martes, 23 de junio de 2009

El Más Delicado Manjar

Se cuenta que Rabí Israel Salanter en una oportunidad fue invitado por uno de sus alumnos a la cena de Shabat. El Rab le dijo que él no acostumbraba a aceptar este tipo de invitaciones, antes de averiguar el tipo de costumbres de la casa a donde iría.

El alumno comenzó a detallarle: “mi casa es como todas las de un judío observante que cuida las Halajot (leyes). La carne se la compro al carnicero fulano, conocido como el más estricto en Kashrut. La cocina sólo la maneja una mujer íntegra y recatada, viuda de un reconocido sabio y de excelente familia. Aparte, mi esposa vigila todos los comestibles que entran y salen en la casa, y todo su proceso hasta que son consumidos por cada uno de mi familia”.

“En la noche de Shabat nosotros preparamos una cena que tratamos de que sea la más bella y honorable. Entre cada plato que se sirve, nos ponemos a conversar palabras de Torá para dar más realce espiritual a la mesa. En el transcurso de la cena tenemos una clase fija de "Shulján Aruj" (Código de Leyes Judías), acompañada de armónicas canciones de Shabat. Y así se extiende nuestra sobremesa hasta avanzadas horas de la noche”.

Rabí Israel, luego de escucharlo, aceptó su invitación, pero con una condición: que la cena tenga una duración máxima de dos horas. Sin otra alternativa, el alumno se comprometió a cumplir dicha condición, y aquella noche de Shabat tuvo a Rabí Israel sentado en su mesa.

Se apresuraron, como habían quedado; quitaron los platos más rápido que otras veces, sin demorar hicieron "Maim Ajaronim" (lavado de dedos previo a la bendición posterior a la comida) y se dispusieron a decir "Bircat Hamazón" (bendición posterior a la comida).

Antes de comenzar, el alumno se animó y le preguntó al Rab:
“Perdón que pregunto pero... ¿cuál fue el motivo de su pedido?, ¿acaso existió algún defecto en mi mesa?”.

Dicha pregunta no obtuvo respuesta. En lugar de ello, pidió llamar a la cocinera viuda. Cuando la tuvo frente a él, le dijo:

“Discúlpeme, señora, por haberla molestado esta noche, y por mi causa tuvo que preparar apresurada los platos para que fuesen servidos más rápido que de costumbre”.

“¡Reciba usted todas las bendiciones del cielo, Rabino!”, exclamó la señora. “Ojalá sea usted invitado cada Shabat a esta casa. El señor alarga tanto la cena, a veces, que termino rendida, con los pies que apenas puedo levantar. Gracias a usted, hoy me podré ir más temprano a descansar a mi casa”.

Rabí Israel Salanter se volvió a su alumno y le dijo:
“¿Ya ves? Con lo que dijo esta pobre mujer habrás encontrado la explicación a tu duda. Realmente, todo lo que tú haces en la noche de Shabat merece los mejores elogios. Siempre y cuando no se apoye en la molestia de los demás”.

Extraído del "Lekaj Tov"

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