular: “más vale pájaro en mano que cien volando”. Y no por ser menos cuantitativamente es sinónimo de menores méritos. Antes que nada, la calidad, la buena actitud. Hashem valora el esfuerzo. No todo se mide en cuestión de cantidad.

También podemos aprender de ellos que hicieron lo que estaba en sus manos realizar. Luego Di-s diría que ocurrirá. Entregaron sus almas y no se preocuparon por el mañana. Confiaron en el Todopoderoso que haciendo las cosas como corresponde, obtendrían ayuda celestial. Pero no dejaron todo “a la buena de Di-s”, sino que hicieron su esfuerzo: encendieron el primer día, lo que se encontraba a su alcance.

No mezclaron el aceite con agua para demostrarnos que nuestras intenciones siempre deben ser puras, sin dobles interpretaciones. En muchas oportunidades queremos demostrar que hicimos tal obra de bien, que ayudamos a aquel pobre que nos llamó, que visitamos a un enfermo abandonado, que donamos un aula a una institución educativa. Si bien son actos loables y dignos de imitar, si pensamos realizarlos para que todos nos aplaudan y coloquen una placa con nuestro nombre, estamos diluyendo nuestro “aceite” con agua. La pulcritud de aquel acto ya no es totalmente pura. Tiene dobles intenciones. Busca el honor, la fama, el reconocimiento. ¿Por qué todos deben enterarse de nuestros actos buenos?, ¿por qué han de saber el monto de la donación que efectuamos?

Un carnicero le había regalado a un humilde hombre un buen corte de carne. “¿Y?, ¿cómo estuvo la carne?, ¿sabrosa?”, le preguntó el carnicero bondadoso. “Oh, sí, estuvo muy rica! ¡Le agradezco!”, contestó el hombre.
Esta escena se repetía casi diariamente. El pobre llegó a recapacitar que hubiese sido mejor no haber recibido el obsequio, antes que tener que recordar a diario que había tomado un favor.


Y también en acciones pequeñas, muchas veces nos quedamos frustrados porque no recibimos un “gracias” de la contraparte. Claro que como personas educadas debemos ser agradecidos y reconocer los favores que nos hacen, pero cuando nosotros somos los benefactores no esperemos el agradecimiento. Realicemos actos positivos no para recibir el “gracias” o los halagos posteriores, sino porque deseamos favorecer a otra persona, a otro ser humano. Simplemente por eso. Sin dobles intenciones.

Cuando Reubén trajo del campo jazmines para su madre Lea, Rajel le pidió:”'¡Dame por favor de los jazmines de tu hijo”'. La respuesta de Lea fue: “¿Es poco quitarme a mi marido que también quieres tener los jazmines de mi hijo?” (Génesis 30:14-15).

Pero si recordamos bien la historia, fue justamente gracias a Rajel que Leá pudo casarse con Iaakov.

Iaakov trabajó siete años para que su futuro suegro Labán le conceda a Rajel como esposa. Pero fue engañado. Como Iaakov sabía que su suegro no era una persona del todo correcta y le cambiaría a Rajel por Leá, acordó con la primera unas señales. En la boda él le preguntaría aquellas, si le respondía correctamente, quería decir que era ella y no Leá.

Pero… ¿cómo llegó Labán finalmente a engañarlo?, ¿acaso no utilizaron aquella técnica?, ¿no tuvo su efecto?

Como Rajel (hermana de Leá) observó que su hermana sería avergonzada en público al no saber contestar las preguntas de Iaakov, le enseñó aquellas señales a Leá. Rajel implícitamente fue cómplice del engaño hacia su futuro y amado marido.

Y ahora Leá le expresa: “¿Es poco quitarme a mi marido que también quieres tener los jazmines de mi hijo?”, ¡al contrario! ¡Leá fue la que le `robó` el marido a Rajel! Y no sólo eso, ¡sino que Rajel la ayudó para que no se avergonzara y se haga realidad las nupcias!

De todas maneras, Rajel no emitió palabra. Podría haberle dicho: “¿no te acuerdas por el mérito de quién te casaste?, ¿quién te ayudó a que puedas efectuar enlace?, ¡si no fuese por mí seguirías soltera!”, pero no… se quedó callada. ¿Por qué debería reprochar en cara sus buenos actos?

El exágeta “Daat Sekenim” explica que estas señales se trataban ni más ni menos que de leyes. Rajel le enseñó a su hermana las halajot concernientes a la separación de la Jalá, el encendido de velas y las leyes que respectan a la pureza familiar. Según esta idea, Rajel ni siquiera le contó a su hermana que le estaba haciendo un bien. Simplemente le trasmitió estas leyes como conocimientos generales. En realidad, la verdadera intención de Rajel era que Leá pudiera contestar a las preguntas que le hiciera Iaakov en la boda. Pero no le contó su intención. Hizo un acto de bien sin necesidad de forzar a terceros para que le agradezcan por sus actos.

Festejamos una victoria bélica simplemente a través de unas pequeñas velitas inofensivas. “¿Por qué no utilizan pirotecnia, antorchas, bombos y platillos? ¡De esta manera expandirán más el milagro!” (“pirsumé nisá”). Justamente, Januká nos enseña que debemos ser humildes. Festejar sin provocar ruido, sin llamar la atención. Mientras que otros pueblos se regocijan, comen, se emborrachan y hacen saber a cuatro vientos sus “objetivos alcanzados”, el pueblo de Israel mantiene la calma y el recato. No se descontrola. Tal como nos enseña el profeta: “Él te ha dicho, oh hombre, lo que es bueno, y qué es lo que el Eterno pide de ti; sólo hacer justicia, y amar la misericordia, y andar humildemente con tu Di-s" (Mijá 6:8).

Por eso también encendemos todos los días una luminaria más y aun siendo un incremento de luz, no por ello provocamos más murmullo. Debemos aumentar en méritos (tal como las luminarias), pero siempre sin provocar que los demás hablen y se enteren de nuestros actos.

El Talmud nos enseña que una alcancía casi vacía, si posee unas pocas monedas, al moverla, el ruido que se efectuará será intenso. En cambio, al mover un cofre totalmente lleno, no se oirá sonido alguno. Las personas que poseen contenido espiritual suficiente, colmados de significado, no producen murmullos, pasan desapercibidos. En cambio, los sujetos que no llenan mucho su espíritu completamente, al sacudirse provocan intensos ruidos y llaman la atención.

Escuché de un Rab decir que hoy día es tanta la búsqueda de honores, que existen personas que realizan actos “a escondidas” y ya planean cómo hacer para que los descubran…

Claro que es muy difícil poder diferenciar cuando realmente actuamos sinceramente o cuando existen dobles intenciones. El ser humano necesita motivación para accionarse y no será muy difícil brindarse incondicionalmente. Es más, creo que es casi imposible que aquello suceda. Pero, al menos, intentando llegar a aquel nivel, deseando y anhelando, ya estamos haciendo mucho… y vamos en camino.

La Mitzvá se cumple encendiendo las velas en el momento que salen las estrellas. ¿Pero por qué hace falta que sea de noche?, ¿acaso el milagro ocurrió en ese momento?
La luz en el día no es percibida. El Sol ocupa el lugar de la luz eléctrica (casi en su totalidad) cuando los rayos de este aun se encuentran. Pero cuando oscurece… ¡necesitamos de la electricidad!

En tiempos de oscuridad espiritual, alumbramos las noches con una simple y serena vela, demostrando que tan sólo un poco de luz, por mínima que sea su cantidad, cuando la noche es muy intensa y palpable, mucho puede iluminar. Pequeños actos en épocas tan duras de asimilación y desprecio hacia los preceptos, valen mucho más que en tiempos anteriores.

Es la luz de esta vela las que nos mantuvo y nos mantiene como pueblo a lo largo de miles de años. La luz se compara a la Torá, tal como dice el versículo: “Porque la vela es la Mitzvá y la Torá es la luz” (Mishlé 6:23). Y aunque nuestros opresores aumenten cada día, Di-s no nos deja solos. Él se encuentra acompañándonos aun en tiempos difíciles.

No pensemos que porque existe la ONU, los Estados Unidos o el Estado de Israel estamos a salvo de nuestros perseguidores. Claro que nos sirve como defensa a nivel mundial. Pero… no depositemos nuestras esperanzas en personas. Si Di-s no quiere proveer de la fuerza y poder suficiente para que aquellos organismos nos defiendan, todo será en vano.

Justamente es cuando confiamos en las personas de carne y hueso cuando Di-s nos demuestra que lo necesitamos pura y exclusivamente a Él. Invoquemos a Hashem, miremos al cielo, contemplemos nuestro alrededor. Confiemos solamente en Él, que es la única solución posible y final.

La palabra “Januká” proviene también del vocablo “jinuj”, es decir, educación. Debemos auto educarnos en aras de conseguir pulcritud en nuestros actos. Para alcanzar la pureza del aceite de oliva. Para incentivar a otros individuos encendiendo otras “llamas”, otras almas, al servicio divino ("Candela de Di-s es el alma del hombre", Proverbios 20:27), de manera ascendente, cada vez más, casi una por día. Aceite de oliva puro, sin mezclas ni conservantes. Al menos lo más íntegro posible... ¡Pero atención! El proceso también lleva su tiempo… no se torna tan sencillo “elaborar” un aceite tan pulcro, como ninguna cosa en la vida…

Cuando lo logremos o nos aproximemos hacia aquel objetivo, seremos casi como las estrellas: de lejos parecen pequeñas, como diminutos lunares… pero cuando nos acercamos realmente a ellas, su grandeza y brillantez es tal, que su tamaño logra ocupar planetas enteros.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Si Alguien Se Te Acerca...

Si alguien se te acerca con frío, es porque tu tienes para ofrecerle calor.

Si alguien se acerca con alegría... es porque tú tienes siempre una sonrisa para ofrecer.

Si vierte ante ti sus lágrimas... es porque de ti espera el consuelo.

Si te ofrece sus versos... es porque tú tienes la música.

Si te confía su sufrimiento... porque de ti espera un remedio.

Si llega con sus confidencias porque en ti busca la escucha.

Si con hambre... es porque puedes proporcionarle alimento.

Con besos... porque tú eres la dulzura.

Si te confía sus dudas... es porque tú le marcas el camino.

Con orquestas... porque tú eres la fiesta.

Con desánimo... es porque tú sabes ser un estímulo.

Con fantasía... es porque tú sabes la realidad.

Con desesperación... porque en tí encuentra una razón válida.

Con entusiasmo... porque no duda de que vas a vibrar con sus esperanzas.

Cuando te confía un secreto... Es porque tiene segura tu complicidad.

Cuando alguien se acerca a ti inquieto es porque tú, sabes infundirle serenidad.

Cuando deposita en ti su confianza... es porque encuentra en ti su fuerza.

Cuando te confiesa sus miedos... ¡¡¡es porque tú eres amor!!!

Nadie llega a ti por casualidad... Todo encuentro es un proyecto de Di-s

El mundo está en las manos de Di-s y de aquellos que tienen el valor de soñar y que se atreven a correr el riesgo de vivir sus sueños.


Publicación semanal "Or Mizrah" Nº361

viernes, 27 de noviembre de 2009

Pescado Fresco Japonés


Los japoneses siempre han gustado del pescado fresco. Pero las aguas cercanas a Japón no han tenido muchos peces por décadas. Así que para alimentar a la población japonesa, los barcos pesqueros fueron fabricados más grandes y así pudieron ir mar adentro todavía más lejos.

Mientras más lejos iban los pescadores, más era el tiempo que les tomaba regresar a la costa a entregar el pescado. Si el viaje redondo tomaba varios días, el pescado ya no estaba fresco.
Para resolver este problema, las compañías pesqueras, instalaron congeladores en los barcos pesqueros. Así podían pescar y poner los pescados en los congeladores. Además los congeladores permitían a los barcos ir aún más lejos y por más tiempo.

Sin embargo, los japoneses pudieron percibir la diferencia entre el pescado congelado y el pescado fresco, y no les gustó el pescado congelado. El pescado congelado se tenía que vender más barato.

Así que las compañías instalaron tanques para los peces en los barcos pesqueros. Podían así pescar los peces, colocarlos en los tanques y mantenerlos vivos hasta llegar a la costa de Japón. Pero, después de un poco de tiempo, los peces dejaban de moverse en el tanque. Estaban aburridos y cansados pero vivos. Desafortunadamente, los japoneses también notaron la diferencia del sabor. Porque cuando los peces dejan de moverse por días, pierden el sabor ‘fresco-fresco’. Los japoneses prefieren el sabor de los peces bien vivos y frescos, no el de los peces aburridos y cansados que los pescadores les traían.

¿Cómo resolvieron el problema las compañías pesqueras japonesas? ¿Cómo consiguieron traer pescado con sabor de pescado fresco? Si las compañías japonesas te pidieran asesoría, ¿qué les recomendarías?

Tan pronto como alcanzas tus metas, como empezar una nueva empresa, pagar tus deudas, encontrar una pareja maravillosa, o lo que sea, tal vez pierdas la pasión. Ya no necesitarás esforzarte tanto, así que solo te relajas. Experimentas el mismo problema que las personas que se ganan la lotería, o el de aquellas personas que heredan mucho dinero y que nunca maduran, o el de las personas que se quedan en casa que se hacen adictos a los medicamentos para la depresión o la ansiedad.

Como el problema de los pescadores japoneses, la mejor solución es sencilla.
Lo dijo L. Ron Hubbard a principios de los años 50. ‘Las personas prosperan, extrañamente más, solo cuando hay desafíos en su medio ambiente’. Hubbard escribió en su libro "Los beneficios de los desafíos": ‘mientras más inteligente, persistente y competente seas, más disfrutas un buen problema’.

Si tus desafíos son del tamaño correcto, y si poco a poco vas conquistando esos desafíos, te sientes feliz. Piensas en tus desafíos y te sientes con energía. Te emociona intentar nuevas soluciones. Te diviertes, ¡te sientes vivo! Así es como los peces japoneses se mantienen vivos: para mantener el sabor fresco de los peces, las compañías pesqueras todavía ponen a los peces dentro de los tanques en los botes pesqueros.

¡Pero ahora ellos ponen también ¡un TIBURÓN pequeño! Claro que el tiburón se come algunos peces, pero los demás llegan muy, pero muy vivos! ¡Los peces son desafiados! Tienen que nadar durante todo el trayecto dentro del tanque, ¡para mantenerse vivos!

Cuando alcances tus metas, proponte otra mayor. Nunca crees el éxito para luego acostarte sobre él. Tú tienes recursos, habilidades y capacidades para lograr lo que te sueñas, para hacer la diferencia, para lograr el cambio que te propones.
Así que, invita un tiburón a tu tanque, y descubre ¡qué tan lejos realmente puedes llegar! ¡Unos cuantos tiburones te harán conocer tu potencial para seguir vivo y haciendo lo que mejor haces, de la mejor manera posible!

Y si ya te encuentras en el tanque, déjalos que se muerdan entre sí, que no te asusten sus dientes ni sus trampas... tu sigue alerta, pero siempre "fresco".

Siempre habrá tiburones a donde vayas...


Publicación semanal "Or Mizrah" Nº398

viernes, 20 de noviembre de 2009

Educando Con Amor

En un lugar de Estados Unidos se encontraban aula con más o menos 16 alumnos, pertenecientes a una importantísima escuela.
Sucedía que por estos alumnos habían pasado distintos Rabanim, maestros, maestras, especialistas y no había forma de contenerlos. Eran rebeldes, mal hablados, nadie podía con ellos. ¿Cómo podía ser?

Cierto día apareció en esta institución un importante funcionario público, que observó la gran indisciplina poco contenida durante todo un año. Aunque cada uno y uno de los 16 alumnos no habían repetido el año, no había cambios en su decisión. Por ende, la situación lo obligaba a pensar en cerrar toda la escuela.

El director estaba desesperado. Comenzó a consultar a sus colegas y, gracias a Di-s, le recomendaron cierta maestra que tenía mucho corazón para tratar alumnos de este tipo, que tenían alrededor de 14 años aproximadamente.

Al tener una junta con esta mujer, ella les aclaró que para asumir como maestra de ese aula en particular, necesitaba observar el curriculum de los jovencitos. Por supuesto se lo proporcionaron. Donde ella leyó decía algo así como:

Reubén 94
Levy 93
Alan 95
Shimón 92
Iosef 93

Al leer la información, de pronto la maestra dijo: “No puedo, ¡no puedo asumir ahora! Por favor denme un tiempo para prepararme bien porque me enfrento a chicos muy inteligentes y no puedo fallar. Ya que esperaron 1 año, esperen 1 mes más, nada pasará. Esa es mi condición.” Como no les quedaba otra opción, desde ya aceptaron.

Llegaba el momento de asumir su puesto y había muchas expectativas sobre esta docente.
Comienza esta nueva etapa… pasa 1 mes, 2, 3 meses… y magníficamente estos jovencitos parecían haber nacido por segunda vez. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Qué milagro se había producido? ¿Qué misterio se encontraba oculto en esta espectacular ayuda Divina? Por supuesto, todos los directivos propusieron una reunión a fin de descubrir el motivo del rotundo y ansiado éxito.

Al reunirse, el Rab principal le preguntó a la maestra cuál era la clave de tanto cambio positivo y qué táctica psicopedagógica había aplicado. Ella, muy sorprendida ante tanto honor, le contestó que no había hecho nada del otro mundo. Simplemente, luego de leer el puntaje tan alto al que se enfrentaba, debía prepararse para afrontar verdaderas maravillas de alumnos…

Ante esta respuesta, todos se miraron asombrados. Uno de los participantes le dijo: “Señora, está usted en un error… lo que usted leyó no era ningún puntaje… eran…” Y hubo un silencio. “Eran los años de nacimiento de cada uno de los alumnos…”

Con esta verdad concluyó esta historia muy real, de la cual aprendemos que cuando miramos a nuestro compañero con un poco de amor, con un poco de respeto, sin envidia, sin pensamientos extraños o retorcidos, sin mirarle sus defectos sino sus virtudes, todo cambia. La naturaleza se modifica y suceden hechos casi inexistentes de acuerdo a la realidad.


Publicación semanal “Para vos, Mamá!” Nº2

martes, 10 de noviembre de 2009

El Telegrama

En una gran ciudad de Europa, se presentó un hombre en el correo y, tras saludar al empleado que se encontraba detrás del mostrador, le pidió un formulario de telegrama para enviar a un lejano país en el cual vivía su hermano. Con gusto el empleado se lo alcanzó y el hombre, feliz, comenzó a redactar el texto para enviar.

Al cabo de unos instantes culminó de escribir y le entregó la carta al trabajador para que la envíe. El cajero le prepara la cuenta y se la pasa al despachante: 500 dólares.

-“¿¡Cuánto?!”, preguntó sorprendido el cliente.
-“Sí, señor, son 500 dólares. Pasa que su texto es demasiado extenso. Tal vez pueda usted reducirlo y entonces disminuirá el precio también.”
-“Pásemelo por favor. ¡Le echaré una mirada a ver si puedo!”

A mi querido hermano Moshé: te invito por medio de esta carta a la boda de mi querido hijo Iosef, que se realizará (Di-s mediante) dentro de dos semanas, en el Templo “Shaaré Efraim”, sito en la calle Whestibroisde 437, a las 21:00 hs puntual.
Te espero.
Tu hermano Jaim.


“¿Para qué escribir “A mi querido…”?, ¿y para qué el nombre de mi hijo, si es el único que tengo y él lo conoce?, ¿y para qué el nombre del Templo y la dirección, si de todas maneras primeramente vendrá a casa y luego iremos juntos hasta allí?, ¿y para qué…?, ¿y para qué…?”

Cuando le entregó el nuevo texto, le cobró menos del a mitad… ¡la mayoría de las palabras estaban de más!

¡Sí! Nuestra boca es como un telegrama. Por cada palabra se deberá pagar… ¡y cuánto! ¡Veamos si todas nuestras charlas son indispensables! ¡Tal vez podamos sin ellas! Y, a diferencia del telegrama, nuestras palabras de más no se pagan solamente con dinero…

Revista "Or Daméseh" Nº4, página 25

miércoles, 4 de noviembre de 2009

¿Cómo Ser Un Terapeuta Las 24 Horas?

Frecuentemente me pregunto cuál será el motivo por el cual Di-s le otorga a sus criaturas, ni bien nacen, ese cariño, amor y enternecimiento que atrapa a cualquiera que se los tope por el camino. “Ay, ¡mira qué lindo ese bebé!”, “observa lo amoroso que se ve aquel tigrecito…”, “¡qué bellos pollitos!”.

Seres que quizá de adultos provoquen desagrado o hasta terror (y no me refiero solamente a los animales…), cuando salen al mundo, y durante los primeros años, mantienen esa belleza exterior captando las múltiples miradas de los transeúntes.

En una oportunidad escuché de un Rab decir: “cuando los niños son pequeños acostumbramos a pensar: “¡qué lindos!, ¡qué ganas de comérselos!”. Pero cuando crecen, uno se pregunta: “¿por qué no me los habré comido antes?”.

¿Qué beneficios podría tener para un simple animalito captar la atención de muchos otros que, tal vez, desde su posición mucho no pueden hacer para con él? ¿De qué le serviría a un bebé que más personas les pellizquen sus tiernos cachetes, repitiendo frases casi aprendidas de memoria por aquellos pequeñuelos, por tratarse de libretos universales y repetitivos?

Claro que nos es imposible comprender motivos celestiales. Existiendo una diferencia abismal entre nosotros y Di-s, se descarta que lleguemos al nivel de “comprensión” que Aquel posee. De todas maneras, quizá podríamos aproximarnos a una posible hipótesis.

No hace falta escarbar mucho para darnos cuenta que estamos en momentos de “oídos sordos”… “Sordos” porque no escuchan… o porque no quieren escuchar… “Sordos” porque con tantas tareas y ocupaciones diarias, ya no disponemos de tiempo para prestar un oído a un compañero caído. Algo tan mínimo y con tan poco costo real de mercado, no estamos disponibles a “comprar”. Mejor dicho, a vender… Para la tecnología, los aparatos de última generación y para correr al “Gym” hay tiempo… ¿y qué pasa con nuestro alrededor?, ¿qué sucede con nuestra pareja?, ¿y qué hay de nuestros hijos?, ¿de nuestros amigos, nuestra familia?

El nivel de valores cambió. Quizá el consumismo ya nos ha comenzado a “consumir”. Otros muchos lucran con nosotros y no dejan que seamos nosotros los que hagamos “negocios” con nuestro compañero. Porque, a fin de cuentas, escuchar las aflicciones de otra persona puede ser un negocio literalmente “redondo”. Y cuando digo “redondo” no me refiero a que le estemos ahorrando la asistencia psicológica (que también es cierto). Afirmo que es “redondo” porque si bien estamos ayudando de manera impresionante e ilimitada, no tenemos que pagar costo alguno por aquello.

Hasta el momento no existe empresa que cobre por utilizar nuestros oídos (aunque sí las hay que se encarguen de destruirnos los tímpanos con chismes y habladurías…)

Desde mi experiencia personal, creo que cuando ayudo a otro me estoy ayudando a mí mismo. A descubrirme más. A ser más tolerante, más comprensivo, más persona…

¿Qué perdemos?, ¿qué dejamos de ganar?, ¿cuántos negocios descuidamos por tres minutos pensados para otro que no sea uno mismo?, ¿brindar a un otro despegado de mí?
Sin dudas que el egocentrismo y el narcisismo poseen un gran papel en sociedades como las nuestras. Con bombardeos mensajeros constantes en donde se nos invita a satisfacer cualquier “necesidad” URGENTE que surja, no existen titubeos de pensar que no estamos solos en aquella decisión. Que no somos los únicos que elegimos.

Pero ojo… tampoco apuntar con un dedo y afirmar que: “toda la culpa la tienen los medios de comunicación y las empresas generadoras de consumo”, porque, a fin de cuentas, creo que debemos adaptarnos a las circunstancias y comprender que, a fin y al cabo, somos escritores de nuestra propia historia. Poseemos libertad y responsabilidad para elegir por nuestros propios medios y no transformarnos en esclavos del mundo de los amos. Ni la T.V., ni la radio ni la computadora se encienden solas…

Los esfuerzos deben estar centrados en un mismo y no en el afuera. Observar qué podemos hacer desde nosotros para mejorar lo externo, independientemente de la circunstancia en la que se encuentre la región toda. Porque si Hashem nos encomendó vivir en estos siglos y no en otros, en esta época y no en aquella otra, no es más que un indicio que podemos atravesar exitosamente la presente etapa. Di-s no interpone en el camino aquellas pruebas que Sabe que no podremos superar.

Retomando la pregunta inicial, postulo que uno de los posibles motivos por los cuales Di-s engendra a sus criaturas de manera bella y vistosa los primeros años de vida, es para que no mueran de amor. De no ser por esta característica, ¿qué “beneficio” podría otorgarle a un individuo cuidar de una criatura que necesita higienización constante, gastos económicos elevados y una dependencia total para cualquier tipo de actividad? (¿quién nos dijo que todo se evalúa en parámetros de conveniencia y beneficio?) Ya nos topamos con casos reales en los cuales, a pesar de esta gran bondad celestial, padres abandonan a sus hijos… imaginémonos qué sucedería si no existiría este “bien” innato…

Hoy día hasta el saludo es parte de los “business”. Sonrisas por conveniencia. Acercamientos por interés. Frases cómicas “para quedar bien con el cliente”. ¿En dónde ha quedado, me pregunto, la sinceridad, la trasparencia y la amabilidad de por sí, tan sólo por tratar con individuos, con seres vivos, sin ningún interés creado? ¿Por qué nos cuesta tanto ser personas con cualquier persona? ¿Habrá que pensar siempre en términos económicos o de beneficio para tratar a los individuos como realmente lo merecen?

Todo ser vivo es consciente cuando se lo registra, cuando se lo valora, cuando se lo tiene en cuenta, cuando se le otorga un lugar entre todos, cuando se lo distingue. Las simples sonrisas, caricias, afectos y frases tiernas los ayudarán para comenzar sus primeros pasos con confianza y seguridad. Luego “la vida” dirá cómo manejarán el tema del afecto y la proximidad con sus pares, pero ¿qué mejor inicio que este para comenzar a socializar? (para socializar no es necesario hablar, el lenguaje corporal, no verbal, también cuenta… y mucho.)

Quizá no sea la mejor virtud para destacar. La belleza es casi innata (a menos que el lifting haya hecho de lo suyo…) No creo que sea muy meritoria aquella persona que nació con magnificencia y perfección encantadora. Valoraría más al individuo que luchó para modificar sus cualidades... pero los ojos tienen mucho poder… y no se lo puede negar.

Hace unos meses leí un slogan de una prepaga médica que anunciaba: “antes que pacientes, personas”. Más allá de la posible estrategia de marketing, debo reconocer que aquella frase me impactó. En los hospitales, muchas veces el individuo se convierte en un síntoma, en una enfermedad, en un objeto. En un ambiente muchas veces técnico y frío, las palabras de aliento se tornan sumamente significantes.

No hace mucho tiempo atrás sufrí unos pequeños desmayos. Para descartar cualquier enfermedad, en la guardia me enviaron a realizar todo tipo de control: tomografía computada, electrocardiograma, análisis de sangre, de orina, radiografías, etc. Me asusté mucho ya que todos esos términos eran nuevos para mí. Sentí mucho la frialdad de los médicos y el trato como “en fila de banco” que recibí (no quiero que esto se tome como generalización, fue mi experiencia personal y en un determinado hospital). Pero, en un momento dado, un enfermero que me acompañaba hasta la sala de estudios, muy inteligentemente me dijo: “no te preocupes, estás sano…al menos hasta que no se demuestre lo contrario, sí lo estás”. Recuerdo que tan sólo esas palabras me dieron aliento, me aliviaron. A fin de cuentas (inconscientemente o no), era lo que estaba buscando y nadie –salvo él- supo decodificar: que comprendan que todo era nuevo para mí y que me tranquilizaran.

Sin llegar ni a engañarme ni a consolarme, el profesional dijo la frase exacta que calmó mi ahogo. Siempre, siempre y siempre se debe ir con la verdad, y eso también aprecié de su parte. No tiene sentido mentir en pos de la salud. Mentir por sí solo ya no es salud…

El Shulján Aruj (Código de Leyes Judías) en el capítulo 231 de Oraj Jaim expresa: “… y también, todo provecho que el individuo tenga de este mundo que no tenga intención para su propio provecho personal, sino para cumplir con las Ordenes del Creador (para servirLo) […] Al dormir que no piense: “dormiré solamente para descansar mi cuerpo”, sino para reunir fuerzas que le posibiliten cumplir las Mitzvot (lo mismo con la comida y la bebida) […] y el que así se comportase, saldrá que Servirá a Di-s constantemente y en todas sus actividades”.

Aprendemos de aquí que existen maneras de cumplir preceptos aun cuando nos acostamos por las noches. Con cada segundo de sueño estaremos cumpliendo una Mitzvá aparte (siempre y cuando exista una verdadera intención de dormir para Servir a Di-s).

Y no solamente con las acciones personales se puede lograr esta categoría. Aun en nuestras relaciones interpersonales cotidianas podremos cumplir con lo antes mencionado: ya sea desde la profesión que sea, atendiendo un negocio, un kiosco, un local de ropa o simplemente contestando cordialmente un teléfono, podremos estar facilitando actitudes terapéuticas. ¿Cuántas veces nos quedamos mal por el trato recibido en un local? O, mejor dicho, ¿nunca nos sentimos atendidos de tal manera que afirmamos: “que lindo que existan este tipo de personas en el mundo”?

Descartando estrategias de marketing o comisiones por ventas, debemos intentar ser constantemente de esta manera. De proveer ese vínculo, esa atención y cordialidad más allá de los intereses comerciales. Simplemente para que un otro se sienta recibido, acompañado, respetado.

En mi corta experiencia como vendedor y dedicado a la atención al cliente, me doy cuenta que la mayoría de las personas que se acercan a consultar, buscan el buen trato. Uno puede sentir lo bien que se sienten cuando perciben que se los trata y se los valora como verdadero sujetos. Como individuos diferenciados y con la importancia que se merecen.

Muchas veces me encuentro con tarjeteros o volanteros. Observo frecuentemente que no pocas personas pasan por al lado de ellos ignorando aquel folleto. Mejor dicho, haciendo como aquel tarjetero no existiera. Para mis adentros pienso que aquellas personas deberán estar bastante apuradas y ocupadas. Por mi parte reflexiono que, si bien a veces corro contra reloj (creo que no seré el único), no pierdo nada al recibirlo, decirle “gracias” y por qué no, colaborar con la limpieza de las veredas arrojando el futuro residuo al cesto. El volantero se beneficia y yo no tengo pérdida alguna (salvo cuando llevo paraguas o muchas cosas en la mano que se complica).

En una oportunidad, una persona comentó que se encontraba recorriendo las calles de Londres y arrojó un papel al piso londinense. De repente, se le aparece una señora diciéndole: “Señor, se le ha caído este papel”. Asombrado, el hombre le contesta: “Gracias señora, pero ya no lo necesito…”. A lo que la mujer le replicó: “Londres tampoco…”

Sin dudas que con los valores tan desgastados no se necesitan tantos “magos” y “varitas mágicas” para ser partícipes de actitudes terapéuticas. Diariamente, a cada paso de nuestras vidas y hasta en nuestra profesión, podremos efectivizar este bien que tanto hace falta.

Tampoco es necesario ser psiquiatra, psicólogo, trabajador social o counselor. No pasa por poseer un título. Obteniéndolo solamente, no se acredita automáticamente esta calidad. Pasa por una cuestión de ser más que de saber, por una cuestión de actitud… Muchas veces, palabras sinceras y profundas o una escucha empática provenientes de un amigo, pueden hacer más que cientos de sesiones psicoanalíticas.

Quizá debamos comenzar por nuestros hogares. Es más sencillo brindarse al público, devolviéndonos este sus agradecimientos y alabanzas por nuestras actitudes: “¡qué buena persona!”, “¡gracias por ser tan bueno conmigo!”.

En muchas oportunidades nos ofrecemos hacia el afuera pero olvidamos el adentro: nuestra familia, compañeros de hogar. Allí erradica el verdadero “favor”. En donde, sabiendo que no recibiremos reconocimiento alguno, nos ocupamos por el bien de aquel miembro. Una ayuda incondicional, verdadera.

Solamente pensemos: ¿quién de nosotros no ha sufrido alguna vez? ¿Quién de nosotros no ha necesitado palabras de aliento en alguna ocasión? ¿Quién de nosotros no ha transitado una situación complicada y traumática?

No creo que muchos lectores puedan afirmar que nunca estuvieron tocados en alguno de estos aspectos. Y no porque sean débiles o indefensos, sino porque la vida nos presenta diariamente aquellos obstáculos. Esa es la esencia de nuestra existencia… pero con un fin positivo: que los podamos superar. Ayudemos a otros, la mayor parte del día posible que, seguro y más que seguro, también nos estaremos ayudando a nosotros mismos.

viernes, 30 de octubre de 2009

El Triple Filtro

Un día, un conocido se encontró con un gran sabio y le dijo: “¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?”. “Espera un minuto”, replicó el sabio, “antes que nada, quisiera que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo “el examen del triple filtro”.
“¿Examen del triple filtro?”, preguntó su conocido. “Correcto”, continuó el sabio. “Antes que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir. Es por eso que lo llamo de esa manera.

El primer filtro es la VERDAD. ¿Estás absolutamente seguro que lo que dirás será cierto?”. “No”, le dijo el hombre. “Realmente sólo escuché sobre eso y…”
“Bien”, dijo el sabio, “entonces realmente no sabe si aquello que dirás es cierto o no.

Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el filtro de la BONDAD.
¿Será algo bueno lo que me contarás?”. “No, por el contrario…” “Entonces, deseas decirme algo no tan agradable de su persona, pero no estás seguro que sea cierto… Pero aun podría querer escucharlo porque queda un filtro, el filtro de la UTILIDAD.

¿Me servirá de algo saber lo que quieres contarme?”. “No, la verdad que no lo creo…”
“Bien”, concluyó el sabio, “si lo que deseas contarme no es cierto, ni bueno e incluso no me es útil, ¿para qué querría yo saberlo?”.


Publicación semanal "Or Mizrah" Nº394

jueves, 22 de octubre de 2009

Camino A Un Mundo Mejor

Muchas veces uno se pregunta: "¿vendrán tiempos mejores?, ¿las generaciones futuras vivirán en un mundo mejor?, ¿la humanidad podrá alcanzar la meta de la felicidad?". En teoría, vamos en camino a un mundo mejor. Los adelantos científicos y tecnológicos nos brindan cada vez mayor confort y una mejorada calidad de vida. Tan sólo pensar que desde un teléfono móvil podemos realizar una infinidad de tareas, nos da la sensación que tenemos el mundo en nuestras manos. Sin embargo, esa impresión que tenemos que la sociedad se dirige hacia una vida más alegre y feliz, dista mucho de la realidad. Parece ser que en la era en donde todo se hace cada vez más sencillo y fácil, al humano, por el contrario, todo le resulta cada vez más difícil.

Uno de los factores de este fenómeno es el asedio mediático que ejerce sobre la persona la obligación constante de alcanzar el éxito. Indudablemente, vivimos en una sociedad exitista en donde no se valora el esfuerzo sino el resultado. Y sólo puede haber un ganador a costa de un perdedor. De acuerdo a estos parámetros que nos impone la sociedad, el éxito es un privilegio para unos pocos. Empero, el concepto de "éxito" según la filosofía de la Torá es totalmente opuesta al del mundo secular y mucho más factible de lograr. La Torá en el libro "Bamidbar" (capítulo sexto), relata acerca de los preceptos que se refieren a aquella persona que quería consagrar su vida a Di-s por intermedio de proclamarse nazareno (básicamente tenía prohibido tomar vino y cortarse el cabello). El versículo agrega: "no podrá acercarse a un cadáver, ni siquiera si fuesen sus parientes cercanos, ya que lleva sobre sí la corona de Di-s".

¿A qué se debe esta corona? ¿Acaso las coronas no son para los reyes? La explicación es que la corona se transforma a la vez en el premio y en la recompensa por haber logrado superarse y haber podido abstenerse del beber vino, siendo este último uno de los posibles causantes de caer en pecados. Aprendemos de aquí que puede existir un ganador sin necesidad que haya un perdedor.

El refinamiento de la conducta del ser humano y el perfeccionamiento de sus cualidades, son logros propios que no dependen de nadie. Es por eso que la concepción de "rico", "fuerte" y "sabio" de nuestros sabios, es totalmente diferente a lo que estamos acostumbrados a escuchar. Como dijo Ben Zomá en el Pirké Avot (4:1): “¿"Quién es el sabio? Aquel que aprende de todas las personas. ¿Quién es el rico? Aquel que está contento con su parte. ¿Quién es el fuerte? Aquel que domina su instinto". De acuerdo a nuestra Torá, la riqueza, la fortaleza y la sabiduría son valores absolutos e intrínsecos que dependen de nosotros mismos y no en comparación de algo o de alguien.

Por otra parte, del texto que recomendaron recitar los sabios luego de concluir una jornada de estudio o al culminar un tomo del Talmud, podemos comprender que cuando se trata de buenas acciones, el Todopoderoso no se fija en el resultado sino en el esfuerzo. Como decimos en el mismo: "nosotros nos esforzamos y recibimos pago; ellos se esfuerzan y no son recompensados". ¿Acaso existe alguien que trabaje y no reciba renumeración? La intención es la siguiente: toda persona que trabaja recibe un sueldo por los resultados obtenidos. Por ejemplo, un carpintero recibirá su pago contra entrega del producto encargado por el cliente. Pero nadie estaría dispuesto a pagarle por todo el esfuerzo y tiempo que invirtió si no recibiera nada a cambio. En lo que respecta a las buenas acciones, aun cuando no logremos nuestro cometido, Di-s recompensará nuestro esmero y empeño.

Por consiguiente, la clave del éxito es focalizar nuestros objetivos en mejorar como personas, pulir nuestros modales, perfeccionar nuestras cualidades y buscar el bien común.

Rab Isaac Chehebar

miércoles, 14 de octubre de 2009

El Ojo Que Todo Lo Observa...


"Rabí dice: ¿Cuál es el camino recto que debe elegir el hombre para sí mismo? Todo [camino] que es bello para quien lo hace y lo embellece ante su prójimo. Sé cuidadoso tanto con las mitzvot menos importantes como con las de mayor importancia, ya que tú no sabes la recompensa de las mitzvot. Calcula la pérdida que conlleva una mitzvá en contraposición con su recompensa, y la ganancia de una transgresión en contraposición con su pérdida. Observa tres cosas y no vendrás a pecar: Sabe qué es lo que hay por sobre ti: un ojo que ve, un oído que escucha, y todas tus acciones en el libro son registradas" (Pirké Avot 2:1).

Cuando se inventó la cámara fotográfica y el tocadiscos primitivo, le comentaron al Jafetz Jaim ZZ"L del nuevo descubrimiento, recalcándole que el mundo estaba avanzando a pasos agigantados con estas geniales innovaciones. A lo que el Rab contestó: "el mundo no está avanzando, está retrocediendo. Antes, la gente tenía una fe sincera y una plena seguridad en el "ojo que ve" y en el "oído que oye" celestiales. Sin embargo, en estos tiempos las personas se enfriaron y aquella fe se puso en tela de juicio: "¡¿un ojo que lo ve todo?!, ¡¿un oído que todo lo oye?!, ¡¿un libro en el que se escribe todo lo que sucede?!, ¡¿cómo es posible concebir algo así?!

Por ello fue necesario que Di-s haga bajar al mundo la cámara fotográfica para que las personas tengamos una idea de las imágenes que nos "toman" desde allí arriba. El tocadiscos para que estemos al tanto de las grabaciones que nos harán escuchar el día de mañana..."

En esta era moderna, esta reflexión de aquel maestro cobra otra dimensión. Los modelos con los cuales Di-s nos otorga una demostración de su Omnipresencia son más impactantes. Satélites espaciales navegando alrededor del planeta, filmando cada movimiento, diminutos aparatos inalámbricos grabando todo sonido aun a larga distancia, computadoras con capacidad para registrar y almacenar miles de millones de datos. Todo ello nos ayuda a captar lo ya expresado en el tratado de Avot: el hombre está bajo control y supervisión constante en cada uno de sus pasos.

Rab Yejezquel Levy

miércoles, 7 de octubre de 2009

La Respuesta De Un Sabio

Dos niños patinaban en un lago congelado de Alemania. Era una tarde nublada y fría. Los niños jugaban despreocupados.
De repente, el hielo se quebró y uno de los niños se cayó, quedando preso en la grieta del hielo. El otro, viendo a su amigo preso y congelándose, arrojó un patín y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas hasta, por fin, conseguir quebrarlo y liberar al compañero.

Cuando los bomberos llegaron y observaron lo ocurrido, preguntaron al héroe niño: “¿Cómo conseguiste hacer eso? ¡Es imposible que consiguieras partir el hielo, siendo tú tan pequeño y con tan pocas fuerzas!”. En ese momento, un sabio que merodeaba el lugar comentó: “Yo sí conozco la respuesta a su interrogante”. “¿Cuál es?”, le preguntaron. “Es sencillo", respondió, "no había nadie para decirle que no era capaz”.

Di-s nos hizo perfectos y no elige a los capacitados, sino que capacita a los elegidos. Hacer o no algo, sólo depende de nuestra voluntad y perseverancia.

Publicación semanal "Or Mizrah" Nº392

viernes, 2 de octubre de 2009

Sucot: Eterna Convivencia



Los días estremecedores culminaron. El shofar, el mes de Elul, Rosh Hashaná, Iom Kipur, todo llegó a su fin. Un trabajo arduo de cuarenta días de duración.

Ahora se nos pide poner énfasis en la alegría. Acentuar que en la vida no todo es temor. Se nos exige estar alegres pues seguramente Di-s escuchó nuestras súplicas, sellándonos en el Libro de la Vida y de las buenas bendiciones. Tan es así la exigencia del júbilo y regocijo en estas fechas, que uno de los nombres propios de la festividad de Sucot es: “Jag Simjatenu” (la festividad de la alegría).

Bien sabemos que existen dos caminos posibles para servir al Todopoderoso:

1) Por temor al castigo y/o a Di-s, se busca cumplir con todos los preceptos lo mejor que se pueda.

2) Por un amor incondicional a Un Ser Supremo que Nos Creó y Nos brinda incontables beneficios a cada segundo de nuestra existencia, la persona siente que es un deber escuchar los dictámenes Divinos que Él Encomienda. Confía que Deseará lo mejor para su persona.

Sin dudas que un padre preferirá que su hijo lo respete más por amor que por temor. No hay margen a pensar que el sendero del miedo sembrará mejor el vínculo afectivo, que lo hará más consistente, más fuerte. De todas maneras, en el camino de las mitzvot (preceptos), el temor es uno de los posibles medios para el servicio Divino. Pero el camino del amor, se lleva la mejor parte… y la mejor paga también.

Venimos transcurriendo días y semanas de temor al juicio, a la Justicia Divina, a nuestro futuro en general. No sabemos qué dictaminarán desde los cielos para el año entrante, si tenemos los méritos suficientes. Por eso rezamos con fervor y de todo corazón. Todo ese trabajo es inducido hasta la festividad de Sucot. Al llegar esta misma Di-s nos dice: “ahora podemos comenzar el año con mayor optimismo. Estén alegres pues su `teshuvá` (retorno a las fuentes) fue aceptada. Ya no Me Sirvan por temor, ahora quiero que el amor nos una y sea nuestro nexo de comunicación, nuestro lenguaje”.

Y si prestamos bien atención, observaremos que existe un ascenso gradual del nivel solicitado: primeramente comenzamos el retorno con el temor como pilar (en los días del mes de Elul y a posteriori), pero finalizamos los días festivos en el crepúsculo de la relación: con amor y fraternidad como norma.

Hashem nos invita a su casa y pide convivir con nosotros. “Ahora que nos una la alegría”. Y así realmente sucede… el que tiene el mérito de realizar una Sucá en su propiedad, construye una pequeña cabaña para que repose la Divinidad. Di-s se acerca a nosotros pues busca que nos alegremos en Su festividad.

Pero… la convivencia no es fácil...
Si existe algo que hoy en día todos tenemos amplio conocimiento sobre ello, son los tan afamados conflictos conyugales entre parejas y matrimonios. Un buen día se amaban profundamente, se fueron a convivir juntos; y a la semana, casi como por arte de magia, ya siquiera podían verse el rostro.

¿Qué sucedió?, ¿qué fue lo que hizo cambiar tanto de parecer a estos “enamorados”?, ¿no era que se amaban?, ¿no se juraban “amor eterno” hace unos días? La convivencia… hay muchas situaciones que se descubren únicamente conviviendo con la otra persona.

En realidad, Hashem siempre quiere convivir con nosotros, todo el año. Sólo que en estos días poseemos un medio material el cual podemos aprovechar como objeto motivador para cumplir este mandato. Si no podemos efectuarlo durante todo el año, al menos aprovechemos esta oportunidad única más objetivizada.

A tal punto nos desea como “compañeros de hogar” que Rabí Janiná nos enseñó que (Makot 23 b): “Quiso Di-s ameritar al Pueblo de Israel por ende les aumentó a ellos en Torá y preceptos…” ¿Y esto por qué?, ¿para qué son necesarios 613 mitzvot? Nos contesta el sabio: para que tengamos presente a Di-s a cada segundo de nuestra cotidianeidad, a cada paso a efectuar, siendo así más sencillo seguir Sus caminos. Para ameritarnos. Descomprimirnos la labor. Recordatorios a cada momento que se representan con conductas diarias. En la vida de los preceptos, ¡tenemos leyes hasta para ir al lavabo!

Pero… ¿podremos convivir con otro Ser sin antes conseguir convivir con nosotros mismos? Bien sabemos que el individuo nace, vive y muere (Di-s no permita) en sociedad. También en lo que refiere a los preceptos, existen cantidades de estos que pueden efectuarse exclusivamente con la presencia de un compañero, de un prójimo. Claro que es más que suficiente para darnos cuenta que no podemos apartarnos de todos y vivir en soledad. Cada uno es indispensable para el sistema social (¿se imaginan si cada uno de nosotros debería ser a la vez doctor, escribano, vendedor, zapatero, tapicero, cerrajero, verdulero y ascensorista?). Todos necesitamos de todos para cubrir la mayoría de nuestras necesidades. Pero… ¿puedo convivir con un otro si antes no logro convivir conmigo mismo?, ¿si previamente no alcanzo aceptar mis defectos, mis falencias, mis errores, como así también, a reconocer mis virtudes?
Convivamos con Hashem, claro. Pero también intentemos analizar nuestro estado interno e interpersonal cotidiano.

¿En dónde se nos ordena convivir con Di-s?, ¿en qué sitio? En una simple cabaña. Sin bien las leyes de la construcción de la misma no son tan simples como construir cualquiera de ellas en la práctica, bien sabemos que las paredes puede ser de cualquier tipo de material, mientras cumplan el requisitos de ser firmes y que ningún viento predecible las balancee.

La medida mínima del ancho de una Sucá debe ser de siete puños por siete puños (7x7). La altura, mínimamente de diez puños (10). Si multiplicamos la medida del largo por la del ancho, nos dará como resultado 70 (7x10). ¿Casualidad? Para nada…

La Sucá representa la vida de la persona. Tal como nos enseña el Rey David en Tehilim: “Nuestra vida dura apenas setenta años, y ochenta, si tenemos más vigor…” (90:10). Por más lujos, poder o bienes que poseyemos, nuestra vida es pasajera. El Zohar (volumen 3) nos dice que: “el ser humano transita por este mundo considerándolo como si fuese propio de él, que se quedará viviendo en él eternamente.” Es una realidad. Pensamos que todo lo tenemos. Justamente Sucot nos viene a enseñar que todo tiene carácter transitorio. Todo es un “medio para…” y no un fin en sí mismo.

El Rab Amnon Itzjack explicó en una oportunidad que la criatura, ni bien sale al mundo, lo hace con las manos cerradas, simbolizando el afán del humano por llevarse muchas cosas como pertenencia. Lamentablemente, todos conocemos muy bien cómo se retira la persona del universo: con las manos abiertas. Demostrando finalmente que todo lo que se quiso apropiar, nada (excepto su alma y sus buenas acciones) pudo llevarse consigo.

Siguiendo con las leyes concernientes al armado de la Sucá, nuestros sabios nos enseñan que el techo debe estar compuesto solamente por ramas, plantas o yuyos que crezcan de la tierra y que estén arrancadas de la misma (un árbol arraigado a la tierra no serviría).

Claro que lo material debemos utilizarlo. Debemos darle un provecho. Pero… siempre y cuando esté “cortado” de la “tierra”. Si las “ramas” se encuentran “podadas”, entonces adelante… tu misión va encaminada; tratas de combinar lo material con lo espiritual. Pero si lo “terrenal” pasa a ser el fin y no el medio de la vida, si no “cortas” aquellas “raíces”, entonces tu Sucá no es apta. Tu vida no está encarrilada de manera óptima.
A fin de cuenta deberíamos repreguntarnos: ¿somos esclavos de los bienes que tenemos?, ¿o estos nos ayudan a elevarnos?

En una oportunidad un gran hombre de negocios se acercó al Rab Aharon Kotler ZZ”L para realizarle una pregunta: “mire Rab, soy una persona sumamente ocupada con mi sustento. ¡Realmente no poseo tiempo para nada! Tal es mi pena que no sé cómo organizarme para estudiar Torá. Entiendo la vital importancia de la misma. Es más, en la actualidad mantengo casas de estudios de este tipo. Puedo aumentar aún más este estilo de actos, ¿pero yo estudiar? ¡Imposible! No me dan los tiempos…en realidad yo quería saber si tendré “Mundo Venidero” por así comportarme…” El Rab lo miró unos segundos y le dijo: “Mundo Venidero seguro que tendrás, tus acciones son filantrópicas, que de eso no te queden dudas. Pero, ¿qué pasará con tu “Este Mundo”?, ¿acaso no lo deseas tener también?”.

Por otra parte, tenemos el precepto de las cuatro especies. Bien todos sabemos que cada una representa a un grupo determinado de personas:

a) Etrog (cidro): posee gusto y aroma. Apunta a los individuos que estudian Torá y se comportan con buenas cualidades.

b) Lulav (palma de palmera): tiene gusto pero no aroma. Representa las personas que tienen sabiduría pero no actos de bien.

c) Adás (mirto): tiene una buena fragancia, pero no es comestible. Representa una persona que tiene buenos actos, pero no tiene sabiduría.

d) Aravá (sauce): no tiene ni sabor ni olor. Se trata de una persona que no tiene ni buenas obras ni tampoco la sabiduría de la Torá.

Con estas cuatro especies, cuando las juntamos pronunciamos una bendición. Cabe recalcar que, para poder pronunciarla, es necesaria la presencia de TODOS los ejemplares. Habiendo dos etrogim pero sin encontrarse un lulav o una aravá, está prohibido recitar la bendición.
Si queremos que la bendición Divina repose sobre nosotros, debemos unirnos. Sin unión, no hay bendición ni nuestra ni de Hashem. Todas las especies deben estar juntas para recitarla. Aprender uno del otro. Atraer a otras personas alejadas del camino. Pero, antes que nada, saber aceptar incondicionalmente el nivel de otros individuos. Reconocer la diversidad. Entender que no todos corrieron (y corren) la misma suerte.

Esta unión característica podemos observarla durante todos los rezos. Si puntualizamos bien nos daremos cuenta que las súplicas son siempre en plural: “cúranos”, “perdónanos”, “remídenos” (ver “Amidá”). No pedimos por nosotros mismos sin antes recordar que pertenecemos a un todo. Que somos un verdadero rizoma existencial.

El Jafetz Jaim ZZ"L fue consultado acerca de las distintas costumbres que llevan a cabo los judíos de diferentes comunidades de distinto origen. Respondió: "Las diferencias entre los distintos modos de servir al Creador (dentro de quienes observan la ley acorde al Shulján Arruj), no son perjudiciales, sino -al contrario- responden a diferentes lugares por los cuales pasó nuestro exilio y los cuales reforzaron los aspectos internos de diversos grupos de Iehudim de diferentes orígenes. La suma de todas estas costumbres hace a la armonía del Am Israel. Intentar anular una costumbre a favor de otra, sería equivalente a anular una de las diferentes fuerzas dentro de un ejército (los tanques no reemplazan a los aviones, ni estos hacen la tarea de la infantería.) Ashkenazim y Sefaradim, Jasidim y Mitnagdim deben sumar sus bríos y energías -sin suprimirse unos a los otros- para crear la sinfonía que hace a la victoria espiritual esperada, al igual en que la tarea de los Cohanim, Levihim e Israelim, en su conjunto cumplían con la obra exigida por Di-s" (“VeSamajta BeJagueja", páginas 268/269).

“Y te alegrarás en tus fiestas solemnes, tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, y el levita, y el extranjero, y el huérfano y la viuda que viven en tus portones” (Devarim 16:14).

“Siete días celebrarás fiesta solemne a Hashem, tu Di-s, en el lugar que el Eterno escogiere; porque Te habrá bendecido en todos tus frutos, y en toda la obra de tus manos, y estarás verdaderamente alegre” (Devarim 16:15).

Tal como antes mencionamos previamente, en la festividad de Sucot se puntualiza enfocarnos en la “simjá”, en la alegría. También repasamos algunas leyes concernientes a la construcción de la Sucá: todo debe ser muy rudimentario y pasajero.

Pero… ¿cómo podremos estar felices habitando en pequeñas chozas apenas amuebladas?, ¿no estaríamos más alegres en nuestros verdaderos hogares?, ¿acaso no se contradice aquello de “vivir pasajeramente en Sucot” con estar alegres siceramente?

Generalmente todo lo que entristece a la persona es la envidia, los celos el “no poder llegar a…”, el anhelar más, la ambición, el deseo. Practicando e internalizado que en este mundo todo tiene categoría de inmortal, de pasajero, llegaremos a no mirar tanto lo que no poseemos y enfocarnos en lo que sí tenemos. Y allí radica la verdadera felicidad: cuando podemos valorar lo que Di-s nos manda. Así nos enseña Ben Zomá en el Pirké Avot (4:1): “¿Quién es el rico? Aquel que está contento con su parte…”

Por ello no se contradicen los conceptos. Por más cómodos y felices que podamos estar en nuestros hogares estables, por más lujo y confort que allí exista, no es hacia aquello lo que nosotros anhelamos. Lo material no es lo que nos produce verdadera felicidad y paz interior.
De esta manera seremos más felices, no estaremos alertas al auto último modelo que se compró nuestro vecino y pondremos más énfasis y energía para convivir de la mejor manera posible con Di-s y con nuestros semejantes. Pero antes… ¿y por casa cómo andamos?

jueves, 24 de septiembre de 2009

Iom Kipur: El Quitamanchas Espiritual


“¿Cuándo se pide perdón, antes de Rosh Hashaná o antes de Iom Kipur?”. De esta manera comenzaba recientemente a recibir la víspera del año nuevo. Con una pregunta.

“Las faltas entre una persona y su semejante, el Día de Iom Kipur no expía sobre ellas hasta que se dirija hacia su compañero, le pida perdón y esté último lo disculpe” (Shulján Aruj –Código de Leyes Judías- Capítulo 606).

Sin dudas que aquel individuo que me consultó tenía bien claro este concepto. De sus palabras deduje que en ningún momento titubeó de lo que nuestros sabios indican. Pareciera querer cumplir con lo que Di-s manda en totalidad sin pérdida de detalle alguno.

Si bien es cierto que no hay mejor manera que comenzar un año nuevo liberándose de todos los accionares negativos pasados (y así es como los eruditos nos ordenan que hagamos), no quedan dudas que no debemos esperar a estas solemnes fechas para efectuarlo. Todo el año (“Open 25 Hs.”) es propicio para solicitar un perdón profundo y sincero (siempre y cuando corresponda, claro).

Tengo mis sospechas qué tan fructífero se torna dirigirse a todo nuestro entorno social y exclamarle individualmente a cada uno: “¿me perdonas por todo lo que te hice en el año?”. Habría que analizar cómo toma el receptor aquellas “disculpas”. En oportunidades existen situaciones puntuales que se tratan de esquivar con estos “perdones generalizados”, que terminan encubriendo las heridas más que sanándolas.

En nuestros días en donde el auge del “se” es el verdadero protagonista de la historia, nadie quiere quedarse fuera del círculo. Todos queremos estar “dentro”, ser parte, pertenecer. “¿Cuándo se pide perdón?”. Todo tiene que tener una fecha y un momento específico, no sea cosa que se pida perdón cuando no corresponda y cuando nadie lo hiciera…Y así ocurre en innumerables situaciones de la vida diaria: ¿qué se usa?, ¿qué se hace?, ¿qué se dice?, ¿qué se practica?

Generalmente tendemos a pedir disculpas por sucesos intrascendentes. Si accidentalmente pisamos el pié de algún compañero, corremos a excusarnos con un angustiado: “lo siento, no fue mi intención”. Debemos saber que este tipo de heridas no afectan los sentimientos. Además, el perdón sale automáticamente sin prestarle demasiada atención y en equivalencia a un ataque suave (adaptado de un escrito del Rab Simja Cohen).

El paso del tiempo es un factor que nada ayuda para acercarnos y reconocer nuestros errores. Ya sea por vergüenza, bronca o pensamientos que cada uno va imaginando en el profundo mar que genera su mente, se torna sumamente difícil conciliar una disputa cuando la misma tuvo lugar hace varios meses o años. Nadie quiere ceder. Todos esperan a que el otro se acerque. La situación se encajona. El disgusto también.

En muchas oportunidades el agresor no se acerca a pedir disculpas porque realmente no tiene conocimiento de su falta. No pocas veces sucede que algún accionar nuestro termina siendo una ofensa para un tercero, aún sin quererlo.

En el trayecto del Bet Hakneset a mi casa, diariamente me cruzo con otras personas que se dirigen a rezar a otros “Minianim”.
Hace unos cuantos meses me sorprendía cuando saludaba a personas del Templo y estas no me contestaban el saludo. ” ¿Qué pasa aquí?, ¿por qué la gente es tan maleducada y no me responde?”, pensaba internamente.
Mi sorpresa fue aun mayor cuando descubrí que en otros ámbitos en los que me manejaba también mi saludo no obtenía respuesta alguna. Algo no andaba bien. “¿Acaso todos tienen problemas conmigo?”, me preguntaba.
Tristeza al enterarme que era yo quien saludaba con un tono bajo, casi imperceptible. Paradójica situación: en un mismo momento, quizá las otras personas pensaban de mí, lo mismo que yo de ellas...


Todos los individuos poseemos percepciones diferentes de la vida. De las cosas. De todo nuestro alrededor. Lo que para uno es un halago, para otro puede ser una ofensa. Para lo que uno puede ser beneficioso, para otro puede ser perjudicial.

Nadie percibe todo lo que es físicamente perceptible. Nuestro aparato mental no es una máquina registradora indiferente y dispuesta a otorgar igual importancia a todos los estímulos que impresionan los órganos sensoriales. La percepción es una función selectiva. Esta selectividad cumple una función.

Los objetos que juegan el rol principal en la percepción organizada, los objetos acentuados, son generalmente aquellos que responden a algún propósito actual del sujeto percipiente. Será también necesario develar la significación que toman los objetos cuando son percibidos.

Nada es más conocido que la influencia de las necesidades, de las disposiciones mentales, del humor, sobre la elección de los objetos destinados a jugar el rol principal en la percepción.

Las necesidades ejercen influencia sobre la significación de los aspectos perceptivos seleccionados por la atención. Ya hemos visto por las experiencias de Bruner y Goodman que la percepción inmediata de los objetos ambiguos es “informada” (shaped) por el hambre que experimentan los sujetos y que el tamaño aparente de una moneda es apreciado de diferente manera según la intensidad del deseo del dinero -más fuerte en los niños pobres que en los niños ricos- (“Theory and problems in social psychology”, KRECH, D. y CRUTCHFIELD, R.S.)


Gracias a Di-s la diversidad humana existe y es infinita. Cada uno tiene sus potenciales particulares y por ende, difiere la misión específica de cada individuo en este mundo. También existen diversidades respecto al cumplimiento de las mitzvot (preceptos): existen aquellos a los que les cuesta madrugar para rezar, a otros no les es difícil levantarse pero sí recitar todas las bendiciones anteriores y posteriores a la ingesta de alimentos… y los ejemplos se pueden extender. Y mucho….

Esto hace que el pueblo de Israel sea “Ejad”, es decir, “Uno”. Todos nos complementamos en una unidad y es por eso que nos indican repetidamente y con tanto énfasis que: “kol Israel harebím ze la zé” (todos Israel es garante el uno por el otro). Si bien cada uno es físicamente individual y separado de su compañero, hay un objetivo en común que nos une: servir a Hashem.

En una oportunidad un judío que estaba alejado del camino de la Torá le preguntó al Rab Amnon Itzjak: “usted dice que hay que retornar a las fuentes… supongamos que yo siga esos pasos… ¿qué línea debería seguir?, ¿a los ashkenazim?, ¿a los sefaradim?, ¿a los temanim?, o, acaso, ¿a los jasidim? ¡Son muchas costumbres distintas! ¿Cuál es la “verdadera”?

A lo que el Rab muy sabiamente contestó: “en el ejército los marineros no interfieren en el trabajo de los aviadores, y tampoco los soldados en las labores de estos últimos, todos tiran para el mismo lado. Se comportan de distinta manera porque cada uno tiene su misión en las distintas partes del territorio, pero todos tienen un objetivo en común en la batalla: vencer al enemigo.
De la misma manera tanto los ashkenazim, como los sefaradim y las distintas líneas, aun teniendo costumbres distintas, se unen en sus raíces con un mismo propósito: servir a Di-s.


Nada mejor que anticiparnos y evitar que estos enredos sucedan. Intentar de solucionar las cosas lo antes posible. Aclarar los malos entendidos desde un principio para que la minúscula chispa no culmine en una incesante y destructiva hoguera. Los grandes problemas suelen comenzar por pequeños e insignificantes actos.

Facilitar una comunicación sana y fluida es esencial para resolver este tipo de inconvenientes. Estar abiertos a que nos exclamen las dificultades de frente, motiva a que terceros nos transmitan lo que verdaderamente sientan. Muchas veces evitamos decir lo que sentimos o pensamos por temor a que el otro se enoje o reaccione de mala manera para con nosotros. Si nuestro entorno conoce (¡y comprueba en la práctica!) que no pertenecemos a ese tipo de personas, probablemente el canal del diálogo se resquebraje y podremos evitar dificultades invitando a los demás al coloquio formal.

Sería bueno aproximarse hacia aquellos que nos ofenden u ofendieron en algún momento dado, tratando de comentarles lo que sentimos. Dirigiéndose con respeto y cordialidad, no hay motivos “lógicos” que indiquen que el agresor se deba enfadar…
Recordemos que para que tenga lugar una pelea o discusión es necesario que existan dos personas predispuestas a hacerlo…

Quizá responda: “disculpa, no sabía que te molestaría mi comentario”… o no... Pero si no probamos no podremos saberlo tampoco.

Entiendo que no es fácil así conducirse, pero en más de una oportunidad este accionar me posibilitó aclarar diversos temas. Y me he llevado sorpresas… No solamente se aclararon los malos entendidos, sino que la relación salió fortificada luego de aquel suceso. Se profundizó.

Habiendo realmente un motivo y una conducta explícita de agresión hacia nosotros, esto no nos exime del mandamiento: “con justicia juzgarás a tu compañero” (Vaikrá 19:15) , es decir, siempre debemos pensar para bien, independientemente de lo que nuestros ojos observen.

¿Cuántas veces nos levantamos con el pié izquierdo? ¿Discutimos con nuestros hijos? ¿En cuántas oportunidades nos peleamos con alguno de nuestros familiares cercanos? ¿Cuántas veces tuvimos disputas con nuestras parejas? ¿Problemas laborales? ¿Dificultades económicas que nos acechan? ¿Inconvenientes sociales o problemas de salud?

Todas estas situaciones (y similares) que se puedan dar, en más de una oportunidad nos tornan y nos tornaron sensibles y/o agresivos. Contemplar que somos humanos y que hasta en nuestros propios pellejos convivimos con estos sucesos. En ocasiones pasamos a estar del otro lado, siendo los agresores, “motivados” por estos factores bio-psico-sociales. Nadie está las 24 hs. del día con todos los individuos con los que se relaciona para percibir qué anda pasando en cada mundo interno. Pero, más allá de todo, no debemos ser muy sabios para comprender que estos trances pueden suceder a diario y es normal que ocurran…

Habiéndose acercado finalmente hacia nosotros para pedirnos disculpas, no debemos ser crueles con aquel. Si tuvo el “coraje” de perdonar su “honor” y la valentía para aproximarse, algo nos está queriendo decir. Su actitud refleja que está dispuesto a efectuar un cambio, que está predispuesto a escucharnos. ¿Qué mejor momento, entonces, para aclarar las cosas que en este mismo momento? Porque, a fin de cuentas, un perdón “falso” y superficial no tiene valor ni para quien lo pide ni para quien lo otorga.

Siempre y cuando utilicemos un tono suave, comprensivo y empático, logrando una transparencia y sinceridad ideal, nada tenemos en contra para alcanzar una posible resolución. “No creo que haya sido tu intención, pero me molestó cuando dijiste…”, “no me gustó el trato que me diste el otro día, ¿tal vez tus problemas con el jefe influyeron en tu conducta?”.

Además, valorando su accionar estaríamos “enseñándole” a no temer ante una posible próxima disputa social y aclarar los asuntos en su debido momento. Un aprendizaje eterno que se torna un gran precepto a lo largo de toda su vida (se evitaría muchos dolores de cabeza… y más cosas también…)

Y si de todas maneras estamos dolidos porque aquel otro que no se nos acercó a pedirnos disculpas antes de “Iom Kipur”, y tampoco sentimos que podemos acercarnos a él, debemos perdonarlos internamente.
“¿Qué cosa?, ¿¡perdonarlo?! ¡De qué me hablas! Por lo visto no sabes lo tanto que dañó a mi familia…”. ¡Qué trabajo tenemos!

Pero tan solo siendo conscientes que todas las conductas habidas y por haber pasan antes por la aprobación de un Todopoderoso que Nos ama y Quiere nuestro bien, no quedan dudas que los agresores físicos son simplemente enviados de Él. Si quien sea deseó dañarnos y del Cielo no le otorgaron el poder para hacerlo, ¿acaso podría lograrlo?, ¿acaso hay algo que escape a Di-s?

En Rosh Hashaná se acostumbra a decir cada uno a su compañero: “¡Shaná Tová HuMetuká!”, es decir, “¡(que tengas un) año bueno y dulce!”. Si se desea que el año sea “bueno”, ¿es necesario agregar que aparte sea "dulce"?, ¿acaso lo bueno no es dulce también?
Realmente todo lo que manda Di-s es para bien. A nuestros ojos es probable que no todo sea palpable como “bueno”, pero desde la perspectiva Divina sí lo es. Hashem siempre quiere el bien para sus criaturas. Sucede que no siempre podemos comprender cómo circunstancias tan dolorosas son a la vez beneficiosas para nosotros. Por ello mismo pedimos un año “bueno y dulce”, deseando no sólo recibir todo lo bueno, ya que eso siempre sucede, sino que, además, podamos percibir el bien de manera abierta y observable a nuestros ojos (dulce).


Si Di-s perdonó al pueblo de Israel en el desierto, luego de adorar a un Becerro de Oro y a poco tiempo de haber observado milagros Divinos, y diariamente nos perdona a nosotros mismos, ¿cómo nosotros no podríamos perdonar a nuestro semejante?, ¿acaso nuestro honor es más que el de Di-s?

“No me sale perdonar. No puedo hacerlo. Hay algo que me impide y no puedo luchar contra aquello”. Descuida, comienza por querer perdonar. Teniendo disposición ya es otro el panorama. A veces un perdón sincero lleva meses y años de trabajo interno, pero hasta que no exista una predisposición para comenzar, muy difícil será perdonar repentinamente.

En una oportunidad escuché en nombre del Jafetz Jaim ZZ”L que aquella persona que quiera apaciguar el odio interno que lleva en su corazón, que salude a su agresor. Un apretón de manos, una movida de cabeza o un beso (según las costumbres de cada uno…), mágicamente borran mucho rencor y odio.

No me pregunten cuál es la explicación técnica de este accionar, pero realmente es asombroso observar como se cumplen las palabras de este gran sabio siguiendo sus consejos.

No caben dudas que tenemos que trabajar mucho para solicitar y otorgar un perdón sincero, veraz, que no sea de la boca para afuera. Ni que hablar del trabajo para acercarnos a pedir sinceras disculpas. Queriendo llegar ya vamos por el buen camino. Reconozcamos que somos humanos, que podemos fallar. Y que otros también pueden hacerlo. Perdonémoslos también. Salvo a uno: al ietzer hará (instinto del mal).

martes, 15 de septiembre de 2009

Mensaje De Rosh HaShaná





Como todos sabemos, el “fin” de año se aproxima… mejor dicho, el principio de un nuevo año se acerca.
Cada uno sabrá hacer sus cálculos y estimar qué tan positivo pudo llegar a ser y qué cuántas otras cosas deberá corregir. También existirán personas las cuales piensen que no deben cambiar nada, que todo está “bien” así, que no hay nada mejor que se pueda hacer. No me voy a meter en eso. Esa es una elección íntima y personal.

Más allá de los errores, éxitos y faltas, desde lo personal, este año me enseñó fundamentalmente que se debe ser más tolerante con los demás. Dejar pasar…
Si bien a nadie le gusta que lo ofendan ni lo “pasen por arriba”, eso no otorga ni derecho ni valor para “hacernos valer” de la manera que pensamos que corresponde. Existen otras personas más allá de nosotros que también sienten y sufren nuestras contestaciones. Que a pesar de su “crueldad”, “maldad” o “arrogancia” también tienen sentimientos.

Estimo que nunca jamás se podrá saber a ciencia exacta a cuántas personas dañamos en nuestras vidas. Muchas veces todo queda en el “olvido”, pero guardado en las entrañas del agredido. Y no comunicarlo puede generar problemas para un posible agresor y obviamente para la víctima misma.

No olvidemos lo que nos enseña el Talmud en el tratado de Rosh Hashaná (17 a): “quien deja pasar su cualidad (no es vengativo ni rencoroso), le dejan pasar sus pecados" (el juicio no será estricto con él).
Porque a fin de cuentas Hashem se comporta con nosotros “midá kenegud midá”, es decir, de la misma manera que nosotros nos comportamos con el otro (“la misma moneda”).

Y no solamente por el "temor" a cómo se comporten "de arriba" con nosotros, sino por nosotros mismos, por nuestra salud mental y física debemos ser más tolerantes. Después de todo, combatir los nervios y el stress hoy en día, no es tarea sencilla...

En segundo punto quería agradecerles a los lectores por estos meses en línea. Sé que no son muchos, pero también tengo entendido que valoran lo que escribo y eso me enriquece enormemente. Sabiendo lo que implica que aun una persona, tan sólo una, se beneficie con los artículos, entonces mi tarea ya está cumplida. Un insight individual puede cambiar mundos enteros. Y más siendo concientes de la influencia de tan sólo una persona en los grupos sociales que ella integra: familiar, laboral, con amistades. Y el valor del estudio de la Torá, es invaluable independientemente de cuántas personas la estudien.

Tal como escribía en la “Introducción al Blog”, allá, por el mes de marzo, lo que postulo desde aquí es que: “Las corridas con las que nos topamos en este ya avanzado siglo XXI, a veces no nos dan lugar a la reflexión e introspección personal para la auto-superación y desarrollo personal.
Momentos libres a los que le dediquemos un espacio para aquello, se tornan imposibles de encontrar. Ya no se piensa en contemplar el cielo unos minutos, o -para los que pueden- observar las olas del mar golpeándose contra la escollera, pensando en el existir cotidiano, en las cosas de todos los días.
Tenemos toda la agenda ocupada y muy llena; parece ser que ya no hay tiempo ni para los propios hijos...

Desde aquí, este pequeño espacio que me da la Web, trataré de transmitir las reflexiones y mensajes que la vida me enseña a cada minuto de este existir.
Todas las ópticas, expresiones y deducciones no se basan ni en las ciencias ni en la filosofía socrática o platónica... una mirada desde mi propia experiencia, desde mi propio vivir, anexada a esta misma la opinión de nuestros Sabios y las escrituras Sagradas, ya sea la Torá escrita como la Torá oral”.

Creo que más que nada se apuntó a darle significado y valor a las relaciones interpersonales del día a día. A detenerse y pensar acerca del cómo tratamos a un otro eterno que siempre estará cerca nuestro, queramos o no. Porque a fin de cuentas Hashem quiso que convivamos en comunidad y en contacto interpersonal continúo (y se ve reflejado en los múltiples preceptos que Di-s nos encomendó los cuales, algunos, se pueden llegar a cumplir únicamente mediante el trato con el compañero).

En un mundo competitivo en donde aquel que logra hundir o ahogar primero al otro es el que prevalece y el “afortunado”, en estos tiempos que la ley del más fuerte gana, no queda más remedio para nosotros que intensificar la búsqueda de lo humano por sobre la arrogancia del poder.
El hombre en búsqueda intensa de su pleno “bienestar” y observándose solamente a él, desemboca directamente en individuos aprovechadores de pobres indefensos. Tales son los casos de falsificadores de medicamentos oncológicos, médicos realizando intervenciones quirúrgicas innecesarias (cesáreas), aprovechadores de pobres desesperanzados que ofrecen reconciliarse con sus parejas anteriores por “módicos precios” y en “simples rápidos pasos”, entre otros.

No existen dudas que el modo de vincularnos actual es preocupante. El panorama es abruptamente desalentador. Pero... eso no quita que no debamos hacer méritos y luchar para no caer en aquellos abismos espirituales. El ventajismo y la “elite” podrán dominar el mundo. Es nuestro deber darles pelea y que no les sea tan sencillo ganar la batalla.

En una oportunidad una persona le preguntó al Rab Israel Salanter ZZ”L: “querido Rabino, me gustaría que me aconsejara qué `kavaná` (intención, pensamiento) efectuar al vestirme el `talet`. ¿Qué me recomienda?”. A lo que el erudito respondió: “trata de pensar en que, cuando te envuelvas en él, no golpees con los flecos (tzitzit) a tu compañero que se encuentra detrás de ti. Esa es la mejor `kavaná` que puedes pensar…”

Para aquellas personas que lo desconocían, les cuento que hace un tiempo el creador del sitio “Judaísmo Virtual” (Daniel Deshe) me ha otorgado el honor de poseer una columna personal en su magnífica página.
En más de una oportunidad incorporó artículos propios en la portada principal del site y envió masivamente estos mismos mediante sus newsletters semanales, llegando estos a cientos de personas dispersas por todo el mundo.
Mis múltiples agradecimientos hacia él también y hacia aquellas personas que me leen desde allí y hacen sus comentarios respectivos.

Por último, les pido disculpas por no poder escribir artículos personales más frecuentemente. Como muchas veces observarán, en oportunidades selecciono extracciones de otras fuentes.
En un principio, la idea del Blog era solamente publicar elaboraciones propias, pero soy tan meticuloso y detallista con las correcciones, modificaciones e incrementaciones , que el sólo hecho de escribir ya me lleva mucho tiempo. Más del que imaginan…

Por ello, para leer acerca de “Rosh Hashaná” y “Iamim Noraim” remito a los primeros posts creados del Blog: “El invitado principal” y “En piloto automático”. ¡Que los disfruten!


¡Gmar Jatimá Tová! ¡Tizkú LeShanim Rabot Nehimot Be Tovot!
Alan J. Owsiany