miércoles, 27 de mayo de 2009

Shavuot: “Preparados, Listos…”¿Preparados?

Todo acontecimiento importante requiere de una preparación precedente.

Una manera de demostrar la trascendencia sublime de una fiesta es justamente con la previa de la misma: las mejores vestimentas, el maquillaje perfecto, el perfume de “marca”. Ningún detalle “puede” perderse de vista. Cuantas menos imperfecciones se plasmaron en la realidad, significa (no siempre…) que más recaudo y delicadeza se tomaron con anterioridad. Más dedicación.

Así como no todas las preparaciones son iguales y con la misma dedicación, tampoco todos nos preparamos de la misma manera y obtenemos los mismos frutos de aquel esmero.
En la fiesta de Shavuot conmemoramos el día (6 de Sivan en el calendario hebreo) en el que el pueblo de Israel recibió la Torá. Ese tan preciado legado que aun mantenemos vivo -casi por milagro- luego de sufrir tantas persecuciones a lo largo de la historia.

La palabra “Shavuot” deriva del vocablo “Shevuá”, que en hebreo significa: “juramento”.

Bien sabemos que cuando el pueblo de Israel se encontraba a los pies del Monte Sinai, aceptaron conjuntamente las leyes de la Torá exclamando al unísono: Todo lo que diga Hashem “Nahasé BeNishmá” (haremos y escucharemos), confiando íntegramente en la palabra de Di-s y en todo lo que ello implicara (Éxodo 19:8).

El Talmud en el tratado de Shabat (146 a) nos enseña que todas las almas del pueblo de Israel, tanto las que ya estaban formadas como las que iban a formarse en el transcurso de los años (es decir, todos nosotros), estuvieron en el Monte Sinai.

Nos agrega el Talmud en el tratado de Shevuot (39 a): “y todas las almas (aún los futuros conversos al judaísmo) dijeron haremos y escucharemos, jurando cumplir de manera íntegra la Torá, tanto la escrita como la oral”.

En otras palabras podemos decir que todo judío, ya sea antiguo, prehistórico, primitivo o actual estuvo en aquel sublime momento y se subyugó en su totalidad a Di-s por decisión propia.
Claro que en aquel entonces también existió una preparación para aquel suceso, tal como dice el versículo: “Y le dijo Hashem a Moshé: Ve al pueblo y santifícalos hoy y mañana, y que laven sus vestidos” (Éxodo 19:10).

Es que se torna imposible afrontar un compromiso nuevo sin antes haberse preparado de la manera adecuada. No esmerarse por hacer algún tipo de preparación, demuestra implícitamente (o no tanto…) la falta de motivación que existió en aquel contrato. El desgano por aquel objetivo.
Porque de todas formas somos responsables por lo que aceptamos. Y ello implica hacernos cargo de aquellas decisiones.

En la fiesta de Shavot, el Rab Wolve (autor del libro “Alé Shur”) acostumbraba a decir: “Gmar Jatimá Tová” (que tengas una finalización de sello bueno –en el juicio-). Todos se quedaban atónitos al escuchar sus palabras, ya que estas mismas son tradicionales de pronunciar únicamente en Rosh Hashaná (Año Nuevo) y/o Iom Kipur (Día del Perdón), que es cuando se sella todo lo que sucederá con las personas en el año entrante.

El Rab contestaba: “así como en Rosh Hashaná se juzga a las personas por todo lo que hicieron en el año anterior, y a su vez, se dictamina todo lo que vendrá en el año siguiente, así también en Shavuot, Hashem determina cuánta Torá en el año la persona adquirirá. Por eso yo acostumbro a decir “Gmar Jatimá Tová”.

¿Cómo podemos prepararnos para recibir nuevamente la Torá?, ¿por dónde comenzar?, ¿cuál es el secreto?

No daré recetas mágicas porque la realidad es que no las existen. Pienso que más bien todo depende de cada uno y en qué situación personal se encuentre. Generalizar no estaría bien, ya que “desindividualizaría” la “individualidad” que merece todo “individuo”.
Aun así, podemos tener en cuenta el cómo se preparó aquella “generación física” (porque espiritualmente todos estuvimos) previa a recibir la Torá. Ya que todos nosotros recibimos nuevamente esta misma todos los años en la festividad de Shavuot, tal vez debamos hacer hincapié en lo que hicieron énfasis en aquel entonces.

“Y partieron de Refidim y vinieron al desierto de Sinai, y acamparon en el desierto. Y acampó allí (el pueblo de) Israel, frente al Monte” (Éxodo 19:2).
Aparentemente este versículo da mucho que hablar…
Comenzó hablando en plural (“acamparon”) y culminó en singular (“acampó”). ¿Podría la Torá hablar en singular cuando en realidad nos referimos a miles de personas congregadas?

Nos responde el exegeta Rashí que este detalle en particular no fue escrito en vano (mucho menos no es un error gramatical).
La Torá quiso insinuarnos a nosotros la hermandad que se palpitaba dentro de todos los corazones de aquel grupo. El pueblo se encontraba unido, alianzado, en singular. “Como un hombre único con un solo corazón” (frase literal de Rashí). Justamente por este mérito fue posible la entrega de la Torá al pueblo judío.

El Midrash nos cuenta: “Quiso Hashem entregar la Torá al pueblo de Israel en el momento que salieron de Egipto, pero estaban divididos unos con los otros. Existían diferencias.
Al llegar a Sinai, se igualaron todos y se transformaron en un grupo homogéneo. Dijo Hashem: “la Torá es pura paz, ¿a quién se la daré? Al pueblo que ama a la paz” (Ialkut Shimoní, Shemot 18:273).


El poder que posee la unión es realmente asombroso y palpable. Determinante. A través de ella se pueden alcanzar objetivos de toda índole, sean positivos o no.
Observando la misma Torá podemos percibir el énfasis y “éxito” que tuvo la generación posterior al diluvio en su afán por construir la “Torre de Babel” y, Di-s no permita, “luchar contra Di-s” (J”Sh).
El versículo reza: “Era entonces toda la tierra de una lengua y unas mismas palabras” (Génesis 11:1).
Se encontraba una generación unida por su único idioma y poseedora de una contribución extraordinaria entre sus miembros a fin de satisfacer su objetivo en común (claro está que al ser que sus fines no eran adaptados a las enseñanzas bíblicas, Hashem confundió los idiomas de todos los integrantes, no pudiéndose comunicar entre ellos, y por ende, no logrando su final objetivo).
Sería interesante y realmente productivo intentar de imitar las conductas de nuestros ancestros.

Tal como ya mencionamos, su preparación previa al recibimiento de la Torá fue unirse los unos con los otros logrando una solución pulcra y profunda entre sí. Las diferencias socio-políticas o económicas no eran factores para dividirse y marcar “sectas”, territorios “preferenciales”. Todos estaban en el mismo “barco”, transitando el arduo desierto y casi rumbo a lo desconocido.

En épocas en las que los “desiertos” nos invaden y la soledad se hace más cruda, real, y cruel no nos queda otro remedio que subirnos al mismo “barco” y afrontar unidos los desafíos y adversidades que se presentan a diario con dañinos objetivos de borrar a nuestro pueblo de la faz de la Tierra.

El señor Levy había rentado el más lujoso y cómodo camarote del transatlántico “King Eduard”. Nos referimos a una de las pocas personas más privilegiadas en poseer semejante fortuna que pueda costear estos exquisitos y sofisticados gastos.
Cantidades de manjares y vestimentas de primera eran solicitadas por el pasajero, que lo único que no perdía era la ambición desenfrenada de poseer más y más.

En un momento dado, se le antojó a este sujeto cavar un pozo de algunos metros de profundidad dentro de su habitación. “De todas maneras”, pensaba, “este es mi dormitorio, por el cual demasiado dinero aboné, por lo tanto puedo hacer lo que yo quiera aquí dentro”, concluía.
“Pero si hace esa cavidad, nos hundiremos todos; ¡no solamente usted”, le reclamaban los tripulantes y hasta el capitán del navío.
“Debido a que nos encontramos todos sobre una misma base, comprendiendo aún su gran inversión millonaria, nos perjudicaría directamente a todos los que nos encontramos en el barco”.

Tal como todos los años, en pocas horas recibiremos nuevamente la Torá, ¿estaremos preparados para ser “como un hombre único con un solo corazón”?

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