miércoles, 8 de abril de 2009

Libertad, Libertad, Libertad

El conflicto de valores que tenemos los judíos (como así también muchas otras religiones y culturas) con el mundo de alrededor, no es nuevo ni poco frecuente. Es más bien un tema asiduo y reiterado al que nos enfrentamos todos. Y es tan viejo como la historia judía misma.

En Egipto, a su manera, nuestros abuelos se enfrentaron a la misma disyuntiva. La Hagadá (texto que se debe leer en la noche de Pesaj), habla de cómo nuestros antepasados se convirtieron en una nación en el propio Egipto, considerando que este imperio poesía una cultura muy fuerte y arraigada, codiciada y emulada por los demás pueblos de la época, siendo que la familia de Iaakov contaba en total con el limitado número de setenta personas. La incipiente estirpe de Iaakov aún no poseía Mitzvot (preceptos) salvo la circuncisión. Sin embargo, los pocos miembros de aquella familia, "se convirtieron allí en una nación - nos enseña que los hijos de Israel se distinguieron allí" (Hagadá de Pesaj).

No es fácil ser distinto. Especialmente cuando uno sospecha que no será aceptado como "igual" entre los demás. A muchos de los que sufren de una pobre auto-estima, les costará sostenerse y consolidar una identidad frente y en medio de una población de semejantes no tan semejantes.

Dado que habitamos en el Galut (exilio geográfico y espiritual), no podemos abstraernos a este permanente desafío de seguir siendo judíos al mismo tiempo que compartimos un país al cual queremos y defendemos, que nos recibió en momentos difíciles y al cual aportamos, cuyo destino, a veces feliz y otras, angustiante, compartimos.

El enigma que estamos tratando no es un punto de conflicto para jóvenes exclusivamente. Los "grandes" estamos expuestos exactamente al mismo desafío, con la diferencia, que siendo mayores, nos cuesta modificar actitudes que ya están arraigadas en nosotros - para bien o para mal. Como adultos, habitualmente ya hemos creado un entorno social en el cual nos sentimos cómodos, la gente con quienes salimos, etc. Si viviéramos nosotros también en un ambiente adverso, sin duda nos costaría muchísimo afirmar nuestra identidad. Más que seguro, entraríamos en la costumbre de aparentar de la misma manera que vivieron los judíos en España como "marranos", cuando se los puso ante la alternativa de abandonar la península perdiendo todo lo que tenían o claudicar de sus creencias.

[…]

Pues, entonces, el problema no es nuevo. Cuando en Pesaj festejamos la "libertad", nos referimos a algo mucho más profundo que simplemente el derecho a la autodeterminación que festejan otros pueblos en su Día de la independencia. Dado que no sabemos el entorno que le va a tocar vivir a nuestros hijos, es importante no perder la oportunidad de esta fiesta en que modificamos nuestra dieta de pan, reemplazándola por Matzá durante una semana, para tratar un tema por cierto muy espinoso. Y, ¿quién sabe? Tratemos de profundizar nuestro propio apego a aquella libertad, acercándonos a los que sabemos que queremos ser, sin interferencias de lo que desde afuera nos intentan vender.

Me gustaría también analizar otro aspecto actual de la libertad.
¿Por qué llamamos a Pesaj la "fiesta de la libertad"? Más allá de toda la historia habitual de todos los años... ¿Tenemos idea de qué se trata?
Libertad. ¡Ah! No la aprecia aquel a quien nunca le faltó. "Quien no vivió la época del proceso, Siberia, las persecuciones nazis, nunca va a entender de qué e trata" - así piensan mucho. "Pero hoy somos libres. Podemos decir lo que más se nos da las ganas. Trabajar de lo que queremos. Vivir donde queremos. Estudiar donde queremos". ¿De qué nos podemos quejar hoy en día?
En realidad es un poco más complejo. En la lectura de la noche de Pesaj se nos pide que "nos sintamos como si nosotros mismos hubiésemos salido de Egipto". Es que habiendo nacido libres en una época de "libertad", ¿cómo podemos identificarnos con los judíos que salieron de Egipto?

Quizás no seamos tan libres como pensamos. Posiblemente no haya quien desde lo exterior nos limite en nuestro quehacer, pero sí haya un factor interno que puedes ser aun peor que el de afuera. Más difícil de reconocer como tal y más difícil de desafiar. ¿Somos realmente libres? ¿Somos capaces de "largar" los vicios? ¿Somos capaces de actuar sin tener en cuenta el "qué dirán" de aquellos que nos rodean? ¿Somos capaces de controlar nuestros impulsos cuando ocurren ciertas cosas que nos irritan? Para la mayoría de las personas la respuesta es un rotundo NO. Quizás no lo quieran admitir. Quizás respondan que son libres porque hacen "lo que quieren". Pero eso que "quieren"... ¿es el resultado de instintos que dictan las órdenes al igual que el resto del mundo animal, o son el resultado de un pensamiento racional que responde a un cálculo moral equilibrado, responsable y quizás espiritual?

[…]

Toda esa manera nuestra de vivir... ¿es realmente libre? ¿O seremos esclavos toda la vida copiando modas de vestir diseñadas por comerciantes, formas de hablar escuchadas de otros, modos de actuar "que queden bien" para los demás ("for export only"), etc., repitiendo como loros lo que otros ya masticaron...?

La libertad total es uno de los valores más cotizados de la Torá. Aun cuando limitados por fuerzas físicamente superiores, el pueblo judío mantuvo su libertad de sostener sus convicciones. Solo pudimos y podemos elegir el observar las leyes de la Torá, pues estamos libres de perjuicios, del confort o comodidad que ofrecen el no cumplirla y del "indio" interno que puede ofrecer resistencia a los órdenes de la mente racional. La Matzá, libre del aire que incorpora el pan al fermentar y elevarse, simboliza, entre otras cosas, a la persona real, modesta, libre de soberbia y altanería, el mayor mal de las características humanas, causante de tantos otros males.

"Vesamajta BeJagueja", Rab Daniel Oppenheimer (páginas 187, 188, 189 y 190)

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