miércoles, 24 de febrero de 2010

Purim: Donde Todos Somos Ganadores

La celebridad de Purim es peculiar de por sí. Ya su designado nombre denota esta característica. ¿Qué significado posee, entonces, la palabra “Purim”?

El malvado Hamán quería deshacerse de Mordejai, el sabio, y junto con él, a todo su pueblo. Este erudito era la única persona que no se arrodillaba ni le rendía pleitesía, que no le brindaba honores. ¿Qué tanto le modificaba la vida a este sádico, que tan solo una persona no se arrodillara ante él? ¡Miles de personas (y aun del mismo pueblo que Mordejai) lo hacía diariamente! ¿Tan solo por uno?

Nuestros sabios nos enseñan que la búsqueda de honores no conoce límite ni frontera. Tal como sucede con la ambición y la lujuria, el individuo que posee cien, desea doscientos; y el que apetece doscientos, finalmente anhela cuatrocientos. Así se torna el humano en condición bruta. Es decir, no trabajar sobre las cualidades internas, no nos coloca en una posición “neutra”, imparcial o indiferente. Sino, todo lo contrario, siendo pasivos estamos restando, ya que por esencia, por naturaleza, las personas solemos poseer dichas tendencias negativas.

Justamente para ese fuimos enviados a este mundo: para esforzarnos y pulir el alma entregada, para, al finalizar su misión aquí, sea devuelta al Todopoderoso de la misma manera en la que bajó: pulcra y libre de faltas.

En realidad, Hamán podía planear su ataque solamente hacia Mordejai, ya que él era la única persona que se rebelaba. Pero, se tornaba un “desprecio” para su persona exterminar tan “solo” a un individuo. Mejor idea se volvía aplastarlo a él junto a todo su pueblo, Am Israel.

Un tanto asombroso el maniobrar de Mordejai, ¿no creen? La Torá misma nos enseña que ante peligro de vida podremos pasar prohibiciones de Hashem, con tal de no ser asesinados (Levítico 18:5). ¿Acaso Mordejai con su accionar no introdujo a todo el pueblo en riesgo de aniquilamiento? ¡La misma Torá se lo permitía! ¿Por qué su negativa y poner en riesgo a todo el pueblo?
Hacia todas las situaciones que se presenten a la persona, corriendo peligro su vida si no llegara a trasgredir alguna prohibición de Hashem, no debe acatar el precepto con tal de salvar su alma. Solamente hacia tres pecados debe dejarse asesinar y no trasgredir la mitzvá: adulterio, asesinato (“mata a Javier o sino te mato a ti”) y/o idolatría. Hamán poseía colgado en su cuerpo un amuleto de idolatría para que, al arrodillarse ante él, lo hicieran también hacia aquella adoración. Es por ello que Mordejai no acató sus órdenes, pues, estaba prohibido realizarlo.


Como Hamán creía en la superstición, a fin de establecer el día de aniquilamiento total hacia el pueblo de Israel, efectuó un sorteo (“pur”). En él se perpetraría el final de Mordejai y sus secuaces.

¿Por qué decimos, entonces, que la festividad de Purim es peculiar de por sí desde la denotación de su nombre?

Si analizamos bien, nos daremos cuenta que todas las conmemoraciones del calendario judío, todos sus nombres, tienen su raíz en el milagro ocurrido, en la liberación, en las maravillas salvadoras.

Januká fue la fecha en que los judíos descansaron (“janú”) de sus enemigos, el veinticinco de Kislev (“ká”, sumadas las letras “jaf” y “alef”).

En Pesaj conmemoramos –dentro de otros sucesos- que Hashem “pasaj” (salteó) las casas de los judíos en la plaga de los primogénitos, dejándolos a estos últimos con vida (no así a los egipcios).

La festividad de Sucot (cabañas) nos recuerda a las nubes de Gloria que protegían al pueblo de todo acecho en su travesía en el desierto, durante cuarenta años, luego del exilio egipcio.

Pero Purim no corrió la misma suerte. El nombre de esta festividad refleja el sorteo (“pur”) que efectuó Hamán para el aniquilamiento final del pueblo, y no en la salvación en sí.
También el hecho que no aparece ni una sola vez el nombre de Di-s en la Meguilá, da que hablar.

Es el único escrito sagrado del Tanaj en el que no se menciona en ninguna oportunidad la providencia Divina. ¿Y eso por qué?

En nuestros días también transitamos por unos cuantiosos y grandes “sorteos”. Puede que por la agitada rutina en un mundo tan acelerado no lo notemos de manera real y objetiva. O que algunas “máscaras” tapen la cruda realidad. Algunos quieren nuestro fin, otros lo disimulan, tantos otros poseen intereses creados y es por eso que nos defienden… No sabemos los motivos por los cuales Di-s conduce al mundo de esta manera, pero no debemos tener dudas que Él es quien permite que esta “suerte” nos apremie.

Quizá el judío necesite que le remarquen desde el exterior que no le corresponde el camino de otras naciones. Que no copie otras ideologías, pues, siguiéndolas se aparta de su misión Divina terrenal, y a la vez espiritual. Justamente cuando al judío le dicen “judío” en la vía pública (con tono despectivo, claro) es cuando más le hierve la sangre y se identifica con sus antepasados, por más alejado que se encuentre de la religión. Atentan contra su esencia, contra su raíz. Eso le molesta.

Un primo que ejerce funciones de Rabino en un importante país de Sudamérica, me comentó que los no-judíos de allí tratan tan bien a los judíos, que los matrimonios mixtos cada vez se incrementan. Cuando él se dirigía a una farmacia y observaban su manera de vestir y por ende, su condición de Rabino, ¡le cedían el turno! Allí, el judío no se siente discriminado por otras religiones, es por ello que tampoco le “molesta” contraer matrimonio con personas que no le corresponde. Si de todas maneras lo tratarán “como a uno más de la sociedad” (o mejor aun…)

Cuando sabemos diferenciarnos de nuestro entorno, no copiando costumbres ajenas y maneras de ser que no nos correspondan; cuando quitamos las ideologías de Hamán de nuestros pensamientos; entonces todos los “sorteos” que puedan organizar frente a nosotros, todas las atrocidades más espeluznantes que deseen planificar, se transformarán en nuestros días de festejo. En esa misma fecha, en ese mismo momento.

Esto nos enseña Purim: que la misma fecha que deseen “sortearnos”, que deseen deshacerse de nosotros, liberarse… ¡será justamente nuestro día de alegría!

Contestando la segunda pregunta, el Rab Avraham Eben HaEzra (en Meguilat Ester) explica que por cuanto que este texto se escribió en la época del reinado de Pras y Madai, si los judíos explicitaban el nombre de Di-s en la Meguilá, los reyes de aquel entonces los hubiesen traducido con las denominaciones de sus dioses, de sus idolatrías. Para evitar aquello, no fue explicitado el nombre Divino (existen otras explicaciones más profundas ya muy conocidas, pero como no es el tema central que deseamos tratar, no las mencionaremos).

A partir de aquel milagro, los sabios establecieron algunos preceptos para esta solemne celebración:

1) Lectura de Meguilat Ester (en donde se relata el suceso del milagro).

2) Banquete de Purim.

3) Envío de regalos comestibles hacia, al menos, un compañero.

4) Donativos a los pobres (mínimamente hacia dos, una cantidad considerable).

“Es mejor incrementar en regalos (y/o donativos) a los pobres más que aumentar en banquetes y envíos de comestibles a los compañeros, pues, no hay alegría mayor y bella sino alegrar los corazones de los pobres, huérfanos y viudas” (Maimónides).

El precepto de “donativos hacia los carenciados” podemos practicarlo cada día, a cada instante y sin necesidad de encontrarnos en una celebridad denominada Purim.

¿Qué entendemos, pues, por pobre/carenciado/necesitado?

En un capitalismo absoluto y en una sociedad de consumo (que también nos consume…) seguramente nos imaginamos a un necesitado con sus ropas rasgadas, sin nada lo qué comer ni ropa de marca y sin poseer un trabajo digno. Conozco personalmente personas que no carecen de nada de lo anteriormente mencionado, y aun así no son menos “necesitados” que los imaginarios.

En realidad, todos estamos “necesitados” de algo… No existe persona alguna que no sienta la necesidad de aquel “algo”… Un componente que es esencial para nuestra vida, para nuestro existir.
No me refiero al agua… tampoco al aire… mucho menos a la luz solar… Este elemento no es ni insípido, ni incoloro, ni inodoro… este condimento se llama: AFECTO. Al degustarlo podemos percibir un gusto muy agradable (por eso no es insípido); al observarlo palpamos los hermosos colores que quedan plasmados en nuestros corazones (por ello no es incoloro); y al olfatearlo nos quedamos con ganas de más (ahora entendemos el motivo del por qué no es inodoro). Somos verdaderos adictos al afecto, aunque no siempre optemos por demostrarlo…

Una sonrisa, una buena atención a un cliente, un saludo cordial al vecino, todos estos gestos producen que el “necesitado” se beneficie. Muchos individuos acaudalados que piensan que lo tienen todo (o así piensan de ellos), se sienten solos, vacíos y sin sentido de existencia. ¿O acaso no perciben que sus “amigos” son solo interesados? ¿Que su fortuna no los deja disfrutar de sus familias (si es que tienen…), pensando en los negocios?

En estos términos, ¡podemos cumplir con este precepto las veinticuatro horas del día, en el sitio que estemos, en cualquier idioma y con cualquier persona! No es necesario tener conocimiento de su nivel socio-económico, pues todos somos “carenciados” en este sentido.

Pero claro, es más simple entregar dinero, demostrar que otros necesitan de nosotros, que somos nosotros los que entregamos, los que merecemos aplausos, bombos y platillos…
Muchas veces me pongo a pensar lo bien que podemos hacerle a un cliente cuando hacemos negocios con él. En realidad, viene por motivos económicos, de subsistencia… pero si junto a ello podemos dejarle un buen trato, modales y atendiéndolo como a una verdadera persona… ¡cuánto mejor negocio haremos con su bienestar emocional!

No siempre nos levantamos con el pie derecho… gracias a Di-s somos dinámicos y con personalidades diferentes. Es la diversidad humana. Un buen gesto puede cambiar el día y hasta vidas completas.

Cuando uno se dirige a un profesional de la salud mental (como un psicólogo o un counselor), lo que busca –dentro de muchas otras cosas- es sentirse escuchado. Pero el consultante paga por aquello. Va dispuesto a ese encuentro, a esa finalidad (“después de todo, ¿para eso le pago, no?”). Quizá, al ser amables y cordiales en nuestros trabajos, hogares y cotidianeidad… ¡estaremos haciendo más que aquellos profesionales de la salud mental! Pues, no nos pagan por tan significante tarea, y por ende, ¡el receptor puede recibirlo con más veracidad, como un desinteresado gesto y con mayor predisposición!

Volviendo a la festividad de Purim en sí, los sabios nos ordenaron hacer un “stop” en nuestros festejos para no olvidarnos de las personas que más nos necesitan. Por ello impusieron un precepto exclusivo que consiste en otorgar sostén económico hacia aquellos que menos pueden. Es que, ¿cómo podremos festejar en nuestros cómodos y amplios hogares cuando existen “de los nuestros” que no están en las misma condiciones para realizarlo?

El libro “Manot Haleví” explica que el motivo del tercer precepto antes mencionado que establecieron nuestros sabios para esta solemne fecha (envío de regalos comestibles hacia, al menos, un compañero), se debe a que Hashem siempre busca que su pueblo estreche lazos de amistad y compañerismo entre sus partes. Tal como nos enseñó el Rey Salomón: “Sus caminos (de Di-s) son caminos agradables y todas sus sendas, paz” (Proverbios 3:17).

Aun así, existe otra opinión, la del “Terumat Hadeshen”, que revela que la atribución a este mismo precepto es porque existen algunas personas que carecen de medio económicos. Estos mismos se avergüenzan de recibir donativos en condiciones de pobres (como corresponde hacer en Purim) para hacer el banquete. No así sucede cuando, por una mitzvá totalmente distinta y que se realiza con cualquier judío, independientemente de su situación económica, envían regalos hacia aquellos, de buena gana los aceptan. Así los sabios lograron que aun los vergonzosos menos pudientes, tuvieran la posibilidad de festejar con su propio banquete festivo. Y observemos que, según esta idea, el motivo de este precepto (que se debería cumplir por todas las generaciones) es… ¡tan solo para no avergonzar a un grupo selecto de personas!

Es que el pueblo de Israel es uno. Mientras unos festejan, no pueden existir aquellos que, por su duro transitar, no estén en condiciones de celebrar. La festividad es de TODOS, no de algunos pocos. Al enemigo lo vencimos TODOS, no solamente ciertos individuos. Se torna imposible festejar cuando no somos TODOS los que estamos en aquellas condiciones. TODOS somos ganadores. No existen ganadores a medias. Tampoco ganadores por un lado y perdedores por el otro. Pues, como bien dijimos, somos un pueblo. Uno solo.



* Los invito a visitar también los artículos publicados el año pasado sobre esta festividad:

viernes, 19 de febrero de 2010

La Gran Preocupación Rabínica...


En una oportunidad, en los agobiantes días de verano, Rabí Itzjack Eljanán fue en busca de descanso y de un poco de aire fresco a una aldea cercana a su hogar, del otro lado del río.
A la mañana siguiente a su llegada, el Rab madrugó y salió apresuradamente de su hospedaje, asiendo una carta en su mano, preguntando a sus ocasionales vecinos dónde podría encontrar un mensajero que cruzara el río en bote y le entregara el sobre a la gente de su casa, en Kovno.

Un joven habitante de la aldea, intrigado por conocer el mensaje tan urgente que debía ser entregado, se ofreció a realizarlo él mismo, sin pérdida de tiempo alguno.
A lo largo del camino, este mensajero luchó contra sus instintos, resistiéndose a abrir la carta y leer su contenido, pero cuando llegó del otro lado del río, no aguantó más y lo abrió...

No poca fue su sorpresa al leer el escueto pero magistral mensaje que enviaba el gran Rabino a su gente: "Está escrito en el Salmos: "Y su piedad está en todas sus obras", he aquí, que en el patio de nuestra casa, hay un gato al que todas las mañanas le llevo leche y ahora, que estoy fuera, olvidé dejar a alguien encargado de esta tarea y esto me intranquiliza… por lo que pido por favor que se apiaden de mí y se ocupen para que alguno lo haga en mi lugar".

Rab Itzjak Eljanan, ¡el adalid de Israel! ¡La autoridad rabínica de la generación! Un Rab tan elevado espiritualmente y tan encumbrado comunitariamente, paralelamente podía ocupar su mente con el gato que está en el patio de su casa.

Publicación semanal "Maor Hashabat" Nº67

viernes, 12 de febrero de 2010

¿Cómo Hacer Que Los Niños Disfruten Shabat?

Pregunta:


Con respecto al tema religión-Shabat me resulta difícil saber cómo demostrarle a un nene de 2 años que Shabat es algo lindo cuando la mayoría de las cosas que quiere hacer o tocar no puede. Por ejemplo: escuchar música, o mirar algo en la computadora, pintar, usar juguetes que llevan pila, etc. Al ser chico como para disfrutar de una mesa de Shabat, aguanta un rato y luego se aburre. ¿Qué consejo me dan?



Respuesta:

Responder a esta pregunta, como a tantas otras, requiere una visión global de los vínculos, los espacios de cada uno, el modo de transmitir las consignas y los estados de ánimo que prevalecen en determinado hogar.

En otras palabras: lo que sigue será posible implementar, si las conductas de los adultos son sanas en los factores que acabamos de mencionar.

Entendamos que los pequeños no tienen obligación de estar sentados en la mesa de Shabat, y que su vida es mucho más movida que la de los adultos, en todos los sentidos. Atornillarlos a una silla por más tiempo que sea adecuado para su edad no lo beneficiará, ni incrementará su deseo por observar el Shabat.

Todos los mensajes que transmitimos a los niños, deben estar encuadrados en un marco de firmeza, tranquilidad y alegría (y, obviamente: afecto).
La firmeza no significa imposición, ni aun menos, agresividad, sino mensajes claros, coherentes y consecuentes. Las hipocresías nos juegan en contra. Si la mesa de Shabbat simboliza santidad y alegría, entonces debe estar manifiesta en nuestro semblante y actitud.

La tranquilidad aporta a la confianza y credibilidad que, a su vez, inspiran a la participación en lo que hace la familia. Se transmite por el tono de voz y por la ausencia de dramatismo en las comunicaciones.

A tal fin es importante pensar bien las cosas entre los padres antes de comunicarlas a los hijos, considerando las consecuencias (también a largo plazo) de consignas que el niño difícilmente pueda cumplir (ponerse en su lugar), no exigir ni prohibir, si no es imprescindible que se haga.

Una vez decidida una conducta que se cree viable, se debe mantener la decisión a pesar de los posibles berrinches – con tranquilidad, aun si eso quitara a la calma momentánea.
Si sentimos (objetivamente) que erramos, será menester dar marcha atrás y repensar la actitud que corresponde en forma consensuada entre los adultos.
Quizás calculamos mal, y no era el momento. Las mismas palabras que no encontraron eco en cierto momento, pueden servir en otra instancia más propicia.

Próximo, debemos concentrarnos en el punto clave: es posible llegar a exigir e imponer toda clase de demandas – pero jamás se podrá exigir que un niño quiera (por su cuenta) hacer algo. Esto solo se podrá lograr (con la ayuda del Creador) mediante la motivación.

¿De qué motivación hablamos?
En principio, la motivación auténtica para nuestras acciones debería ser simplemente el hecho que el Creador nos exige cierta tarea o nos la prohibe.
Pero – claro - un niño obviamente no entenderá este razonamiento, que está aún lejos de su comprensión

Por lo tanto, debemos recurrir a toda clase de métodos de motivación complementarios que – provisoriamente - apoyen esta gestión.
¿Qué elementos nos motivan – al margen de lo que el intelecto nos prescribe?
En primer lugar está la importancia de crear un clima agradable. El ambiente acogedor es fundamental.
Para lograr este fin, ayuda muchísimo que uno cumpla con lo que señala la Mishná y dar las consignas “beSever panim iafot” (un semblante apacible).

El hecho de permitir que los niños tengan un rol protagónico en la mesa (llevando y trayendo lo que se necesita, narrando lo que aprendieron en la escuela sobre la Parashá) los hace sentir que son parte de lo que está sucediendo (si narra algo que le enseñó la Morá prestar atención total a lo que dice, y ayudar si se traba…), y permitirá que sientan mayor apego a participar del momento.

Cuando el niño tiene algún protagonismo, no debe ser pasado por alto sin advertir, sino (p.ej. si trae algo a la mesa) agradecer, o (p.ej. si dice algo sobre la Parashá) felicitar con palmadita, un gesto con la mano o una caricia – siempre sin exagerar.

Un modo de aprobar es cuando uno sigue el tema que el niño comenzó a relatar.
Obviamente, el niño no debe sentir que está siendo puesto a prueba en aquel momento (“¡cómo no te acuerdas lo que enseñó la Morá!”) – y menos aun frente a huéspedes.

Los cantos aportan su cuota de alegría al momento, y – sin obligarlos a cantar – se los puede participar de una pequeña ronda al cantar las canciones clásicas, tenerlos sobre la falda para que disfruten de los himnos que se entonan, o preguntarles qué quieren que uno cante.

Las historias que el papá cuente en la mesa (bien preparados de antemano) se convierten en un punto de atracción para los niños. Hay muchas fuentes para extraer cuentos. Hay que tomar en cuenta la edad y maduración del niño para que el cuento sea adecuado a su edad. Si hay niños de distintas edades, se debe cuidar que los mayores no burlen a los pequeños por interesarse por el cuento.

Contó Rav Reuven Feinstein shlit”a acerca de la conducta de su renombrado padre Rav Moshé Feinstein zz”l, cuando él era pequeño:“En distintas oportunidades hubieron huéspedes en casa para las comidas de Shabbat. Mi lugar en la mesa era invariablemente al lado de mi papá, sin importar quién fuese el invitado. Mi lugar no se cambiaba salvo que se tratara muy esporádicamente de un Gadol HaDor" (líder religioso supremo de la generación).

Respecto a los juegos, es importante tener material infantil permitido para Shabbat. Afortunadamente, se consiguen estos juegos, y seguramente será necesario participar uno mismo – al menos inicialmente - del juego para interesarlos. En este sentido, surgirán algunas preguntas de Halajá (Ley Judía) que deberán ser consultadas respecto al material que los niños pueden manipular en Shabat (por Muktzé), pero no los adultos.

De ese modo, Shabat no se convertirá en un día aburrido para los niños.
Claramente no es un solo factor, el que determine que los pequeños quieran participar de la mesa de Shabbat y disfrutar del día. Sin embargo, está en nosotros facilitárselo.

Rab Daniel Oppenheimer (revista "Jinuj" Nº4)

viernes, 5 de febrero de 2010

Catástrofes, Desastres Y Fenómenos… ¿Naturales?


Que inundaciones, que terremotos, que tornados, que aludes, que sequías… ¿qué le está aconteciendo al mundo?, ¿cómo es posible que la naturaleza castigue tanto al hombre en los últimos tiempos? Hace considerables años que no se observaban catástrofes tan drásticas, consecutivas y devastadoras para la humanidad…

Seguramente los ecologistas y grupos protectores del medio ambiente nos explicarán que el hombre está recibiendo de vuelta todo lo negativo que arrojó y arroja al planeta, como un efecto “boomerang”: gases contaminantes, clorofluocarbonos, deforestación, tala indiscriminada de árboles…

Es cierto, todo individuo es libre y responsable en relación a sus actos. También Di-s nos prohíbe el exterminio de árboles frutales al conquistar una tierra (Deuteronomio 20:19), desprendiéndose de aquella restricción todo lo que refiere a despilfarrar bienes o recursos que pueden ser de utilidad para la especie humana (ya sean alimentos, vegetales, rasgar ropas, etc.)

En una oportunidad, una persona comentó que se encontraba recorriendo las calles de Londres y arrojó un papel al piso londinense. De repente, se le aparece una señora diciéndole: “Señor, se le ha caído este papel”. Asombrado, el hombre le contesta: “Gracias señora, pero ya no lo necesito…”. A lo que la mujer le replicó: “Londres tampoco…”

Como judíos creyentes somos concientes que nada es porque sí, al azar, de casualidad, sin motivo. Sabiendo que Un Poder Supremo maneja y gobierna el planeta y todo lo que este contiene, se torna imposible adjudicar todos los males a explicaciones científicas, lógicas y racionales. Claro está que podemos hacerlo (de hecho, eso es lo que los medios nos trasmiten…), pero de esta manera nos alejamos de nuestro compromiso como habitantes del mundo y nuestra función como humanos en una Tierra otorgada para nuestro bienestar y rol de funciones divinas.

Seguramente cuando ocurrió el diluvio en la época de Noaj, cuando se partió el Mar Rojo, cuando sucedieron todas las plagas en Egipto, cuando Bilham fue tragado por la tierra junto a sus seguidores, y muchos sucesos más que relata la Torá, los científicos, magos y hechiceros de aquel entonces, habrán presentado sus teorías racionales acerca de aquellos sucesos. Pero Hashem nos transmitió claramente a través de los versículos, que cada acontecimiento tenía un propósito en pos de enseñar cuál es el camino correcto a seguir. Tal como un padre amonesta a sus hijos para encarrilarlos, pero de todas maneras su amor hacia ellos no cambia en lo más mínimo, Hashem hizo y hace con nosotros lo mismo.

Es para destacar la extremada paciencia que tuvo Di-s respecto a la generación del Diluvio. A Noaj le llevó 120 años construir el Arca Sagrada y aquel fue el largo lapso que el Todopoderoso esperó para que se arrepientan y vuelvan a las fuentes. Es más, aun cuando el tiempo se había agotado y la Justicia Divina tomó posición (luego de 120 años de advertencia…), nuestros sabios nos enseñan que comenzó a garuar muy débilmente, con esperanzas que observen la lluvia y se arrepientan.

Todos los seres humanos poseemos funciones distintas. Los judíos tenemos 613 preceptos a cumplir y los no-judíos, los 7 preceptos universales. Nadie en absoluto está excluido de la misión Divina, es por eso que nadie queda exento en respetar mandatos Celestiales.

El Maimónides escribe: “Todo gentil que reciba para sí el cumplimiento de los siete mandamientos y sea cuidadoso con ellos, es uno de los justos de las naciones del mundo, y tiene su porción en el Mundo Venidero. Esto es así siempre y cuando los reciba y los cumpla pues tal ordenó el Eterno en la Torá y manifestó a través de Moshé, nuestro maestro, que desde antiguo los bené Noaj (noájidas) estaban obligados a ellos. Pero, si los hace a causa de que les parece razonables (y no las asume como obligaciones de origen divino), entonces no se le puede considerar como justo de las naciones del mundo, sino un seguidor de sus sabios” (Mishné Torá, Hiljot Melajim 8:11).

¿Y cuáles son aquellos preceptos universales, que competen tanto a judíos como a no-judíos?

1) No adorar a ídolos o falsas deidades
2) No blasfemar
3) No asesinar
4) No robar
5) No mantener relaciones sexuales ilícitas
6) No comer carne de animal con vida
7) Establecer cortes de justicia

Como podemos observar, estas leyes son mínimas de convivencia en cualquier sociedad actual. Es decir, medianamente todas las personas estamos de acuerdo que para poder convivir en sociedad, sanamente, son necesarios aquellos preceptos para regular las conductas. Aun así (y tal como mencionamos en el Maimónides), debemos actuar en función al mandato Divino y no a nuestra lógica. Caso contrario, el precepto pierde su valor.

Muchas personas nunca hubiesen creído que las “World Trade Center” terminarían de manera que terminaron. Supongo que nadie hubiese pensado hace un par de año atrás, que el terrorismo tendría en vilo a todo el mundo entero y que las “grandes potencias mundiales” no podrían frenarlo. Es que justamente cuando depositamos nuestra confianza y fe en poderes humanos, es cuando Di-s nos demuestra que si Él quiere, no podremos liberarnos de aquellos por más seguridad, tecnología y “potencia mundial” que seamos.

En un artículo que poseo hace un par de años, escrito por un rab luego del atentado a las “Torres Gemelas” se puede leer:

“… por ser que en los últimos años las catástrofes perpetradas provenían de kamikazez, siendo posible que los humanos pensemos que aquellos males provenían solamente del poder de otras personas, no poniendo consentimiento que todo proviene del Cielo, es factible que por ello Di-s mande al mundo los terremotos, pues allí no hay dudas que es una llamada de atención proveniente del Todopoderoso, no pudiendo adjudicar aquella a ningún individuo en particular. De esta manera, podrán retornar a las fuentes de mejor manera y sin ningún tipo de dudas” (para más información ver Talmud Ierushalmi capítulo 9, ley 2, en donde se despeja la pregunta “¿Por qué vienen terremotos al mundo?”. También ver Talmud Bablí, tratado de Berajot 59 a).

Todo lo antes dicho lo podemos encontrar en tan sólo un versículo de la Torá: “Y dijo (Di-s): “Si oyeres atentamente la voz de Hashem, tu Di-s, hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Hashem, tu sanador" (Números 15:26).

Las personas nos preocupamos por tener contactos importantes, médicos reconocidos, empresarios millonarios, pero quizá olvidamos que siendo el “amigo” del “Director” de todos aquellos, tenemos todo lo anterior asegurado. ¿Acaso quién es el mejor médico sino aquel que creó la enfermedad, y en efecto, la medicación? ¿Quién es el rico sino aquel que inventó el dinero y la otorgó a personas selectas? No me refiero a Bill Gates, tampoco a Einstein… ¡me refiero a Di-s!

Es cierto, el cambio climático es un hecho. Nuestro deber y responsabilidad como habitantes deber ser cumplida y respetada. No sólo por un bien personal, sino comunitario. Vivimos en sociedad y ello no es algo menor. Sería demasiado individualista pensar que “si total se inundan los pueblitos carenciados, ¿a mí que me interesa?”. Pero no debemos ser conformistas y quedarnos solo con aquello. Ni un respiro de más está en nuestras manos. Ni un dólar de menos depende de nosotros. Ni el trabajo en donde estamos, ni nuestra casa, nuestros bienes, nuestros hijos… ¡es que no son “nuestros", ¡ese es el tema!

“Uy, ¡mami! Mira, salió el arco iris. ¡Qué lindo!. Pero… ¿por qué se hace?”, le preguntó Ioni a su mamá. “Mira, cuando sale el Sol y hay humedad, sale el arco iris. Siempre que observes al Sol y a la lluvia juntas, podrás apreciarlo”, le contestó su mamá.

Muchos de nosotros alguna vez habremos preguntado lo mismo a nuestras madres. Y seguramente habremos recibido la misma respuesta… es cierto, la explicación racional es ampliamente valedera pero… ¿quién hizo que aquella “naturaleza” se efectúe de tal manera?, ¿quién le dijo al Sol que salga y a la lluvia que caiga en la superficie conjuntamente?, ¿quién creó las leyes de la física y la meteorología para explicar los fenómenos naturales? Quizá hubiese sido mejor responderle a Ioni: “mira, la verdad es que el arco iris sale porque Hashem así lo decidió en este momento. Si nos remontamos un poquito al pasado, Di-s le prometió a Noaj que no traería más un diluvio de tal magnitud al mundo, colocando de señal de pacto al arco iris (Génesis 9:11, 12, 13, 14, 15). De todas maneras, podrás observarlo cuando llueve y al mismo tiempo se encuentra el Sol”.

Es importante este punto porque de la manera que formemos a nuestros hijos, dependerá mucho su futuro. Y esos pequeños sucesos son los que debemos aprovechar para inculcar los valores de judaísmo y fe.

¿Y por qué Di-s no demuestra abiertamente su poderío?, ¿por qué no se nos presenta a toda la humanidad para que cumplamos sus preceptos?

Sería muy fácil respetar Su palabra si los milagros serían abiertamente. No podría existir ni pago ni recompensa por obrar el bien, ya que la persona que a esas alturas se rebele, sería un trastornado mental. En otras palabras, con el terreno llano, no habría prueba, desafío ni posible recompensa. No existiría el libre albedrío.

También cuando llueve solemos apreciar ese hecho como algo “natural”… tal vez los campesinos lo valoren más en años de sequía… ¿y qué hace que nos olvidemos de aquellos milagros?, ¿por qué nos quejamos cuando llueve (porque odiamos mojarnos y tener que llevar el paraguas a todos lados…), y no reconocemos que es una verdadera bendición de Hashem para la tierra?

Durante la travesía por el desierto los judíos fueron testigos de grandes milagros. Las nubes de gloria los protegían de los rayos fuertes del Sol, de las tormentas y los guiaban por el camino; una fuente de agua marchaba tras ellos conduciéndose a cada sitio que se trasladaban; sus ropas no necesitaban ser cambiabas ya que crecían con ellos y eran lavadas y planchadas por las nubes de gloria; diariamente caía el Man (pan celestial) el cual no tenía desperdicio fisiológico, pues era puramente Divino.

Aun así, encontramos que los judíos se quejaron del Man, alegando que deseaban comer carne (Números 11:4). La particularidad del Man era que el sabor del mismo dependía de la intención del degustador. Sólo faltaba pensar qué gusto deseaba que tenga antes de ingerirlo, para que este mismo contenga aquel sabor. De todas maneras, había algunos sabores que no estaban permitidos por ser que su ingesta era perjudicial para las mujeres que amamantaban (Números 11:5, Rashí, en nombre del Sifrí). También se quejaron que querían esos sabores.

El problema es que nos acostumbramos muy rápido a las bondades y no olvidamos para nada ligero las dolencias. Podríamos decir: “veían cómo caía el pan del Cielo, el gusto que ellos querían tenía (casi…), tenían a Moshé, a Aharón, a Miriam, ¡a todos los Ancianos de Israel! ¿Cómo pudieron caer tan bajo?”. Quizá de aquí a un par de años, las lluvias no caigan tan a menudo “por problemas climáticos” y nuestros nietos preguntarán: “¿cómo nuestros abuelos no veían la mano de Di-s? ¡Caía lluvia del cielo y constantemente!”.

Nadie tiene el derecho a juzgar a nadie, pues, el acostumbramiento es un factor muy difícil de sortear. Y no solamente en el cumplimiento de preceptos, sino en conservar amistades, en la pareja, en las conductas. Todo lo que requiera un “riego constante” es difícil de mantener.

El pobre burro había sido sentenciado por todo el reino animal. A simple vista no existía un motivo real para su condena. Pero todos lo habían decidido: deberían librarse de él.

Conjuntamente lo llevaron a una fosa muy profunda y poco a poco, cada uno le arrojaba un poco de tierra. Al parecer, el burro no era tan burro… cada vez que caía sobre él tierra, se sacudía rápidamente, y con sus patas pisaba lo arrojado. Así, escasamente y muy despacio, conseguía subir lentamente a la superficie parándose sobre la tierra lanzada.

Nosotros también debemos ser “burros”… de las situaciones apremiantes, de los momentos difíciles, debemos sacudirnos rápidamente para trepar a la superficie. Nunca debemos decaer. Lo pasado, bien analizado y sacando conclusiones, es pisado. Sólo nos queda recordarlo para no volver a repetirlo.

Resumiendo podríamos decir que cada catástrofe, desastre o fenómeno… ¡NO es natural! La naturaleza no existe, sino Di-s que creó las leyes naturales. Individualmente deberíamos sacar nuestras propias conclusiones respecto a nuestro sendero transitado. Si podemos ser mejores personas. Más humanos. Más solidarios con nuestro semejante. Más arraigados con nuestra esencia Divina. Nada es en vano. Nada es porque sí.