jueves, 14 de enero de 2010

El Medio Shekel



Un selecto y distinguido grupo de judíos que formaban parte del círculo íntimo de amistades del rabino “Ktab Sofer” (líder del judaísmo europeo del silgo XIX), se habían reunido para compartir un almuerzo y escuchar palabras de Torá de sus invitados.

Cuando el “Ktab Sofer” tomó la palabra, le dijo a su audiencia que quería compartir con ellos como primicia un bien muy precioso. El público atento y expectante observó como sacaba de su bolsillo una moneda. El Rab les dijo que era un medio shekel, moneda de uso corriente en los tiempos del Bet Hamikdash. Quiere decir que tenía más de dos mil años de antigüedad.

Mientras los presentes se pasaban de mano en mano la moneda, la conversación general giraba en torno a las antiguas leyes relacionadas con ella. Cada persona tomaba en sus manos la preciosa pieza, la observaba, la acariciaba, dándola vuelta lentamente como prolongando un instante más ese vínculo tangible con el pasado glorioso de la historia judía.

La velada seguía su curso y pasado un tiempo prudencial, el “Ktab Sofer” solicitó por favor le devuelvan la misma. Se miraban unos a los otros pero nadie la tenía.
Comenzaron a buscarla a diestra y siniestra pero no se encontraba. Un silencio sepulcral cayó sobre los presentes.

Uno de los participantes tomó la palabra y dijo: “honorable audiencia, nadie puede retirarse de aquí en tanto la moneda no aparezca. ¿Que tal si todos vaciamos el contenido de nuestros bolsillos? Puede que el medio shekel se mezcló con otras monedas y sin querer alguien lo guardó.

Entre los distinguidos invitados estaba el Rab Iehudá Asad, de Hungría, que les aventajaba en edad. Lo vieron tornarse pálido y en medio del silencio se levantó y dijo: “honorables presentes, por cierto es una buena idea que revisemos nuestros bolsillos, pero les quiero pedir que por favor esperemos veinte minutos más antes de comenzar con la búsqueda. No puedo explicarles ahora la razón de mi pedido, pero les pido sean pacientes y esperemos juntos…”

Habida cuenta del respeto que le debían por ser el mayor, el público decidió aceptar su petición a pesar de no entender sus razones.
Los minutos transcurrían y cuando se estaba por cumplir el tiempo pactado, el Rab Asad tomó nuevamente la palabra y rogó una nueva y última prórroga de diez minutos antes de comenzar a buscar.

Ya todos estaban desconcertados y ansiosos, pero por respeto al Rab presente acataron su pedido.
Pasaron uno minutos, cuando de pronto se abrió bruscamente la puerta de la cocina y entró un mozo gritando que finalmente había encontrado entre la vajilla el medio shekel que evidentemente, había quedado sobre la mesa y se mezcló cuando levantó los platos para llevarlos a la cocina.

El alivio general hizo que todos comenzaran a conversar simultáneamente. El jolgorio de todos era evidente y el “Ktab Sofer” respiró profundamente aliviado ante el feliz desenlace del episodio.
Una persona se le acercó al Rab Iehudá y de pronto los rodearon un grupo de personas preguntándole: “¿por qué nos pidió que esperáramos?, ¿cuál fue el fundamento de su proceder?”. El Rab sonrió y en tono de disculpa les dijo: “amigos, no era mi intención revelarles lo que les voy a contar ahora, pero debido a las circunstancias ustedes entenderán…” Y mientras hablaba, sacó de su bolsillo un medio shekel auténtico.
El público quedó sin aliento. El Rab siguió diciendo: “como ven, también soy dueño de un medio shekel verdadero, pero cuando observé la alegría y el entusiasmo del “Ktab Sofer” al exhibir ante ustedes la moneda, no quise de ninguna manera quitarle el protagonismo mostrando que yo también tenía una, ya que su placer y alegría no hubieran sido los mismos. Sin embargo… cuando desapareció la misma y sugirieron que vaciemos nuestros bolsillos, era inevitable que aparezca mi propio medio shekel. Hubiera sido muy difícil explicarles en ese momento que yo traía en mi bolsillo uno idéntico al dirigirme a la reunión.

Cuando les pedí una prórroga para iniciar la búsqueda, elevé mis plegarias a Hashem para que me ahorre la agonía y el sufrimiento que hubiera significado explicarles algo tan difícil de creer.

Este relato nos marca un concepto muy importante: no debemos precipitarnos a llegar a conclusiones aunque a veces sea muy claro y lógico, pensar mal de una persona por el contexto en cual sucedieron los hechos.


Extraído de "Hamaor" Nº16, Organización "Kol Simjá"

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