miércoles, 29 de julio de 2009

Tishá Be Av: Sincerándonos De Verdad

No es fácil atravesar estas fechas. No es sencillo recordar sucesos tristes que nos ponen nostálgicos y melancólicos. No es simple refrescar tropiezos que nos llenan de desdicha y quebranto.

Porque a fin de cuentas, todas las situaciones con que nos topamos y toparemos, fueron y serán manejadas por algo más que la propia razón: por Un Poder Supremo.

Es que se torna más cómodo y confortable transitar estas jornadas como si nada pasó, como que todo sigue igual. “¡Ojalá que pasen rápido estos días!”. En estos últimos tiempos que tanto la frustración como la tristeza deben evitarse a todo precio, sean cuales sean las circunstancias, se pierde el transcurrir de las tragedias; el pasar de las adversidades.

Quizá a veces tendamos a olvidar que la propia sabiduría es la que aprende de todos los sucesos, no solamente de los victoriosos. Todas las crisis y cambios que atravesamos no son más que oportunidades que nos da la propia vida. No quiero decir con esto que las malas resoluciones de los conflictos no nos provoquen dolores intensos de cabeza; simplemente propongo que estemos abiertos a aprovechar el otro polo también. A ver las dos caras de la moneda.

¿Qué sucedió en Tishá Be Av (9 de Av)?

Principalmente la destrucción del Primer Templo (construido por el rey Salomón), y la del Segundo Templo. Estos hechos acaecieron en el mismo mes, Av, y como tradición en el mismo día nueve, pero trascurriendo 556 años del primero al segundo.
También posteriormente fue una fecha en la que sucedieron cantidad de desgracias.

Según la Mishná (Taanit, 4:6), hay algunos eventos que justifican el ayuno y la abstinencia el 9 de Av:

  • Este día, Moisés mandó 12 espías para informarle sobre la tierra de Canaán. Los espías regresaron con malas noticias, y los hijos de Israel sollozaran, temieran y se desesperaran por no poder ingresar a la Tierra Prometida. Este día vendría a ser solemnizado por las generaciones venideras de los Hijos de Israel (Números cap. 13-14).
  • Los babilonios arrasaron el Templo de Salomón (el primero) y toda Judea liderados por Nabucodonosor en el 586 a. C., condenado a la población al exilio de Babilonia.
  • La revuelta de Simón bar Kojba contra Roma fracasó y Bar Kojba, el Taná Rabí Akiva y miles de sus seguidores fueron asesinados
  • El Segundo Templo fue destruido por el Imperio Romano en el año 70, llevando a los judíos a una diáspora de dos mil años (fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Tisha_b)


Los sabios nos enseñaron que los motivos por los cuales estos sucesos sucedieron fue por falta de consideración del prójimo. Por “odio gratuito” (ya hablamos en una oportunidad de los motivos específicos, para ampliar el tema se puede visitar el post anterior).

Difícil se torna aceptar a todos como realmente son. Difícil resulta no guardarse algo –al menos- en lo profundo del corazón con lo que nos hicieron mucho daño. Circunstancias que tuvimos que sufrir; espinas que se clavaron muy profundamente; y las heridas aun no se cierran…

Intentamos pero no podemos. La maldad se apoderó de aquellas personas en tal momento, y los damnificados resultamos nosotros. Palabras que duelen. Actos que destruyen…

¿Y ahora se pretende que no odiemos a nadie, aún en una mínima medida? ¿Cómo puedo lidiar con un sentimiento? ¿Acaso es posible poder dominar mis sentimientos? ¿Cómo decirle a mi organismo, a mi corazón, que deje de sentir rencor?

Si supiera la respuesta no estaría escribiendo en estos momentos. Supongo que hubiese llamado telefónicamente a cada uno de ustedes, dándoles el antídoto a este mal tan grande que nos degrada tanto. A estas situaciones tan tajantes y desgarradoras.

Lo que sí sé es que se torna un ejercicio prolongado. De la noche a la mañana no puedo auto-engañarme diciendo que: “lo perdoné de todo corazón; no siento nada dentro mío, ya todo se esfumó”. Eso es mentir. Ser incongruente. Enmascararse.

Un perdón que no es sincero no tiene valor, ni para el que lo pide ni para el que lo da.

Antes de irnos a dormir, hay un texto que se recita antes del “Kriat Shemá” en el cual la persona dice que perdona a todo sujeto que le hizo algún daño, sea monetario, verbal o actitudinal, para que otros sujetos no sean castigados por culpa propia. En una oportunidad, observaron a un tío del Rab Shaj ZZ”L dando vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño.

“¿Qué sucede? ¿Por qué no te duermes?”, le preguntaron. “Pasa que tuve un hecho un tanto doloroso en el día de la fecha y aun no puedo perdonar a aquella persona, entonces, ¿cómo podré decir “perdono a toda persona que me hizo un daño”, si realmente así no lo siento? Estoy tratando de perdonarlo para poder pronunciar el texto sin llegar a mentir…”

Ser conscientes que debemos llegar a algo, aunque no lo hemos logrado, es un gran paso. En cualquier esfera. “Se la verdad, pero estoy en camino” es sinónimo de voluntad, y eso es sumamente positivo. Tampoco quedarse en el molde, claro, ni creer que adquirimos las cosas en forma instantánea ya que, como reza el refrán, “lo que viene rápido se va más rápido”.

El camino que más nos une a nuestras raíces el cual nos permitirá activar medianamente la voluntad de cambio frente a estas circunstancias, es tomando conciencia que todo es manejado por un Poder Superior. Que nada ni nadie nos perjudicarían si anteriormente no está “aprobado” por Di-s. Claro que no siempre se pueden comprender los motivos de todo, ya que individuo-Creador no es una dupla compatible (en cierto sentido), ni nada de lo que Él entiende como “bien” para nosotros puede comprenderse de la misma manera, y viceversa.

Salvando las distancias, se puede decir alegóricamente que existe un “director de teatro” como así también, los “actores” del elenco. Aun siendo los “actores” los ejecutores de las maniobras, la proyección y dinámica de la “obra” está comandada por el director. Los “actores” son simplemente títeres. De modo similar, podemos decir que Hashem (Di-s) es el “comandante” de los actos y los terceros, son simplemente “actores” de Él, marionetas.

Ojo, es un tema extenso… No podríamos entrar mucho en detalle, pues hay demasiado para analizar… Uno podría llegar a pensar que no existe el libre albedrío y entonces todo lo que se pase por la mente lo ejecutará, ya que si así sucedió, es porque Hashem quiso que ocurra, pero no es así. El libre albedrío sí que existe y cada uno es responsable por sus actos… (me reservo el tema para tratarlo en otra oportunidad, bli neder).

Un último tema que me gustaría tratar es la tan afamada y esperada “redención”. Al terminar las conferencias, todo "buen rabino" dice: “… con la llegada del Mesías, pronto en nuestro días, amén”, o bien: “… con la pronta reconstrucción del Bet Hamikdash (Sagrado Templo), amén”. Se torna algo sumamente automático de exclamar, obligatorio de decir, pero… ¿realmente así lo sentimos?

El Jafetz Jaim ZZ”L solía decir que en la “Amidá” (texto de las oraciones) las personas suelen pedir muy enérgicamente por su sustento, por su curación y resolución de todo conflicto. Pero se olvida que solamente con la bendición de “Boné Ierushalaim” (que se reconstruya Jerusalem), se solucionan todos los problemas anteriores: de salud, de sustento… ¡de toda índole! ¡¿Por qué será que en esta última no se trata de concentrarse tanto, si es la respuesta a toda súplica?!

¿Dejaríamos todos nuestros bienes de nuestras tierras “natales” para dirigirnos a Israel? ¿Nos apartaríamos de nuestros hogares confortables y amoblados tan sencillamente? ¿Estamos realmente preparados para observar milagros de tal magnitud?

La lógica y la generalidad indican que muy pocas veces nosotros, los que estamos fuera de Israel, reflexionamos en alguna ocasión de todo lo que implica la llegada de la “Geulá” (redención final).

Claro que todo lo que es desconocido resulta “peligroso” y por lo tanto crea una inseguridad difícil de sortear. Siempre lo conocido otorga seguridad, firmeza, protección… pero tal vez ignoramos que nos deja siempre encasillados en el mismo lugar, sin oportunidad de salir a conocer el más allá, descubriendo nuevas cosas, nuevos caminos, nuevas metas…

Di-s está sin su Casa, sin el Sagrado Templo de Jerusalem. De nosotros depende que vuelva a su lugar de origen. Con voluntad, perseverancia y actitud podremos acercarla cuanto antes. Pero de verdad. Hagamos méritos.

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