miércoles, 24 de febrero de 2010

Purim: Donde Todos Somos Ganadores

La celebridad de Purim es peculiar de por sí. Ya su designado nombre denota esta característica. ¿Qué significado posee, entonces, la palabra “Purim”?

El malvado Hamán quería deshacerse de Mordejai, el sabio, y junto con él, a todo su pueblo. Este erudito era la única persona que no se arrodillaba ni le rendía pleitesía, que no le brindaba honores. ¿Qué tanto le modificaba la vida a este sádico, que tan solo una persona no se arrodillara ante él? ¡Miles de personas (y aun del mismo pueblo que Mordejai) lo hacía diariamente! ¿Tan solo por uno?

Nuestros sabios nos enseñan que la búsqueda de honores no conoce límite ni frontera. Tal como sucede con la ambición y la lujuria, el individuo que posee cien, desea doscientos; y el que apetece doscientos, finalmente anhela cuatrocientos. Así se torna el humano en condición bruta. Es decir, no trabajar sobre las cualidades internas, no nos coloca en una posición “neutra”, imparcial o indiferente. Sino, todo lo contrario, siendo pasivos estamos restando, ya que por esencia, por naturaleza, las personas solemos poseer dichas tendencias negativas.

Justamente para ese fuimos enviados a este mundo: para esforzarnos y pulir el alma entregada, para, al finalizar su misión aquí, sea devuelta al Todopoderoso de la misma manera en la que bajó: pulcra y libre de faltas.

En realidad, Hamán podía planear su ataque solamente hacia Mordejai, ya que él era la única persona que se rebelaba. Pero, se tornaba un “desprecio” para su persona exterminar tan “solo” a un individuo. Mejor idea se volvía aplastarlo a él junto a todo su pueblo, Am Israel.

Un tanto asombroso el maniobrar de Mordejai, ¿no creen? La Torá misma nos enseña que ante peligro de vida podremos pasar prohibiciones de Hashem, con tal de no ser asesinados (Levítico 18:5). ¿Acaso Mordejai con su accionar no introdujo a todo el pueblo en riesgo de aniquilamiento? ¡La misma Torá se lo permitía! ¿Por qué su negativa y poner en riesgo a todo el pueblo?
Hacia todas las situaciones que se presenten a la persona, corriendo peligro su vida si no llegara a trasgredir alguna prohibición de Hashem, no debe acatar el precepto con tal de salvar su alma. Solamente hacia tres pecados debe dejarse asesinar y no trasgredir la mitzvá: adulterio, asesinato (“mata a Javier o sino te mato a ti”) y/o idolatría. Hamán poseía colgado en su cuerpo un amuleto de idolatría para que, al arrodillarse ante él, lo hicieran también hacia aquella adoración. Es por ello que Mordejai no acató sus órdenes, pues, estaba prohibido realizarlo.


Como Hamán creía en la superstición, a fin de establecer el día de aniquilamiento total hacia el pueblo de Israel, efectuó un sorteo (“pur”). En él se perpetraría el final de Mordejai y sus secuaces.

¿Por qué decimos, entonces, que la festividad de Purim es peculiar de por sí desde la denotación de su nombre?

Si analizamos bien, nos daremos cuenta que todas las conmemoraciones del calendario judío, todos sus nombres, tienen su raíz en el milagro ocurrido, en la liberación, en las maravillas salvadoras.

Januká fue la fecha en que los judíos descansaron (“janú”) de sus enemigos, el veinticinco de Kislev (“ká”, sumadas las letras “jaf” y “alef”).

En Pesaj conmemoramos –dentro de otros sucesos- que Hashem “pasaj” (salteó) las casas de los judíos en la plaga de los primogénitos, dejándolos a estos últimos con vida (no así a los egipcios).

La festividad de Sucot (cabañas) nos recuerda a las nubes de Gloria que protegían al pueblo de todo acecho en su travesía en el desierto, durante cuarenta años, luego del exilio egipcio.

Pero Purim no corrió la misma suerte. El nombre de esta festividad refleja el sorteo (“pur”) que efectuó Hamán para el aniquilamiento final del pueblo, y no en la salvación en sí.
También el hecho que no aparece ni una sola vez el nombre de Di-s en la Meguilá, da que hablar.

Es el único escrito sagrado del Tanaj en el que no se menciona en ninguna oportunidad la providencia Divina. ¿Y eso por qué?

En nuestros días también transitamos por unos cuantiosos y grandes “sorteos”. Puede que por la agitada rutina en un mundo tan acelerado no lo notemos de manera real y objetiva. O que algunas “máscaras” tapen la cruda realidad. Algunos quieren nuestro fin, otros lo disimulan, tantos otros poseen intereses creados y es por eso que nos defienden… No sabemos los motivos por los cuales Di-s conduce al mundo de esta manera, pero no debemos tener dudas que Él es quien permite que esta “suerte” nos apremie.

Quizá el judío necesite que le remarquen desde el exterior que no le corresponde el camino de otras naciones. Que no copie otras ideologías, pues, siguiéndolas se aparta de su misión Divina terrenal, y a la vez espiritual. Justamente cuando al judío le dicen “judío” en la vía pública (con tono despectivo, claro) es cuando más le hierve la sangre y se identifica con sus antepasados, por más alejado que se encuentre de la religión. Atentan contra su esencia, contra su raíz. Eso le molesta.

Un primo que ejerce funciones de Rabino en un importante país de Sudamérica, me comentó que los no-judíos de allí tratan tan bien a los judíos, que los matrimonios mixtos cada vez se incrementan. Cuando él se dirigía a una farmacia y observaban su manera de vestir y por ende, su condición de Rabino, ¡le cedían el turno! Allí, el judío no se siente discriminado por otras religiones, es por ello que tampoco le “molesta” contraer matrimonio con personas que no le corresponde. Si de todas maneras lo tratarán “como a uno más de la sociedad” (o mejor aun…)

Cuando sabemos diferenciarnos de nuestro entorno, no copiando costumbres ajenas y maneras de ser que no nos correspondan; cuando quitamos las ideologías de Hamán de nuestros pensamientos; entonces todos los “sorteos” que puedan organizar frente a nosotros, todas las atrocidades más espeluznantes que deseen planificar, se transformarán en nuestros días de festejo. En esa misma fecha, en ese mismo momento.

Esto nos enseña Purim: que la misma fecha que deseen “sortearnos”, que deseen deshacerse de nosotros, liberarse… ¡será justamente nuestro día de alegría!

Contestando la segunda pregunta, el Rab Avraham Eben HaEzra (en Meguilat Ester) explica que por cuanto que este texto se escribió en la época del reinado de Pras y Madai, si los judíos explicitaban el nombre de Di-s en la Meguilá, los reyes de aquel entonces los hubiesen traducido con las denominaciones de sus dioses, de sus idolatrías. Para evitar aquello, no fue explicitado el nombre Divino (existen otras explicaciones más profundas ya muy conocidas, pero como no es el tema central que deseamos tratar, no las mencionaremos).

A partir de aquel milagro, los sabios establecieron algunos preceptos para esta solemne celebración:

1) Lectura de Meguilat Ester (en donde se relata el suceso del milagro).

2) Banquete de Purim.

3) Envío de regalos comestibles hacia, al menos, un compañero.

4) Donativos a los pobres (mínimamente hacia dos, una cantidad considerable).

“Es mejor incrementar en regalos (y/o donativos) a los pobres más que aumentar en banquetes y envíos de comestibles a los compañeros, pues, no hay alegría mayor y bella sino alegrar los corazones de los pobres, huérfanos y viudas” (Maimónides).

El precepto de “donativos hacia los carenciados” podemos practicarlo cada día, a cada instante y sin necesidad de encontrarnos en una celebridad denominada Purim.

¿Qué entendemos, pues, por pobre/carenciado/necesitado?

En un capitalismo absoluto y en una sociedad de consumo (que también nos consume…) seguramente nos imaginamos a un necesitado con sus ropas rasgadas, sin nada lo qué comer ni ropa de marca y sin poseer un trabajo digno. Conozco personalmente personas que no carecen de nada de lo anteriormente mencionado, y aun así no son menos “necesitados” que los imaginarios.

En realidad, todos estamos “necesitados” de algo… No existe persona alguna que no sienta la necesidad de aquel “algo”… Un componente que es esencial para nuestra vida, para nuestro existir.
No me refiero al agua… tampoco al aire… mucho menos a la luz solar… Este elemento no es ni insípido, ni incoloro, ni inodoro… este condimento se llama: AFECTO. Al degustarlo podemos percibir un gusto muy agradable (por eso no es insípido); al observarlo palpamos los hermosos colores que quedan plasmados en nuestros corazones (por ello no es incoloro); y al olfatearlo nos quedamos con ganas de más (ahora entendemos el motivo del por qué no es inodoro). Somos verdaderos adictos al afecto, aunque no siempre optemos por demostrarlo…

Una sonrisa, una buena atención a un cliente, un saludo cordial al vecino, todos estos gestos producen que el “necesitado” se beneficie. Muchos individuos acaudalados que piensan que lo tienen todo (o así piensan de ellos), se sienten solos, vacíos y sin sentido de existencia. ¿O acaso no perciben que sus “amigos” son solo interesados? ¿Que su fortuna no los deja disfrutar de sus familias (si es que tienen…), pensando en los negocios?

En estos términos, ¡podemos cumplir con este precepto las veinticuatro horas del día, en el sitio que estemos, en cualquier idioma y con cualquier persona! No es necesario tener conocimiento de su nivel socio-económico, pues todos somos “carenciados” en este sentido.

Pero claro, es más simple entregar dinero, demostrar que otros necesitan de nosotros, que somos nosotros los que entregamos, los que merecemos aplausos, bombos y platillos…
Muchas veces me pongo a pensar lo bien que podemos hacerle a un cliente cuando hacemos negocios con él. En realidad, viene por motivos económicos, de subsistencia… pero si junto a ello podemos dejarle un buen trato, modales y atendiéndolo como a una verdadera persona… ¡cuánto mejor negocio haremos con su bienestar emocional!

No siempre nos levantamos con el pie derecho… gracias a Di-s somos dinámicos y con personalidades diferentes. Es la diversidad humana. Un buen gesto puede cambiar el día y hasta vidas completas.

Cuando uno se dirige a un profesional de la salud mental (como un psicólogo o un counselor), lo que busca –dentro de muchas otras cosas- es sentirse escuchado. Pero el consultante paga por aquello. Va dispuesto a ese encuentro, a esa finalidad (“después de todo, ¿para eso le pago, no?”). Quizá, al ser amables y cordiales en nuestros trabajos, hogares y cotidianeidad… ¡estaremos haciendo más que aquellos profesionales de la salud mental! Pues, no nos pagan por tan significante tarea, y por ende, ¡el receptor puede recibirlo con más veracidad, como un desinteresado gesto y con mayor predisposición!

Volviendo a la festividad de Purim en sí, los sabios nos ordenaron hacer un “stop” en nuestros festejos para no olvidarnos de las personas que más nos necesitan. Por ello impusieron un precepto exclusivo que consiste en otorgar sostén económico hacia aquellos que menos pueden. Es que, ¿cómo podremos festejar en nuestros cómodos y amplios hogares cuando existen “de los nuestros” que no están en las misma condiciones para realizarlo?

El libro “Manot Haleví” explica que el motivo del tercer precepto antes mencionado que establecieron nuestros sabios para esta solemne fecha (envío de regalos comestibles hacia, al menos, un compañero), se debe a que Hashem siempre busca que su pueblo estreche lazos de amistad y compañerismo entre sus partes. Tal como nos enseñó el Rey Salomón: “Sus caminos (de Di-s) son caminos agradables y todas sus sendas, paz” (Proverbios 3:17).

Aun así, existe otra opinión, la del “Terumat Hadeshen”, que revela que la atribución a este mismo precepto es porque existen algunas personas que carecen de medio económicos. Estos mismos se avergüenzan de recibir donativos en condiciones de pobres (como corresponde hacer en Purim) para hacer el banquete. No así sucede cuando, por una mitzvá totalmente distinta y que se realiza con cualquier judío, independientemente de su situación económica, envían regalos hacia aquellos, de buena gana los aceptan. Así los sabios lograron que aun los vergonzosos menos pudientes, tuvieran la posibilidad de festejar con su propio banquete festivo. Y observemos que, según esta idea, el motivo de este precepto (que se debería cumplir por todas las generaciones) es… ¡tan solo para no avergonzar a un grupo selecto de personas!

Es que el pueblo de Israel es uno. Mientras unos festejan, no pueden existir aquellos que, por su duro transitar, no estén en condiciones de celebrar. La festividad es de TODOS, no de algunos pocos. Al enemigo lo vencimos TODOS, no solamente ciertos individuos. Se torna imposible festejar cuando no somos TODOS los que estamos en aquellas condiciones. TODOS somos ganadores. No existen ganadores a medias. Tampoco ganadores por un lado y perdedores por el otro. Pues, como bien dijimos, somos un pueblo. Uno solo.



* Los invito a visitar también los artículos publicados el año pasado sobre esta festividad:

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