miércoles, 15 de diciembre de 2010

¿Simplemente Niños Jugando?


El Rabino Arye Levin sz”l (conocido como “el tzadik de Ierushalaim”) estaba parado afuera de la escuela en la que enseñaba, observando a los niños durante el recreo. Junto a él, estaba su hijo R. Jaim, quien también se desempeñaba como maestro en la escuela.

“¿Qué ves?” - preguntó R. Arye a su hijo.
“Nada fuera de lo común: solamente hay niños jugando” - respondió el hijo.
“Dime algo de lo que observas en ellos” - insistió R. Arye.
“Bien, David está allí cerca de la puerta con las manos en los bolsillos - seguramente no tiene vocación de atleta… Moshé, está jugando de manera agresiva - debe ser indisciplinado… Ia’acov, está soñando o analizando el movimiento de las nubes, supongo que no lo invitaron a jugar…, pero en general: solamente hay niños jugando”.
R. Arye lo miró y exclamó: “No - mi hijo - no sabes observar a los niños.”

“David está cerca de la puerta con las manos en los bolsillos, porque no tiene sweater. Sus padres no tienen los medios para adquirirle ropa de invierno. Moshé es agresivo, porque su maestro lo reprobó y se siente frustrado. Ia’acov está abatido, porque su madre está enferma y carga con la responsabilidad de su casa”.


“Para ser maestro, debes conocer las necesidades y limitaciones de cada niño a fin de brindarle la atención debida e intentar cubrir esas necesidades.

Pensemos por un momento en una silla de cuatro patas. Si una de ellas está floja, no se sostiene. Los niños están rodeados por los padres, los docentes, los compañeros y los medios externos. Ni los padres (aun si nos ponemos de acuerdo), ni los docentes (aun si trabajamos en consonancia con los padres) somos omnipotentes como para proteger a los niños de estar expuestos y ser partícipes de una carrera competitiva, al margen de las demás contrariedades que cada uno sobrelleva, pues la influencia les llega también a través de sus compañeros. Aun si todos los padres de una institución sumáramos esfuerzos para crear un microclima comunitario, tendríamos que lidiar con la rutina nociva e poderosa de los medios de comunicación, letreros publicitarios, etc.

Cada época tiene sus desafíos y los cambios suceden más con mayor rapidez y de manera más solapada de lo que los percibimos. Hoy en día, nos toca encarar este flagelo como objetivo central de nuestro esfuerzo por educar una nueva generación que crea en la bondad y en la generosidad, en lugar de ser miembros de un “ring” de peleas. Y si perseveramos en este punto - todos juntos con la ayuda de D”s - espero que triunfemos…

Rab Daniel Oppenheimer

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