jueves, 24 de diciembre de 2009

De Teléfonos Rotos...


Cierto Shabat, un Rab muy importante se encontraba dando un curso en su día y horario habitual. Pero con diferencia a los demás días, este sabio notaba que no solo que sus alumnos no le prestaban atención, sino que, aemás, balbuceaban de una manera irrespetuosa para no escuchar sus palabras.

De pronto, frenó su discurso dando un fuerte golpe en la mesa. "¿Qué es lo que está sucediendo aquí?", preguntó con intensa angustia. El silenció se apoderó del recinto...

Al cabo de unos minutos, un joven se paró y le confesó: "perdón Rab, pero nosotros no podemos escuchar palabras de Torá de alguien que robó todos los Sifré Torá de una ciudad".

Casi pálido, este sabio muy suavemente le pregunta: "¿puedes decirme quién le comentó algo así?". Seguido a eso, el acusador le señala a otra persona que estaba sentado detrás de él. Este último se pone de pie y dice: "¡No, Rab! ¡yo no dije algo así! Simplemente le comenté al presidente de esta comunidad que usted había robado todos los Sifré Torá solamente de un templo de la ciudad, y estas palabras las escuché de ese caballero que se encuentra en aquel rincón".

Entre tantas confrontaciones, el nuevo acusado se levantó con enojo y afirmó que jamás había sacado de su boca tal cosa. Simplemente había dicho que el Rab presente había robado tan sólo un Sefer Torá.

El pobre sabio, que cada vez comprendía menos, volvió a interrogar: "¿quién le dijo a este hombre que robé un Sefer Torá?".

De pronto, al final del salón se puso de pie uno de los presentes y, con algo de vergüenza, exclamó algo increíble: "quiero aclarar que yo mismo escuché de alguien realmente importante, que este Rab robó un libro ("sefer" en hebreo) de comentarios de Torá".

Ya sin saber cómo actuar, el sabio rompió el silencio y dijo: "querido mío, ¿podrías decirme por favor quién es esa persona tan importante que exclamó semejante barbaridad sobre mí?".

Bajando la cabeza y lleno de vergüenza, este hombre señala al Rabino principal de la comunidad, quien se hallaba tranquilo estudiando Torá.

Lo interrumpen en su estudio por la gran importancia que tomó el asunto, le explican la situación y con una actitud que mostraba que todo había sido una tremenda confusión, exclama tranquila y pausadamente: "les quiero contar que el último curso de nuestro querido disertante al cual ustedes acusan, fue tan sorprendente e increíble que quedé fascinado. En eso me dije para mi mismo: `seguro que unas palabras tan lindas las había robado de algún libro de comentarios de Torá`".

No es posible que por escuchar una frase la distorsionemos de acuerdo a nuestro estado de ánimo en tal momento. El pobre rabino de esta historia ya estaba en boca de todos porque a uno se le ocurrió cambiar una "palabrita", tan solo una, que casi le iba a modificar todo su status y reputación.

Alguien escuchó "robar" y ya con estas cinco letras hizo toda una mezcla de conceptos que podían haberle arruinado la vida propia y la de su familia.

Aprendamos a valorar el habla y controlar lo que sacamos de nuestras bocas. Y por sobre todo, aprendamos a no provocar "teléfonos rotos..."

Publicación semanal “Para vos, Mamá!” Nº6

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