martes, 2 de junio de 2009

El Abrigo De Rabí Shmelke


Era una noche tormentosa; afuera llovía. Y adentro... ¡también llovía!
Cuando de pronto... "Toc, toc, toc". Rabía Shmelke abrió la puerta y vio a un hombre pobre titiritando, el cual le solicitó un lugar para pasar la noche.

Lo hizo pasar y le dio hasta su propia cama, mientras el Rab pernoctó en uno de los rincones. Antes de conciliar el sueño, observó al pobre hombre que ya estaba dormido y notó que sus ropas se encontraban más desgastadas que las de él, lo que era mucho que decir. No lo dudó: el Rab Shmelke se quitó su saco, que era lo más valioso que tenía, y lo cubrió, logrando así, proveerle un poco más de calor.

A la mañana siguiente, se despertó Rabí Shmelke y fue directamente a ver al pobre huésped, para saber cómo estaba. Cuán grande fue su sorpresa al comprobar que la cama estaba vacía y observar a través de su ventana que el flamante invitado estaba corriendo por la calle... ¡con su saco puesto!

Rabí Shmelke salió detrás de él. Al percibir el pobre que el dueño del saco estaba tras él, apuró más aun su marcha.
A duras penas, el Rab pudo alcanzarlo y el arrebatador del saco comenzó a llorar solicitándole disculpas.
Se quitó el saco y, mientras se lo entregaba, le decía que se sentía muy avergonzado por sus actos. "No, no, ¡de ninguna manera! No he venido a pedirte que me regreses el saco... ¡al contrario! Quiero que sepas que, para que no incurras en el pecado de robo, te lo regalo de todo corazón... ¡que lo disfrutes!".

Dicho esto, se alejó de allí como había llegado ante la mirada atónita del ex huésped.

Extraído de Newsletter Mensual de Light For Life - Organización "Or LaJaim".

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