domingo, 31 de julio de 2011

De Corazones Rotos...



Aunque Hollywood diga lo contrario –y quizá hasta afortunadamente- no todas las relaciones amorosas terminan “siendo felices y comiendo perdices”.
Muchas veces la persona con la cual buscamos complementarnos no aparece, pudiendo florecer en nosotros signos de ansiedad, frustración, temor a la soledad, entre muchos otros.

El “amor a primera vista”, ese que provoca el deshoje de tantas margaritas infelices, puede jugar en contra cuando primordialmente no se tienen claros los objetivos del “por qué” y “para qué” complementarse con otro ser.

Echar de menos lo estético tampoco es lo correcto. Sin dudas, estar con ese otro debería ser agradable y placentero. Pero de allí a que se transforme un asunto primordial y excluyente en todo su detalle, en la búsqueda desenfrenada de cualidades estéticas exuberantes… siendo así, se deberían analizar las motivaciones reales que existen detrás de ese deseo.

¿Qué buscamos con esa relación?, ¿quedar bien socialmente?, ¿formar una familia?, ¿placer hedonista?, ¿tener un proyecto en común?, ¿tapar las bocas de las tías que, viéndonos solos en todas las bodas, nos dicen: “eres el próximo”?, ¿qué se esconde detrás de aquel deseo?

Sin dudas que las motivaciones pueden ser variadas y mixtas en cada ser humano. La pregunta sería: “¿qué deseo yo y qué desea la Torá de mí?, ¿mis ideales están basados en lo que la ley divina ordena, o simplemente son ambiciones banales, sin sentido de ser ni de existencia?”.

Es muy doloroso decir que “no”; mucho más aun recibirlo.
Quiérase o no, se torna imposible gustar a todo el mundo.
Mi abuelo z”l solía decir que quien “agrada” a todas las personas: o es un necio; o, por defecto, un falso.
Gracias a Di-s cada ser humano posee ideales y perspectivas muy personales, en donde para su configuración, mucho habrán tenido que ver las experiencias vividas hasta el momento.
Por ende, se vuelve imposible que todo el universo “guste” de nuestra manera de actuar; mucho más cuando a lo estético nos referimos…

Quizá el egocentrismo, el sentimiento de grandiosidad y falta de consideración hacia el otro (¡y por nosotros mismos también!), provoque que no podamos tolerar escuchar un “no”.
“¿A mí me va a dejar? ¡Si soy lo mejor que le pudo haber pasado! ¿Quién la querrá más que yo?”.
Mucho tendrá que ver cómo fuimos criados respecto a las negaciones.
¿Siempre nos dieron todos los gustos?, ¿Cuándo nos encaprichábamos con algo siempre salíamos victoriosos?, ¿fuimos hijos únicos?, ¿alagados en demasía por nuestros padres?, ¿nos enseñaron a manejar las frustraciones?, ¿nos dejaban equivocarnos, o, por el contrario, antes que lleguemos a tropezarnos corrían para que mantengamos el equilibrio y no nos golpeáramos?

Una relación que no es placentera para uno, tampoco es beneficiosa para el otro. No existe la relación “a medias”. Somos todos o no somos nadie.
Es difícil para mí entender cómo existen personas que desean manipular y hasta convencer a su pareja para que no los deje. Después de todo, ¡también se perjudican a ellos mismos! “El amor verdadero se construye de a dos”.

El papel del “villano” que decide poner un punto final a la relación, tampoco es fácil. Para algunos se torna mucho más duro decir que “no” que recibirlo.
Se deberá tener en cuenta el qué, cómo, cuándo y dónde explicar al compañero que esta relación ya no puede continuar. Buscar un lugar tranquilo, en un momento calmo y transmitir el mensaje lo más dulcemente posible.

Habrá que tener mucho tacto, delicadeza, ternura y respeto para que aquel otro nos comprenda de la mejor manera posible.
Jamás mentir ni poner excusas. “Estoy confundido”, “necesito un tiempo” (siempre y cuando se esté convencido fielmente que no se necesita en absoluto de aquel “tiempo”…), “soy yo, ¡no sos vos!”. La verdad siempre como norma. Nada nos da derecho a mentir. Nada lo justifica. A fin de cuentas, daña mucho más un engaño que una verdad difícil de recibir.
Cierto es que la situación puede tornarse demasiado embarazosa, pero sin dudas será un magno aprendizaje: afrontar las dificultades; no escapar de ellas.

Muchas personas, por más explicaciones que uno pueda darles, reaccionan –casi por acto reflejo- con tonos agresivos, angustiantes y hasta desafiantes ante el mensaje de la ruptura, pero… no olvidemos que nos es imposible gustar a todos. Y, a fin de cuentas, nos lo va a agradecer (por haber respetado su dignidad y no ilusionar en vano).
La persona que expresa el “no” –esperemos- pasa por un proceso, una elaboración personal a la que aquel receptor –quizá- no estaba preparado; no se la esperaba. Quizá sea por eso que con el tiempo (de elaborar dicha pérdida) lo va a agradecer.
Casarse es –esperemos- un compromiso de por vida. Debemos priorizar el bien propio y ajeno tanto a corto, mediano y largo plazo.

A veces las relaciones están en estado “ni”.
No hay que apurar las decisiones, se deben tomar muchos recaudos, pero una determinación de este tipo que dure meses y hasta años, no es de las mejores opciones.

Los “ni” eternos dilatan el poder de decisión en las personas. Inhabilitan al sujeto para decidir por sí mismo, dejando de lado la responsabilidad que requiere determinación tan importante como es una relación seria para luego llegar al matrimonio.
A fin de cuentas, a medida que la relación va avanzando, es más difícil y doloroso cortar el vínculo, deshacernos de esa conexión entre las partes. Debemos cuidar al máximo el respeto y la dignidad del otro.

Nunca se termina de conocer a la persona. Eso es imposible. Extender los noviazgos y transformarlos en eternos para “conocernos más”, difícilmente cumpla su propósito.
Aun luego de casados los seres humanos van conociendo mejor a sus parejas, a medida que se van presentando las situaciones.
El individuo es dinámico, va cambiando constantemente. Se va auto-actualizando de manera permanente.

Así también, no se deben continuar noviazgos porque “ya estamos hace mucho tiempo y, ¿qué dirán nuestros amigos, conocidos y familiares?”. La vida es propia de cada uno, los demás no tienen por qué incumbirse en asuntos que no les corresponden. Y si así sucediera, ¿amargaríamos toda nuestra existencia simplemente por algunos comentarios que se puedan llegar a efectuar por un breve período de tiempo?

A modo de cierre, me gustaría exponer una poesía, la cual –pienso- refleja de manera resumida las ideas que intentamos transmitir en este artículo.
Una “apología del no”. Un intento de hacer entender al otro –con respeto y honestidad- que la ruptura de la relación nada tiene que ver con un desprecio por su persona, sino, todo lo contrario, “respeto, admiración, cuidado”.

Me despido hoy, aunque sea muy duro intentarlo
Me despido hoy, no quiero lastimarte
Me despido hoy, para que no sufras un mañana
Me despido hoy, observo mi ventana...

Por más que me cueste y duela decirlo,
Responsable soy y debo admitirlo,
Si no hubo atracción, si no existió unión,
Sin sentido, en vano, seguir la relación.

Clavarte un puñal sería seguir,
Sin contemplar tu gran existir
Mi "no" no es un desprecio por tu persona
Sino, al contrario, respeto, admiración, cuidado

Querer tu ser, tu persona, tu esencia,
Tu condición humana,
Refleja esta decisión un tanto lejana,
Una decisión en un momento exacto,
Y tal vez, por qué no, un tanto nefasto

Sería muy cruel siguiendo contigo,
Si por dentro sé que no es lo que pido.
Porque realmente te quiero, y muy decidido,
En el día de hoy por favor te pido,
Discúlpame si creé en ti ilusiones,
Millón de perdones, no fue mi intención.

Forzar una relación no me sirve ni a mí ni a vos,
Una construcción atroz,
A veces feroz
El amor verdadero se construye de a dos.
“Se hablan”, dice la abuela cuando dos personas “salen”,
Cuando dos personas comienzan a “conocerse”,
Como si “amor” estaría tan sólo compuesto por "palabras",
Por tan sólo cuatro letras…

Agradezco por todo el tiempo invertido,
Me llevo conmigo aprendizajes, recuerdos,
Emociones, canciones, colores de muchos matices

No quiero ni quise jugar jamás contigo,
Sino que encuentres tu verdadero amigo,
Compañero, par, que te haga feliz,
Siguiendo juntos, toda una vida en este gran existir.



No hay comentarios:

Publicar un comentario