martes, 28 de diciembre de 2010

El Té Curador



Un paciente ingresa al consultorio y, como es habitual, se sienta frente al profesional, mientras le acercan un vaso de té, el cual dejan delante de él.

El paciente, espera que el doctor abra la conversación. No obstante, éste se limita a sonreír y observarlo.

Al cabo de unos minutos, el doctor le dice cordialmente:

- Si usted lo desea, podríamos iniciar la sesión.

Paciente: ¡Muchas gracias! Bien, quería primero decirle que ya me traté con tres psicólogos, sin éxito. También ingerí diversos fármacos y ninguno me ayudó lo suficiente para solucionar mi problema. ¿Por qué estoy aquí? Me han dicho que usted tiene un nuevo método y me dije: “¿qué más puedo perder?”. En realidad, no creo que estas sesiones sean diferentes a las anteriores, pero bueno, mis amigos me insistieron mucho y aquí estoy…

El doctor: ¡Ok!, entiendo que ya estuvo en lo de tres profesionales sin éxito, y que le insistieron para que me visite.

El paciente: Exactamente, eso es lo que dije.

El doctor: Veo que estás de acuerdo con lo que dije anteriormente.

El paciente: ¡Usted esta repitiendo lo que yo dije!

Alegó el paciente un tanto confundido.

Casi sonriendo, el médico le pregunta:

¿Usted está diciendo que yo repito sus palabras?

El paciente más confundido aún: Pero doctor, yo vine para que usted me trate ¿qué es todo esto?

El doctor: Usted vino para iniciar un tratamiento y no comprende qué es esto que yo solo repito sus palabras…

Al cabo de media hora que más se parecía a una charla de sordos que a una sesión terapéutica, el paciente casi se sentía perdido en el espacio.
Cuando el profesional le preguntó si deseaba fijar una nueva cita, sólo asintió con la cabeza por educación, aunque en su interior no se imaginaba así nuevamente, sentado delante de una persona que sólo repite sus palabras como un loro…

De camino a su casa, todo transpirado y confundido, se preguntó a sí mismo “¿Qué clase de psicólogo es este? ¡Repetía mis palabras como un grabador! me parece que él también necesita de un buen tratamiento…” Pero sin notarlo, percibió que ya hacía varios meses que le era casi imposible esbozar un sonrisa ¡y ahora, estaba riendo!...

Al cabo de una semana, desde muy temprano se preparó para la nueva sesión. Quince minutos antes de lo indicado, ya estaba esperando en la recepción.
Cuando se abrió la puerta para que ingresara, casi que saltó al consultorio y sin mediar palabra le dijo al doctor:

- Sepa usted, que la semana anterior he salido de aquí resuelto a no regresar jamás. Pero, a decir verdad, gran parte de los problemas que le comenté, como ser esos fuertes dolores estomacales, sueños que eran casi pesadillas, esa transpiración y sensación de ahogamiento constante, casi desaparecieron. No pregunte cómo fue, pero el cambio es muy grande. Aún no han desaparecido totalmente esos problemas, pero en comparación a mi estado la semana anterior, soy otra persona. ¡Hasta puedo reírme y sonreír, algo que ya hace 3 meses que no lograba! Dígame doctor ¿Qué tenía el té? ¿Qué gotitas le puso?...

El doctor: Entiendo que tenías decidido no regresar aquí, y que has notado una gran mejoría en todos los aspectos y que por ello preguntas, qué puse en el té…

El paciente: Exactamente eso dije. Pero ¿otra vez está usted repitiendo lo que yo digo?

El doctor: Usted afirma lo que yo digo, sólo que me reclama que estoy repitiendo sus palabras…

El paciente: ¡Un momento! ¡¿Qué puso en el té?! Seguro hay algún polvo, algo material, que se disuelve en el agua, y cuando uno lo bebe, influye directamente en el alma. En dos palabras algo material influye sobre el estado de ánimo general.

Pareciera que con un poco de atención y solidarizándose con el otro, el cambio interior es notable…

¡Al fin alguien que me escucha hasta el final! ¡Más aún, puede repetir todo lo que yo hablo! ¡Eso quiere decir que me escucha! ¡No me interrumpió en ningún momento y dejó que me expresara libremente!


El submarino

Escuchar significa, realizar un gran acto de favor hacia nuestros semejantes. Escucharlo hasta el final, sin interrumpirlo. Procurando comprender lo que nos quiere decir. Aun en el caso que ya entendí a qué se refiere y qué lo intriga, molesta o perturba, debemos escucharlo hasta el final.

Es nuestra obligación demostrarle que hemos comprendido todo lo que nos ha dicho…

Sería muy interesante si grabáramos nuestras conversaciones telefónicas, para poder constatar, cuántas veces interrumpimos a nuestro interlocutor, y si realmente comprendimos sus necesidades.
“Entendí, entendí, esta bien…” Casi no escuchamos más que unas cuantas palabras ¿y ya comprendimos todo?

El único que puede confirmar haber comprendido lo que oyó, es quien lo ha dicho, y sólo lo puede hacer, cuando yo le repita lo que creo haber escuchado…

Recordemos sólo el ejemplo del submarino.
Este medio de trasporte navega por las profundidades del mar sin un camino visible a seguir, ni meta a alcanzar. Allí abajo no se ven los puertos, las islas o las estrellas, para estar seguro hacia dónde uno se dirige. Pero el capitán, reparte órdenes:

-¡Veinticinco grados a la derecha! ¡Motores al máximo!

Si el marino a cargo del timón no entiende correctamente las instrucciones, puede costarle la vida a toda la tripulación. Por lo tanto, debe repetir de inmediato las indicaciones palabra por palabra, textualmente, y luego de recibir el consentimiento del capitán, las llevará a la práctica.

Cuando un niño no actúa como tú le pides, será tal vez, que no le llegó el mensaje correctamente. O, tú no has captado su requerimiento o no puede comprender tu mensaje.

Escuchar y ser escuchado. Este es el proceso obligado para lograr una comunicación correcta y mejorar las relaciones entre las personas, como así también poder darle a nuestros hijos, aquello que necesitan y ayudarlos a que puedan crecer sanamente. •


Revista "Entre Todos" - Sucath David (págs. 26 y 27)

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