jueves, 30 de diciembre de 2010

¿Por Qué Usan Saco Y Sombrero Negro?



Pregunta:

Ayer tuve la sensación de haberlo visto caminando en el supermercado, pero usted no me oyó. Me acerqué, repitiendo varias veces su nombre, seguro de que me estaba escuchando. Pero usted me ignoró. Finalmente me acerqué y le toqué el hombro... para darme cuenta que... ¡No era usted!. Era algún otro Judío Jasídico, usando la misma Kipá negra de terciopelo que usted, el mismo saco negro, las mismas medias, igual camisa, idéntica barba colorada y los mismos anteojos sin marco, que usted. Se veía tan igual que hasta usted mismo se hubiese confundido. Me sentí un tonto. Luego me di cuenta que esto les debe pasar constantemente.

¡Todos ustedes, los Jasidim, tienen el mismo aspecto!. Debe haber seguramente algún negocio Jasídico que posee un único modelo de ropa. Los mismos sombreros negros, las mismas camisas y las mismas medias negras. Debe resultarles muy fácil vestirse a la mañana. ¿Qué me pongo hoy? ¿El saco negro o el azul?. ¡Qué aburrido! ¿Dónde está la individualidad? ¿Dónde está la libre expresión? ¿Acaso no pueden ser un poco más originales?

Mi corazón se sale de sí al ver especialmente a los muchachos jóvenes, a quienes se les exige seguir manteniendo el código de vestimenta de los Jasidim aún cuando ya han egresado de la secundaria. Cuán frustrante debe ser para una comunidad de espíritus jóvenes ser privados de su libertad de expresión, teniendo que vestirse no como ellos quisieran, sino como sus abuelos y bisabuelos.

Lo que más me sorprende de todo es como usted, Rabino Moss, un hombre inteligente que tuvo la fortuna de crecer dentro de una familia normal, australiana, elige abrazar los códigos de vestimenta y modos particulares del Jasidismo. ¡Cómo ha cambiado desde la última vez que lo vi en el secundario!. El motivo por el cual una persona podría desear subyugarse a la censura de su individualidad, realmente está fuera de mi entendimiento. Cálidos Saludos. Max.



Respuesta:

Agradezco su compasión e interés por los Judíos Jasídicos, incluyéndome a mí. Gracias por su sensibilidad y preocupación. Obviamente no puedo hablar por otros, es así que hablaré por mí. En lo que a mi persona respecta realmente me sucede lo opuesto a lo que usted menciona anteriormente. Los atuendos Jasídicos realmente colaboran para que sea una persona más creativa, original e independiente. Paso a explicarle por qué.

Ser original significa poseer algo propio y único que nadie posee. Según su opinión, para ser más originales se necesita una camisa rara, unos zapatos a la moda y un corte de pelo inusual. Lo más extravagante que uno se vea, así más uno resaltará de la multitud, estableciendo su identidad como individuo aislado de los demás.

Pero, permítame preguntarle: ¿Es eso realmente lo que lo hace diferente del resto? ¿Es esto sólo lo que puede hacer para ser único?¿Vestirse con tal o cual conjunto? ¿Acaso no puede otra persona hacer lo mismo que usted? ¿Es el aspecto exterior lo que define su individualidad? Para la tradición Judía lo que hace a cada persona un individuo único es su carácter, no su forma de vestir.

Cuando perteneces a una comunidad donde todos se visten del mismo modo la única manera de sobresalir es que uno sea original, no su ropa. A la gente que nos rodea le llamará la atención nuestro carácter, el modo de tratar a los demás, el lenguaje, el valor de nuestro espíritu, el clamor de nuestro corazón, los sacrificios, la calidad de nuestras relaciones y la sinceridad de nuestros argumentos. Uno no puede esconderse detrás de una individualidad basada en el corte de pelo y la moda, debes ser un sujeto "REAL".

Max, con esto no estoy diciendo que salgas a comprar un sombrero y un saco negro. Todos deben vestirse del modo que desean, pero tal vez debas re-pensar cual es la mirada que posees de ti mismo y como estás proyectando esta imagen al exterior. ¿No será, quizá, que muchos de nosotros nos obsesionamos con la idea de vestir de manera original tratando de compensar, la ausencia de un sentido genuino interno de individualidad y la falta de preocupación por nuestra verdadera misión y lugar en este mundo? Las personas que realmente se sienten cómodas con su individualidad no necesitan dejarse el pelo hasta los tobillos ni tatuarse de pie a cabeza. No caminan por el mundo semidesnudos para mostrar al resto su originalidad. Pelo largo, pelo corto, medias negras, medias amarillas, ¿a quién le importa? Lo que hay dentro de ti es lo que te hace realmente un hombre.

Max, ¿recuerdas tu entusiasmo aquel día en la escuela cuando descubriste a William Blake? "Para observar el mundo entero en un grano de arena, Para contemplar el cielo en una simple flor silvestre, Sostén el infinito en la palma de tu mano, Y mantén la eternidad en una hora". Esta conciencia Max, no se adquiere a partir de un modo particular de vestir. Nace del verdadero y más íntimo carácter de la persona.


Rabino Aron Moss

martes, 28 de diciembre de 2010

El Té Curador



Un paciente ingresa al consultorio y, como es habitual, se sienta frente al profesional, mientras le acercan un vaso de té, el cual dejan delante de él.

El paciente, espera que el doctor abra la conversación. No obstante, éste se limita a sonreír y observarlo.

Al cabo de unos minutos, el doctor le dice cordialmente:

- Si usted lo desea, podríamos iniciar la sesión.

Paciente: ¡Muchas gracias! Bien, quería primero decirle que ya me traté con tres psicólogos, sin éxito. También ingerí diversos fármacos y ninguno me ayudó lo suficiente para solucionar mi problema. ¿Por qué estoy aquí? Me han dicho que usted tiene un nuevo método y me dije: “¿qué más puedo perder?”. En realidad, no creo que estas sesiones sean diferentes a las anteriores, pero bueno, mis amigos me insistieron mucho y aquí estoy…

El doctor: ¡Ok!, entiendo que ya estuvo en lo de tres profesionales sin éxito, y que le insistieron para que me visite.

El paciente: Exactamente, eso es lo que dije.

El doctor: Veo que estás de acuerdo con lo que dije anteriormente.

El paciente: ¡Usted esta repitiendo lo que yo dije!

Alegó el paciente un tanto confundido.

Casi sonriendo, el médico le pregunta:

¿Usted está diciendo que yo repito sus palabras?

El paciente más confundido aún: Pero doctor, yo vine para que usted me trate ¿qué es todo esto?

El doctor: Usted vino para iniciar un tratamiento y no comprende qué es esto que yo solo repito sus palabras…

Al cabo de media hora que más se parecía a una charla de sordos que a una sesión terapéutica, el paciente casi se sentía perdido en el espacio.
Cuando el profesional le preguntó si deseaba fijar una nueva cita, sólo asintió con la cabeza por educación, aunque en su interior no se imaginaba así nuevamente, sentado delante de una persona que sólo repite sus palabras como un loro…

De camino a su casa, todo transpirado y confundido, se preguntó a sí mismo “¿Qué clase de psicólogo es este? ¡Repetía mis palabras como un grabador! me parece que él también necesita de un buen tratamiento…” Pero sin notarlo, percibió que ya hacía varios meses que le era casi imposible esbozar un sonrisa ¡y ahora, estaba riendo!...

Al cabo de una semana, desde muy temprano se preparó para la nueva sesión. Quince minutos antes de lo indicado, ya estaba esperando en la recepción.
Cuando se abrió la puerta para que ingresara, casi que saltó al consultorio y sin mediar palabra le dijo al doctor:

- Sepa usted, que la semana anterior he salido de aquí resuelto a no regresar jamás. Pero, a decir verdad, gran parte de los problemas que le comenté, como ser esos fuertes dolores estomacales, sueños que eran casi pesadillas, esa transpiración y sensación de ahogamiento constante, casi desaparecieron. No pregunte cómo fue, pero el cambio es muy grande. Aún no han desaparecido totalmente esos problemas, pero en comparación a mi estado la semana anterior, soy otra persona. ¡Hasta puedo reírme y sonreír, algo que ya hace 3 meses que no lograba! Dígame doctor ¿Qué tenía el té? ¿Qué gotitas le puso?...

El doctor: Entiendo que tenías decidido no regresar aquí, y que has notado una gran mejoría en todos los aspectos y que por ello preguntas, qué puse en el té…

El paciente: Exactamente eso dije. Pero ¿otra vez está usted repitiendo lo que yo digo?

El doctor: Usted afirma lo que yo digo, sólo que me reclama que estoy repitiendo sus palabras…

El paciente: ¡Un momento! ¡¿Qué puso en el té?! Seguro hay algún polvo, algo material, que se disuelve en el agua, y cuando uno lo bebe, influye directamente en el alma. En dos palabras algo material influye sobre el estado de ánimo general.

Pareciera que con un poco de atención y solidarizándose con el otro, el cambio interior es notable…

¡Al fin alguien que me escucha hasta el final! ¡Más aún, puede repetir todo lo que yo hablo! ¡Eso quiere decir que me escucha! ¡No me interrumpió en ningún momento y dejó que me expresara libremente!


El submarino

Escuchar significa, realizar un gran acto de favor hacia nuestros semejantes. Escucharlo hasta el final, sin interrumpirlo. Procurando comprender lo que nos quiere decir. Aun en el caso que ya entendí a qué se refiere y qué lo intriga, molesta o perturba, debemos escucharlo hasta el final.

Es nuestra obligación demostrarle que hemos comprendido todo lo que nos ha dicho…

Sería muy interesante si grabáramos nuestras conversaciones telefónicas, para poder constatar, cuántas veces interrumpimos a nuestro interlocutor, y si realmente comprendimos sus necesidades.
“Entendí, entendí, esta bien…” Casi no escuchamos más que unas cuantas palabras ¿y ya comprendimos todo?

El único que puede confirmar haber comprendido lo que oyó, es quien lo ha dicho, y sólo lo puede hacer, cuando yo le repita lo que creo haber escuchado…

Recordemos sólo el ejemplo del submarino.
Este medio de trasporte navega por las profundidades del mar sin un camino visible a seguir, ni meta a alcanzar. Allí abajo no se ven los puertos, las islas o las estrellas, para estar seguro hacia dónde uno se dirige. Pero el capitán, reparte órdenes:

-¡Veinticinco grados a la derecha! ¡Motores al máximo!

Si el marino a cargo del timón no entiende correctamente las instrucciones, puede costarle la vida a toda la tripulación. Por lo tanto, debe repetir de inmediato las indicaciones palabra por palabra, textualmente, y luego de recibir el consentimiento del capitán, las llevará a la práctica.

Cuando un niño no actúa como tú le pides, será tal vez, que no le llegó el mensaje correctamente. O, tú no has captado su requerimiento o no puede comprender tu mensaje.

Escuchar y ser escuchado. Este es el proceso obligado para lograr una comunicación correcta y mejorar las relaciones entre las personas, como así también poder darle a nuestros hijos, aquello que necesitan y ayudarlos a que puedan crecer sanamente. •


Revista "Entre Todos" - Sucath David (págs. 26 y 27)

miércoles, 15 de diciembre de 2010

¿Simplemente Niños Jugando?


El Rabino Arye Levin sz”l (conocido como “el tzadik de Ierushalaim”) estaba parado afuera de la escuela en la que enseñaba, observando a los niños durante el recreo. Junto a él, estaba su hijo R. Jaim, quien también se desempeñaba como maestro en la escuela.

“¿Qué ves?” - preguntó R. Arye a su hijo.
“Nada fuera de lo común: solamente hay niños jugando” - respondió el hijo.
“Dime algo de lo que observas en ellos” - insistió R. Arye.
“Bien, David está allí cerca de la puerta con las manos en los bolsillos - seguramente no tiene vocación de atleta… Moshé, está jugando de manera agresiva - debe ser indisciplinado… Ia’acov, está soñando o analizando el movimiento de las nubes, supongo que no lo invitaron a jugar…, pero en general: solamente hay niños jugando”.
R. Arye lo miró y exclamó: “No - mi hijo - no sabes observar a los niños.”

“David está cerca de la puerta con las manos en los bolsillos, porque no tiene sweater. Sus padres no tienen los medios para adquirirle ropa de invierno. Moshé es agresivo, porque su maestro lo reprobó y se siente frustrado. Ia’acov está abatido, porque su madre está enferma y carga con la responsabilidad de su casa”.


“Para ser maestro, debes conocer las necesidades y limitaciones de cada niño a fin de brindarle la atención debida e intentar cubrir esas necesidades.

Pensemos por un momento en una silla de cuatro patas. Si una de ellas está floja, no se sostiene. Los niños están rodeados por los padres, los docentes, los compañeros y los medios externos. Ni los padres (aun si nos ponemos de acuerdo), ni los docentes (aun si trabajamos en consonancia con los padres) somos omnipotentes como para proteger a los niños de estar expuestos y ser partícipes de una carrera competitiva, al margen de las demás contrariedades que cada uno sobrelleva, pues la influencia les llega también a través de sus compañeros. Aun si todos los padres de una institución sumáramos esfuerzos para crear un microclima comunitario, tendríamos que lidiar con la rutina nociva e poderosa de los medios de comunicación, letreros publicitarios, etc.

Cada época tiene sus desafíos y los cambios suceden más con mayor rapidez y de manera más solapada de lo que los percibimos. Hoy en día, nos toca encarar este flagelo como objetivo central de nuestro esfuerzo por educar una nueva generación que crea en la bondad y en la generosidad, en lugar de ser miembros de un “ring” de peleas. Y si perseveramos en este punto - todos juntos con la ayuda de D”s - espero que triunfemos…

Rab Daniel Oppenheimer

domingo, 5 de diciembre de 2010

Una Profunda Plegaria...


Di-s mío...
.
.
Ayúdame a decir la palabra de la verdad en la cara de los fuertes,
y a no mentir para congraciarme el aplauso de los débiles.

Si me das dinero, no tomes mi felicidad,
y si me das fuerzas, no quites mi raciocinio.

Si me das éxito no me quites la humildad y si me das humildad, no quites mi dignidad.

Ayúdame a conocer la otra cara de la imagen, y no me dejes acusar a mis adversarios, tachándoles de traidores porque no comparten mi criterio.

Enséñame a amar a los demás como me amo a mí mismo,
y a juzgarme como lo hago con los demás.

No me dejes embriagar con el éxito cuando lo logre,
ni desesperarme si fracaso.

Más bien, hazme siempre recordar
que el fracaso es la prueba que antecede al éxito.

Enséñame que la tolerancia es el más alto grado de la fuerza
y que el deseo de venganza es la primera
manifestación de la debilidad.

Si me despojas del dinero, déjame la esperanza,
y si me despojas del éxito, déjame la fuerza de voluntad
para poder vencer el fracaso.

Si me despojas del don de la salud,
déjame la gracia de la fe.

Si hago daño a la gente, dame la fuerza de la disculpa,
y si la gente me hace daño,
dame la fuerza del perdón y la clemencia.

Di-s mío... si yo me olvido de ti… ¡Tú no te olvides de mí!


“Compartiendo y disfrutando” Nº300