lunes, 29 de marzo de 2010

Pesaj: Sacrificándonos Por El Bienestar De Todos

Nos acercamos a la festividad de Pesaj. La fiesta “preferida” de los chicos, de las familias y de los jóvenes. La festividad en la que los “zeides” (abuelos) se reúnen con todos sus nietos, hijos y bisnietos, observando por fin, a la familia unida (en el mejor de los casos…)

¿Por qué esta festividad lleva de nombre “Pesaj”?

La palabra “Pesaj” proviene del vocablo “pasaj”, que significa “saltear” (Éxodo 12:23). En la última de las diez plagas, Di-s ordenó a los judíos pintar sus dinteles de sus jambas con la sangre del sacrificio pascual para que sus casas no sean azotadas con aquella catástrofe (muerte de los primogénitos). Para diferenciar las posadas de los judíos con la de los egipcios.

La pregunta salta a la vista: ¿acaso Di-s necesita que le marquen quién es judío y quién no? Si los judíos no colocarían aquella señal, ¿Él no se hubiese enterado quién es quién? ¡Si Hashem es Todopoderoso y todo lo sabe!, ¡Él nos creó!

En realidad, sin dudas, Di-s sabía diferenciar entre las casas de los egipcios y los judíos. No necesitaba nuestro accionar. Pero con su orden nos quiso dar una lección eterna. Una lección tan arcaica como actual. Una manera de observar los desafíos desde otra perspectiva, desde otro ángulo.

Cotidianamente también hacemos sacrificios. Ser judío no es fácil y mucho menos en el siglo XXI. Aquella persona que piensa que su vida será más tranquila y simple estando en el judaísmo (¿quizá por los días no laborales?), se equivoca. Y mucho… ser judío es sinónimo de sacrificarse, de anhelar siempre subir un escalón más, de estar más cerca de lo divino, que, dicho sea de paso, es nuestra esencia, nuestra raíz.

Hashem nos enseñó con este precepto que si colocamos en nuestras puertas, en nuestros hogares, la sangre, es decir, “los sacrificios” cotidianos, ingerir alimentos Kasher, cuidar la pureza familiar, el Shabat, colocarse los Tefilín y demás, seguro que todos los males, todas las “plagas” que Di-s coloque sobre la sociedad, no caerán sobre nosotros, ya que estos mismos esfuerzos nos protegerán. Di-s no siempre espera resultados. El esfuerzo, la entrega y el sacrificio también se tienen en cuenta. Éxito no es sinónimo de alcanzar el objetivo sino de observar cómo uno se esforzó para lograrlo, aun sin haberlo obtenido.

Este mensaje puede apoyarse en un famoso versículo: “Si escuchas atentamente la voz de Hashem, tu Di-s, y haces lo recto delante de sus ojos, das oído a sus mandamientos y guardas todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié sobre los egipcios traeré sobre ti, porque yo soy Di-s, tu doctor" (Éxodo 15:26).

Este es uno de los mensajes de “Pesaj”: el “salto” que cada uno y uno debe hacer en su vida personal para que Di-s también se comporte con nosotros de igual manera (“midá kenegued midá”) y aparte de nosotros las aflicciones y sufrimientos.

"Guardarás el mes de Aviv -primavera- (se refiere al mes de Nisan), y harás pascua a Di-s, tu Di-s; porque en el mes de Aviv te sacó tu Di-s de Egipto, de noche" (Deuteronomio 16:1).
El Rambán (Najmánides) aprende de este versículo que existe una obligación en Pesaj de recordar que salimos de Egipto en el mes de la primavera.

¿Qué tiene de especial recordar algo tan insignificante como la estación en la que ocurrieron los grandes milagros? ¿Con qué criterio se nos exige este precepto?

La Torá quiere que a través de esta Mitzvá nosotros ganemos autoestima y confianza para cambiar nuestros actos y conductas. Sabido es por todos nosotros, que en la primavera todo se renueva. Las flores, los árboles, todos toman su color especial y característico.

Por eso el Rambán determina que hay una obligación de recordar en Pesaj que salimos de Egipto en el mes de la primavera, para conscientizarnos que ahora es el momento propicio para cambiar. En donde todo se renueva. También los humanos.

Por último, me gustaría hacer algunas apreciaciones acerca de la Hagadá de Pesaj (relato que se lee durante la ceremonia de Pesaj).

Primeramente se torna demasiado insólito cómo se contradicen los mensajes que trasmitimos a nuestros hijos… ¡y a nosotros mismos!

Por un lado, comemos reclinados en señal de libertad, en cómodos sillones y almohadones… por el otro, ingerimos la Matzá y el Maror (hierbas amargas) ¡en recuerdo a nuestros antepasados durante la esclavitud! ¿Entonces cómo debe ser el sentimiento de aquella noche?, ¿de esclavitud o de libertad?, ¿de tristeza o de felicidad?, ¿de aflicción o de consuelo?, ¿festejamos o lloramos?

Lamentablemente los humanos no siempre podemos estar alegres si no observamos qué significa no estarlo. “¿Cómo tiras la comida, Ioni? ¿No sabes que hay niños que no tienen lo qué comer?”, le dice Javier a su hijo.

En una oportunidad, unos alumnos de una Ieshivá concurrieron a la casa del Rab de la ciudad con una pregunta en sus bocas: “¿qué bendición se dice por la papa?”. El Rabino, muy sorprendido, les contesta: “no entiendo su pregunta… ¿por la papa? “Boré Perí Hadamá”, si sale de la tierra… ¿tan difícil es de contestar?”. Los alumnos le contestaron: “¿sabe qué pasa, querido Rabino? ¡La papa ya nos sale por las narices, creemos que no sale más de la tierra!”.

Por algo los sabios nos enseñan que: “es más difícil la prueba del rico, que la del pobre”. Es difícil confiar en un Todopoderoso cuando uno “todo” lo tiene. No es sencillo pensar que los negocios son manejados por Di-s y no por como uno se esforzó en negociar con aquel importador. Para nada…

Cuántas veces tenemos que escuchar de personas enfermas, para valorar nuestra salud. Cuántas veces debemos llegar a escuchar las separaciones de matrimonios, para valorar nuestras familias. Cuántas veces llegamos a sufrir por la falta de compañía para valorar a las amistades.

Aunque hayan pasado varios años de aquel sufrimiento, no debemos olvidar que Egipto no fue menos que la Alemania nazi de los años 40`. Quizá tendamos a minimizarlo por el hecho que la esclavitud en Egipto ocurrió hace muchos años más que el Holocausto, y ni siquiera tenemos abuelos testigos de aquellas desgracias. Pero no nos equivoquemos. En Egipto también fallecían personas, también existieron muchos sufrimientos, no menos que en la Shoá. Imaginemos todo un pueblo esclavo, en su totalidad, sufrido, maltratado.

El motivo que ingerimos la Matzá en Pesaj no es solamente “en recuerdo a los panes chatos que comieron nuestros antepasados al salir de Egipto, ya que no tuvieron tiempo que la harina leude”. El Faraón (al igual que Hitler, que su nombre y memoria sean borrados) calculaba la comida mínima y suficiente para que los esclavos puedan rendir al máximo pero gastando muy poco. ¿Qué les daba de comer? Matzá. Aquel pan ácimo otorgaba las energías y vitaminas necesarias para la labor y, muy por sobre todo, era un alimento barato, que prácticamente no costaba nada. “El pan de los pobres que comían nuestros antepasados en Egipto”.

En el relato de la Hagadá, tenemos también a los famosos cuatro hijos. ¿Cuáles son? “Uno es el sabio, otro el malvado, otro el simple y el último, el que no sabe preguntar” (a su padre, acerca de la salida de Egipto y todos los milagros ocurridos allí).

Aparentemente el orden de los hijos no está en el orden correcto. ¿Cómo colocar al hijo “sabio” junto al “malvado”? Aparentemente, ¡el “malvado” debería aparecer en el último lugar! ¡En orden descendente!

Más aun, según el cabalista Ariza”l, las cuatro copas de vino que bebemos en la noche de Pesaj son como los cuatro hijos que aparecen en la Hagadá. Y, para nuestra sorpresa, ¡sobre la segunda copa decimos lo más importante del relato! Quiere decir, que lo más importante de la recitación recaería al segundo hijo mencionado, es decir, al malvado. ¿Cómo puede ser?

El Jasidut explica (“Likuté Debarim”, página 844) que todo judío, en el nivel que esté, sigue poseyendo aquella chispa divina insuflada en su alma. Por ello la Hagadá, cuando menciona a los hijos dice: “Ejad Jajam, VeEjad Rashá, VeEjad Tam, VeEjad she lo iodea lishol”, es decir (literalmente), “UNO sabio, UNO malvado, UNO simple y UNO que no sabe preguntar”. ¿Para qué se repite el término “UNO”?

Para enseñarnos que tanto sea sabio o malvado, el Uno, es decir, la chispa divina impregnada en su alma con el Uno (Di-s), sigue estando. Esté en la categoría que esté.

Como muchos judíos que lamentablemente dicen que se convirtieron a otra religión… ¡eso nunca es posible! ¡Siempre la chispa divina queda en lo profundo del alma!

Veamos la siguiente historia:

El holocausto del que fueron víctimas los judíos de Europa, provocó que muchos niños judíos fueran adoptados por conventos católicos. No se trataba de una acción misionera, sino que los pobres padres que querían salvar las vidas de sus hijos, elegían a veces este camino.

Dejaban entonces bebés y niños en los orfanatos de la Iglesia. Allí estos recibían alimento y protección. Miles de niños se salvaron así de las cámaras de gas.

Concluyó la guerra. Se detuvo la máquina de exterminio nazi. Muchas asociaciones y centros de refugiados, se ocuparon de volver a reunir familias y registrar datos. Mas los desaparecidos, superaban en número, miles de veces a los que eran hallados.

Lentamente, comenzaron a llegar noticias sobre los niños que fueron depositados en las iglesias. Se descubrió que gran parte de los chicos que se encontraban allí, no eran reclamados. Fue enviada una comisión integrada por los rabinos Silver y Gurfinkel desde USA y Gran Bretaña para tratar de devolver a estos niños al seno de su Pueblo.

Los rabinos se dirigieron al primer convento y pidieron hablar con la máxima autoridad. «Por supuesto que no nos oponemos que los niños vuelvan a sus hogares, a ver a sus familiares».

Pero... ¿cómo sabrán distinguir cual niño o niña es judío?. Nosotros no acostumbramos a señalar el origen o religión de los chicos.

«Pues la lista de nombres nos ayudará», contestaron. « La revisaremos y aquellos que suenen como judíos, nos demostrará su origen».

«No, no, no; ¡no acostumbramos a hacer las cosas así!», dijo el cura enfurecido. « Tenemos que ser detallistas al máximo. No es posible dejar ni una posibilidad de error. Exijo seguridad y pruebas fehacientes en un cien por cien, no menos. Tomen el ejemplo del apellido Miller. Ustedes dirán que se trata de alguno de origen judío. Sin embargo hay cientos y cientos de personas que se llaman así y no son judías. El mismo caso es con los Raijman o Daitch.

Son apellidos populares de alemanes y polacos. No es posible liberar niños, por el mero sonido de un nombre.”

Los Rabinos intentaron convencerlo con buenos argumentos, pero él seguía con la suya. «Solo permitiré que se retiren niños con la total seguridad de que son judíos». ¿Qué hacer?

La mayoría de los niños fueron separados de sus familias cuando eran muy pequeños y no podían recordar por sí solo sus orígenes.

¿Documentos? Imposible encontrarlos después de semejante destrucción. Los Rabinos hicieron un nuevo intento para convencer al sacerdote y éste perdió la paciencia. «Lo siento mucho. Ya les di demasiado de mi tiempo. Decidan ya qué hacer. Les otorgo sólo tres minutos». Parecía que todos los esfuerzos iban a caer en saco roto. El corazón de los Rabinos se partía del dolor. De acuerdo a la información que tenían, decenas de niños judíos se hallaban en este convento, y solo contaban con tres minutos...

Los labios murmuraron una pequeña plegaria al Amo del mundo, para que los ilumine con una idea que permita discernir entre cientos de niños y niñas, que eran Iehudim y sólo en tres minutos, que es lo que tenían permitido.

Sus rezos fueron escuchados. A la mente de uno de los Sabios llegó una increíble idea.
«¿Podemos utilizar los tres minutos cuando queramos?».

«Si» fue la respuesta. «Entonces, vendremos cuando lo niños se acuesten a dormir». «A las siete en punto», fue la respuesta del cura, que no ocultaba su desdén por la testarudez y perseverancia de los Rabinos y esperaba ansiosamente la llegada de la hora señalada, para saber realmente qué es lo que tramaban.

¿Para qué irse y volver? Cuando el reloj dejó oír las siete campanadas, todos los pupilos se encontraban, después de un pesado día, acostados en sus camas, ordenadas una al lado de la otra en el gran salón.

Los Rabanim caminaron hacia el centro de la habitación. Uno de ellos se paró sobre un pequeño banquillo y esperó. Un silencio total reinó allí. De todas partes, pequeños ojitos se dirigían a él. Y así con voz calma, el Rabino pronunció seis palabras que penetraron en la sala de punta a punta:

«Shemá Israel Hashem Elokenu Hashem Ejad» (Oye Israel, Hashem es nuestro Di-s, Hashem es uno). En un instante se oyeron murmullos de todos los extremos del salón. Vocecitas con llantos y palabras entrecortadas:

«Máme», «Mámele», «Mamá». Cada niño en su lengua, buscaba a su madre. A ella, que unos años antes, en el momento de acunarlo y taparlo cada noche antes de dormir, y antes de darle el beso de «buenas noches», le susurraban al oído estas palabras, que son la base de la Fe judía. Palabras que todo niño judío sabe: «Shemá Israel Hashem Elokenu Hashem Ejad».

El sacerdote bajó la vista. Los Rabinos lo lograron. Pudieron liberar a los niños perdidos. Los pocos segundos que cada madre dedicó noche a noche al acostar a sus niños, fueron los que mantuvieron unidos a su pueblo.

Retomando nuestro tema, la única manera que el malvado puede acercarse a nosotros es estando cerca del sabio. Justamente por ello el orden no es equivocado. Es el único posible y correcto. Solamente el hijo sabio, que tiene capacidades especiales y está bien encaminado, es el único que puede influenciar para que su compañero, que quizá no esté en su mismo camino, pueda acercarse más hacia Di-s.

No es posible que el sabio se de el “lujo” de excluirse y pensar solamente en él. Tiene la obligación de preocuparse por su semejante, atrayéndolo hacia las raíces esenciales de su existencia.

También es un mensaje de estima hacia el perverso para que no se caiga, remarcándole que no debe caer en la decadencia y en la depresión, siempre hay tiempo para el cambio, para resurgir, para salir a la superficie, para cambiar… la ayuda y el “salvavidas” que el Todopoderoso le otorgó es estar pegado al sabio, el que podrá ayudarlo (y deberá hacerlo) en su máxima expresión.

Preocupémonos por el bienestar del otro, por la conexión divina que posee con Di-s, una preocupación más espiritual que material. Una preocupación que nos llene como personas, como seres humanos, como convivientes de un mismo mundo, de una misma sociedad. De una responsabilidad social mutua y necesaria para que todos podamos vivir más plenamente y mejor.

¡Pesaj Kasher Be Sameaj!

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